Partida Rol por web

Silver escupe algo de sangre por la boca, la cual se evapora al entrar en contacto con el golem, Silver sonrie, sientiendo como el calor del golem es facilmente disipado por su magia. Toma aire y grita ¿Te crees muy gracioso? Voy a refrescarte las ideas! dice descargando su gelido aliento sobre el golem, el cual golpea duro, pero sabe que puede contar con Malark y su apoyo. El golem es envuelto por una niebla azulada y se puede ver como las hierbas del suelo quedan escarchadas y el fuego apagado,aún asi, Silver sabe que eso no detendra al golem.

En el otro lado del combate, todo sucede muy rápido, la telaraña logra atrapar a la mayoría de los soldados, Tarkas elimina al primer oponente sin ninguna dificultad, no son rivales para el arte que es capaz de realizar con sus Gladius, esas armas que silban en el aire antes de penetrar en la carne de sus oponentes. Airel llega también hasta ellos y en la oscuridad de la noche... Desaparece ante vuestros ojos...
Los disparos de Caenly son certeros, a cualquier ser vivo le hubiesen afectado, estaría herido, hincando las rodillas en el suelo pero no a un Golem, no a un ser de su plano no a esta aberración. Las flechas penetran en su piel fácilmente y se incendian.xeste Golem es puro fuego, un infierno en este mundo..

Siguiente turno.
Tenemos en cuenta la modificación del post de Lothlouin

Todo tambien la Ts contra el aliento de Silver que no tire

La suerte estaba echada y su plan de acción estaba en marcha, la telaraña había inmovilizado a bastantes soldados por lo que el combate contra los soldados sería corto, podrían hasta capturar a uno de ellos para sacarle toda la información que pudieran. Desenvaino dos dagas de su muslo y se movió agilmente bordeando la telaraña con intención de eliminar al oponente que había quedad libre de la telaraña en su lado, del otro ya se había ocupado Tarkas sin problemas y esperaba poder hacer lo mismo.

Volvió a aparecer en el campo en el momento en que dos dagas salieron disparadas de sus manos impactando sobre el soldado que quedó libre. El soldado apenas le dio tiempo a ver como las dos dagas iban hacia él y le impactaron en el pecho y el estomago cayendo con un sonoro golpe contra el suelo. Quedaban 4 en pie y atrapados en la telaraña y Tarkas sería mucho más efectivo contra el Golem.

- ¡Tarkas te necesitan contra el Golem! - Le grito con esperanza de que pudiera apoyar al resto de sus compañeros lo antes posible.

Me afano en terminar de abrocharme la capa, asegurándome de que está bien sujeta, y levanto la mirada hacia los sol... asesinos, que están siendo poco a poco ajusticiados por nuestros improvisados compañeros. Nada me satisfaría más que unirme a ellos, impartir justicia en este reino que no es el mío, para al menos sentir que puedo en parte redimirme por todos los errores cometidos. Mas no es mi deber acudir a ese frente de batalla, no soy del cuerpo de caballería ni de la orden de arqueros. Siempre he sido, seré, y moriré como espada de infantería, y como tal debo estar listo para el frente directo del ejército rival.

Y en este día, el ejército rival es un inmenso golem de fuego, un infierno de forma humanoide.

Avanzo medio paso, girando sobre mis talones y volviendo a clavar la rodilla al otro lado del bulto que supone ahora mi equipo, observando al Golem, con Caelny a mi espalda. Está demasiado cerca, demasiado, lo tenemos casi encima. Pero necesito más tiempo. Y Caelny más distancia.

¡¡Caelny, hay que moverse!! -Digo cogiendo de entre mis pertenencias los dos guanteletes, dispuesto a ponérmelos en cuanto tenga un respiro- ¡¡Por aquí!!

Comienzo a correr, esquivando al enorme Malark para alejarnos del Golem por el lateral, una engañosa retirada antes de cargar. Necesito ponerme estos guanteletes, poner a Caelny a salvo lejos de ese infierno, y entonces, sólo entonces, ese ser conocerá el filo de mi espada.

Finalmente no pude moverme del sitio, viéndome en la necesidad de atacar ante el inminente avance del golem. Todos nos habíamos puesto en marcha, o casi todos, y es que Lothlouin continuaba cerca de mí equipándose lo imprescindible; hacer otra cosa hubiera sido una temeridad.

