Partida Rol por web

Tanto Tancredo como Arnault bajaron detrás de Kaleb, plantándose los cuatro abajo. Aunque el cronista parecía tener la intención de infiltrarse entre los cultistas, el guerrero desenvainó su espada, preparándose para lo peor. Babaccar regresó a su forma humana detrás de Kaleb. El brujo, por su parte, copió con éxito el aspecto de Arnault*. No obstante, comenzó a sentirse algo mareado al tratar de controlar su propio poder en un ambiente tan inestable.

Hugo se preguntó si su supuesta escolta se pararía alguna vez a atender sus peticiones. Resignado y considerablemente nervioso por lo que estaba a punto de suceder, descendió como una exhalación las escaleras hasta situarse a la retaguardia del resto del grupo. No había tiempo que perder. Debía preparar el exorcismo cuanto antes y cerrar las brechas que esos descerebrados estaban abriendo, o las consecuencias serían terribles.

Cuando bajó, ya no sabía si sentirse sorprendido al ver que había dos Arnaults preparándose para presentar batalla.

¿Dónde diablos acababa de meterse?

- Muy bien, amigos, segundo asalto- sonrió el druida- empieza el espectáculo.

Babaccar volvió a levantarse sobre el suelo, convertido en búho nuevamente, en busca de otro de los objetos rituales mientras sus compañeros se encargaban de mantener a los sicarios ocupados.

Tancredo, por su parte, aprovechava las ventajas de un cuerpo similar al de Arnault, y estaba decidido a causarles tantos problemas a los cultistas con su cayado como fuese posible.

Arnault vio por el rabillo del ojo que una figura bastante parecida a él corría a enfrentar a los enemigos, si no fuera porque sus ropajes eran distintos habría jurado que había un espejo entre ellos. La figura, idéntica a él golpeó primero y vio que se trataba de su vivo retrato. Arnault se echó a reír mientras preparaba su propio ataque, no le quedaba duda alguna de que había perdido definitivamente la cabeza. Alzó su espada y golpeó al primer cultista con el que se encontró mientras soltaba una histérica carcajada.

Kaleb se fue escabulliendo aprovechando su tamaño hacia la figura central. Entre tanta túnica, él sería una más, pequeña, pero una más. Su estoque lo llevaba a la espalda, bien agarrado, pero para que no se viera claramente. Tenía su objetivo bien claro, y no quería perderlo de vista...

Ante la atónita y confusa mirada de los cultistas, Babaccar volvió a convertirse en un búho de los páramos para revolotear por entre los participantes del ritual. Los coristas comenzaron a desenvainar las dagas, y algunos flautistas se replegaron hacia el centro de la sala. Marcel seguía concentrado y con los ojos en blanco para mantener la fractura bajo control. 

Por desgracia, el vuelo no salió tan bien como la primera vez. Los coristas comenzaron a abrir pequeñas fluctuaciones en el Velo por donde brotaban rayos de luz incandescente de vivos colores. Aunque gracias a su agilidad logró evitar la gran mayoría, uno le dio de lleno en un ala, llenando la sala con un desagradable olor a pluma chamuscada.

Arnault no tuvo mucha mejor suerte. Había desenvainado su espada, cargando contra uno de los universitarios. El joven estaba acostumbrado a los adversarios que le hacían frente, por lo que le cogió desprevenido que el corista le rehuyese con aquella cobardía mientras llamaba a sus compañeros. Antes de que pudiese terminar su estocada al aire, se vio rodeado por otros dos cultistas**. El ominoso brillo de sus dagas no anunciaba nada bueno.

El brujo, por su parte, parecía manejarse bastante mejor con el cuerpo del bastardo que el propio Arnault. Nadie ganaba a Tancredo a la hora de dar bastonazos. Más aún teniendo en cuenta que sus nuevos brazos estaban mucho más entrenados y se manejaban a las mil maravillas. Definitivamente, había escogido un buen "modelo". Tan pronto como vio acercarse a un corista armado que no parecía demasiado convencido, le arreó con saña en la cabeza. El pobre por poco deja caer su daga ritual y empezó a caminar dando trompicones***.

Kaleb tampoco perdió el tiempo y comenzó a escabullirse entre el hervidero de universitarios encapuchados. Por desgracia, apenas logró dar un par de pasos antes de verse interrumpido por un ser que apareció de la nada. Alguien había averiguado sus intenciones y estaba tocando una melodía con su flauta de hueso. Cada nota pareció dar forma a una sombra que cada vez se volvía más corpórea. Aunque el cronista no tenía tiempo para aquella clase de juegos, la figura comenzó a revolotear a su alrededor para acosarle.

