Partida Rol por web

El pícaro meditaba en la situación, realmente tendrían que investigar algo la situación actual de Makeda, pues siempre podría haber algún cabo suelto en sus negocios actuales que le permitieran reducir el costo. Habría que mover los hilos que solo se ven en los lugares más extraños.

– Podemos llegar a algún otro tipo de trato – exclamó Firifin a Makeda, – hemos hecho ya negocios antes y sabes que mi fama es reconocida, si en algo me involucro es por que habrá ganancias. Te propongo algo, que te parece si te pagamos ahora 15kg y a nuestro regreso, al par de la fama que pueda ganar tu gladiador por nuestras hazañas en el valle de las sombras, te pagaremos otros 5kg más a nuestro regreso, como una deuda de honor. Y a la par de ellos, tendrás derecho a escoger una cosa de entre todos los grandes tesoros que consigamos – exclamó el ladrón mostrando seguridad y certeza en sus palabras. Aquello podría reducir muchos los costos, pero a su vez podría condenarlo, más valía que sus sospechas sobre la gran aventura que le aguardará sobre los enanos fuera correcta. Más aún, más valía que aquella dicha gran aventura fuese productiva, pues de lo contrario habría gastado su fama y prestigio por mere generosidad.

Aunque siempre estaba la opción de ofrecerle a Makeda un combate espectacular de los enanos contra el mejor de sus guerreros. Con algo de adornos y palabrería, como decían los enanos, seguramente conseguiría que el buen señor encontrase a aquello como un gran espectaculo.

¿Qué clase de sabio desprecia así el noble arte de la cartografía? Recordó a Dhogar. Un prestigioso cartógrafo enano. Recordó su majestuoso estudio en la Gran Biblioteca de Karaz y comparó esa imagen con la de aquel lugar. Miró al cocodrilo colgado. En sus ojos falsos se reflejaban los colores de aquellas vidrieras. ¡Por Kramor! ¡Eso parecía una caseta de feria! Su orgullo estuvo a punto de hacerle saltar, pero no, Esta vez se contuvo.

— Disculpe. No pretendía ofenderle.— Tragó saliva y continuó.

— ¿Qué puede decirnos de Ewandor? —

- Entendemos que haya podido sentirse molesto por las palabras de mi compañero, gran sabio. - dijo Noren intentando que el viejo no se ofendiera y se opusiera a darles la información que necesitaban.

Aunque hubiera resultado de gran utilidad la existencia de un mapa, quizá pudieran utilizar la propia inexistencia del mismo como un estímulo para que el viejo compartiera sus conocimientos. - Todas esas historias y leyendas que ha recopilado en este tiempo nos serán de gran utilidad para poder prepararnos mejor para nuestro viaje... y tiene mi palabra de que a nuestro regreso, compartiremos con usted toda la información que obtengamos en nuestro camino -

Noren esperaba que el viejo picara el anzuelo... después de todo, había utilizado el cebo adecuado porque ¿qué valora más un sabio que la información? Su padre siempre le decía que el éxito a la hora de atrapar una presa era encontrar el cebo apropiado para cada presa concreta.

—Jajaja ¿me tomas por necio Firfin?— contestó Makeda usando por primera vez ante Aren el verdadero nombre del ladrón —Mi negocio no se basa en apostar quimeras. Si volvéis del Valle de los Sueños os podría recomprar a Morkai. Esa es mi oferta. Pero no vais de paseo al otro lado de la colina donde vulgares ladrones serían el mayor problema. No voy a perder a mi mejor gladiador y renunciar a diez kilos de sales por la promesa de un bribón. Os doy la posibilidad de recomprarlo a la vuelta, con lo que todos ganamos, pero no más.

Mientras hablaban Aren miraba a Morkai. Aunque la jaula parecía sólida estaba claro que la zona del techo donde se ajustaban los barrotes necesitaba más de un repaso. Alguien tan fuerte como el semiogro podría romperlos sin demasiado esfuerzo. Y sin embargo ahí estaba: sentado plácidamente, observando la conversación sobre su compra/venta con esa mirada bobalicona, como si su destino no le importase. Y así lo parecía: a aquel bruto sólo le interesaba comer y matar. Por eso ni siquiera se había planteado huir de su cautiverio¹.
 

