Partida Rol por web

- En marcha, amigo- le urgió- tenemos que sacar a tu hija de ahí antes de que sea tarde.

Sabía que lo que hacía era una locura, que si le pillaban en la superficie en su aspecto de lobo tendría que luchar o huir. Alguien inteligente habría iniciado el movimiento en las catacumbas y se habría olvidado de la muchacha, probablemente incluso sería algo muy animal, muy propio de un lobo.

El caso es que, pese a todo, aún era humano, muy humano, y Edouard era un buen hombre que, con su aventurada audacia, le había salvado confinándolo en la bodega primero y explicándole lo que le ocurría después. Le debía una, tal vez incluso le debía la vida, y ahora lo más importante en la vida de aquel hombre estaba en peligro en el piso de arriba.

Tal vez no fuera inteligente pero era lo que había que hacer, y punto. Un druida siempre paga sus deudas.

Casi como si te hubiesen escuchado, los lobos se alejan por uno de los pasillos. Parecen tener cierta prisa. Es evidente que han olisqueado algo cerca de la tapia que tus sentidos son incapaces de percibir. ¿Qué puede ser más terrible que aquel ladrido? ¿Y por qué te suena tan familiar?

El gran lobo negro parecía mucho más cansado después del incidente, pues Arnault había logrado debilitarlo con relativo éxito. Quizá un golpe más hubiese bastado para dejarle inconsciente, pero prefería no tener que averiguarlo.

Al joven le sorprendió que tomasen uno de los caminos de las catacumbas. Dudaba de si debía seguirles, pero algo en la mirada de ambos animales le hizo decidirse. A pesar de su aspecto bestial, los ojos del lobo escuálido eran los de un padre preocupado.

Tanto Babaccar como Eduard seguían un rastro claro a través de la maraña de pasadizos. Un hilo invisible que Arnault no alcanzaba a ver, pero que se apresuraba a seguir para no perderse en aquel laberinto subterráneo. No tardaron en llegar a una pequeña sala rectangular, del tamaño de un sótano. El arco de entrada presentaba una frase en una lengua muerta, pero de la que se podía intuir alguna palabra. "Eternidad", "muerte", "vanidad", y el omnipresente nombre de la Diosa: Lineras. Dentro encontraron cajas amontonadas y una gran puerta entreabierta al fondo. Todo olía a humedad y a papel viejo, y la ausencia de runas fosforescentes imprimía al lugar una atmósfera de tenebrosa pesadez.

La puerta chirrió y se dieron de bruces con unas escaleras. El eco de sus pisadas sobre los escalones resonó en la pequeña capilla que se extendía ante ellos. Más allá de ella les aguardaba la gélida noche de Montnoir.

En cuanto estuvieron en la calle, se escabulleron entre las sombras de los edificios. La luna se alzaba majestuosa en el cielo nocturno, iluminando la ciudad con su manto de amarga plata. Entonces fue cuando Arnault entendió la urgencia de los lobos: una columna de humo y llamas surgía de la calle de la posada.

Otra vez el ladrido terrible. Pero esta vez pudieron comprobar que, tal y como algunos habían imaginado, se trataba del propio Tarannis, que trataba de proteger a su amo. Alek, hacha en mano, se batía contra una furiosa inquisidora mientras Magdala hacía lo propio con tres azores. Una batalla de sombras enmarcadas por el infierno que se desataba a su espalda. Un infierno que alguna vez recibió el nombre de El Roble y el Arbusto.

Alek estaba en problemas pero Magdala se enfrentaba en solitario a tres azores y no era una guerrera curtida en mil batallas. Las prioridades parecían claras.

- Ahí está tu hija, Edouard- señaló Babaccar- es hora de sacarla de aquí.

Babaccar se lanzó a la carrera, impulsado por sus poderosas patas y lanzó sus fauces contra la primera de las azores que atacaba a la muchacha.

Sin pensárselo dos veces, el gran lobo negro cargó contra uno de los guardias de la ciudad. Todos llevaban estoque y sombrero de ala ancha. Era el mismo atuendo que habían visto en otros azores que patrullaban durante el día. Un impecable traje azul con el emblema de la ciudad: un león blanco rampante que ahora ondeaba, con destellos anaranjados, en la noche.

El hombre que sufrió el ataque apenas tuvo tiempo de reaccionar y cayó de bruces contra el suelo ante el tremendo empellón del lobo. Babaccar, sintiendo cómo su instinto de depredador se apoderaba de nuevo de su ser, comenzó a morderle con rabia el cuello. El resto de guardias se quedaron petrificados al ver aquel espectáculo. Su compañero yacía, en un charco de sangre.

Arnault se llevó una mano al cuello instintivamente, imaginando qué podría haber pasado sino hubiese tenido tanta suerte en las catacumbas. En silencio, agradeció sus años de entrenamiento marcial.

Eduard se lanzó justo después de Babaccar. Situándose delante de su hija, arqueó amenazantemente el lomo y comenzó a gruñir a los azores que quedan en pie.