Tenía unas alas membranosas similares a las de un murciélago. Si tuviese que compararlo con algo, Kaleb lo habría descrito como una especie de angelote de piel iridiscente. Sin embargo, su cabeza ovalada y pelona carecía de más rasgo que una trompa similar a la de las moscas. Mientras acosaba constantemente al cronista, repetía una y otra vez con voz chillona****: 

—¡ESPECTÁCULO ESPECTÁCULO ESPECTÁCULO ESPECTÁCULO!

A pocos metros de Kaleb, el encapuchado que había atraído a la criatura a través de los poros en el Velo, comenzó a maldecir.

—¡Mierda! ¡Otra vez!

—¡Atrás, escoria! —Y le arreó con el cayado, esta vez en el estómago con la punta. Sin embargo aquello era como vaciar el mar a calderos. Hacía falta algo más... ¡Como refuerzos!

Golpeado inesperadamente, Babaccar perdió el control de su vuelo. Manos, túnicas y armas de diverso tipo pasaban a su alrededor mientras el druida, desesperado, trataba de recuperar el vuelo o, al menos, de aterrizar en un lugar en el que no acabase destrozado por los cultistas.

No obstante, la suerte no estaba de su lado y en una última y desesperada maniobra recibió un nuevo golpe sin saber muy bien de donde y fue a dar con sus huesos, ya transformados nuevamente en su forma humana, en el corazón de un grupúsculo cultista.

El grupo de encapuchados se apartó levemente cuando el cuerpo transformado del druida cayó entre ellos. Babaccar sabía que solo tenía una oportunidad si quería salir de allí con vida y apenas dejó que sus maltratadas costillas se quejasen impidiéndole respirar con facilidad. Apretó los dientes y rezando por que la magia del caos no hiciera de las suyas volvió a invocar sus poderes para transformarse en un murciélago de ágiles movimientos e intentar escapar hacia lo alto de la estancia y al abrigo de sus compañeros.

El universitario cayó derribado a los pies de Tancredo, con un hilo de sangre manando del lugar de la crisma donde el brujo había descargado el segundo golpe.

Babaccar, por su parte, logró zafarse de sus atacantes. Su cuerpo volvió a desaparecer. Los pobres diablos ya habían empezado a desenvainar sus dagas rituales cuando se vieron sorprendidos por un escurridizo murciélago. No tardó en localizar a sus compañeros, tratando de abrirse paso entre la marea de túnicas y rayos de luz que atravesaban la habitación impregnándolo todo de olores ahumados y desagradables.

Kaleb seguía tratando de zafarse de la criatura, que saboteaba cualquier intento de sigilo con sus irritantes chillidos:

—¡ESPECTÁCULO! ¡ESPECTÁÁÁÁÁCULO!

En mitad de aquella insufrible algarabía, derribó de un manotazo a un murciélago que pasaba por allí. ¡Cuan sorprendido se halló nuestro cronista al ver que el pequeño quiróptero se hinchaba y palidecía hasta convertirse en su amigo Babaccar!

Cuando el druida apareció en escena, el diablillo preció obsesionarse con él. Comenzó a chirriar a su alrededor con la trompa que nacía en mitad de su rostro. Ninguno de los presentes lo sabía con certeza, pero aquella molesta criatura acaba de reconocer a su creador.

El escándalo atrajo a unos coristas que comenzaron a desenvainar sus dagas y a acercarse con cautela.

Kaleb estaba mareado. Entre el olor a magia, caos, sangre, gritos, y chillidos, el pequeño gnomo se sintió aún más pequeño. Para colmo, había aparecido esa criatura que no dejaba de repetir ESPECTÁCULO, ESPECTÁCULO. ¡Por todos los Dioses!

Se lo quiso sacar de encima, pero lo que se encontró fue un murciélago. ¿¡Un murciélago!? Podía ser una buena señal... pero no era más que Babbacar. Y la criatura chillona ahora lo tenía de punto. Menos mal, pensó para sus adentros.

Totalmente exasperado, pero con una intención de confundir aún más a los cultistas, comenzó a gritar al tiempo que agitaba su brazo libre como si fuera un ave...

-¡ESPECTÁCULO! ¡ESPECTÁAAAACULO!- gritaba el gnomo como un poseso, a lo que acompañó con una estocada a uno de los cultistas que se querían aprovechar de la indefensión del druida -¡ESPECTÁCUUUUULO!-

La risa cesó. Sus rivales eran mucho más ágiles y lograban evadir todas sus acometidas.

El joven Arnault volvió a cargar a la desesperada. No soportaba ver cómo esos niños mimados se burlaban de él en sus narices, esquivando sus golpes y peleando con cuchillitos.

Los cultistas no tardaron en rodear de nuevo a Arnault, clavándole las dagas rituales con saña a través de la túnica raída. Pero aquel bastardo no era ningún niñato indefenso. Con cierta habilidad logró evitar una de las cuchilladas con el escudo, su armadura de escamas hizo el resto. No obstante, el tercer corista logró clavar su acero en la pierna desprotegida de Arnault, que gruñó de rabia al sentir la herida poco profunda.

