Partida Rol por web

Rainer trata de nuevo de herir a la criatura... pero la lluvia y el cansancio acumulado no le dejan hacer bien su trabajo.

La maza se eleva demasiado y golpea la piedra del muro. Cualquier otra persona habria perdido el control del arma, no asi el valiente ulrita que se prepara para defenderse rapidamente de los embates del enemigo.

Desde luego estamos teniendo mucha suerte, o será que estas ratas son pésimas luchando.

Horrorizado veo como la rata alcanzada por Johannes se retuerce de dolor. La sustancia aplicada en la hoja de la espada parece ser algún tipo de veneno. Dedico una mirada de asombro a mi compañero.

-¡Intentar que no os alcancen, seguro que sus hojas también están impregnadas de eso....!

Lanzo un pequeño gemido y me dispongo, de nuevo, a atacar al hombre-rata. La hoja de la espada describe un arco horizontal, pero por desgracia pasa bastante alejada de la rata que queda en pie.

Con la mano más torpe empuño la daga, quiero tener alguna posibilidad si la rata consigue realizar algún ataque certero.

- ¡Ja! Toma de tu propia medicina. - le espeto a la rata acobardada - Ya no es tan divertido jugar con veneno, ¿eh?

Aprovecho que mi enemigo está incapacitado por el momento para echar una mano al elfo.

- De esta rata nos podremos ocupar más tarde. Wolfgan puede charlar con ella si le aptece. - pienso divertido.

Emparejandome con Eldarendil, intercalo mis estocadas entre las suyas buscando un hueco en la defensa del roedor. La criatura, medio bestia medio humana, es asombrosamente ágil y por un momento parece que vaya a evadir nuestros ataques, pero en uno de sus movimientos no actúa con suficiente rápidez y mi espada se desliza sobre su pelaje causándole una herida menor.

- Con un poco de suerte aun quedará veneno en el arma.

No parece que los aventureros estén diestros esta noche, pues sus golpes aplastan y hieren a algo tan insensible como es el aire. El envenenado Johannes acierta los golpes pero su debilidad es tal que no pasa de causar algunos leves rasguños, para bendición de sus enemigos. Sin embargo es Wolfgang, el hombre que nunca para de hablar, el que acierta a dar el golpe mortal a uno de sus adversarios, pues en un arco descendente secciona de un tajo el brazo de su oponente. El brazo se desprende del cuerpo y el skaven cae al suelo revolcándose de dolor.

Lo que asustaría a cualquiera, y mucho más a una rata, no parece bajarle los humos a las ratas, al menos no a todas. La rata del suelo sigue alucinando con Sigmar sabe qué y la única que combatía en el piso de abajo empieza su retirada táctica hacia el sitio más lejano de esa torre. Pues las dos ratas que quedan vivas en la parte superior de las escaleras siguen atacando, cubiertas de ese humo amarillo y sin inmutarse por la muerte de su compañera.

Con dificultad, y una evidente y molesta diferencia de tamaño, es el halfling el que ayuda a la humana a caminar. Bajo la incansable lluvia, el destello de los rayos y el ruido de los truenos. Cada paso es un esfuerzo, pisar un suelo tan enfangado se hace penoso y difícil, y la desconocida situación de la torre, y de sus ocupantes, no alimenta la esperanza de encontrar amigos en este mundo tan hostil. El bosque de alrededor parece mbrujado, con tanta lluvia y oscuridad. Sus árboles se mueven empujados por algo maligno y el camino que hay al sur no es más acogedor, enfangado e inundado, expuesto a los peligros que acechan a cada lado.

Un mal paso y los dos caen al suelo, dando con sus cuerpos en la hierba y el barro. Se levantan una vez más. Están a menos de cincuenta pasos de la torre, y ya pueden distinguir sus detalles, es sólida aunque se haya semiderruida, una ligera luz ilumina su segunda estancia y dos o tres sombras se proyectan en sus paredes interiores, sombras que se agitan muy rápido y sin descanso.

