Partida Rol por web

La palabra de Aren era muy respetada por Morkai. No llegaba al extremo de hace un día o dos, cuando parecía obsesionado con su seguridad, por eso de haber sido el primero en hablar de su libertad, cuyos límites todavía estaba explorando con gozo, pero aun así, decidió que tenía que hacerle caso.

También, quién sabe por qué, Morkai tenía tendencia... , no exactamente, a llevar la contraria cuando los que llevaran la voz cantante decían algo. En eso casi se sentía arrepentido, pues durante el combate del día anterior había llevado su gozo por la libertad a extremos que hoy comprendía que habían sido excesivos. Pero que se arrepintiera de sus excesos no quitaba el hecho de que le gustara haber puesto su granito de arena en la resolución del problema (¿qué hacemos con el ñomo este?) aportando su creatividad.

Oigan, jamás el semiogro pensaría en estos términos, eh. Exponemos el asunto así como eminentes narradores cuasi omniscientes de las aventuras de quien (podría ser, oye) pisó con sus sandalias los tronos enjoyados del Mundo de Zork, y lo hacemos a toro pasado. Morkai pensaba sin verbalizar, y tardaba lo suyo. Toda una noche de descanso donde sus objetivos se habían asentado. Aunque, además, habría que añadir que el estímulo de la Libertad se notaba, y daba alas a su imaginación, y su mente se veía favorecida por el cambio de status social.

Vaaaale. Acabemos con la disgresión. Digamos que dijo:

──Si. Morkai cargar con cosita. ¿Estar cómodo?── Procuró situar al gnomo en una postura algo más digna que cabeza abajo y cogido por un pie. Lo situó como si fuera encima de su mochila, de modo que podía mirar por encima de su cabezota. ──Si tú tener ganas de hacer pis, avisar, ¿vale? ¿Cómodo? Morkai listo para partir.

Y es que, una vez su mochila a la espalda, su gnomo en bandolera y la tranca en la diestra, ya no había nada que retuviera al semiogro.

Stela corrió junto al enorme oso. Aunque la bestia le intimidaba, la había ayudado durante la batalla contra los hombres lagartos. Se había emborrachado junto a muchos guerreros por compartir bastante menos.

-Espera, Aren-el nombre le sonaba extraño. Apenas habían cruzado palabra-Te acompañaré. No queremos que caigas en otra emboscada con ese hormiguero tan cerca, ¿verdad?

Aguantó estoicamente la mirada del enano. Era difícil de descifrar: tanto cuando estaban contentos como cuando querían matarte, los enanos siempre miraban con el ceño fruncido.

-Nunca antes había visto uno de esos gnomos-dijo por intentar iniciar una conversación-¿Los enanos y los gnomos son enemigos?

─  Enemigos? ─  Aren observó a la mercenaria con curiosidad, tratando de entender el motivo de su pregunta ─  No, no lo somos, salvo que creas que alguien que habla demasiado y demasiado rápido debe ser considerado un enemigo ─  terminó explicándose antes de, para su sorpresa, dar algo más de información.

─  Incluso algunos dicen que en algún momento fuimos parientes. aunque yo, personalmente, no lo creo. Deberías preguntarle a Oten, que es el que sabe de todas esas cosas ─ 

El explorador esperaba que esa fuera una respuesta suficiente. No tenía interés en enzarzarse en una discusión filosófico-racial con la mercenaria aunque debía reconocer que la humana podía resultar útil en el combate. "Casi tanto como Rakard" pensó por un momento antes de descartar la idea por considerarla una falta de respeto hacia su mascota.

─ Si quieres acompañarme no hay problema, un par de ojos adicionales pueden ser útiles, pero trata de no hacer mucho ruido ni dejarte ver por quien sea que pueda andar por aquí ─ le recomendó ─ Rakard ya sabe como hacerlo ─ finalizó, dejando en claro que, para el, su animal era mejor explorador que lo que nunca podría llegar ser la guerrera.

-¿A Oten?-Stela resopló-No es muy dado a las respuestas claras, que digamos. Tranquilo, sé lo que me hago. He cubierto el avance de zapadores antes y participado en choques de patrullas.