—Esto no es un bazar señores. Yo no puedo simplemente mostrarles mis mercancías y que ustedes escojan la que más le interesa¹.— el sabio parecía un tanto molesto por la forma de negociar de los enanos — Las historias reales y las leyendas de las Tierras del Oeste han ocupado gran parte de mi vida. A este salón han venido heraldos de reyes para buscar la información con la cual prepararse para el que quizás sería el viaje más duro de su vida. Más allá de las colinas de Urolos os aguardan desafíos que pueden acabar con cualquier expedición, por armada que esté. El mismo Valle de los Sueños ya es un lugar donde perdieron la vida héroes formidables que no sabían que iban a encontrarse.

Se sentó en su sillón y le dio la vuelta a un reloj de arena.

—Como he dicho mi tiempo es muy valioso. Cada reloj de arena que caiga supone cien gramos de sales rojas en pago. Si quieren mi tiempo lo pueden comprar pero les aconsejaría ser más específicos para encontrar una respuesta sin que entremos en divagaciones. Todo aquel que viaja  a las Tierras del Oeste lo hace con un objetivo. Si quieren contarme el suyo quizás podamos obviar las leyendas populares o introducciones históricas que encarezcan su resultado. Por supuesto si no desean pagar por el conocimiento el buen Mitrankas les acompañará hasta la puerta.

Parecía que aquel sabio estaba un tanto hastiado de tratar con aventureros que viajaban hacia el oeste.
 

Tras mirar con curiosidad a Kraken, sorprendido por el nombre que le habían asignado "Luego hablaremos con el" el explorador decidió ocuparse, primero, de lo que resultaba más importante en ese momento, la negociación por el semiogro.

Aren observó el estado de la jaula y se dirigió a Makeda — Dices que quieres venderlo, como si se tratase de un animal. Pero está claro que el prefiere quiere estar aquí. Si hubiera querido escaparse lo hubiera hecho — añadió señalando el estado lastimoso de la unión entre las rejas y el techo — Acaso me puedes asegurar que no volverá aquí en cuanto nos alejemos un poco? No pienso tenerlo encadenado. No nos sería demasiado útil si lo hiciéramos —

Aren verificó que Rakard permaneciera distraído con su comida, no era el momento de que decidiera causar problemas, antes de proponer.

— Realmente es un riesgo... Aunque reconozco que, si realmente es un combatiente tan experto como dices, puede ser una alternativa. 20 Kg. Pero si descubro que decide volver sin avisarnos te haré personalmente responsable de intentar estafarnos — le propuso

— No es el deseo de correr aventuras lo que nos trae aquí. Tenemos una misión que cumplir. — 

— Algo de vital importancia — 

—  Si el precio de su conocimiento son sales, sales tendrá.— en el fondo agradecía que el sabio humano fuera al grano. Oten se atusó la barba con la mano. Eso de  sentirse obligado a tener que saciar su curiosidad estaba empezando a disgustarle. La barba de un enano tenía mucho significado para los de su raza más allá de algo puramente estético. Su longitud medía su posición dentro de la sociedad y del gremio al que pertenecía y cada una de las borlas que guiaba sus trenzas estaban grabadas con runas que contaban sus hazañas o logros. Seguramente el humano desconocía que cuando un enano se la atusaba era señal de que empezaba a sentirse ofendido y que solicitaba respeto por su estatus y posición. Algo así como "Recuerda quien tienes delante"

— Nos dirigimos al oeste, al Valle de los Sueños, en busca de algo que se conoce como el Dominio de Ewandor, se trata de una fuerza primordial a la que llaman el Heraldo de Tres Cabezas.— Oten sacó entonces el mapa de sus ropas y lo extendió en la mesa delante del sabio. 

— Solo tenemos ésto.— el enano señaló con su dedo las dos únicas marcas que había en el mapa: "La seta negra" y "El arbol en llamas"

—¿Puede ayudarnos o no? —

Frustrado por el escaso éxito de su intento de convencer al sabio, Noren se quedó en silencio mientras Oten lanzaba sus preguntas.

- Como puede ver, sabemos nuestro destino, pero necesitamos ayuda para hallar el camino hasta allí - dijo con voz sombría. - Pagaremos su precio.

El ladrón estuvo a punto de reír ante la oferta del enano, demasiado osado, demasiado presuntuoso, demasiado amenazante. Solo el conflicto y mal carácter de los enanos le llevo a no hacerlo. Por su parte, había puesto a Makeda un trato, que, si bien no era de su gusto, no llevaba ninguna recriminación, ninguna amenaza y quizá tampoco ninguna osadía, al menos no en la forma en que Aren intentaba negociar.

