Partida Rol por web

-Bah, es suficiente- replicó el enano luego de echarle un trago al licor -Nunca lo había probado, y hay que decir que tu amigo tiene habilidad. Si tenemos ganancias sonantes de esta empresa, me encantaría invertir en su licor- continuó con una sonrisa.

Su padre siempre le había recalcado que un buen enano no deja pasar una oportunidad de negocios. Tal vez no era el mejor aprendiz, pero lo intentaba.

-Zanjadisputas es un arma bastante nueva, forjada por mi abuela Norenia para su primer nieto varón, o sea yo- una sonrisa melancólica apareció en su barbudo rostro -Por ella es mi nombre, y de ella la recibí- le echó otro trago, mientras que de reojo vio a Aren ocupado con sus heridas -Es un arma única, y si había alguien que zanjara la disputas como el filo de esta hacha, esa era mi abuela-

Noren se acomodó en el lugar, desviando un poco el rostro, para que Stela no viera esa lágrima solitaria que se perdió entre las barbas rojizas.

-Desde que soy niño me entrené con Zanjadisputas, era mi juego favorito con ella- sonrió ampliamente -Así que llevándola a la batalla, sé que la mejor Herrera y partera del clan me acompaña-

Se percibía orgullo en su voz.

-Y tú, ¿es común que las mujeres humanas vayan a la batalla?- preguntó, teniendo en su recuerdo palabras de su madre: "Las enanas somos fuertes y combativas. Las humanas, manipuladoras y cobardes. Las elfas frágiles y altaneras."

No podía negar que su madre y sus abuelas eran así, hasta su hermana menor tenía el espíritu de la forja, pero Stela no parecía ser cobarde. ¿Tendría sangre enana corriendo por sus venas?

- Es un arma impresionante. Sin duda, peligrosa en manos de un enano. 

Se pasó la mano por la alborotada melena. 

-No todas lo hacemos-Stela cogió la petaca y dio un largo trago-Mi madre era cocinera de la Compañía Mercenaria Alkatani. Mi padre... bueno,  puedo darte una lista de cincuenta candidatos. Sea como sea, me crié entre soldados y yendo de una batalla a otra.

Sacó su espada de la vaina. En comparación con su ajada armadura y el escudo medio oxidado, el arma estaba limpia y bien cuidada. Su empuñadura era dorada y estaba ricamente adornada.

-Conseguí esta en el asedio de Targonia. Perteneció a un noble del enemigo. No tiene nombre... así la muerte no puede encontrarme-explicó tendiéndosela al enano-La Compañía sufrió bajas catastróficas y se vieron forzados a armar al personal de apoyo, incluidas mi madre y yo. Aún así, lo poco que quedó de la Compañía se disolvió después del asedio. Luchar era lo único que sabía hacer así que me establecí por mi cuenta. 

Se sentó solo a comer. El fuego delante. Repasando lo que el día había deparado y observando a los compañeros de viaje: Aren era su verdadero apoyo, su amigo. Sí. El único en el que confiaba plenamente. Se alegraba mucho de haber ayudado a Rakard y ver a su compañero feliz. No se quedaba atrás Noren. No lo conocía tan bien, pero era un buen guerrero, sin duda. Fiel y valiente. ¡Ah! Pero ¿Y los demás? Un esclavo, una mujer sin principios y un ladrón cobarde. Siguió comiendo. Los dientes le rechinaban. Los oídos le pitaban*

Oh, se estaban enseñando las espadas y eso. Morkai, por un momento, dejó tranquilo a Aren y, sin ceremonias, enseñó su propio espadón, una cosa herrumbrosa, pesada y con pinta de tener más años que la Vieja del Pantano.

──Conseguir en arena. Antes Morkai usar leño. Echar de menos leño. Leño ser bueno ──continuó desarrollando el tema con aire soñador ──, leño ser... Leñoso.

──Esta, ──señaló el espadón desmañado ──ser buena.

-Oooh-Stela exageró el tono abriendo mucho los ojos y la boca-¡Esa es una herramienta muy grande, compañero! ¡Con eso asustas a todo el mundo!

Y soltó una carcajada. Ofreció la petaca a Morkai aunque parecía realmente pequeña en la manaza del semiogro. 

No le hacía falta nada más sofisticado. Stela había visto a Morkai en la arena un par de veces y el guerrero se las apañaba bien con cualquier cosa. En una ocasión lo había visto blandiendo una pierna cercenada a un pobre troll. 