Hugo maldijo por lo bajo cuando ella y Hilda cayeron en el barro, pero no perdió el tiempo con lamentos y ayudó a la mujer a incorporarse. Ambos estaban enfangados hasta la ropa interior, y la humedad llegaba hasta las partes más íntimas.

Hummm, esto no me gusta, no me gusta nada. Pensó Hugo. Ahí pueden haber más monstruos de esos, deberiamos habernos largado por otro lado, pero esta pobre mujer no se tiene en pie y este es el único refugio en esta tormenta del demonio... claro que la flecha de antes vino de aquí y las ratas vinieron aquí muy enfadadas... tsk, tsk, tsk... a lo mejor aquí hay alguien que nos pueda ayudar, eso si las ratas no los han matado antes.

Hugo forzó a la mujer a seguir andando intentando alejar de su mente, el pensamiento de que en la torre pudiera haber otra clase de monstruos que fueran lo que atacaron a los hombres ratas, y esperando una posible ayuda, ya que la necesitaban urgéntemente.

-Venga mujer... cuatro pasos más y ya estamos... podría ser peor... podría llover... jejeje.Dijo intentando bromear en la situación Ups, bueno, olvide eso, ya está lloviendo. Terminó añadiendo al ver lo estúpido de su comentario.

Aunque sigue teniendo cierta gracia en esta situación Pensó.

Tras ver como Johannes se situa junto a mí para ayudarme y ver como consigue herir a la rata, me tomo un pequeño tiempo para asegurarme de que mi ataque será certero esta vez.

-¿Cómo es posible? ¿Que me está pasando?- Pienso frustrado

La estocada pasa cerca del cuerpo peludo del hombre-rata, ni tansiquiera lo he llegado a rozar. De todas formas esto no me hace perder la compostura y caer en el desanimo pero, minutos más tarde aún sigo preguntándome como he podido fallar en tantas ocasiones.

A mi espalda unos chillidos ratoniles, claramente de dolor, me indican que mis compañeros se están defendiendo bien.

- ¡Ya los tenemos compañeros! - les animo

- Uno muerto o moribundo arriba, les quedan dos. Otro incapacitado aquí, - recuento mentalmente - y este otro huyendo... ¡Huyendo!

- ¿Dónde vas ratita? - le pregunto. Dudo que el ser pueda entender mis palabras, pero sin lugar a dudas comprende mi semblante y la mirada que le echo.

De un salto salvo la distancia que nos separa mientras descargo mi espada en un arco descendente. La rata lo ve venir y sin mucho esfuerzo se aparta de la trayectoria, pero al menos sigue trabada en cuerpo a cuerpo conmigo.

- ¡Por Sigmar que es rápido este bicho! - me lamento - ¡No permitas que escape, elfo!

¡Por Sigmar! -exclamo al ver huir a la rata- ¡Parece que estas bestias corren como... Ratas!. Aunque, por otra parte, eso sería lógico, ya que solo son ratas. Sucias ratas de tamaño descomunal. En realidad, no es que me asusten mucho, en las cloacas de Altdorf se pueden var ratas más grandes, feas, y malolientes. Y seguro que con más enfermedades. Aunque, dicen que los mendigos son capaces de preparar un estofado de carne misteriosa de las cloacas, cuyo ingrediente principal es la rata, que está para chuparse los dedos. No obstante, yo no soy un mendigo, así que tampoco lo he probado, solo he oido el rumor.

¡Eh, ese humo no está disipado del todo! -comento al ver que todavía hay pequeñas nubes flotantes de color amarillento. Cuando digo esto, rebusco en mis ropas en busca de mi trapo para taparme la cara. Cuando lo encuentro, no solo cojo eso, si no una daga que tenía escondida. Así pues mientras me pogo el trapo, saco mi daga, y, como si de un rayo se tratase, la lanzo al hombre rata que intenta huir.