Firfin se encogió de hombros, había poco que hacer al respecto y decir. Si Aren quería hacer los negocios, adelante, que lo hiciera, el por su parte, dadas sus palabras y lo que el mismo veía en el semiogro, tenía sus propias ideas.

– Quizá si Morkai supiese o entendiese las cosas sería más fácil – dijo Firfin en voz algo baja fingiendo estar pensativo. Sus palabras llegaban claras a los oídos de Morkai, pero no tanto a los de Aren y Makeda, como si pensase en voz alta y no quisiese interrumpiros. – Quizá, si entendiese que a donde vamos, habrá abundante comida y muy variada. Que habrá combates que en definitiva serían un reto para el más legendario campeón de entre los gladiadores de la ciudad. Que las bestias y enemigos serán tan abundantes que sus cuerpos se apilaran por decenas a lo largo de los días. O que las riquezas alcanzadas serán tales que, si regresamos con vida, todas las mujeres que quisiéramos caerían rendidas a nuestros pies, sumisas y obedientes – Firfin no sabía si lo último le interesaba al semiogro, pero era mejor rematar. Si la bestia tenía oídos y era astuta, escucharía, y si escuchaba entendería que haya fuera con ellos, encontraría mayor placer que el que tenía ahora en aquel lugar, donde la rutina y simplicidad de las cosas ya deberían estar fastidiándole. Y si era así, quizá no habría que pagar nada. El ladrón sonrío mientras continuaba escuchando la conversación entre Aren y Makeda.

El Dueño de la Arena se encogió de hombros:

—Si Morkai está bien aquí más razón me das a mí para no plantearme su venta. Todavía puede ganar un par de combates más y subir su precio. Si vosotros no lo compráis sólo tengo que esperar a que empiece la Temporada de las Lluvias y lleguen esclavistas de otras arenas que puedan darme lo que pido.

Se volvió hacia Firfin:

—Sería mejor que dejases de susurrarle promesas vanas. Morkai no puede decidir su destino: es de mi propiedad. Y aunque los barrotes no sean suficiente para retenerlo deberíais entender que alguien como yo tiene métodos menos evidentes para protegerse.

Como si quisiera recalcar aquello uno de sus muchos anillos lanzó un destello dorado claramente mágico.

—Señores: podríamos estar discutiendo todo el día por el precio del semiogro pero tengo otras cosas que hacer. ¿Quieren cerrar el trato o quizás prefieren buscar alguna comitiva de mercenarios que les cobre bastante más de lo que valdría este ejemplar en propiedad por el alquiler de sus espadas? Porque debo suponer que no será un viaje de un par de días ¿verdad?

El sabio asintió.

—No es mi intención ofenderles pero deben entender que muchos de los de su raza, con el paso del tiempo entre humanos y elfos, se vuelven más... en fin. — estaba claro que al hombre no le eran ajenas las costumbres enanas —Pero ahora que me ha contado lo que que quiero creo que puedo decir que ¡por fin parecemos entendernos maese enano!

El reloj de arena seguía desgranando el tiempo mientras el hombre revisaba el mapa que le mostraba Oten.

—Muchos piensan que el viejo Ewandor no es más que una leyenda pero sus territorios están claramente marcados y su existencia está más que confirmada. Raramente se ha mostrado en el último milenio, pero cierto es que siempre que ha aparecido hubo algún enano en la comitiva que marcó el avistamiento, lo cual me indica que no es una mera casualidad. Las referencias de expediciones anteriores hablan del Árbol Llameante. Es un lugar de gran poder mágico. Sed cautos: se habla de un túmulo donde un rey no-muerto sigue esperando una señal. La mayoría de quienes se internan en el Valle de los Sueños lo evita pero vosotros debéis aproximaros ya que es la mejor referencia que tenéis para luego ir hacia el norte. Vuestro mapa es mucho más preciso de lo que pueda parecer. Si seguís hacia el norte desde el Árbol llameante cruzaréis un bosque, más allá del cual el terreno se hace abrupto, momento en que debéis bordear las montañas por el este entrando en la Grieta de los Gigantes. Siempre que dejéis hacia el oeste las montañas y sigáis hacia el norte llegaréis a la Gran Seta Negra. Es otro lugar de poder, la Puerta al Reino Faérico. Lo importante aquí es que sigáis hacia el noroeste a través de los bosques. El dominio de Ewandor es un peligroso pantano. El punto donde más veces se le ha avistado es en su zona norte, justo al sur de las colinas de Mogrow.