Dispare rápidamente a aquella cosa, viendo como los helados proyectiles se clavaban en su piel, pero también cómo estos se incendiaban poco después.

Como pensaba, esto no va a ser nada fácil…

La criatura se aproximaba cada vez más, alcanzando a Silver en el proceso; pero cuando presenciaba alarmada aquello, la voz de Lothlouin me hizo reaccionar.

- ¡S-sí! – respondí a sus palabras, viendo hacia donde se dirigía y siguiéndole de cerca, no sin antes preparar otra de mis flechas. - ¡Detrás de mí! – le indiqué cuando nos detuvimos, tratando de que estuviera cubierto, mientras yo apuntaba desde mi nueva posición a aquel ser de fuego.

El reborde de escarcha en el arco seguía intacto, y el fulgor azulado brillaba de forma intensa a lo largo de todo el proyectil, pero pronto se alejaría rápidamente; cuando solté la cuerda y dejé que fuera en busca de su objetivo.

El primer malnacido había muerto antes de poder decir esta boca es mía y antes de ver escapar su anima ya me estaba dirigiendo a por el siguiente.

Por el rabillo del ojo observe como Airel desaparecía en una nube de oscuridad, magia, nunca me ha gustado y también como Endozal desaparecía y volvía a estar visibles con sus dagas calvadas en el pecho de otro de los asesinos. Esta pareja cada vez me gustaba menos ¿y se hacen llamar agentes de la justicia?, uno usando nubes de oscuridad y otro acercándose a sus enemigos protegido por la invisibilidad, ¿que honor hay en ese tipo de combate?, ninguno, absolutamente ninguno.

Cuando estaba apunto de alcanzar a mi segundo lance, escuche la voz de Endozal, ayudar contra el golem, ¿por que no te acercas tu con tus "truquitos"?, pero sabia que tenia razón, primero acabaría con su segundo rival, ya estaba lanzado hacia el y seria una falta de respeto negarle el honor de caer ante mis aceros. 

Dos pasos, solo dos, el contrincante esta atrapado, no es un duelo justo, Desvía los golpes, Maestro, no mancilles tu honor matando a un enemigo que no se puede defender.

Mis gladius impactaron en el asesino como una lluvia de golpes sobre un saco de entrenamiento, el filo mortal de los mismos fue desviado a propósito impactando con la parte roma del arma, dos golpes rápidos en la cabeza y un tercero en la boca del estomago. -Felices sueños- le susurre mientras ya corría hacia el Golem.

Atravesé la nube de oscuridad en linea recta esperando no encontrarme con ninguna sorpresa -Entro en la nube, Airel- grite para que se apartase de mi trayectoria, supongo que podrá ver en su propia magia o que me oirá.

Desde mi lugar podia ver como iva el combate, podia examinar el metodo de combate de los demas y tomarlo a consideracion, la telaraña hacia que no fuera necesario usar mis habilidades en los oponentes, bien podrian quedarse quietos por algunos minutos o podian encargarse los demas.

Noto como tarkas se conforma con dejar a uno fuera de combate pero no darlo por muerto, eso respondi mi pregunta sobre su estilo de combate, ya despues tomaria eso a consideracion para los fines de la mision, eso solo hacia que tuviera mas interes lo que ocurrio el dia anterior

Descuida veo todo lo que pasa dentro, me movere para no estorbar... (susurros)

Dentro de esa oscuridad que se asemeja mas a una continua lluvia de particulas negras, tarkas puede escuchar algunos susurros en un lenguaje ageno al comun asi como el sonido de las cadenas de airel, esta desaparece junto con toda la esfera de oscuridad reapareciendo a unos pies detras de la criatura, lo bastante lejos de esta para que no pueda darle alcance sin moverse antes

Junto a tarkas quedo una imagen identica a airel que mantenia sus cadenas sujetas y agitandolas lista para atacar mirando a los soldados

Hey feo, quieres hablar? (infernal)Que buscas?... los demas asegurence de atacarlo si se mueve!

se mantenia dentro de la esfera no sabia cuales eran las capacidades de esa criatura o si podia engañarla con esta

Cuidado con el grandote de flamas, te apuesto a que viene por el amuleto 

Confiando en la resistencia de mi compañero (mucho mayor de lo que podría parecer en primer momento, decido lanzarme un segundo conjuro que me haga, mediante el poder concedido por mi señor Pelor, ser un mejor combatiente. De nuevo, saco un bastón nocturno de mi mochila y comienzo a conjurar. Una vez la fuerza del conjuro me inunda agarro con fuerza mi escudo y, mientras me desplazo por el campo de batalla buscando el flanqueo junto a mi compañero saco mi maza pesada para estamparla contra nuestro enemigo en unos segundos.

