Partida Rol por web

Noren se había sobresaltado con el trueno y ni se había dado que cuenta que sostenía con fuerza y en alto el hacha. Pero se había contenido. Cuando los Dioses hablaban, prefería que Oten los interpretara. ¡Y había sido clarísimo! Si hasta él podría haberlo hecho.

-Kraken, mejor calla, que claramente tú tampoco sabes de Dioses, y mucho menos de Dioses enanos- dijo con seriedad -Oten, estoy contigo. Creo que no hay dudas... Aren, ¿realmente dudas? Fue hacia el Norte el bicho. Pedimos dirección, y se dio una dirección-

Para el guerrero estaba siendo más que claro. No sólo por la confianza en el viejo, sino también por lo clara de la señal. Y cuando estaba por echarse al suelo de nuevo, contento con haber interpretado una señal divina antes de que el clérigo lo dijera, miró las monedas en el suelo.

-¡Kraken! ¡Mira!- le dijo al humano señalando las monedas con una sonrisa de oreja a oreja, y soltando una carcajada sonora -Creo que Arsenius te la ha jugado-

El grupo se puso en marcha. Oten seguía con su marcha enana una y otra vez:

"Un, dos,

orcos buscar.

Tres, cuatro, 

orcos matar. 

Izquierda, derecha,

seguir y marchar"

Estaba inquieto por la misión. Demasiadas discusiones dentro del grupo. Aquello podía ser desastroso si no se ponían de acuerdo en un momento crítico. La clave de la supervivencia de una escuadra era la confianza que unos soldados ponían en otros, incluso en vengarse mutuamente si ocurría lo peor. 

Sin confianza, eran meras hojas secas a merced del viento.

-¡Vamos!-dijo intentando subir los ánimos-¿Alguien sabe una historia de viaje⁽¹⁾?

Morkai se había mantenido ajeno a la discusión pero su rostro se iluminó al ver caer al dragoncito. Se acercó al el con curiosidad y quedó atónito al verlo engullido por los tentáculos. Cuando ya se sentaba triste resoplando por la desaparición del bicho salió volando con el topo a cuestas y Morkai los siguió unos pasos hasta que el animal se perdió entre los árboles.

Le habría gustado saber a qué sabían. Tanto el topo como el dragoncito. Pero se conformó con el ranchó que preparó Oten.

A la mañana siguiente el grupo se dirigió hacia el norte y eso levantó el ánimo al semiogro. Paseaba por el bosque buscando al dragoncito esperando tener oportunidad de hincarle el diente esta vez.

Kraken no miró, ya sabía el que los dioses eran tramposos, y más aún el dios de los ladrones. Muy probablemente se la había jugado, pero no iba a caer ante los ojos de los demás, aún cuando la circunstancia fuera clara para todos los demás, el siempre podría decir que no había visto nada, así que pateando las monedas y recogiéndolas sin ponerles apenas atención, se las hecho de nuevo al saquito en que las llevaba. A Firfin no le sorprendió que el dios de los ladrones se la hubiera volteado, lo que le sorprendía era que estuviese poniendo atención justo en ese momento ¿porqué?, aquellos tres enanos eran más de lo que decían ser al parecer.

Sin más, disfruto su cena, por más que no fuera agradable, afiló como cada noche sus dagas, y procedió a marchar con los demás al amanecer, de nuevo moviéndose entre el frente y la retaguardia con mucho sigilo, cuidando que cualquier que pudiese estarles siguiendo.

Como ya se había vuelto una costumbre, el explorador montó en su fiel Rakard y se adelantó a sus compañeros en dirección norte.

Aunque sus ojos debían estar atentos al camino, lo cierto es que la extraña "casualidad" de las monedas le había parecido tan extraña como la del pequeño dragón, por lo que en su mente no dejaba de dar vueltas respecto a lo poco que sabía respecto a su misión.