Babaccar cayó rodando por el suelo, sangrando por la boca y magullado por todo el cuerpo. Se la estaba jugando y no le quedaban muchas bazas. No era ya un muchacho como muchos de sus compañeros que se batían contra los cultistas. Sentía como la sangre brotaba por el interior de su cuerpo, como sus huesos protestaban y como sus órganos empezaban a fallar. No aguantaría mucho más en aquellas condiciones.

- Necesito curación- pidió- no creo que aguante otro envite.

De repente, un sonido chirriante se coló por sus oídos hasta que el cerebro parecía que iba a reventar. Una nueva criatura de pesadilla se encontraba a pocos metros a su izquierda. Esta vez era bastante más pequeña que la primera que les había acosado en el exterior del mausoleo. Tenía una extraña trompa rosada con la que producía aquel espantoso sonido.

- ¿Qué demonios es eso? ^[1]

Hugo frunció el ceño. No había que subestimar a aquellos cultistas, por muy jóvenes e inexpertos que fuesen. No dejaban de ser 19 y ellos solo cinco.

Tancredo había sido el único que se había mantenido firme junto a las escaleras, y el exorcista aprovechó para esconderse detrás de él. ¡Vivir para ver! 

- Necesito curación- pidió- no creo que aguante otro envite.

El druida solicitaba auxilio y no le extrañaba. Todavía no se había recuperado de la confusa batalla contra aquel engendro y ya se había lanzado en picado hacia la acción, el muy inconsciente. Aunque debía reconocer la valentía y el sacrificio de Babaccar, pues no en vano estaba luchando en su nombre.

Sin perder más tiempo, dejó de concentrarse en el contrahechizo que estaba preparando y entonó una breve plegaria a Lineras*.

—Señora de la luz, atiende a los heridos. Sana a aquellos que luchan en tu nombre. Derrama tu luz sobre nuestros pecados y vierte tu sed de justicia sobre nuestras espadas.

Babaccar sintió cómo la calidez inundaba su cuerpo. El cuerpo todavía le dolía, tanto por las magulladuras como por la propia plegaria de Hugo —la luz de la Diosa arde dentro de tus heridas—. 

 ¿Qué hay aquí que me sea útil o valioso?

La criatura que revolotea a vuestro alrededor es una triste parodia de los seres feéricos que has visto por Zork. Eso te da a entender dos cosas:

1) No es de este plano (cosa que es evidente, pues proviene de una apertura en el Velo).

2) Es etéreo (probablemente no pueda destruírsele ni con magia, pero su existencia parece atada a la palabra que repite sin cesar). 

Los gritos del cronistas alteraron a varios de los coristas, que ya se sentían bastante confusos por la criatura que acababa de aparecer y la metamorfosis de Babaccar. Y, desde luego, terminar con una hoja de acero incrustada en el estómago tampoco estaba entre sus planes. La sangre oscureció la túnica y el universitario cayó de rodillas.

Escupió sangre y le dirigió una mirada cargada de odio al gnomo.

—¡Estás muerto, canijo!

Con la mano que le quedaba libre, señaló un punto determinado cerca del bardo y el aire comenzó a vibrar. Un furioso haz de luz verde brotó del suelo, abrasando a ambos: a Kaleb y al propio universitario. El cronista usó su habilidad para que el impacto solo fuese superficial*, pero su contrincante no tuvo tanta suerte**.

- Gracias a los dioses- suspiró Babaccar aliviado- y a ti Hugo- sonrió. Es posible que sus palabras no llegaran al exorcista pero sí su gesto.

El druida se levantó y observó la dantesca escena que se desarrollaba a su alrededor. La carnicería había empezado y aquella extraña criatura voladora de la cual ignoraba sus intenciones revoloteaba a su alrededor. Aparentemente, no parecía especialmente amenazadora aunque los seres de los planos son difíciles de leer, tanto en sus poderes como en sus intenciones.

El plan de Babaccar seguía centrado en eliminar los objetos rituales que los cultistas estaban utilizando para invocar a Rimboddrogg pero la cosa se estaba complicando.

Ante sí tenía una ingente cantidad de niñatos con poderes mágicos caóticos, filos y golpes que caían por doquier. La idea de volar se le había quitado de la cabeza desde la vez anterior. Además, sería difícil cogerles por sorpresa una segunda vez. Necesitaba un plan B.

Aprovechando el caos reinante, el druida invocó de nuevo sus poderes naturales para tomar la forma de una rata. No era el animal más fuerte del mundo y se arriesgaba a un pisotón desafortunado pero si se movía por las esquinas de la estancia sería fácil rehuir el combate y era un animal lo suficientemente fuerte como para robar con sus fauces objetos rituales que no pesasen demasiado.