La fuerza de Pelor y su capacidad marcial me recorren cada músculo, cada gota de mi sangre es poderosa. Siento el poder divino reforzando cada tejido de mi cuerpo. Rujo de forma terrible.

El combate se va tornando más duro, los guardias no suponen ninguna oposicion, uno está eliminado por Tarkas, otro es dejado inconsciente. El resto enmarañados en la tela de araña y uno más ha pasado a mejor vida gracias a las afiladas dagas y el ojo minucioso de Endozal.
El Golem es congelado por completo por el temible aliento se Silver, descubierto su linaje, su sangre milenaria. Todos creen que el Golem ha sido derrotado. Inmóvil por el hielo... Comienza a resquebrajarse, lentamente al principio. Poco a poco surcos de rotura van dejándose ver hasta que finalmente estalla. Miles de cristales helados salen despedidos y el Golem vuelve a estar ante vuestros ojos. Se ha formado una nube de vapor por la diferencia de temperatura, una nube que hubiese cegado a cualquier mortal, pero no a algo de otro mundo, no a algo que no necesita ver, no a algo tan mortal... Levanta sus poderosos brazos para agarrar al dragón, cuando se detiene, gira su enorme cabeza hacia Tarkas. De sus fosas nasales sale vapor y se abalanza sobre el maestro de combate para acabar con el...

Silver se gira hacia su oponente que va a por Tarkas, dando un giro rápido, y abalanzandose sobre el golem, sabe que esas criaturas son muy duras, asi que se concentra en el daño en vez de en la precisión. Aprovecha sus conocimientos sobre constructos para dar los golpes mas devastadores que puede, no va a dejar que ese engendro amte a nadie más.

Tras acabar con el soldado giró la cabeza para ver si el mediano que estaba cuidando a la niña estaba en peligro, no había oído ningún lloro desde comenzó el combate y se estaba empezando a preocupar de que la hubiera pasado algo.

Vió como el golem cargaba contra Tarkas. Malamente hubiera podido aguantar un ataque así, tenía pocas oportunidades contra el golem y aún había un soldado, los otros dos lo tendrían difícil por el momento, que al estar al borde del área de la telaraña podría escaparse o atacar al resto de medianos y llevarse a la niña. Por lo que se acercó a ese soldado, sacó el estoque y se dispuso a noquearlo para interrogarle posteriormente.

Suponia que el golem había sido convocado desde dentro de la cabaña, mediante algún artefacto mágico, y esperaba poder confirmarlo de la boca de uno de los soldados.

Trato de controlar mis impulsos, la sed de batalla, la adrenalina que me exige acelerar. Acelerar no es bueno, las prisas sólo llevan a cometer errores. Mente fría, calma, respiración. Mantengo la vista en los correajes que ajusto en los guanteletes, adhiriéndolos correctamente a mis manos y antebrazos. Sólo de cuando en cuando, levanto la mirada de mi trabajo para comprobar los movimientos estratégicos. Los asesinos están dejando de suponer un problema, el verdadero escollo es ese golem. Pero cada vez está más lejos de nosotros. Va a por Tarkas, al que parece dispuesto a poner en serios apuros, mientras la magia del dragón no parece funcionar demasiado. Ahora prueba con garras y colmillos, veremos si eso lo entiende mejor. Aún no he visto al clérigo gigante en acción, pero eso no es lo que me preocupa.

Lo que me preocupa es que soy yo quien aún no ha entrado en la contienda.

Nunca he soportado esa parte. Aguantar en retaguardia mientras tus hombres se dejan la piel en el campo de batalla, mientras ves cómo muchos de ellos pierden la vida. Nadie en este grupo está a mis órdenes, pero eso no lo hace más sencillo. Sigo siendo un oficial de infantería, un guerrero, un espadachín, un mago de combate, un Filo del Ocaso. Mi lugar está en primera línea de batalla. Hasta que no quede un enemigo en pie, o hasta que no haya más magia en mi haber, más fuerza en mi brazo para sostener la espada, más vida en mi cuerpo.