El explorador no puedo menos que agradecer que la conversación se centrase en las armas de cada uno. Las atenciones del semiogro, por momentos, se estaban volviendo algo violentas, lo que obligo al enano a hacerle más de un gesto a Rakard para que no interviniera en la competencia de golpes en los hombros.

Aren acomodó su espalda contra un tronco mientras observaba al grupo. Como era su costumbre Kraken había permanecido callado, sin siquiera contestar su desafío. "Quizás no lo escuchó, o más probablemente, no quiso escucharlo" se planteó a si mismo mientras seguía observando.

De Noren y Oten ya sabía que esperar. Los conocía hacía tiempo. Y Morkai era todo lo que había supuesto. Fuerza bruta en estado puro. "Muy Fuerza y muy bruta". Pero era un buen compañero. Quizás no se le pudiera pedir grandes conversaciones, pero cuando había que golpear, allí estaba. Sin analizar el peligro ni las consecuencias, simplemente iba y pegaba. Y por otro lado Stela había resultado competente. Muy competente. Quizás resultase un buena contrapartida para el enorme semiogro. Estaba claro que lo sabía llevar. O esperaba que, por su propio bien, fuera así. Sobre todo al escuchar sus últimos comentarios.

Morkai alzó mucho las pocas cejas que tenía. ──¿De verdad? ¿Morkai asustar todos? ──Miró con nueva cara a la concurrencia. ──Oh, gracias. ──Aceptó la petaca tomándola con dos dedos, le brillaban los ojillos porcinos de entusiasmo, porque le prestaban atención y, a la vez, trataba de bregar con una nueva idea que jamás se había planteado: él pensaba que asustaba a la gente cuando hacía lo que tenía que hacer. Entonces sintió la necesidad de explicarse:

──Amos ──dijo , agraciando con ese epíteto a todos los que componían la expedición──, no asustar Morkai. Morkai no hacer daño. Por el momento.

Luego volvió su atención a la petaca, como un interesante problema que resolver. Finalmente, la consiguió desenroscar con dos uñas y procedió a verter un generoso trago por el simple procedimiento de mirar hacia arriba, abrir la boca y poner el recipiente boca abajo durante unos segundos. Paladeó aquello. ──Ta rico. ──Formó una gran sonrisa. ──Ahora mirar cómo Morkai ponerse boca abajo colgado rama.

Se había entusiasmado, y fueron unos momentos intensos de actividad: el árbol casi no lo cuenta, pudo haber habido heridos en el proceso. Corremos un tupido velo sobre la escena. Por fortuna para todos, pronto el licor le dio sueño y se durmió como un tronco.

Noren se había quedado callado, algo divertido, con las formas de llamar la atención que tenía el semiogro. Era como un niño grande, muy grande, y violento... muy violento. Esperaba que Aren fuera lo suficientemente buen padre como para saber llevarlo. Sino tendría que aplicar la técnica de enseñanza de su abuelo, y no estaba seguro de cómo sería con alguien tan grande y seguramente más fuerte que él.

En ese momento se dio cuenta que tenía aún la espada de Stela entre sus manos. Era una buena hoja, equilibrada, y de excelente manufactura. Tal vez no enana, pero sí de buena manufactura para los estándares humanos. Se la devolvió y le acercó a Zanjadisputas para que pudiera sopesarla.

-Deberías ponerle un nombre, siempre es más intimidante que te presenten el nombre del arma- le guiñó un ojo y sonrió -Además, la muerte siempre nos acecha, con nombre o sin él-

-Lo que hizo Norelia con esa aleación de metales es una receta familiar, y se transfiere de madre a hijas, a veces también a hijos- dijo orgulloso el enano mientras Stela sostenía su hacha con ambas manos -Mi hermana menor heredó la forja de mi abuela, y por supuesto, sus secretos-

¿Stela sería digna para llevar un arma enana a la batalla? Parecía que sí, pero no estaba del todo seguro. Le caía bien la guerrera, pero aún quedaba saber si lo valía.

Stela podía ver un hacha de doble hoja, de un acero oscuro que formaba inclusive el mango del arma, pero ligera para sostener, y pesada en donde debía serlo: el ojo, verdadera obra de arte enana con runas formando una circunferencia en el centro, dándole aún más solidez a la estructura. Su filo era extremadamente cortante, y ella no recordaba haberlo visto afilarlo.