Firfin meditó en lo que sucedía, simplemente no comprendía como podían estar ciegos. Pero al final de cuentas eran enanos, les cegaba la avaricia como a nadie. Solo pensaban en el conocimiento que pudiera darles el gnomo, como si pudiesen sacarle ese conocimiento de forma simple. Los gnomos podían ser grandes aliados, pero también despreciables y traicioneras criaturas.

- Si el gnomo se vuelve un peso o una molestia, no dudes en hacerlo caminar. No es un invitado congratulado al que se le vayan a dar todas las comodidades. – Recalcó el ladrón mirando al gnomo con precaución y escrutinio. Si lo demás iban a confiarse, bien, el no lo haría.

Había estado preparando los enseres y mulas y cuando Oten regresó vio que Morkai sujetaba al gnomo como si fuera un muñeco de trapo y aunque le hizo gracia la estampa, quien le iba a decir que algún día vería algo así, no pudo más que protestar.

— ¿Es Morkai ahora el que toma las decisiones? — refunfuñó 

— Ya lo habíamos hablado y decidido — no era del todo verdad pero casi (O al menos en la cabeza de Oten)

— No veo ningún motivo para llevárnoslo. No va a luchar, no va cocinar, ni siquiera podemos aligerar la carga de las mulas dándole trastos para que los lleve... 

— ¿Que haremos con él si tenemos que cruzar un río? ¿Y si nos topamos con un peligro? ¿Lo soltaremos atado en mitad del fragor de la batalla? ¿No creeis que eso lo expondrá a más peligro que dejarlo aquí? Solo tiene que desandar lo que avanzamos ayer y los hombres lagarto le encontrarán. 

──Pero si Morkai llevar.

El gnomo había sido acomodado en la chepa del semiogro, todavía atado como una salchicha.

──Mulas no llevar, no. Cosita pequeña. No pesar mucho.

El caso es que se había encaprichado de él. O quizá era un rasgo cuasi genético proveniente de su naturaleza ogresca, según el cual tenía la tendencia a pillar y llevar encima provisiones de boca, por si venían mal dadas y se acababa la comida. ¿Quién sabe?

-Un buen compañero, Rakard, sí-asintió Stela-¿Cómo os...? Eh... ¿Cuándo empezó a...? Mm, ¿qué has hecho para conseguir que te acompañe un oso?

—Puesto que no se ha demostrado que pueda aportar algo a la expedición salvo satisfacer el capricho de Morkai, sigo pensando que llevarlo con nosotros es asumir un riesgo inútil. Pero haced lo que querais...— dijo mientras terminaba de recoger los utensilios de la cocina y su propio petate.

Aunque Oten había demostrado su enfado por el tema Morkai parecía hacer oídos sordos a su petición. Aren se había adelantado con Stella, desentendiéndose del asunto y Noren incluso se había mostrado favorable a llevarse al gnomo. Aquello le parecía inconcebible al sacerdote que, malhumorado, terminó de recoger sus cosas y se unió a la caravana. Ronald y Tempest, como siempre, se mantenían totalmente ajenos a las discusiones del grupo, revisando sólo la logística de las mulas.

Kraken también parecía estar ajeno a lo que pasaba pero en realidad examinaba con cautela las reacciones del gnomo ante su humillante forma de viajar. Como embaucador y pillo que era nunca confiaba en nadie. Ya decía bien el dicho: piensa el ladrón...¹

Avanzaron rápidamente por el valle a buen paso, sin que hubiera rastro de gigantes. Al norte las montañas formaban una garganta sobre la cual parecían estar de forma permanente nubes grises de tormenta. De hecho vieron algunos rayos que descargaban su furia sin que la lluvia les acompañase. Los sabios de Zork elucubraban sobre la existencia de los míticos Gigantes de las Tormentas, criaturas enormes que mediante magia podían convocar este tipo de fenómenos atmosféricos. Aunque la explicación más lógica sería que fueran simples chamanes venidos a más, no una raza aparte ni mucho menos mítica.

