Partida Rol por web

30 de julio de 1918 12:35 hs, París

Las calles y callejuelas parecen atestadas de gente, se mezclan en medidas iguales civiles y fuerzas militares. La actividad reinante no logra opacar la tensión bélica que zumba en el ambiente. Los frentes de guerra son aún relativamente lejanos, sin embargo parece que la mismísima ciudad temblase pensando que los "boches" podrían comenzar a bombardearlos en cualquier momento.

Más allá de todo, el verano es espléndido en la capital francesa y la mayoría de los Cafés están abiertos y brindando sus servicios tanto a clientes locales como americanos y británicos. Por tales razones, los garçones ya dominan las frases rudimentarias en inglés para poder servir a la clientela y sacar alguna moneda de propina.

Terrasse du café de la Paix, un pintorezco bar, al cual Virginia los condujo sin dilación. El ambiente europeo del lugar es algo muy diferente a las trincheras que han sufrido los soldados por más de un año, seguramente el local les permitirá hablar tranquilos, relajarse y disfrutar de las bondades de la cocina gala. Pues ahora deberán decidir su curso de acción.
 

Rob buscó la mesa más apartada que pudo y llamó la atención de un camarero para que les atendiese. Una vez en la mesa esperó a que las mujeres se hubieran sentado antes de hacer lo propio.

Pase lo que pase mantener las buenas costumbres mientras se pueda.

Una vez que el camarero hubo llegado y hubieron pedido sus consumiciones se permitió el lujo de iniciar la conversación.

- Bueno, creo que la cosa está bien clara - comenzó. - Debemos averiguar qué nos ocurrió y para ello hay varias preguntas que me he estado haciendo. La primera - dijo levantando el dedo índice - es cómo llegamos hasta Reims desde donde estábamos. La segunda es qué nos ocurrió allí - continuó mientras iba levantando dedos, uno tras otro, - por qué no nos acordamos, en qué circunstancias fuimos encontrados, qué significa este tatuaje - añadió frotándose la zona, - y qué nos ocurrirá si no conseguimos averiguar nada y nos tachan de desertores.

Hizo una pausa y bebió un sorbo del café que le acababan de traer.

- ¿Se os ocurre algo? - preguntó sin dirigirse a nadie en particular.

Me siento rápidamente, intento ponerme cómoda aunque algo parece inquietarme un poco. Me mantengo callada, como dudando en un ensueño, hasta que las palabras de Robert me despabilan.
Lanzo una mirada hacia los lados, como verificando que nadie nos estuviese escuchando a hurtadillas. Luego me dirigijo a Rob para reponder su pregunta.

Yo... tengo algo de información, creo que es importante. No me atreví a hablar de esto dentro del hospital, pero ahora creo que es el momento. Lean con atención, abre más preguntas de lo que responde, pero al menos son pistas que seguir, o algo así...

Saqué de mi bolso un sobre grande que contenía una serie de papeles dentro y se los ofrecí colocándolo encima de la mesa. Miré a Marjorie un momento y continué.

Se podría buscar más información sobre lo que dice allí en la Biblioteca Victor-Cousin de la Universidad de la Sorbona. Es una mágnifica fuente de información.

Cuando os habeis acomodado y comenzais a hablar, el mesero se acerca con cuidado y refinados modales.
Al percatarse que hablais en inglés, hace su mejor esfuerzo para comunicarse en vuestro idioma nativo.

-¿Qué puedo ofrgesegles señores?- la frase se escapa algo trabada y poco natural, sin embargo se hace entender y se mantiene erguido a la espera de los pedidos.