Aunque es escurridizo, yo soy rápido, y mi daga sale volando justo a tiempo para incrustarse en la piel del hombre rata. O, al menos, es lo que me ha parecido a mí, por lo que no puedo evitar gritar- ¡Toma ezo, azkerozo piel rata! ¡Ahora aprenderáz ke zalir korriendo de un kombate ez de kobardez, y ke todoz los kobardez tienen kastigo, y mucho máz zi intentan akabar con nozotroz! ¡A partir de ahora pensaráz doz vecez el salir korriendo en mitad de un kombate!. Zi ez que erez kapaz de penzar, claro, porque yo zoy un experto lanza-dagaz, y ezo me ha parecido un buen golpe...

Rainer se abalanza sobre la rata que tiene mas cerca con su poderosa maza... pero pierde fuelle y golpea el craneo de la que yace muerta a su lado.

Aullando de rabia se coloca en posicion defensiva mientras espera el embate de su enemiga... ¡por Ulric!

Nuevamente Wolfgang, el charlatán, está demostrando que vale para algo más. Aprovechando la brevísima pausa del combate saca su daga y con un preciso lanzamiento incrusta el extremo afilado de la daga en la rótula de la rata que pretendía huir. El ser chilla de dolor y cae al suelo. Johannes se aprovecha de la situación y remata en el suelo al hombre ratonil. Su compañera mira por última vez al elfo y decide que el que huye hoy vive para huir otro día. El elfo roza la espalda del ser con su espada, haciéndole un ligero rasguño. La rata escapa por al puerta de la torre.

En la parte superior del primer piso continúa el combate, las dos ratas cubiertas del polvo amarillo siguen atacando, ignorando el cuerpo inerte de la que era su compañera. Tal vez enfurecida, o tal vez viendo que Wolfgang es el individuo más peligroso la rata que lucha con él consigue acertar con sus dos dagas, hiriendo al charlatán en pecho y cabeza, dos hilos de sangre brotan de Wolfgang, abdomen y frente sangran ena bundancia, nublando en parte su vista.

Chillidos, gritos, choques de acero con acero y lamentos. Esos son los alegres sonidos que se oyen dentro de la torre. La lluvia y los rayos ya no parecen tan peligrosos. Hilda no se ríe en absoluto de la broma, pues apenas Hugo la dice la mujer cae desplomada al suelo emitiendo unso breves quejidos de dolor. Hugo la coloca boca arriba. La campesina abre la boca para respirar, susurra algunas palabras pero no puede, su cuerpo está trsitemente inmóvil, pero sigue viva aunque pronto dejará de estarlo.

En ese momento una rata sale de la torre y sin llegar a ver a Hilda y Hugo corre hacia el bosque alejándose de la torre. A través del hueco de la torre pueden verse como entre tres y cuatro sombras están enzarzadas en un combate.

Cuando Rainer falla su ataque puedo observar, en un fugaz momento, como dos figuras, una grande y otra bastante más pequeña avanzan hacia el pie de la torre, cerca de los escombros por los que las ratas han subido. No tiene tiempo de preocuparse por ellas pues la rata nuevamente le ataca, aunque sin éxito.

-¿Pero que...? Llegó a decir el halfling cuando vió pasar al ser rata como alma que lleva el diablo.

Ese monstruo está huyendo. Sea lo que sea que hay en la torre les está dando bien a esos monstruos, la pregunta es ¿Que o quien lo está haciendo?.

Hugo albergaba la esperanza de que hallí dentro hubiera gente que les pudiera ayudar, pero no se fiaba mucho de ello. Sin embargo, en el estado en el que se encontraban las cosas, poco podía hacer. Hilda había rehusado quedarse sola mientras el iba en busca de ayuda, y la torre era lo único que podía darles cobijo bajo aquella lluvia. Miró a la mujer desplomada y comprobó su estado.

Vive, pero no seguirá así mucho tiempo más... no se qué hacer. Al pobre halfling la situación lo superaba y si por el fuera, ya habría dejado a Hilda tirada a su suerte y estaría de vuelta en la posada No puedo cargar con ella, pesa demasiado, y tampoco se si es muy seguro moverla en su estado.

Miró hacia le hueco en el que se veía a las figuras luchando y luego a Hilda una vez más. Su mirada hizo el mismo recorrido varias veces antes de que se decidiera a adelantarse al lugar de la lucha lo más sigilosamente que pudo, antes de susurrarle a Hilda Volveré en seguida. Y asegurarse de que estaba protegida de la lluvia y lo suficientemente oculta a la vista.

De todas maneras no tengo fuerza para llevarla conmigo y al menos aquí está resguardada de la lluvia pensó mientras avanzaba hacia la torre.

¡Por el martillo de Sigmar! ¡Estaos quietas de una maldita vez! -Espeto a las ratas- ¡¿No os dáis cuenta, almas de cántaro, de que si me pegáis no podré mataros?!. Eso no es nada producente para nadie, sobre todo para mí. Así, os diré lo que haremos. Vosotros no me pegáis, os estáis quietos, y mis amigos vienen y os machacan. Esperemos. Vosotros lo que tenéis que hacer es estaos quietos, no moveros, pero, sobre todo, no atacarme. Atacarme está mal.

Aunque me gustaría fiarme de vosotros, se que no me haréis el menor caso, seguramente, porque no me entendéis,así que, por si acaso, me prepararé para cualquier cosa que me hagáis...

- ¡Sigmar te maldiga, mal bicho! - grito a la rata que huye, enfadado conmigo mismo por no haber previsto que pudiera escapar.

- Tendría que haberle cortado una pata. Ahora ya no tiene remedio. - pienso. Me vuelvo para evaluar la situación. - Rainer y Wolfgang lo están pasando mal, sobre todo el charlatan. Necesitan ayuda pero no creo que podamos luchar los tres en el hueco de la escalera.

Me quedo parado unos instantes, indeciso, mientras pienso el mejor curso de actuación.

-¡Que no escape! - Grito mientras lanzo una estocada a la rata que intenta huir.

¡Por mucho que corras no te escaparás! - Pienso mientras envaino mis armas y corro en la dirección que ha tomado la rata.

Al escuchar las palabras de Wolfgang me paro en seco para observar la situación.

No puedo dejar a mis compañeros así. ¡Otra vez no! - Pasan unos minutos mientras lo único que me decido a hacer es apretar los puños.- Si la rata vuelve y trae compañía no tendremos oportunidad. Seguro que ha ido a avisar a las que esperaban en el bosque ¡Cobardes!

Cierro rápidamente la puerta de la entrada. Busco con la mirada los escombros que habíamos utilizado para bloquear la puerta y me dispongo a colocarlos de la misma forma que lo hizimos al llegar a la torre.

Mi decisión queda tomada al ver que el elfo bloquea la puerta.

- Espero que Eldarendil pueda aguantar ahí. - pienso mientras subo los peldaños de dos en dos, acercándome a Wolfgang y Rainer.

- ¡Wolfgang, te cubro! - aviso al llegar junto a mi compañero dejando el hueco suficiente para que el charlatan pueda retirarse  mientras le cubro y así tratar sus heridas.

Aullando el nombre de su Dios, Rainer alza su maza hacia el techo de la torre y la descarga sobre el vil cuerpo de la rata-hombre.

DEBE terminar pronto el combate pues sabe que sus compañeros estan malheridos... ¿o acaso su divinidad desea que termine aqui su existencia?

Mientras Eldarendil bloquea los escombros Johannes corre junto a sus compañeros, que siguen luchando contra dos de las ratas, las únicas que no han huido. Una de ellas recibe un temible mazazo del clérigo de Ulric. Sin embargo a la vez la misma rata le ataca por debajo del vientre en dirección al estómago...

Y de repente, entre los escombros aparece alguien. Está mojado, jadea de cansancio y os mira, a vosotros y a las ratas, con cara perpleja y sorpresa: es un halfling.