El caso es que los enanos decidieron evitar a los gigantes y por ello se encaminaron hacia el paso de la Calavera, al oeste, tal como el sabio les había indicado. Si todo hubiera ido bien habrían llegado esa misma noche. El problema fue que Firfin decidió tomar una senda para alejarse de unos escollos que parecían que iban a retrasarlos con tan mala suerte que se toparon con una zona pantanosa donde las mulas quedaron encalladas. Sólo la pericia de Tempest y Ronald, con la ayuda de la fuerza de Morkai, lograron resolver el entuerto antes de que comenzase a anochecer².

Recuperado el ritmo siguieron hacia el Paso de la Calavera. Con las colinas al norte y una zona montañosa que ascendía al oeste, aparentemente hacia su destino, decidieron que lo mejor sería acampar en un lugar que Aren había localizado. Eran unas ruinas formadas por una serie de doce columnas situadas en semicírculo en un área que probablemente en otro tiempo habría sido un lugar de culto. Cada columna tenía unos glifos extraños que parecían contar una historia³. Aren estaba seguro de que había algo en aquella historia estaba relacionado de alguna manera con la búsqueda que estaban acometiendo⁴.

A todo esto el gnomo se había pasado casi todo el viaje durmiendo a pierna suelta atado a la espalda de Morkai...

Firfin observaba al gnomo con interés. En realidad no parecía que fuera a ser un problema. Es más: con su experiencia tratando peligros y dobles filos el ladrón estaba casi seguro de que aquel gnomo no era ni una cosa ni la otra¹. Era un imbécil inofensivo. Así que si debía estar atento a algo no era, desde luego, a aquel extraño individuo que había llegado a un valle lleno de peligros sin calibrar los riesgos².

Aren observó a la mercenaria con atención. No estaba acostumbrado a las preguntas personales y, hablar de Rakard era algo muy personal. Finalmente tras pensarlo unos segundos asintió, moviendo su cabeza arriba y abajo antes de comenzar su explicación.

─  En realidad es una historia triste. Triste para mi familia ─  comenzó su narración sin que sus ojos dejaran de mirar el terreno en que se movían ─  Aunque yo siempre preferí ocuparme de vigilar los accesos, externos, a nuestras cavernas, la gran mayoría de mis familiares son mineros. Se especializan buscar gemas. Hace varios años un grupo de ellos, intentó seguir una veta que, lamentablemente estaba demasiado cerca de la superficie. Pese a que muchos les aconsejaron que no lo hicieran, avanzaron bajo tierra, pensando que, en el peor de los casos, la mina tendría una salida al exterior. Y eso fue exactamente lo que pasó ─  Por momentos resultaba difícil seguir el hilo de la historia del explorador, pero, estaba claro que, por su mirada vidriosa sus palabras le traían muchos recuerdos ─  El problema es que esos últimos golpes causaron un derrumbe que los dejó atrapados. Mientras algunos de los nuestros intentaban acceder a ellos desde el interior, algunos otros tratamos de imaginarnos a que lugar del exterior podían haber llegado, si es que lo habían hecho. Lo encontramos, la mina había terminado en el fondo de una cueva. Una cueva donde Rakard pasaba el invierno ─ 

─  Lo cierto es que parte de la caverna también se había derrumbado y una enorme piedra impedía que Rakard saliera del lugar. Fueron sus aullidos desesperados, mientras intentaba liberarse los que nos permitieron encontrar esa abertura. Algunos de mis hermanos quisieron matarlo para trabajar más tranquilos en el acceso que debían crear, pero yo lo impedí. Porqué? no lo tengo claro. Solo pensé que el estaba sufriendo por nuestra culpa. Después de todo habíamos sido los enanos quienes derrumbamos su cueva ─ 