Paris, con sus calles empedradas, sus señoritingas de cargados vestidos, sus coloridos cafés, era todo un estado mental. Podía respirarse, palparse, sentirse. Paris, la ciudad de la luz, la ciudad del amor. Su alma aventura le decía que podía encontrar mil y un peripecias entre aquellas calles. Pero la luz proyectaba sombras, y la que caía sobre ellos era muy alargada. Lejos de maravillarse por pasear por la emblemática ciudad el soldado Brick miraba taciturno todo a su alrededor, como si hubiera perdido el lustre. Había otros asuntos que atender antes de poder dedicarse a disfrutar de aquel hermoso lugar.
Se internaron en un café. Debian hablar, investigar que había sucedido. Virginia les ofreció información. ¿Cómo había conseguido aquellos papeles? ¿Qué había tenido que hacer para lograr sustraer aquella información clasificada?
—¿Sabe usted que la solo tenencia de estos papeles puede llevarla a prisión, señorita Floret?—No quería haber sonado tan rudo, pero así fue —. Gracias. Yo...no sé a que debemos su amistad, pero le agradezco lo que ha hecho por nosotros.
Estudió los papeles. Un molesto francés vino a preguntar que era lo que querían tomar.
—Café, del mejor, para todos. Y que no nos molesten—le gruñó, aquellos papeles no podían mostrarse a la luz del día si no era con la debida precación. No le gustaban los mirones. Esperó a que se marcharse el camarero para poder continuar.
—Peter Stres, ese nombre no me dice nada. Probablemente sea inventado... o no. Podríamos empezar por ahí, puede que el ejército americano no conozca a nadie con ese nombre pero puede pertenecer a otro ejército. Puede que él sepa algo, o sea el causante. Y sino...lo más sólido que tenemos es el tatuaje. Algo debe significar. Hay muchos artistas en Paris, puede que ellos lo reconozcan, o sino, historiadores o religiosos. Podría ser cualquier cosa—terminó, dejando abierto el debate.

Mientras degusto mi taza caliente de café, adoro el café y de hecho lo necesitaba en esta mañana, y mi croissant me quedo pensando si es arriesgado comentarles que quizás yo pueda hacer un llamado y averiguar quién es ese Peter Stres. Tal vez me pregunten a quién llamaré y qué tiene que ver conmigo esta persona. Me pone incómoda tener que dar explicaciones, mejor no digo nada y hago la llamada en algún momento a solas. 

Salir del hospital era una novedad que agradecer, el aire limpio, el gentío, los diversos idiomas que se hablaban por doquier ayudaba en parte, a olvidar el horror que habíamos vivido este último tiempo. Aun así, lejos de desaparecer, el temor a los bombarderos estaba latente en cada rincón de la ciudad, era algo con lo que sin duda no se aprende a vivir.

Después de un paseo que me pareció catártico, entramos en una pequeña cafetería y tras ser llevados a nuestra mesa y esperar que las damas se sienten primero, tal y como mi padre me había inculcado, miro la carta con detenimiento antes de pedir. Ahora mismo, quizás mas que en otras ocasiones habría pedido un buen vaso de Whiskey, pero no podía sucumbir a aquél deseo ahora, así que me decliné por un café cargado.

Pero nada más empezar a beber  Rob rompió el silencio con lo que cabía esperar, le escuché con atención repasando a cada uno de sus puntos, lo que recordaba de todo aquello que sin duda no era mucho. Mas tras sus puntos señalados la señorita Floret sacó un sobre con información que sin duda, no tenía por qué tener, pero que de alguna iba a sernos muy útil.

Ignoré el tono que en un comienzo había Brick, sus comentarios como siempre eran acertados, y yo por mi parte, estaba tan o más perdido que todos los demás. Di otro sorbo al café para despejar la garganta – Quizás deberíamos separarnos, unos ir a la biblioteca, otros con tatuadores a fin de no perder el tiempo – comenté con un susurro temeroso de que alguien extraño pudiese oírme. 

Conroy tiene ese aspecto enérgico que se fue acentuando conforme se mejoraba, nada parece poder con él ahora mismo. Cassidy se mantiene muy calmo y centrado, Johan parece algo tímido ahora, como si la ciudad fuese algo espectacular para él.

No parece haber nada de que preocuparse, de momento.

El mesero trajo con cierta tardanza los cafés, jugos y otras delicias que habían solicitado. Aparentemente el lugar se encontraba repleto y no sin razón, pues los alimentos proporcionados eran de una calidad indiscutible.
Mientras hablaban sobre qué hacer con la nueva información conseguida, la señorita Floret se dedicaba a beber con gusto el fuerte café.

—Yo no sé francés—confesó, algo azorado por no poder ser muy útil a la hora de callejear por París y menos aún en el interior de la biblioteca. Toda su vida había sido soldado, incluso cuando no había pertenecido al ejército. Su disciplina, su ansía combatiba, el duro entrenamiento. Un boxeador retirado metido a soldado no era un buen investigador pero que el diablo se lo llevase si estaba dispuesto a quedarse cruzado de brazos.
—Es buena idea la de separarnos. Por mi parte, yo perdería totalmente el tiempo en la biblioteca pero llevando este tatuaje en el brazo creo que podré entenderme mediante señas para indicarle a la gente lo que estamos buscamos. ¿Hay algún barrio artístico en la ciudad? ¿Algún local donde se reunan?