Aquella sensación otra vez. Carne fresca, presas fáciles y asustadas. El olor de su miedo se te antoja delicioso. Esta vez eres más consciente de tus acciones, pero sientes que no eres del todo dueño de tus pensamientos. ¿No es acaso más fácil dejarse llevar por tus instintos como cazador?

La inquisidora se batía con fiereza contra Alek, que estaba demostrando ser un rival duro de pelar hasta para alguien tan entrenado como ella. La fuerza y el tamaño colosal del rhusiyano rivalizaban con la agilidad y el aplomo de la hermana.

—¡Vamos, muchachos, que no es más que un lobo grande! —arengó a los guardias— ¡Lineras está de nuestra parte!

Como no podía ser de otra manera, Arnault se sumó al combate junto a sus nuevos compañeros de desventuras. De un saltó se precipitó junto a los lobos en medio de la fiera batalla con las llamas lamiendo sus rostros con abrasadora intención. Arnault se situó cerca de Magdala con la intención de ayudarla y evitar que pudiera sufrir algún daño. Desenvainó su espada y la descargó contra el enemigo más cercano a la hija de Eduard.

Arnalt había seguido los pasos de los lobos sin ser conocedor del real peligro al que se estaban enfrentando, los aullidos escuchados y el calor de las llamas habían sido suficientes para que los animales reaccionaran. El joven guerrero se sorprendió al ver la posada ser consumida por las llamas, pero no dudó ni un segundo en desenvainar la espada y prepararse para el combate.

Imbuido del más puro espíritu berserk, Babaccar aulló a la noche con el hocico empapado en sangre. Su víctima yacía bajo él, ya sin vida, y una especie de energía sobrenatural invadía su cuerpo, pidiéndole más violencia, más sangre y más muerte.

Impulsándose como un resorte en sus poderosas patas traseras, el gran lobo en el que se había convertido el druida se lanzó a por su siguiente víctima.

Entre los lobos, Arnault y Magdala, lograron mantener a raya a los soldados. Babaccar se abalanzó contra otro de los guardias, derribándolo en el acto y haciéndole perder su arma. El joven Dumont, por su parte, se enzarzó en un duelo a espada contra otro de ellos. Los aceros entrechocaron en un combate muy igualado. El azor revoloteaba con su estoque, mientras que su oponente se mantenía firme. 

La primera estocada la recibió el guardia, pero el dolor no iba a impedirle aprovechar la apertura que había dejado expuesto el costado de Arnault. A pesar de la armadura que le recubría, notó como se le zarandeaba el cuerpo con el impacto[1].

Cinco azores más aparecieron entre las sombras, con roperas y antorchas. Eduard gruñó. Ellos habían prendido fuego a su posada; los muy cobardes. Tarannis volvió a ladrar y atacó a uno de los recién llegados antes de que pudiese arremeter contra Magdala.

[Notas del escenario]

Resumen: dos guardias están en el suelo, tras recibir el ataque de Babaccar. Uno de ellos está enzarzado en un duelo con Arnault. Cinco más acaban de aparecer con antorchas y espadas roperas.

Dato 1: sabéis que más patrullas de guardias e inquisidores pueden llegar en cualquier momento.

Dato 2: Babaccar nota que el aluvión de ratas está por llegar.

Babaccar sintió la presencia de cientos de roedores que se aproximaban a su llamada.

Justo a tiempo- pensó.

- Edouard- llamó- llegan los refuerzos. Ve a por tu hija, yo iré a por Arnault. No sé cuánto tiempo tendremos, debemos intentar escapar por las catacumbas antes de que puedan localizar nuestro rastro. Si nos emboscan ahí abajo, nuestras posibilidades pueden reducirse bastante.

Un ligero murmullo pareció atravesar el mismísimo suelo y Babaccar sintió que se acercaba el momento.

- ¿Preparado?

Eduard y Tarannis miraron al gran lobo negro, asintiendo. Arnault todavía trataba de mantener a raya a un par de guardias, ayudado por Magdala. Algo parecía acercarse a gran velocidad, por todas partes, chillando de forma histérica. Aparecieron desde todos los recovecos imaginables. Una marea de ratas se coló bajo las casa, entre las grietas de las paredes y en el suelo, hasta que rodearon a los Señores de las Alimañas.

Los roedores comenzaron a atacar a los guardias y los respectivos bandos comenzaron a batirse en retirada. Todos excepto la inquisidora, que sonrió maliciosamente. La Hermana Beatriz se llevó la mano al pecho y se arrancó un colgante plateado que refulgió a la luz de las llamas. Tras un tintineo metálico, las ratas se quedaron quietas, expectantes. El cuerpo de la mujer comenzó a hincharse y a revolverse. Su hábito se rasgó. El cuerpo pálido y desnudo se agitó, cubriéndose al instante con una mata de vello negro. Una majestuosa loba negra se alzó, recortada por el incendio y la luz de la luna, mostrando amenazante sus afilados colmillos.