La historia parecía larga, pero poco a poco, recordando sus propias acciones, el explorador avanzaba a lo largo de la misma ─ No había mucho sitio para cavar y así encontrar a mis familiares, así que a lo largo de casi cuatro días nos turnamos con los picos, pero en los momentos en que me tocaba descansar, yo intentaba ayudar al oso. Solo no podía mover las  piedras que lo aprisionaban, pero, por lo menos podía darle algo de agua y comida e intentar calmarlo con palabras. Y para mi sorpresa Rakard respondió bien a ellas y, poco a poco se fue calmando. Cuando finalmente conseguimos liberar a los mineros atrapados conseguí que algunos de mis hermanos me ayudaran a liberar a Rakard. Al principio no quisieron hacerlo, pero les hice entender que sin el, sin sus sonidos desesperados por estar atrapado bajo las piedras, no habíamos podido llegar a donde estábamos y ni siquiera podríamos haber empezado a cavar para liberar a nuestros familiares─ 

Tras una pausa, donde parecía que había dado por terminada la historia, continuó ─  Uno de mis tíos murió en el derrumbe. El viejo Rakard BuscaGemas ─  aclaró finalmente ─  pero sus tres hijos, mis primos, pudieron salvarse. Ellos me autorizaron a nombrar a Rakard como su padre. De hecho, al igual que había hecho el oso, indicando el sitio donde cavar con sus aullidos, ellos nos contaron que fueron los gritos del viejo Rakard los que los organizaron lo suficiente como para sobrevivir. hasta que llegamos hasta ellos... aunque, por sus heridas, el no lo hubiera conseguido.

─  Lo cierto es que el viejo BuscaGemas era casi tan peludo como este Rakard ─  añadió, recordando viejos tiempos ─  Y sobre todo, tan leal como el ─ 

Repentinamente Aren se dio cuenta de que la mujer, de alguna manera, lo había convencido de hablar demasiado por lo que envaró la espalda, apretó las mandíbulas y exclamo ─ Pero he hablado demasiado, se supone que estamos inspeccionando el terreno, no contando viejas historias! ─ 

Por una vez, Stela se guardó sus comentarios sarcásticos y guardó silencio ante el relato de Aren. El enano le había abierto su corazón, algo poco habitual entre los suyos. 

Sin duda, habituado al aire libre y con un arma tan inusual como un arco, el explorador debía ser casi un paria entre los suyos. 

La mercenaria calló en silencio cómplice, partícipe del pasado de su compañero con ese entendimiento que sólo se da entre aquellos cuyas vidas están siempre a punto de acabar de forma violenta. 

Firfin por fin lo descubrió, el gnomo no solo era un don nadie, era un saco de basura que no solo estorbaba, sino que comía. No confiaba aún del todo en la situación, por que Firfin no confiaba en nadie, y no por que fuese desconfiado o nadie le infundiera confianza, si no por que era un ladrón y charlatán, su mayor proeza era el no caer en confianza; los confiados siempre fracasaban.

El gnomo no era un problema, y por lo pronto el ladrón centraba su atención en aquellas nuevas ruinas que se encontraban en el camino. No le gustaban los lugares místicos, era por ello que no confiara en el gnomo en un principio, ya había conocido a un par de odiosos magos gnomos ilusionistas. Los lugares místicos siempre arruinaban sus planes o limitaban sus capacidades naturales.

– Echemos un vistazo, pero será mejor descansar algo lejos de aquí está noche, no sabemos donde estamos – dijo el ladrón humano al tiempo que avanzaba en silencio en torno a las altas columnas.

Noren había palmeado al semiogro (en la baja espalda, porque más arriba no llegaba) cuando tomó al gnomo en andas. Sonreía el enano. Estaba contento. El gnomo podía ser un aliado interesante para el reino, y hasta les podía contar sobre el cristal ese que mencionaba.

Lo malo fue que durante el trayecto, no paró de dormir. Se extrañó, porque no parecía tan mullido Morkai, pero seguramente se equivocaba. Cada tanto veía que Kraken lo observaba sutilmente, pero no le prestó mayor atención. Ese humano sí que era desconfiado. ¿Sería su vida así? ¿Desconfiar de todos? Porque si era así, desconfiaba de ellos también. No es que ellos confiaran demasiado en él, pero poco a poco ya lo habían integrado. ¿O no era así? ¿Tenía segundas intenciones? ¿Cómo saberlo? 