La comitiva se dirigía hacia el norte. El bosque se volvía a alzar ante ellos mientras el camino ascendía. Poco a poco el río iba quedando por debajo a medida que se formaban unos acantilados por los que manaba de forma salvaje. Ellos se habían adentrado nuevamente en la espesura pero seguían escuchando el rugido del agua que, a medida que avanzaban, iba tomando velocidad ya que estaban ascendiendo hacia quizás lo que parecía su fuente.

Aren iba en cabeza, como siempre, con la esperanza de otear cualquier peligro que pudiera surgir antes de la llega de sus compañeros.

Los otros, más retrasados, esperaban verlo regresar en cualquier momento pero cuando ya llevaban un rato largo de marcha su explorador todavía no aparecía. En otras ocasiones se había detenido a esperar que le diera alcance el resto del grupo pero ya habían pasado varias horas de viaje en la mañana, estaban a punto de acampar para tomar una almuerzo de mediodía, y no habían rastro de Aren.

Aren se había adelantado como siempre para servir de avanzadilla y comprobar los riesgos que pudieran aparecer. El bosque lo rodeaba nuevamente a medid aque el camino ascendía. Poco a poco el río iba quedando por debajo a medida que se formaban unos acantilados por los que manaba de forma salvaje. Viendo el riesgo que conllevaba seguir por el borde inestable el explorador se adentró un poco en el bosque.

Entonces Rakard se mostró inquieto. Sabiendo que su fiel compañero tenía unos sentidos más aguzados que los suyos el enano se preparó para lo que pudiera acechar, intentando vislumbrar entre la maleza. Pero antes de que pudiera siquiera pensar en que hacer sintió dos pinchazos en su nuca. Casi inmediatamente le invadió una sensación de mareo. Rakard se movió inquieto bajo sus piernas ¿lo habrían alcanzado también a él? Todo se iba desvaneciendo... ¡debía actuar rápido!

-... "No me quedan habitaciones" le dice el posadero al cazarrecompensas-narraba Stela poniendo voces- "Y tengo a una compañia de circo durmiendo en el granero pero si no te importa compartir lecho... puedes dormir con mi hija".

Ronald, Tempest y Stela estallaron en estruendosas carcajadas. 

— Que? Cómo? — la duda y también para su sorpresa el miedo atenazaron a Aren cuando sintió los pinchazos y la pérdida de fuerzas

— AUXILIO — intentó gritar antes de notar como sus piernas aflojaban la presa sobre el lomo del oso y comenzaba a caer — Busca al resto... busca al rest...— 

El semiogro llevaba un rato con la mosca en la oreja. Habían pasado varias horas sin ver a Aren y el grupo avanzaba a paso de mula. Se adelantaba unas decenas de metros sin perder de vista la comitiva para ver si alcanzaba a ver al enano o al oso pero regresaba frustrado por no encontrarlos. Refunfuñando, aunque sin decir una frase inteligible el proceso se había repetido varias veces durante la mañana.

Antes del mediodía ya estaba claro que algo le había pasado a Aren. Morkai rodeaba el lugar donde pastaban las mulas desorientado. No sabía si el enano estaría más adelante o si lo habrían dejado atrás. El rumor del río le hacía temer lo peor, que se hubiese caído al río en algún punto de la travesía.

– Bien – dijo Firfin en todo pesimista, – me parece que no queda otra opción, el Kraken tendrá que asumir el mando ahora – señaló con una expresión falsa de lamento ante la ineludible situación que lo obligaba a tomar tan difícil y compleja tarea, pero quien más que el podría asumir tal cosa.

– Tenemos dos opciones ahora frente a nosotros. Primeramente y que quizá sea lo más sabio, es regresar. Aren ha desaparecido y perder a otro más de nosotros no sería bueno. Regresemos mientras podamos – Firfin sabía que los enanos no regresarían, aun cuando solo quedase uno de ellos, pero sabía también que si los forzaba, ya fuese por necesidad o por hartazgo, acabarían hablando.

– Aunque siempre podríamos continuar con los planes, aún somos numerosos y tenemos al sabio Morkai – señaló sonriendo. – Si los enanos me explican que estamos buscando y con que objetivo, yo mismo los guiaré hasta allí con éxito – puntualizó con una sonrisa, sabiendo que muy probablemente tomarían la tercera opción, la opción que descartó y que era justamente buscar a Aren.

