- ¡Se ha liberado!- Exclamó Ogna sin dejar de recitar su poesía al ver reaparecer a Ethegax allí donde Morwing le había hecho desaparecer.

Qué mal.- Pero tenía su arco mágico. