Partida Rol por web

Intercambio miradas de alarma con mis compañeros cuando escuchamos el jaleo que proviene del piso inferior, donde se encuentra Rocinante llevando nuestras pertenencias.

- Sin él no podremos cargar el botín - pienso algo obstinado - y no he estado a punto de morir para dejar todo ese oro aquí. Encima la emboscada se ha echado a perder.

Me dispongo a hacer algo al respecto cuando soy interrumpido por un objeto cruza a través del agujero.

- ¿Huh? ¿Pero qué..? - suelto incrédulo. En unos instantes tengo la respuesta a mi pregunta no finalizada. Cuando el gas comienza a llenar la planta no puedo evitar pensar en dos cosas: veneno y mis últimas experiencias con él.

- ¡Otra vez no! - me dejo llevar por el pánico y, aunque tengo el sentido común de taparme la boca y la nariz con un trozo de tela, salgo dando tumbos hacia la escalera que va a la planta baja sin pensar si es buena idea o no.

- ¡Nos han descubierto! ¡Alejáos, es veneno! - alcanzo a decir entre toses, señalando lo obvio.

Rainer observa atonito el extraño humo y atiende a las explicaciones de su compañero... y no duda en imitarle, liandose fuertemente un pañuelo en la cara. Tal vez estos monstruos acabaron con las gentes de esta torre... ¿no es posible? susurra para si.

¡Vamos! grita mientras le acompaña escaleras abajo.

¡Oh! ¿Qué ven mis ojos? ¡Ese humo amarillo parece azufre! ¡El azufre es malo, siempre lo decía mi abuela! ¡Aléjate de las minas de azufre, son caca! Recuerdo que a caca sí que olían pero mucha gente iba ahí a trabajar, tal vez no tenían otro sitio al que ir pero lo cieroto es que ellos iban y luego iban por la calle con la cara amarilla; siempre parecían enfermos, además nunca sonreían. Jamás he visto una gente más antipática que ellos.

De repente caigo en la cuenta de la situación y me tapo la boca.

¡Ah sí, el veneno lo olvidaba! ¡A veces me olvido de las cosas, pero recuerdo que ya nos tapamos la boca una ves, así! ¡Fue en laz cavernaz ezaz que vizitamoz en Nuln, cuando todo eze azunto feo de la gema y loz cultiztaz! ¡Ganamoz mucho oro aquella vez, y zería una láztima que no dizfrutaramoz de él! Ezte eztupido trapo no me eztá dejando hablaroz bien y parezco uno de ezoz zucioz orcoz que eztán fuera! ¡Orcoz y rataz, dezde luego tenemoz muzízima zuerte amigoz!

¡Vamoz, todoz lejoz de ezte zitio!

Descendiendo las escaleras para huir del humo encontráis en el piso de abajo dos ratas forcejeando con el caballo que les está propinando feroces coces con sus cuartos traseros. Las ratas os ven y evitan al caballo como pueden, lanzándose hacia los aventureros. Sólo son dos ratas cobardes, nada que no se solucione con unos cuantos golpes.

Hugo desata a la mujer con sorprendente rapidez y ésta se abalanza sobre él, apenas puede soportar su peso y le flaquean los brazos. Nota cómo el barro se hunde bajo sus pies.

¡Ay! ¡Ay! Cuidado señor Montespino, esa rata se levanta

En efecto, la rata se incorpora cubierta su cara de barro que intenta apartarse con la mano, con no demasiado éxito, mientras con la otra saca una daga afilada.

Tranquilo Rocinante, ya estamos aquí - Pienso al ver al pobre animal intentando defenderse de las ratas.

-¡Estar preparados, pronto apareceran las ratas del Segundo piso!

Con suma delicadeza cargo la flecha que ya tenía en la mano, disparo contra la criatura más cercana al animal. La flecha no alcanza el objetivo y me dispongo a guardar el arco y sacar la espada. Cuerpo a cuerpo no tendría opción alguna con el arco.

Algo más tranquilo al librarme del humo venenoso me dispongo a acabar con las ratas.

- Es una suerte que hayamos ido todos al mismo piso. - pienso - Si nos hubieramos separado durante la confusión habríamos caido de lleno en su juego.

- ¡ Esperemos que el humo sea veneno para ellos también y los retenga unos minutos! - respondo a Eldarendil que ya ataca a uno de los engendros. Su flecha falla pero detrás voy yo dispuesto a terminar la faena. - ¡Ven aquí Bigotitos! - grito a una de las ratas. Las criaturas me repugnan pero hago esfuerzo por superar mi aversión mientras me lanzo a la carga.

- Ahora no es momento de vacilar. No me falléis piernas mías. - pienso preocupado por mi estado aun débil.

Blandiendo la espada en un arco descendente la entierro profundamente en una de las patas, la que sería su brazo derecho. El chillido de la rata junto con el chasquido de la carne al ser separada me llenan de placer, pero aun más el saber que el veneno que usaron contra mí ahora corre por sus venas.

- Esto por mi brazo, apestosa. - susurro y escupo a la cara de la bestia.

Hugo se alarmó ante las palabras de Hilda y miró por encima de su hombro horrorizado, al ver como la mujer tená razón, el monstruo se estaba levantando amenazadoramente, y no parecía estar muy contento con lo que le acababa de ocurrir.

-¡Maldición! Esa cosa se debe de pensar que somos buen queso para comer, o algo así.

Hugo soltó a la mujer para encararse con aquel ser, aún podía huir y en el fondo de su ser era lo único que su cuerpo le gritaba, pero no estaba dispuesto a hacerlo.

Se agachó, tomó un puñado de piedras del suelo y comenzó a moverse en círculos al rededor del monstruo, arrojándole dos piedras con toda la fuerza de la que era capaz. La primera pasó de largo, pero la segunda impactó en su brazo izquierdo.

Los dos Skavens reaccionan a vuestra llegada con unos chillidos escalofriantes, Eldarendil dispara a una de ellas, que esquiva la flecha bajando la cabeza y Johannes silencia a la otra de un eficaz tajo con su espada envenenada. Parece que sus dificultades para la visión y debilidad es todo apariencia. El corte es profundo y la rata se queja del daño, pero no duda en contraatacar con furia homicida. Agita sus dagas intentando alcanzar el cuello del ladrón, pero el escalón que separa a ambos combatientes le impide siquiera tocarle, Johannes sonríe.

La otra rata lanza un cuchillo a Eldarendil que también acaba cochando con una pared y alcanza, de rebote y con el extremo no afilado, a Wolfgang. Cuando el charlatán lo mira descubre, detrás de ellos, tres ratas más con la cara descubierta y cubiertos de ese polvo amarillo, abren sus bocas con fiereza y tienen los ojos de un rojo sangre. Un rayo a sus espaldas aumenta su aspecto espeluznante.

Atacan con furia y embisten a Wolfgang que está a punto de perder el equilibrio, la suerte le sonríe pues Rainer le coge de la espalda e impide que se caiga de las escaleras, un cuchillo roza la calva de Rainer, todo se vuelve frenético y peligroso, en un momento muchas armas han sido desenvainadas y el choque de aceros inunda la torre.

La primera piedra pasa lejos de la rata y esta alza sus dos brazos apra taparse de tan primitivo ataque, sin embargo la segunda piedra, lanzada con fuerza y precisión golpea a la rata en su brazo, y el propio impulso del golpe hace que una de las afiladas dagas de la rata se clave en su propio pecho. El Skaven chilla de dolro y cae de rodillas al suelo, unos segundos después cae de cara al fangoso suelo y se queda ahí, quieta.

Bravo...¡ay! ¡Bravo, señor Montespino!

La pobre mujer está apoyada en un árbol, sentada en el suelo manchándose del barro de alrededor mientras la lluvia le cae encima. No parece que pueda moverse demasiado, y la herida le sangra en abundancia. Hugo observa la torre a lo lejos y se pregunta cuánto tardarán en volver las ratas. La llama de la hoguera del segundo piso se oculta de cuando en cuando, indicando que algo en el interior de esa estructura se mueve.

Rainer se abalanza sobre una de las ratas y le suelta un tremendo mazazo... que rompe una de las sillas. Tras el fallo se prepara con la rodela para defenderse del contraataque de los engendros que les han emboscado.

¡Maldita sea! ¡solo Ulric puede ayudarnos! exclama el sacerdote buscando una posicion ventajosa.

¡Cuidado Rainer más ratas! ¡Ay, malditas ratas están por todos lados! No sé cómo no hemos matado a todas, con lo pequeñas que son, bueno estás no pero todo el mundo sabe que hay ratas más pequeñas, a esas debemos aplastarlas. Mira cómo chillan, ¡calla estúpida!

Digo mientras le doy un tajo con al espada, la maldita escalera me impide darle.

Ya no hacen escaleras como las de antes, en Altdorf había un artesano enano que hacía escaleras en las que nunca te tropezabas, no sé cómo lo hacía pero ni aún queriendo te podías tropezar con el bordillo. Ahora que lo pienso es algo bastante absurdo, sólo esos locos ricos pagarían ese dinero por un simple escalón. ¡Ratas malvadas! ¡Largaos de aquí!

- ¡Mierda! - mascullo a duras penas esquivando golpes de daga. - ¡Aguantad chicos!

- Pues no. No les ha molestado el humo. ¿Sería realmente veneno?

Trabado con una de las ratas no tengo más tiempo para pensar ni para preocuparme por mis compañeros. Soy consciente de que debo acabar con mi enemigo antes de que reciban nuevos refuerzos o nos veremos desbordados. De nuevo, con una actitud más propia del impetuoso clérigo, me lanzo a fondo sin reparos en la defensa.

La estocada golpea la pierna de la criatura pero el grueso pelaje se encarga de amortiguar la mayor parte del impacto.

- Oh oh. Ahí viene el contrataque...

-Vamos señora, deje de lamentarse y muevase, tenemos que salir de aquí antes de que esos monstruos vuelvan. Le increpó Hugo a Hilda, ayudándola como podía a levantarse. Los pies le resbalaban en el barro, el pelo mojado por la lluvia lo cegaba y el frío entumecía sus articulaciones, pero de una cosa estaba seguro: sus días no terminarían en aquel lugar olvidado.

