Partida Rol por web

Tras los sucesos particulares que los pusieron en contacto con representantes del SAD, se les facilitan pasajes de avión para que acudan a una reunión en la ciudad de Roanoke, Virginia. Con dudas, confusión, curiosidad o entusiasmo, viajan según lo acordado para dirigirse al Hotel Kingstone, uno de los hoteles de mayor reputación de la ciudad y en el que se les ha pedido alojarse. Las habitaciones ya están asignadas, y todos los gastos ya están cubiertos. Todos, aunque no lo saben, han sido alojados en el octavo piso del edificio, y se les ha pedido que esperen en el lugar hasta que se les llame. 

Tras su llegada al Hotel, todos han recibido una llamada del Agente Brett Evans, agradeciéndoles por haber acudido al lugar a tiempo y haber considerado su oferta. Todas las respuestas serían dadas a su tiempo, y podrían ponerse al corriente de lo que sucedería en los próximos días a la brevedad, cuando él llegara al establecimiento y diera comienzo a la reunión. Da la impresión de que no será una reunión personal e íntima, sino que acudirán algunas personas más. Aquello aumenta el nerviosismo y la ansiedad durante las horas que los mantienen esperando en el lugar. 

La ciudad ya se ve envuelta en la oscuridad de la noche, aunque las luces iluminan maravillosamente el paisaje, mientras a lo lejos se avistan unas enormes montañas oscuras que asoman por el horizonte.

No sabía lo que me depararía aquel viaje. Estaba en el aeropuerto, nerviosa, inquieta. Durante todo el vuelo, varias veces me mordisqueé el labio. Estaba acostumbradana situaciones de estrés, pero aquella me superaba.

Paré un taxi y rebusqué en mi bolsillo un papelito doblado con el nombre del hotel donde me reuniría con el agente Evans. Miré por la ventanilla del coche, familiarizándome con las calles y observando a la gente.

Al fin, llegué al Hotel Kingstone. Al llegar a recepción, me acerqué al mostrador.

-Buenas*, mi nombre es Alessa Harker. Me han citado hoy aquí.

La recepción del hotel es lujosa y puedo entender que la gente gaste su dinero en alojarse aquí. Aún así, un pensamiento no abandona mi mente.

¿Por qué cojones me cita aquí Evans?

Estoy sentado en uno de los sofás del vestíbulo, leyendo por encima alguna noticia del periódico local y sorprendiéndome de que aún comprasen periódicos en papel. Hago "la ronda" mientras sigo disimulando que me interesan los resultados del equipo local de la NFL. Que, dicho sea de paso, han perdido. Otra vez.

Lugar público. Céntrico. Concurrido. Seguridad privada contratada por el hotel. Varias salidas de emergencia bien señaladas. Clientela adinerada. Bien vestida. Si lo hubiera sabido quizá me habría puesto traje. Por no destacar, más que nada. Lo único que se me ocurre es que el FBI quiere evitar una escena... pero a la vez disponer de un lugar privado si fuera necesario.

Miro el reloj y resoplo. No sé cuánto tiempo llevo esperando. Empiezo a sentir los efectos del "mono" y no me gusta.

¿Dónde estará Evans?

Después de una de esas fiestas que dejan lagunas en la memoria, un día de relax vagabundeando por Central Park, una buena película de Igmar Bergman, un poco de heroína fumada en la bañera y un polvo de despedida con su camello de confianza Enma preparó el equipaje con lo justo, lo metió en el maletero de su coche e hizo el viaje por autopista.

Sin prisas. Con buena música. Disfrutando de las vistas, del tacto de la carretera, del ronroneo del motor. Con parada obligatoria en uno de esos bares de gasolinera atestados de camioneros somnolientos. En esos sitios  los pensamientos funcionan al ralentí y todo parece un poco salido de un sueño.

 La entrada a la ciudad con los rascacielos y las montañas tenía algo inquietante, aunque tal vez esta vez se equivocaba y su instinto estaba sesgado por su nuevo trabajo. Guardó ella misma el coche en el parking del hotel y subió su maleta. En cerca de ocho horas había llegado, como quien despierta de un sueño profundo.  

Ordenó sus cosas en el armario de su habitación, guardó la pistola en el bolsillo de su americana y salió en busca del bar.