La noche transcurrió tranquila, sin sobresaltos, y por la mañana el grupo se levantó restablecido. Les despertó una fina lluvia que tenía pinta de poder mantenerse durante todo el día, esas lloviznas insidiosas que parece que no llegan a mojar y cuando llevas un rato bajo ellas estás empapado. Lo que vulgarmente se llamaba un calabobos.

Pero tenían que seguir el viaje.

Seguían en el bosque y por lo que habían oteado anteriormente este se prolongaría hacia el norte, hacia las montañas, bordeando las colinas. El gran río quedaba hacia el oeste y aunque el sabio les había dado como punto de referencia el árbol en llamas, que seguramente estaría al otro lado, el verdadero objetivo se encontraba hacia el nordeste. Si había algún punto por el que cruzar el río podrían optar a entrar por las cuevas que había bajo la Gran Calavera. De lo contrario, por la superficie, pasarían la cañada del Cementerio de Gigantes. Ningún recorrido parecía exento de riesgo.

¿Hacia donde se encaminarían?

Viendo lo que había pasado el día anterior, Aren no estaba seguro si avanzar en solitario era una buena idea. Sin embargo tampoco era una buena idea que se metieran, todos juntos, en una posible emboscada, por lo que le comentó a sus compañeros, tratando de encontrar un punto medio — Quizás sea mejor que no me adelante tanto como hasta ahora, pero no creo que sea bueno que nos movamos sin una avanzadilla. Trataré de que me mantengan a la vista. Ademas así será más sencillo tomar decisiones si hay que tomarlas —

El explorador pensó un momento el camino que habían seguido durante el día anterior, sabiendo cual era el destino final, pero sin tener en claro donde podría estar el cubil de los hormigombres  — No creo que sea una buena idea ir directamente hacia el río, ni incluso indirectamente. No sabemos donde puede estar el hormiguero de esas criaturas. Y en los hormigueros suele haber muchas hormigas — se explicó — Creo que lo mejor es avanzar hacia el norte y luego si acercarnos al río, pero tratando de evitar ese hormiguero. Quizás... — Aren miró el mapa e hizo una extraña linea curva con sus dedo, con la marca de la calavera como destino final — Supongo que algo así puede ser una buena alternativa —

Después del encuentro con los monstruosos insectos, Stela no  estaba tan tranquila. Caminaba junto a las mulas como habitualmente pero lanzaba nerviosas miradas hacia la espesura. Su mano enguantada no se apartaba de la empuñadura de su espada. 

Aprovechando un momento que caminaban juntos separados del resto, se dirigió a Firfin:

-Todavía no me has dicho lo que te traes entre manos, "Kraken"-dijo el nombre separando las sílabas-Tú no eres de los que asumen riesgos innecesarios y te has metido nada menos que en el Valle de los Sueños...

La noche anterior fue asaltado por sueños en los que aparecieron su esposa y su hijo, quienes junto a él mismo, viajaban en un barco con un destino que no recordaba. Durante el trayecto, les asaltó una tormenta terrible que hizo que el barco se partiera por la mitad. Recordó verse a si mismo hundiendose hasta el fondo y como, entonces, un ser se le apareció y le reveló cosas y secretos de los que solo recordaba fragmentos inconclusos.

Durante el camino estuvo callado y pensativo, analizando todo aquello y llegó a la conclusión de que aquel misterioso ser no debía ser otro que el mismo Kramor pues muchos avatares y formas se le conocen y que sus palabras, de las que poco pudo recordar, debian ser algun tipo de mensaje o advertencia. ¿Habia fallado a su Dios? ¿Le ocurría algo a su familia?

Entonces hicieron un alto en el camino y comieron frugalmente en aquel sombrío bosque de pinos, aun quedaban restos de niebla, el cielo gris amenazaba más lluvía... Oten se sintió solo. Muy solo en aquel lugar extraño, lejos de su hogar y familia.

—Como dice Aren, no sabemos donde está el hormiguero. Quizás, incluso, vayamos directos hacia el hogar de esas criaturas, pero no nos queda otra.  Voto por seguir hacia el Norte,  paralelos al curso del río.—

Morkai comió con más apetito que de costumbre. Sujetó su espada contra la cuerda, se la puso en bandolera y ale, listo para seguir con la aventura.