¡Caelny! -Me pongo en pie, tras culminar los preparativos de los guanteletes, sintiendo cómo su fuerza recorre mis brazos y acelera mi pulso. Se que aún no he alcanzado mi cúspide física, pero tengo calculado el siguiente paso. Inspiro profundamente, alzando mi rostro mientras la miro de costado- Mantente a... -Salvo- ...distancia. -Digo en tono contundente, levando una mano al correaje que sostiene la vaina de mi espadón a mi espalda, mientras la otra se alza orgullosa hasta la empuñadura. Suelto la correa, y la vaina cae al suelo, liberando la hoja que hago pasar por encima de mí, mostrando el brillo azulado de su acero, las filigranas tras su filo, la frase grabada en la hoja. Una frase cuyo significado verdadero nadie conoce, salvo yo.

"Suave como la brisa, feroz como la tempestad"

Aparto la mirada de mi compañera, sujetando la espada ya con ambas manos, y empiezo a correr. La batalla queda ya demasiado lejos, debo alcanzarla. Podría hacerlo casi inmediatamente, mediante un truco místico, pero aún debo hacer una parada a medio camino, llamar a la bestia animal que "cabalgar" a la batalla. Mi cabello es mecido por el aire que dejo atrás en mi carrera, liberado del peso de la armadura que suelo portar, pero también desprovisto de su protección. Hoy no soy un caballero blindado, soy un espadachín animal, una fuerza de la naturaleza. Aprieto los dientes, entonando las palabras prohibidas, meciendo dedos sueltos de mis manos sobre la empuñadura de mi arma, invocando el antiguo y sagrado pacto de mi pueblo con la naturaleza, con la vida salvaje. Mis colmillos se estiran ligeramente, mi ceño se frunce en una expresión salvaje, mis músculos se tensan y endurecen, las uñas de mis dedos se largan como pequeñas garras. De mis labios brota un rugido feroz, la bestia acudiendo a combatir por su territorio.

Desde mi posición asistí al duro golpe que el Golem le propinó al Señor Widokowy, mientras mi resplandeciente flecha, ahora azulada, acertaba en aquella enorme criatura ígnea. Pero aún parecía quedar mucho para que aquella cosa siquiera se tambaleara, y temía hasta qué punto podía llegar todo esto.

Miré a Lothlouin de soslayo, viendo como terminaba de equiparse y se ponía en pie. El testarudo de él ni siquiera había querido cubrirse tras de mí, a pesar de no estar aún listo para incorporarse a la batalla.

Engreído.

Entonces pronunció mi nombre para llamar mi atención, mostrándose dispuesto para la lucha, alzando su rostro en un gesto imponente y orgulloso y diciéndome que me mantuviera a distancia. Alcé una ceja ante semejante ¿Orden? O lo que fuera aquello, mientras él se armaba. Era habitual que hablara como si él fuera superior a los demás, pero que me dijera como actuar en combate…

Engreído, más que engreído.

Apreté mis manos, una alrededor del arco, y la otra cerrándola en un puño. Estaba enfadada. ¿Es que no veía cómo esa cosa estaba atacando a los demás? ¿Cómo ese último golpe podría haber sido para él? ¿Es que no se daba cuenta de que tenía que preocuparse más por él?

- Y tú mantente a salvo. – respondí finalmente a sus palabras. – Lo digo en serio, Lothlouin Greyendil. – añadí antes de que mi compañero comenzara a alejarse de mí.

La contienda había dado comienzo de forma inesperada, y ahora que algunos de mis compañeros ya se encontraban haciendo frente al Golem disponía de algo de tiempo para prepararme mejor; así que antes de tratar de alcanzar nuevamente al constructo, me preparé para enfrentarme a él de mejor modo.

Saqué otra de mis flechas del carcaj, otro proyectil que se imbuía de energía de frío al contacto con mi arma, pero antes de dejarla volar hacia el Golem me concentré en mis brazales.

- Céfiro… - musité observando los grabados de las placas de plata, activando los brazales mientras tensaba la cuerda del arco, dispuesta a volver a acertar en la criatura. – Vamos allá. – volví a murmurar, dejando escapar el gélido proyectil, mientras a mi alrededor la brisa generada hacía mecer mi capa y mi trenza pelirroja.