Iba sentada Mei Chang en el auto con ducido por Brett, mientras que le miraba analíticamente, tratando de demostrarle el nervio y la emoción que le embargaba por lo que estaba cor suceder, quería conocer al resto del equipo, pero tampoco quería hacerse demasiadas ilusiones porque sabía que lo que iban a enfrentar muy probablemente era superior a ellos, así que simplemente se límitó a decir antes de que su antiguo jefe abriese la puerta al llegar el hotel:

" ¿El resto tiene una idea real de lo que pronto estaremos enfrentando? ¿Todos accedieron a participar de buena gana y sin presión alguna? " ¿Todos estan bien de sus facultades mentales? Jajajaa!!

Después de escuchar sus respuestas no esperó a que el agente Evans le abriese la puerta del auto pero si la de la cajuela para sacar de allí sus maletas para deslisarlas por los pisos del establecimiento

En el bar del hotel pidió "Té helado de Long Island", un cóctel que tiene una parte de ron, una parte de tequila, una parte de Cointreu triple seco, una parte de vodka, otra de ginebra, cinco partes de refresco de cola, azúcar y sobre todo eso el zumo exprimido de un limón. Le encantaba admirarse con la soltura de los camareros de este tipo de sitios. A su entender hacían como malabares y estaban dotados de una coordinación y un sentido del ritmo especial, tenían algo sexy. Tal vez era un como un trastorno que tenía ella "voyeurismo de la restauración". Seguro que se daba mucho entre las alcohólicas maduras. Enma apenas podía acertar con la cantidad de leche de su café con leche.

Y siguió ensimismada mientras llegaba un mensaje o una llamada concretando la cita o le venía el sueño.

   Hanzo no se sorprendió porque el Agente Evans dejase a la mitad su anterior conversación. Un Laboratio. Era como dejar un caramelo en la puerta de un colegio para atraer a los niños y luego quitarselo y decirles que el caramelo les esperaba en su casa, si les acompañaban. ¿Se daba cuenta el Agente Evans que habia utilizado la misma táctica que utilizan muchos pederastas? Aquello le pareció gracioso a Hanzo, que al llegar a su casa investigó sobre el hotel, buscó su ubicación y sobre los alrededores. Tenía el billete y la estancia pagada en uno de los mejores hoteles de Roanoke, Virginia. Uno no le hace ascos a un viaje totalmente pagado, cortesía de los contribuyentes.

   El viaje fue tranquilo. Hanzo se tomó uno de esos combinados que te dan en los aviones, en botellitas de plástico que parecen de juguete y que se atreven a llamar "whiskey". Luego se quedo dormido, sereno, y permaneció así durante todo el viaje. Vestía un traje, con camisa negra y sin corbata. Tiraba de una maleta pequeña, y en su brazo izquierdo colgaba un abrigo largo y fino.

   - Tengo una reserva... - Hanzo realizó los pasos tal y como le dijo Evans, sin mencionar directamente. Simplemente le entregó a la recepcionista la tarjeta donde salían los datos de la reserva. Lo primero que haría sería darse una buena ducha y bajar a la cafetería del restaurante hasta que Evans decidiera ponerse en contacto.

Esto si que no se lo esperaba, era como el cielo pero un poco mejor. "¡La puta madre!" ha Steve casi se le salta una lagrimilla al verlo, no sabía ni si quiera que eso existía. Al principio había rehusado viajar en avión, no por ningún temor atávico a los aviones ni chorradas de ese tipo, una fiera máquina hecha con metal y acero y propulsada por un enorme motor alimentado por queroseno no podía fallar… o casi no, lo que a Steve realmente le jodía era lo realmente pequeños que resultaban esos cacharros, parecían hechos para que Godzilla jugase con ellos coño. Pero no esta vez… el enorme sillón de primera clase que tenía reservado el grandullón era suficientemente amplio incluso para su enorme culo de gigantón… vale de gigantón un pelín pasado de peso, pero ahí estaba como si fuera el trono de hierro pero en versión cómoda, no le dió un abrazo al azafato porque en ese momento no pasó por ahí. Lo único que había pedido era poder cargar a la cuenta de la agencia todo lo que comiese durante el viaje, no iba a estar no se cuantas horas en el avión sin comer (las dos o tres horas enteras). 

Sentado en su confortable trono no paró de molestar cada pocos minutos a la azafata, que tenía un culo torneado y bonito, parecía que las sacaban de un molde, joder hasta el azafato tenía buen culo en ese avión, esto era de locos. - Sí, por favor muchacha, ¿me traería unas patatillas?- cinco minutos más tarde- perdón perdón, señorita, ¿una cerveza fría? Bueno, bueno, mejor una jarra, ¿no hay? Bueno bueno… tráeme tres botellines entonces- quince minutos más tarde - Perdona Margaret, si si, ¿no tendréis pollo asado no? ¿Si?- no podía creerse toda la mierda que tenían montada en primera clase, pensó en no bajarse nunca de ese avión- tráeme dos por favor- la sonrisa de Steve solo quedaba ligeramente ocultada por su barba. 

Podríamos resumirlo en que el vuelo en avión no podría haber ido mejor ni aunque se hubiese follado a todas las azafatas… "aunque hubiese sido un bonito plus para finalizar el viaje ¿no había final feliz? Vaya, la próxima pido primera clase premium, jajaja" las tonterías brotaban casi automáticas de su cabezota. 

Al dejarlo el taxi en la puerta del hotel no se quedó menos anonadado que cuando vio el enorme sillón del avión. -Su puta madre… deberían decirte estas cosas antes de venir aquí…- susurro para si mismo mientras le pasaba una pequeña propina al taxista que había sido muy simpático durante todo el trayecto. Toda la gente que pasaba se notaba que tenía un montón de pasta, y él se había llevado su camisa de cuadros de leñador y unos vaqueros azules, junto con su botas. "Sí… tal vez no había sido la mejor elección, pero que jodan a estos pijos maricas". 

Al entrar por la puerta un botones se acercó -Puedo ayudarle con su equipaje señor- Steve sonrió profundamente, solo llevaba una enorme maleta donde podrían haber cabido al menos dos cadáveres… sin trocear - Claro que sí- tendió en enorme maletón al botones que cambió profundamente la expresión de su cara - Emm… voy a buscar un carrito para eso señor. 

- Jajajaja- la carcajada del grandullón resonó por la inusualmente silenciosa entrada del hotel- No hombre no, ya lo llevo yo, solo te estaba vacilando, venga hombre no te pongas así- le dio una palmada amistosa en la espalda y se dirigió hacia la recepción del hotel. Donde por cierto se encontraba una bonita chica pidiendo su habitación Harker alcanzó a oír el mecánico desde su lado de la barra de recepción. 

- Sí, si… tengo una reserva aquí, pues… no sé Steve supongo o Evans, no lo sé la verdad mira ahí a ver que te pone, no sé… o busca por… ¿Taylor?- puso su corpachón sobre la barra de recepción que era de puro mármol, un material maravilloso y elegante, era tan resistente que apenas parecía que le acaba de echar sus más de cien kilos encima. - Si bueno, supongo que será esa ¿piso 8? Muchas gracias, ¿oye las bebidas del minibar están incluidas? Ok.

Comenzó a caminar detrás de la chica guapa que llevaba el pelo recogido en una coleta la cual se dirigía al ascensor, desde casi la mitad del camino le preguntó al de recepción casi a gritos, como si todavía estuviese en su barrio - ¿Oye, a que hora se sirven las comidas?- el hombre de recepción colorado por la exhibición que estaba dando ese bárbaro sacado de alguna película de serie B contestó con apenas un susurro - Vale, ¡muchas gracias eh!- contestó Taylor que parecía haberlo oído perfectamente.

Tras esto se deslizó rápidamente en el ascensor tras la atractiva mujer. Pulsó el ocho sin demasiadas caballerosidades y entonces se lo pensó de nuevo, sería tarde, pero bueno, más vale tarde que nunca que decía siempre su madre. - ¿A que piso vas señorita?- dijo con una gran sonrisa, se dio cuenta entonces que todavía no se había quitado las gafas de sol, procedió a quitárselas y dejaron ver unos profundos ojos verdes, aunque entre el pelo de las cejas, el de la barba y su enorme tamaño le quitaban bastante protagonismo. 

Mientras el recepcionista me daba las llave/tarjeta de la habitación, un hombre corpulento, con aspecto de leñador, se acercó al mostrador. Su "elocuencia" era digna de ver, apenas pude esconder una sonrisa ante sus socarrones comentarios.