Luego estuvo más despistado que de costumbre, dándose contra las cosas en el camino, y silbando cuando no venía a cuento. Justo como si estuviera dando un paseíto por el campo, antes que explorando una región peligrosa y desconocida.

Por lo demás, se desinteresó de si ir hacia este lado o hacia el otro.

Prosiguieron hacia el norte a través de la arboleda. Se notaba que el camino se iba empinando a medida que seguían hacia el norte y pronto se dieron cuenta de que el bosque escaseaba a la par que aparecían formaciones rocosas mayores. Al norte se alzaban las colosales montañas de los gigantes, aquellas en las que anteriormente habían visto fuegos nocturnos.

Así que decidieron encararse hacia el noroeste ya que el camino parecía más llevadero. El bosque cada vez escaseaba más dejando lugar a un terreno árido, pedregoso. Aren se había adelantado bastante y fue el primero en ver el colosal hormiguero en medio de la llanura. El río por otro lado parecía continuar para nacer en el punto del otro lado de las montañas donde, según su mapa, se encontraría la Calavera del Gigante.

Las cosas no pintaban demasiado bien. El caudaloso río parecía impasable por aquel punto, al menos para las mulas. Aunque había zonas en las que se se estrechaba hasta poco más de una docena de metros la fuerza del agua arrastaría irremediablemente a los animales, siempre y cuando pudieran convencerlos de meterse en ella. Por otro lado el enorme hormiguero se alzaba como una torre en medio de la llanura alcanzando unos diez metros de altura. A su alrededor veían moverse a varios hormigombres que parecían estar recolectando hojas de los árboles. Se distinguían dos tipos de criaturas: unas más pequeñas, de color claro, que parecían obreros y que eran una docena y otros más grandes, de piel más oscura, armados con lanzas primitivas que parecían vigilar o proteger a los trabajadores. Estos eran sólo cuatro, pero se mantenían cerca de la entrada del nido¹.

Cuando Aren retrocedió para informar a sus compañeros se sorprendió que lo que encontró en su camino. No se había fijado en ello al avanzar hacia el borde de la foresta²...

Noren asintió simplemente a la propuesta de Aren. Él no era para esas cosas, pero ahora sí que le prestaría atención a estar preparados de ser necesario tener que luchar con esos hormigombres. Durante el camino, fue cortando algunas ramas, y las fue afilando para crear algunas lanzas improvisadas.

-Mejor tenerlas a distancia, que si prestaron atención, la sangre de esos bichos es dañina- le dijo a Morkai que iba junto a él -Es importante estar preparados para lo que nos vamos a enfrentar, y luchar unidos, como una ola de acero imparable- le decía al semiogro, sabiendo que estaba repitiendo las palabras de su instructor en sus tiempos de joven aprendiz de guerrero.

El trabajo que hizo era bastante chapucero, por más que tenía formación en lo que a la artesanía marcial se trataba. No tenía más que su hacha, ramas de los árboles y seguir caminando.

Agradeciendo no haberse separado tanto del grupo como para sentirse solo, pero sabiendo que los demás no estaban lejos, Aren y Rakard observaron el río, aparentemente infranqueable, y el hormiguero, aparentemente indestructible. Los hormigombres que veía no le parecieron un gran problema. Su preocupación era la cantidad de guerreros que podía albergar la colonia y que seguramente saldrían si es que se decidían a atacar.

Mientras volvía, reacio a tener que informar que deberían desandar el camino, observó un rastro entre los árboles al que no le había prestado atención mientras avanzaba. Había motivo para ello, quien había dejado esas huellas sabía moverse en la naturaleza.

Casi sin darse cuenta, torció su camino y siguió las huellas, hasta que se detuvo y observó sorprendido algo que no esperaba encontrar allí. Seguramente las huellas pertenecían a un cazador o explorador. Evidentemente habían tenido mucha suerte. "El" había pasado antes que Aren y, sobre todo, a diferencia de la caravana, que se había mantenido lejos del río para avanzar, "ellos" lo habían hecho por la ribera. Si no hubiera sido así las cosas hubieran sido peores. Mucho peores. Aprovechando que no había sido visto observó durante un rato los movimientos que tenían lugar en la distancia y finalmente decidió volver para compartir la información.