A medida que hablaba y aunque el anciano no tuviera un mapa preciso iba realizando marcas en el propio pergamino de los enanos. De pronto la ruta a través del Valle de los Sueños parecía más precisa. El hombre detuvo el segundo viaje de su reloj de arena.

—Si lo que queréis es encontrar el Dominio de Ewandor eso os debería llegar. El pantano, al sur de las colinas, es el sitio correcto. Esto sólo os costará 200 gramos de sales rojas.— dijo depositando el reloj ante los enanos —Pero si queréis más información sobre los distintos puntos del viaje y que podéis encontraros allí eso ya es otra historia. Puedo investigar en mis libros tanto sobre el propio Ewandor como sobre el Árbol Ardiente, la Gran Seta Negra, el Paso del Gigante o el Viejo Pantano. Pero eso me temo que será más costos y me llevará más tiempo¹.

El semiogro había ido perdiendo interés en la conversación hasta el punto de volverse para recostarse de nuevo en el suelo cuando las melosas palabras del pícaro le hicieron detenerse y mirar por encima del hombro la escena de los sujetos que negociaban el precio de su vida.

- ¿Comida variada? ¿Enemigos abundantes?

Pequeños amos piensan que Morkai es estúpido pero Morkai es listo.

- ¿Cuántos vueyes cocinar con veinti… con … cinco… - Morkai se detuvo unos segundos tratander de recordar el precio que había dicho – con kilos de sal?

Se apoyó de nuevo en los barrotes y espero respuesta con mirada inquisitiva.

— No, no serán un par de días — reconoció Aren cabizbajo ante la respuesta del dueño del circo — Supongo que no nos dejáis muchas posibilidades de negociar — Añadió tratando de decidir si valía la pena gastar la mitad de lo que les había dado el rey en la adquisición de un único combatiente, por más que aparentemente fuera tan fuerte como parecía ser el semi-ogro. Mientras pensaba se acarició la barba en un claro gesto de indecisión.

Sin embargo, lo que le terminó de decidir fue el entusiasmo que notó en Morkai al hablar de enemigos a derrotar. Eso era lo que necesitaban de un combatiente — Muchos, muchos bueyes — le contestó, reacio a agradecer a Kraken "Por que lo habrá llamado Firfin" por haber tentado al bruto para participar en la misión.

— Tenemos la sal en la taberna — le informó a Makeda — Quisiera que mis compañeros vean a Morkai, antes de entregaros esa cantidad. Si nos acompañáis, o enviáis a alguien junto con el, os la entregaremos — completó esperando que el resto de los enanos no se negara a realizar una inversión tan importante — Y agradeced a Kraken que hagamos la operación. Si no nos hubiera insistido tanto, probablemente no lo habríamos hecho — le explicó al dueño de la arena — Por eso será el responsable de que su amigo no se escape — completo mirando al pícaro.

— Rakard! — llamó a su animal, que estaba terminando de comer — Es hora de irnos. Cuida a nuestro nuevo compañero — más allá que el oso no era capaz de entender las palabras del explorador, algo en la forma en que señaló al semiogro lo hizo acercarse a los barrotes y mirarlo con curiosidad.

El hombre asintió mientras llamaba a un lacayo que apareció desde una puerta trasera.

—Brin os acompañará.— dijo señalando a un joven humano encorvado que vestía una raída túnica gris —Podéis entregarle a él las sales.

Abrió la puerta de la celda con una pesada llave y la arrastró para darle paso al gigantón:

—Muy bien Morkai: en cuanto Brin te lo indique tu dueño será el enano.— dijo señalando a Aren —Has sido un magnífico guerrero y en la Arena estamos muy orgullosos de ti. Espero que puedas dar muerte a muchos enemigos antes de volver a verte. Puedes coger tu arma en la mesa.— dijo señalando una mesa donde había un colosal espadón de dos manos del tamaño del guerrero.

Y así, tras despedirse de aquel peculiar mercader de humanos y siendo acompañados por el lacayo y el semiogro regresaron hacia la taberna.
 