Me giré, en dirección al ascensor y vi que Taylor, o eso había dicho, me seguía. Observadora como siempre, intenté quedarme con los detalles: el hombre que leía el periódico sentado en el vestíbulo, el caballero asiático y elegante que entraba ahora por recepción... Intentaba encontrar a algún agente de Evans, pero el grandullón llegó al ascensor a la par que ella, distrayéndome.

El ascensor se abrió después que hubiera pulsado el botón de llamada. Entré y Taylor hizo lo mismo, adelantándose a mi intención de pulsar el botón. Mi cara era de sorpresa, normalmente los hombres solían preguntar primero. Vi el pulsador del piso octavo encendido y sonreí.

-No te preocupes. Voy a la octava.

- Muy bien- dijo el grandullón- si lo he echo aposta- dijo como disculpándose. - Las mujeres de aquí de Virginia no sois muy habladoras ¿no? La verdad estoy recordando las palabras de un buen amigo, "alejate de las mujeres que hablan mucho, te romperán la cabeza… pero aléjate aún más de las que no hablan… porque esas…- dejó un momento de tensión- ¡esas están pensando!" Jajaja, sí sí, bueno, que quieres que diga no soy de esos que hablan del tiempo en el ascensor, me parece tan aburrido, es como hablar de algo que todo el mundo sabe… no sé…- los pisos se sucedían lentamente y Taylor no se iba a ir de ese ascensor con una frase tan escueta y sosa como la que había soltado la muchacha. 

- Me puedo callar si te estoy molestando eh… bueno en realidad no estoy seguro de poder, pero si me lo pides podría intentar intentarlo- una sonrisa bonachona apareció tras la espesa barba. 

Me río ante su comentario.

-No te preocupes, no soy de Virginia- extiendo mi mano, sujetando mi bolso de viaje bajo la otra axila -. Por cierto, soy Alessa- sonrío y, una vez me estrecha la mano, lo señalo con el índice mientras entrecierro los ojos, dubitativa -. Y tú eras... Steve, ¿no? Escuché tu nombre en recepción.

La chica que estaba en el ascensor no era la típica princesa pálida y gótica que tanto le gustaban al grandullón y a pesar de no llevar un apretado corpiño que le realzara el pecho Taylor notaba esa sensación animalesca que debían de sentir los animales al oler las feromonas femeninas. La chupa de cuero, los vaqueros apretados y esos ojazos azules, era como una especie de motera supermedelo. "Ummm… motera" hasta el momento el grandullón no había caído que no estaban en un bar de alguna carretera secundaria si no en un hotel de lujo. 

- ¿A no? ¿Y de donde eres?- preguntó realmente curioso. Estrecho la pequeñísima mano de Alessa, o al menos eso era lo que parecía al lado de la enorme y ancha manaza de Steve - Em… eh sí, efectivamente, Soy Steve, un placer conocerla señorita, digo Alessa- por un momento el grandullón había pensado que la chica lo había reconocido de su pasado en la lucha libre y se sonrojo ligeramente, menos mal que la barba lo ocultaba o al menos eso esperaba él. "Aún así es una suerte que no fuera fan de la lucha libre si no me hubiese visto obligado a enamorarme" - Y dime,¿siempre vas por ahí apuntando los nombres que oyes en las recepciones de los hoteles? - preguntó en tono animado el mecánico. 

Los pisos se iban sucediendo lentamente, aunque no suficientemente lento para lo que a Steve le hubiese gustado.

-De Manhattan- sonrió, me caía bien aquel tipo a pesar de su aspecto de oso. Era agradable y simpático, aún con sus burdas maneras -. No, no voy anotando nombres, es que soy muy observadora. Soy criminalista. Mi trabajo consiste en quedarme con los detalles.

- ¿De Manhatan? ¡Venga ya! ¿Estás de coña no? Yo vivo en el Bronx, no soy de allí pero bueno, es un barrio barato. Jajaja- la carcajada resonó tal vez demasiado en ese pequeño espacio. - ¿Y además poli eh? Ultimamente no paro de ver polis, ¿no me estarás siguiendo no? Jajaja, ¡es coña mujer no me mires así! ¿Y además tu trabajo no consistirá también en hablar poco no?- el grandullón no perdía su tono de mofa en ningún momento.

¡¡Cliiinn!! El sonido del ascensor al llegar al octavo piso resonó y las puertas estaban a punto de abrirse. 