Con la mirada que le dedicó Kraken al sentirse observado, Noren apuró el paso levemente, sin esbozar palabra alguna. Él no era tan bueno como el humano para observar sin que se notara. Había sido un idiota. Si desconfiaba de ellos, ahora desconfiaría aún más. Y si no lo hacía, ahora sí. O no, tal vez ahora se cuidaría más.

Noren cabeceó. ¿Desde cuándo se había vuelto tan sesudo y calculador? Él no era así. Era táctico, estratégico tal vez, pero no calculador con las emociones y pensamientos de los otros. ¿Sería el pasar tanto tiempo con Kraken? ¿O sería sólo una madurez del pensamiento?

Y ahí estaba de nuevo.

Se dio un merecido descanso observador mientras sacaban a las mulas de la zona pantanosa, al vigilar con los brazos en jarra los alrededores. Pero más merecido descanso fue cuando llegaron a esas ruinas. Había que admitir que Aren era bueno encontrando lugares.

-Aren, realmente te estás luciendo con estos lugares para acampar- dijo el enano mientras soltaba sus pertenencias en el suelo, apoyándolas contra una de las columnas -¿Vas bien?- le preguntó al semiogro, y señalando al gnomo -¿Se movió mucho?- se acercó a Tempest -Bien hecho allí atrás, sin ustedes, hubiéramos terminado matando a las mulas- y rió, pasando cerca del ingeniero una vez más.

Quería hablar con el gnomo, pero aún no había tenido oportunidad. Tal vez, con todo lo que había dormido, podría conversar un poco durante su guardia.

Aren iba por las columnas, leyendo o descifrando los símbolos que había en ellas. Noren se dispuso a afilar su hacha, al tiempo que observaba el orden del campamento.

Durante todo el camino anduvo malhumorado, lanzando miradillas de reproche a Morkai y a su paquete y aunque deseaba equivocarse no se sacaba de la cabeza que aquello era un tremendo error. Y, así, meneando la cabeza y con el ceño fruncido, llegaron hasta unas ruinas que Aren había localizado previamente en su partida expedicionaria.

Oten se alegró del descubrimiento y en cuanto descargó su petate examinó el lugar y aunque al principio le resultó extraño y ajeno, no tardó en averiguar de qué se trataba. Sí. Era inconfundible, al menos lo era para cualquiera que, como él, había tenido acceso a ciertos libros y estudios. La forma del plano, la disposición de las columnas y la orientación lunar: Un Nivellir. Un templo creado por la Orden de Ulzam.

Cualquier enano ha escuchado hablar de los formidables exploradores de la Orden de Ulzam. Una orden creada por Thorin Hammergrim con el único afán de la exploración y el conocimiento y a la que se le otorga, entre otros, el reconocimiento de haber cartografiado la costa de Hamaradrim.

La sociedad, creada al principio con donaciones de los gremios, fue creciendo y creciendo en número, hasta alcanzar una notoria reputación. En cualquier biblioteca enana se pueden encontrar sin necesidad de buscar mucho, libros de cuentos y relatos que hablan sobre las habilidades de estos formidables hombres. Enanos elegidos por su linaje puro y sus especiales habilidades, sometidos a un duro entrenamiento, eran capaces de soportar largas jornadas sin apenas descanso, sobrevivir a entornos hostiles y de enfrentarse a casi cualquier enemigo…

Sin embargo, y a pesar de su fama y reconocidos logros, se empezaron a contar extrañas historias sobre ellos. Rumores y acusaciones de sacrilegio y herejía y también de traición y aunque no son pocos los eruditos enanos que hablan de que todo se trató de una confabulación nacida de la envidia y el rencor de algunos nobles, Thorin Hammergrim orden fue acusado formalmente y condeando al exilio permanente.  La desaparición de su creador y un sin fin de acusaciones, acabó por diluir la Orden que acabó desapareciendo también  al menos de forma pública.