Babaccar, Arnault y el resto ya se habían alejado lo suficiente, por lo que presenciaron la escena desde una cierta distancia. El aullido, sin embargo, les heló la sangre. Estaban a pocos metros de las catacumbas pero habían dejado de sentir la presencia de las ratas.

Antes de que pudiesen reaccionar, todos escucharon la gélida voz de la inquisidora en sus cabezas:

Huid, escondeos. Tarde o temprano daremos con vosotros. Sabemos a qué habéis venido, pero no podéis parar los planes de la Inquisición. Lineras triunfará sobre todos. 

Sin perder más tiempo, Babaccar, Arnault y el resto se refugiaron en la capilla abandonada y bajaron a toda prisa hasta las catacumbas. No les siguieron, pero todavía se sentían bastante inquietos por todo lo ocurrido.

Cuando estuvieron a salvo, ya en las catacumbas, Eduard tardó un tiempo en asimilar toda aquella información. Magdala trató de calmarle. En cuanto sintió que controlaba mejor su agitación, exclamó:

—¡No me puedo creer que todo este tiempo estuviesen al tanto del asunto de la licantropía! ¿Por qué nos perseguían entonces? ¿Por qué tuvieron que quemar nuestro hogar y sustento? ¡¿Qué diablos trama la Inquisición?!

- Creo que ahora, de verdad, estamos empezando a entrever lo que ocurre aquí- meditó Babaccar.

El druida, envuelto en su oscuro pelaje, ahora sudoroso por la veloz huída, empezó a caminar lentamente mientras pensaba en alto, compartiendo sus pensamiento con Edouard que era el único capaz de entenderle.

- Lo que sea que está haciendo la inquisición no está siendo para eliminar mal alguno o para luchar contra algo oscuro que invade la ciudad. Creo que la inquisición es la fuerza invasora. Quien quiera que sea el tal Lineras quiere hacerse con el control, ahora de la ciudad, solo los dioses saben qué más ambiciones pretenderá después. El trabajo de la inquisición por las noches es eliminar rivales o investigadores, gente molesta. Conocen muy bien las propiedades transformadoras y licantrópicas, mejor que nosotros. Asumo, por lo que he visto ahí fuera, que de hecho son los creadores o instigadores de estos efectos mágicos que utilizan en su provecho y beneficio. Sabían perfectamente como dominar la transformación licantrópica y cómo detener a las ratas. Están jugando con fuerzas que escapan a su control y conocimiento y debemos ponerles freno antes de que sea demasiado tarde. Ahora saben que conocemos sus secretos, saben dónde estamos, no pararán hasta eliminarnos. Eso nos deja con solo dos opciones posibles, o huir de la ciudad y olvidarnos de este tema para siempre, y eso contando con que Lineras no quiera extender sus tentáculos más lejos, cosa que dudo, o darnos prisa para tratar de arrancar la mala hierba antes de que acabe con el jardín. Cuando estábamos en la taberna, esposados, sentí algún tipo de amargura o frustración. Voy a lanzarme a hacer suposiciones arriesgadas pero creo que algo poderoso y antiguo está siendo invocado y maniatado para extraer de él este poder transformador. La buena noticia es que creo reconocer que proviene de algún punto de estas catacumbas, probablemente de una zona profunda de difícil acceso y fácil defensa. Saben quienes somos y lo que sabemos pero, tal vez, si tenemos suerte y nos damos prisa, todavía podamos cogerles desprevenidos.

Eduard asintió con su cabeza lobuna. Ambos dirigían al resto del grupo, junto a Tarannis. Magdala, Alek y Arnault iban detrás felicitándose mutuamente por su pericia durante el combate y lamentando la pérdida de la posada.

—Creo que no anda desencaminado, mi señor druida. Yo mismo sentí cosas parecidas cuando trataba de averiguar de dónde venían los lamentos en las catacumbas. No me cabe duda de que algo gordo se está cociendo aquí abajo y la inquisición está en el ajo. Quién sabe si el patricio no lo está también. Aunque, si me permite la osadía, hay un punto en el que se equivoca. Verá, es perfectamente comprensible que los cultos urbanos le resulten algo lejanos y confusos, yo mismo tardé en acostumbrarme, pero Lineras no es ningún lider en la sombra ni un conspirador. Lineras es la diosa. Los inquisidores la veneran, así como los caballeros del Santo Pendiente y los clérigos que velan por los enfermos en la Gran Catedral. Para ellos Lineras es la fuente de luz y de justicia, la siguen ciegamente. No sé qué tiene que ver en todo esto, pero algo me huele a chamusquina.

- Entiendo- asintió- sin duda las costumbres urbanas me son bastante extrañas. Sea como fuere, creo que estamos de acuerdo en lo que hay que hacer. Es la primera vez que me encuentro en esta ciudad y en sus subterráneos, tal vez vos sepáis mejor qué zona es la más profunda y oculta de estas catacumbas. En cualquier caso, trataré de utilizar estos sentidos mejorados para localizar la ruta correcta.