"Mierda ya hemos llegado… estos cacharros nunca se estropean cuando deberían…".

Abro los ojos de par en par -¡Yo trabajo en el Bronx! Bueno, en el Departamento de Policía. Tengo un piso allí, bueno es alquilado, pero está bien una vez te acostumbras al bullicio- me río ante la casualidad y aparto un mechón de cabello de mi rostro -. Un taller, ¿eh? Yo tengo una moto, u a Harley Pit Boy, negra... es mi "niña".

El ascensor se abre y salgo, miro el número de mi habitación en la llave/tarjeta.

-Perdona si me meto donde no me llaman, pero ya bastante resalto yo en este hotel, cuánto más tú- sonrío para que no se sienta ofendido -.Me inspira curiosidad, la verdad.

La sonrisa de Evans obtuvo un aire nervioso ante el comentario de Mei sobre los nuevos, pero Evans era un hueso duro de roer, y jamás dejaba que su sonrisa gentil desapareciera. Alzó un poco las cejas, admitiendo que había sido descubierto y que no se resistiría contra ella, entregándose a la verdad.

- Bueno, sobre sus facultades mentales, pueden ser llamativos, pero como te dije: todos tienen un buen corazón, y sólo necesitan algo de guía- estacionó enfrente de la entrada del hotel con suavidad, y le dedicó una mirada a Mei- No voy a engañarte. Quiero que seas mi apoyo en ésto. He trabajado con algo de prisa, y algunos aún no entienden lo que hay allá afuera. Tengo a un hombre que se enfrentó a una de éstas criaturas y salió ileso, sin tener preparación ni nada. Un milagro. Dos más saben lo que está pasando, pero aún lo están procesando. Los demás han tenido algún contacto o accidente sobrenatural, pero no son conscientes de ello, aún no. Pero quieren saber la verdad, y es lo que haremos aquí. La mitad no me creerá cuando comience a hablar de colmillos y estacas, pero para eso está la otra mitad, como testigos, como iluminadores para que todos terminen de abrir los ojos y puedan decidir si se quedarán dentro del barco o volverán a casa para olvidar todo ésto. Necesito tu confianza aquí. Algunos han sufrido mucho, pero quieren hacer lo correcto...-el Agente Evans se pasó la mano por el pelo, algo nervioso. Era una situación sumamente importante para el futuro, y todo debía salir bien. Suspiro profundamente antes de continuar- Sé que podemos hacer grandes cosas. Ve allí y únete a ellos. Si trabajamos juntos, ellos serán buenos agentes, y tus compañeros de ahora en más. Las próximas horas son de vital importancia. Yo me reuniré a la noche con todos luego de ver arreglar los últimos papeleos de ésta reunión.

Tras abrir el maletero, dejó el lugar en aquel auto negro para ir a terminar los asuntos con sus superiores, dejando a Mei sola, a pocos metros del lugar donde estaban los nuevos reclutas.

- ¡Venga ya! Tú me estás vacilando jajajaja ¿seguro que no me has estado siguiendo desde mi casa no?- la carcajada resuena tal vez demasiado fuerte en el pequeño habitáculo del ascensor. -A mí no me molesta demasiado el bullicio en la tranquilidad de mi desguazadero jajaja. ¡Venga ya! ¿Una pit boy tú? Nena si pretendes enamorarme vas por buen camino así que para ya de decirme cosas bonitas ¡jajajaja!- el tono políticamente correcto del grandullón ya es casi de camaradería - Es imposible, hubiese jurado oír un buen rugir de una harley al pasar al hotel, pero pensé, noo Steve se te está llendo la olla aquí solo hay putos mercedes y ferraris de pijos. 

Salgo detrás de la cada vez más sorprendente y atractiva chica del ascensor "esta tía no para de ganar puntos joder… aiiii Steve te estás haciendo un viejo verde…" su mente intentaba disuadirlo, pero la presencia de Harker era completamente abrumadora. La última frase de la chica me deja desconcertado ya que parece que va a preguntar algo pero en realidad no dice nada en esa frase "se te está llendo la puta cabeza Steve, ¡cuenta ovejas o algo". -¿Perdona? Creo que he perdido algo que has dicho- respondo con un tono algo confuso, que probablemente me haga parecer idiota. -¿Que te inspira curiosidad?

Imito el gesto de la chica y miro mi tarjeta de la habitación.