Sí, claro que había oído hablar de ellos… Lo que no podía imaginar que uno de sus templos estuviera aquí, en este lugar. ¿Qué había llevado a los Ulzam hasta aquí? ¿Qué secretos ocultaba este lugar? La respuesta estaba en aquellos glifos pero, desgraciadamente, solo unos pocos sabían leerlos y Oten no era un de ellos

──¿Bien?──. Noren le había preguntado que si le iba bien. ──Bien. Si──. Le iba a preguntar que por qué preguntaba cuando señaló el bulto sospechoso que sentía en la chepa cada vez que palpaba. ¡La Cosita!

──¡Ah! Morkai olvidar──. Tomó al gnomo durmiente y lo puso delante de sus ojos, y lo agitó sin mucha compasión. ──¿Estar bien, Cosita? ¿Haber descansado?

Morkai estaba un poco apestoso y lleno de lodo reseco (iba dejando un rastro de arenillas), pues se había tenido que meter hasta la cintura en el cieno en un par de ocasiones para sacar a las mulas.

Bostezó, y mostró al gnomo una extensa panorámica de su dentadura y demás profundidades. Lo bajó hasta que quedó a la altura de Noren. ──¿Querer guardármelo un momento? Morkai tener que ir a cagar.

Mientras esperaba que sus compañeros llegasen al lugar y comenzarán  establecer el campamento, Aren se movió entre las columnas, mientras algunos recuerdos se le venían a la cabeza. No era la primera vez que veía un circulo como el que estaba viendo, aunque no esperara encontrar uno en el valle de los sueños. Todos los que habían visto estaban implantados en pleno territorio enano, o como mucho en las cercanías de este.

Por su mente surgieron varias imágenes similares. Las columnas con sus glifos, siempre doce, y su distribución en forma de semicírculo eran un paisaje que había visto varias veces a lo largo de su vida. Y siempre habían sido un punto de paz y tranquilidad en medio de los peligros que solían rodearlos.

─  Quizás podíamos haber seguido un poco más, pero estos círculos de Ulzam son conocidos por ser seguros para descansar ─  comentó a sus compañeros ─  Nunca que acampé en su interior, y lo hice varias veces, tuve problemas. No se porqué será, solo puedo decir que un viejo explorador me comentó una vez que tenía que ver con el alma de un viejo clan enano que los construía cuando necesitaban descansar ─  Aren se encogió de hombros, poco seguro de la fidelidad de ese conocimiento ─  Pero lo cierto es que cada vez que permanecí un tiempo en su interior, no solo estuve a salvo de cualquier peligro que rondara en ese momento, sino que incluso, lo que fuera que nos estuviera siguiendo perdió el rastro cuando salimos del lugar ─

Tras una pausa, sorprendido por la cantidad de barro que arrastraba el resto, tanto el como Stela habían realizado el recorrido del día casi sin ver ningún barrizal, agregó - Y creo que fue una buena decisión, no se porque están tan embarrados, pero sus huellas son fáciles de seguir. Si el círculo funciona como todos los que conozco, nadie nos molestará esta noche, ni podrá seguirnos más allá de este punto ─  

-Por lo menos el suelo esta limpio-murmuro Stela empujando una piedrecita con la punta del pie. 

Un buen embaldosado, desde luego, con algo de hierba creciendo entre las losas de piedra. Era casi como estar de vuelta en una buena posada y dormir en el suelo.

Dejo la mochila en el suelo y se sento apoyando la espalda en una de las columnas. Tenia la espalda molida despues de todo el dia forzando la marcha para alejarse de los gigantes. 

Mordio una manzana con gesto indolente mientras miraba distraida los grabados de las columnas.

La expedición se acomodó, siguiendo las indicaciones de Aren, en el interior del círculo de columnas. La verdad es que más allá del mismo el bosque se mostraba siniestro pero en aquel lugar todos se sentían reconfortados¹. Empezaron a desplegar los aperos para cocinar, las mantas para dormir, atar a las mulas... Noren vigilaba al gnomo que, atado como estaba, observaba con curiosidad los grabados de las columnas.

En ese momento se dieron cuenta de que Morkai llevaba tiempo desaparecido. Vale que iba a evacuar pero aquello era tardar demasiado incluso para un semiogro de su tamaño.

Fue entonces cuando escucharon el ruido de árboles crujiendo en la zona por la cual había desparecido el mercenario.