Alcanzó a ver el resplandor de una llama por el rabillo del ojo y miró en la dirección que iba hacia la torre.

Los monstruos se han ido hacia allí, creo que los estaban atacando, pero... ¿Quien? Pensó con curiosidad. La perspectiva de hayarse en medio de una pelea entre seres como aquellos no le agradaba y lo únco que quería era salir de allí, pero su curiosidad podía con él.

-Venga le dijo a Hilda, la ayudaré a esconderse entre algunos de estos matorrales, no creo que le convenga mucho caminar en su estado, es mejor que se oculte y espere a que vuelva con alguien. ¿Cómo nos capturaron? ¡Aún me duele la cabeza del porrazo que me debieron de dar!

-He tenido bastante suerte de no ser alcanzado. No ha sido buena idea quedarme desarmado.

Con rapidez desenvaino la espada corta, con la esperanza de poder acabar con la rata que tengo en frente. La hoja brilla y el tacto de la empuñadura me calma por unos segundos.

-Debo ser rápido, si quiero ser de ayuda a Rainer y Wolfgang.

Con éste único pensamiento en la cabeza, me lanzo a atacar a la criatura más cercana.

El desánimo hace mella en mí, al ver como vuelvo a fallar el ataque. Son los berridos del ulrrita los que me hacen prometerme a mi mismo que no fallaré en el próximo ataque.

-Sólo necesito algo más de fortuna.- Pienso al ver como la rata está dispuesta a realizar su ataque.

¡Muerte a los siervos del Caos! ¡Mueerteeee! grita Rainer mientras baja de nuevo un golpe hacia sus enemigos... sin mucho exito. La rata esquiva con pasmosa agilidad el ataque del sacerdote alocado. ¿Porque iba tan mal este combate? ¡sus vidas corrian peligro!

Ulric no nos esta ayudando.... mala cosa... necesitamos algo mas que el favor divino...

¡No me deje señor Montespino! ¡Estoy herida! ¡Y creo que esa rata se mueve! ¡No se vaya!

La mujer habla mientras se presiona le herida del estómago que sangra en abundancia, desde luego necesitaba atención médica, y ponerse al resguardo de esta tormenta. La lluvia parecía remitir, y ene fecto lo hacía, pero la humedad era evidente, todo estaba lleno de barro y charcos y algún trueno lejano rompía el aparente silencio.

Ay...

En la torre ya sólo se veía el punto de luz, nada se le cruzaba, y la rata permanecía inmóvil en el suelo, boca abajo y con las piedras muy cerca de ella. Ambas dagas asomaban bajo su cuerpo, y una mancha más oscura que el suelo parecía ser su sangre, aunque con la pésima ilumincación no lo podía saber con certeza.

Hugo miraba hacia la torre con suspicacia. La gavedad de la mujer no se le pasaba por alto. A pesar de sus nulos conocimientos sobre medicina, aquella herida tenía muy mal aspecto a su parecer y el frío y la lluvia no le harían ningún bien, pero intentar resguardarse en el edificio, le parecía una temeridad.

Hemos sido secuestrados en plena noche por estos monstruos y los amigos de este se han ido hacia allí, no creo que sea buena idea ir en esa dirección, pero la pobre Hilda no se puede ni mover y no la puedo dejar aquí tirada...

Uno momento de duda más y finálmente se decidió.

-Muy bien señora, intentemos llegar a aquella torre. No me hace gracia ir allí, pero quizás tengamos suerte y esos bichos se hayan matado entre ellos. Le dijo mientras intentaba hacer que Hilda se apoyara en él como buenamente pudiera, para ponerse a caminar.

Las ratas siguen chillando y mirando con furia a los aventureros, pero no hacen mucho más. Su patética constitución física y sus torpes movimientos de daga apenas causan ningún daño, ni siquiera llegan a tocar las ropas de los cuatro amigos. Aunque los golpes de éstos tampoco son precisos se nota que tienen la iniciativa y marcan el tempo del combate.

No sólo eso, sino que además la rata que había sido herida pos Johannes cae al suelo y empieza a patalear nerviosa. Suelta sus armas, chilla y revuelca por el suelo agitando las manos como si quisiera apartarse algo de la cara, al final acaba dándose la vuelta y bocabajo se tapa la cabeza con los brazos mientras continúa chillando.

¡Vamos, amigos! ¿Recordáis ese combate con el demonio maloliente de las alcantarillas? Claro que las alcantarillas también eran malolientes, quizá el mosntruo no oliera tan mal y como era feo le juzgamos mal...Bueno, a lo que iba, pues este combate no es nada comparado con ese. ¡Ánimo compañeros! ¡Machaquemos a estas ratas! ¡Toma rata malvada!

La espada se clava en la sucia rata de las alcantarillas. ¡Cuántas alcantarillas en tan poco tiempo!

¡Eso es! ¡Haced como yo, con fuerza y con acierto!