- Morkai matar muchos enemigos, Makeda. – Dijo convencido el semiogro. - Pero Morkai no sabe si Morkai volver- Finalizó con indiferencia. Nunca había sido muy aficionado a planificar demasiado.

Se detuvo unos segundos a examinar su espada. Era casi tan alta como él y una sonrisa tierna se dibujó en su rostro recordando lo bien que lo pasaban juntos. Se la ató a la espalda con un nudo simple y miró a sus nuevos amos mientras reflexionaba sobre los peligros de tener unos jefes tan pequeños.

- Morkai cuidado no pisar pequeño hamo. ¡Ja, ja,ja! ¿Oso Rakard? – Preguntó mirando al compañero de Aren. – Oso bonito. – Dijo.

Estaba tentado de coger el gran hueso que tenía el animal pero sabía que no es buena idea jugar con la comida de los animales. Además le habían prometido muchos bueyes.

Tras doblar su cuellos para observar el rostro del semiogro, Aren no pudo sino esbozar una sonrisa. Que a este le gustara Rakard ya lo predisponía de buena manera.

— Si, el oso se llama Rakard y es mi amigo — le intentó explicar — Iremos a la taberna a ver a mis compañeros. Son enanos como yo. Quizás no seamos tan altos como tu, pero sabemos combatir. Incluso Kraken es bueno con su honda — añadió dándole al pícaro su reluctante aceptación — Y necesitaremos hacerlo bien para sobrevivir allí donde vamos —

— Espero que seas tan bueno con esa espada como dicen —

–  Yo no me preocuparía mucho por eso – dijo Firfin sin dar detalles respecto al comentario sobre la valía del semiogro. Lo que le preocupaba era Brin, el enano hablaba poco, pero daba públicamente demasiada información. Makeda tenía muchos secuaces y mucha astucia, lo normal era que se hubiese negado y hubiese pedido que ellos regresasen más tarde o al día siguiente para terminar el trato e incluso habría mandado a algún sirviente a lidiar con ellos mostrando su falta de verdadero interés. Pero no, mandaba a Brin, a una taberna llevando por las calles a un famoso gladiador semiogro. No sería algo raro realmente, pero si llamativo. En cualquier caso, despertaba sospechas, más cuando Makeda en vez de reclamar por el extraño nombre que Aren le daba, se centraba en responderle con una tranquila aceptación a todo lo que el enano le indicaba para cerrar el trato. Demasiado casual para su gusto.

- En la oscuridad las voces se escuchan con mayor fuerza y suelen distorsionarse de múltiples maneras – le dijo al enano mientras caminaban, - muchos nombres me han dado, y cada uno tiene un significado – exclamó, no con la intención de explicar lo sucedido antes sino como un intento de advertir al no tan astuto enano. – cada persona que camina a tu lado tiene un nombre, y es importante comprender el significado de ese nombre si uno quiere entender las verdaderas intenciones del hombre que lo porta – sentenció consciente de que el enano no pillaría la indirecta, de cualquier modo, era difícil dar detalles por adelantado sin saber quien era ese tal Brin y sus capacidades.

— Mmmm Oten — Miró el mapa y luego al sabio. Después se rascó la cabeza intentando situar en el mapa todo lo que el erudito decía.  Debemos ir a ese árbol llameante y seguir al norte. Cruzar un bosque, después atravesar la grieta de los gigantes, llegar a la seta negra y después seguir hasta este pantano.

— Mmmm — musitó otra vez y levantó la vista del mapa para volver a mirar al sabio y pensó que quizás lo había subestimado. Desde luego parecía que sabía de lo que hablaba

— Partiremos mañana por la mañana.— no estaba seguro de eso pero eran los planes a los que se habían querido ceñir.

—¿Puede tener preparado para entonces información sobre la grieta de los gigantes y también de ese pantano? — 

Mientras volvían hacia la taberna, acompañados por el desconocido Brin, Aren escuchó las extrañas palabras de Kraken y lo observó con curiosidad "de que estará hablando" se planteo a si mismo antes de contestarle — De que hablas? —

Deteniéndose un momento para montar a Rakard y así conseguir algo de distancia respecto al desconocido preguntó — Acaso tus intenciones con nosotros son distintas de las que tuviste con el dueño del circo? Por eso le diste un nombre falso? — Tras una pausa completó, más para si mismo que para Kraken aunque sin hacer nada por evitar que este lo escuchara — Me pregunto si hicimos bien en confiar en ti? —