Como soy francesa y más importante que ese detalle es que me encuentro en mi mundo en medio de libros pensé quién mejor que yo para ir a la biblioteca!... entonces les comenté: 

yo puedo ir a la biblioteca a buscar información, quizás sobre castillos, quizás buscar esa imagen que tienen tatuada. Lo de barrios de artistas no sé la verdad, pero podríamos como quien no quiere la cosa preguntarle al mozo? a manera de turistas alguno de ustedes?

De pronto me di cuenta que estaba hablando demasiado bajito, sería por el miedo a que nos escuchasen o porque nunca me gustó la posición de dar órdenes...la voz se me hizo un hilito casi inaudible. Me sentí nerviosa. 

- Yo tampoco tengo ni idea de francés - confesó mientras probaba el café, paladeándolo. Hizo una seña de aprobación y bebió un segundo sorbo.

Como Brick y la señorita Floret habían manifestado su intención de ir a la biblioteca para informarse Rob propuso ir él a preguntar por los tatuajes.

- Necesitaré a alguien que hable francés - dijo a modo de disculpa cuando se dirigió a Marjorie. - Doctora Holgate, ¿sería usted tan amable de escoltarme por las calles de París en busca de los más afamados tatuadores? - preguntó con una sonrisa en tono de broma.

Atenta a la charla continuaba saboreando mi zumo exprimido de naranja, realmente era digno del lugar. El silencio era un pasatiempo que a diario me gustaba disfrutar, era genial observar a los presentes de forma desimulada analizando todo a mi alrededor. 

Pero como siempre hay situaciones en donde una se sorprende y mucho, en este caso fue a través del Sr Cassidy. -Claro que lo escoltaré, iremos a ese lugar. Quizás podamos averiguar algo o tal vez elegir un tatuaje. -bromeo con delicadeza ya ubicándome en el grupo de Rob.

Todos estaban organizados y prestos, tomé lo que me quedaba de café - creo que iré a ver también a las tatuadores y artistas de la zona, no creo que sea de verdadera ayuda dentro de un lugar como la biblioteca - comenté con voz tranquila y sincera, conocía mejor que nadie mis propias carencias y carácter, por lo que prefería moverme por terreno mas cómodo.

Con una sonrisa que escondía mis nervios, o en realidad no sé si se escondían a esta altura,dije: 

Bueno, entonces si estamos listos podemos comenzar. Por mi parte, iré ya mismo a ver qué encuentro sobre esta extraña imagen. ¿Alguien tiene hora? Deberíamos apurar la marcha y aprovechar todo el tiempo posible. 

-Caballeros... -dirigiéndome hacia Johan y Robert.- Es momento de retirarnos, nos encontraremos en este lugar dentro de dos hs. Será nuestro punto de reunión para informarnos sobre los avances y todo lo relevante sobre el tema. Hasta luego. - me despido de los presentes colocándome la cartera sin dejar de mirar a mis compañeros de paseo. 

Más allá de los cuidados por no decir ciertas cosas en voz alta, la verdad es que entre el bochinche del lugar y la cantidad de gente que se movía, nadie parecía prestarles mucha atención.

El desayuno-almuerzo había finalizado. Luego de tomar algunas infusiones y probar tanto de la pastelería como panaderías francesas, los investigadores estaban listos para comenzar a buscar información relevante en la ciudad.

Tras un rápido intercambio de palabras entre Virginia y el camarero, rápidamente habían conseguido direcciones para encontrar zonas donde frecuentaban artistas en la ciudad y allí con suerte algún que otro tatuador. El distrito en cuestión era Montmartre. Por lo tanto, Majorie, Johan y Rob irían allí. Virginia y Charles, en cambio, tomarían en camino hacia la universidad parisina de La Sorbona, con la esperanza de poder utilizar su biblioteca.

Ya decididos, se separaron en dos grupos con la promesa de encontrarse en el mismo bar a las 19 hs, cuando cayera la noche.