-"... porque si le da con eso en la cabeza la..."-Stela alzo un dedo para interrumpir el chiste verde de Tempest.

Sus instintos marciales le avisaron (tarde) de que llevaban bastante rato detenidos. Aspiro profundamente para ver si la brisa traia el olor de algun enemigo. Avanzo hacia las posiciones delanteras de la comitiva donde Firfin disertaba como si diera una clase:

-¿Que ocurre, "Kraken"? ¿Por que nos hemos detenido?-tres, cuatro, cinco, seis, siete… mierda-Uh... ¿donde esta el Oso?

Caminaba en cola atravesando aquel bosque. Árboles y más árboles y el sonido del rio de fondo: agua rugiendo en remolinos. Era la hora del almuerzo. Vio a Morkai retroceder desde la cabeza de la comitiva. En su deforme cara, preocupación. Entonces cayó en la cuenta. Aren. Era extraño que tardara. Era extraño no haber visto ninguna señal suya. ¿Le habría sucedido algo? Kraken habló entonces de regresar y de otra opción que era continuar si se le contaba el objetivo de la misión: Ambas descartadas.

— Hay otra opción. —

Miró arriba. Hacia la posición del sol.

— Es la hora del almuerzo.—

—  Si Aren se ha perdido o simplemente se ha retrasado y quiere buscarnos sabrá que nos hemos detenido a almorzar. Solo tiene que calcular nuestro avance y dará con nosotros.—

— Otra cosa es que algo le haya ocurrido.—

— Propongo detenernos aquí. Acampar. Que Kraken y Stela avancen en la dirección en la que se marchó Aren durante media hora y que luego regresen. Si se topan con Aren o Aren regresa por sí solo, perfecto. Si no, tendremos que hacer otra cosa… —

Noren escuchó con atención, pero si hubiese podido arrugar su casco por los nervios, lo hubiera hecho. No era propio de Aren el ausentarse. Era una especie de reloj enano con respecto a la exploración. Especialmente cuando estaba Rakard... ¡que era siempre! No, algo había sucedido.

-No, iremos Kraken y yo- dijo firme y serio -Si hay que tomar decisiones, tiene que estar uno de nosotros- dijo sólo mirando a Oten -Prefiero que Stela se quede con ustedes. Tenemos que encontrar a Aren, y no me voy a quedar de brazos cruzados mientras puede estar corriendo peligro- soltó la mochila y acomodándose el casco y las armas -Partamos- y comenzó a caminar sin siquiera esperar la respuesta.

Además, y eso no había que aclararlo, por más que la mirada que le dedicó a Kraken antes de salir era bastante clara, no confiaba en el humano. ¿Cómo se le había ocurrido siquiera dejar a Aren en el camino? ¡Ambas opciones tenían ese resultado! Era inadmisible. Bajo. Cobarde. Desconsiderado...

Noren parecía tenerlo muy claro así que el y Kraken se alejaron entre la espesura para intentar encontrar el rastro del desaparecido. Los demás se quedaron acampando a la espera, un tanto inquietos.

Tempest y Ronald dispusieron las mulas a un lado, junto a los árboles. Se notaba que los dos porteadores estaban inquietos. El más viejo no hacía más que mover la cabeza y murmurar cosas sobre gente que se separa en bosques desconocidos y se pierde o son cazados uno a uno. Claro que los enanos no eran la típica pieza que podía ser cazada facilmente. ¿O sí?

Un tanto a regañadientes Firfin siguió a Noren en la espesura. Estaba seguro de que escogerían la tercera opción pero lo peor de todo era separarse del resto e ir sólo con uno de los enanos. Refunfuñaba sobre esto mientras avanzaban a través de los árboles.

Llevaban unos diez minutos de camino cuando se encontraron a Rakard, el fiel oso de Aren. Estaba claro que no habría abandonado a su dueño sin lucha pero el oso, en realidad, dormitaba en medio de un claro. ¿Qué hacía allí durmiendo? ¿Dónde estaba Aren?