— Parece que tenemos mala suerte — comenzó su informe con tono serio, dispuesto a dejar lo mejor para el final — No solo el río parece imposible de cruzar, por lo menos con las mulas, sino que el hormiguero está justo en medio de nuestro camino si es que queremos seguir avanzado de este lado. Pensé que deberíamos volver hasta el pantano y atravesarlo, pero descubrí algo que nos puede ayudar a no tener que hacerlo —

Con una sonrisa se explicó — parece que esos hormigombres tienen enemigos. Y que esos enemigos están más organizados que ellos. En realidad, también están más organizados que nosotros. Si lo pienso mejor tuvimos mucha suerte de no encontrarlos. Me explico, esos enemigos parecen ser hombres lagarto y son muchos. Suerte que avanzamos en paralelo y no nos los cruzamos con ellos. Lo hubiéramos pasado mal — 

— No solo son muchos, sino que acaban de terminar de construir algo que parece un Slorvït — sin conocer la forma de expresarlo en la lengua común que estaban utilizando entre todos, no tuvo más opción que utilizar la palabra enana — Por lo que ví dejaron solo a cuatro de ellos para manejarlo, supongo que para atacar al hormiguero a la distancia y mientras el resto se están dirigiendo hacia allá —

Con una sonrisa aún más grande propuso la idea que le rondaba en la cabeza desde el momento que había comenzado a acercarse a los suyos — la duda es, nos apoderamos del Slorvït antes de que empiecen a utilizarlo, o esperamos que lo hagan y, nos apoderamos de él cuando se detengan para no darle a sus propios compañeros. Si lo conseguimos y lo seguimos usando...  — Encogiéndose de hombros dejó su idea sin terminar, aunque agregó  — No creo que a los hombres lagarto les guste recibir un poco de su propia medicina —

— Siempre claro que no prefieran volver y probar suerte en el pantano —

Firfin se limitó a escuchar a los demás durante aquella noche, observar se le daba bien, uno aprendía mucho de las debilidades de otros mientras les observaba a detalla en el día a día. Y tras descansar, ya a la mañana siguiente, optó inicialmente por dejar que los enano cogieran el camino, ya eran lo suficientemente buenos como para meterse en problemas solos, no valía la pena empujarles más.

Más tarde, ya empezado el viaje, Stella se acercó a Firfin, cuestionandole sobre sus intenciones, a lo cual, Firfin optó por reír y decir sandeces sin sentido, contando a todos como había una vez aceptado un trabajo que consistía en pasar a escondidas a un viejos y gordo noble que quería hacer brotar el capullo de una tierna y bella doncella. Pero para hacerlo y evitar el riesgo de ser descubierto por su desquiciado y sanguinario padre. Tuvo que trasladarlo a través de las cloacas con la ayuda de unos malolientes hombres ratas, que no cobraron nada barato sus servicios.

El problema fue que tardaron días en apenas recorrer unas cuantas calles por debajo de la ciudad, pues el gordo señor se atascaba a cada rato entre los pasadizos que solían usar las escurridizas ratas. Y no fue hasta que el gordo fue bajando de peso que pudieron llegar a los aposentos. Firfin entre risas juraba que si el padre de la doncella le hubiese descubierto, seguramente no le hubiese reconocido. Aunque igual le hubiese matado. – Moraleja, el Kraken toma todo tipo de trabajos, algunos por dinero, otros por fama, y algunos otros pocos, solo por diversión – exclamó el ladrón fingiendo para sus adentros, pues si bien aquella historia había sido verdad, si que había conseguido mucho en todo ello, había puesto en deuda al noble con las ratas cobrando el favor a aquel clan de ladrones hombres ratas. Había cobrado una alta suma al noble por sus servicios. Había conseguido tener un vinculo con aquel señor y la doncella, de quienes su historia podrían ponerles en riesgo, bajo distintas circunstancias. Y mejor aún, había hecho que aquel hombre le siguiese tontamente a las alcantarillas, arrastrándose como escoria, cosa que entre sus amigos ricos de la ciudad, sería un gran tema de burla y deshonra.

Una vez, la atención se fue perdiendo tras su historia poco trascendente, Firfin se recargó ligeramente en Stella y le habló suavemente al oído por unos breves segundos.

– Los enanos buscan desesperadamente algo importante en este lugar. Los envían en una misión de vida o muerte, su comportamiento los delata. Esconden algo importante algo trascendente. Hay algo más allá de lo imaginable en todo esto. Y los dioses lo saben; no me gusta, pero he notado que nos observaban. A los dioses nada les importa, y sin embargo nos observan. ¿Por que?, los enanos lo saben – exclamó Firfin convencido de ello.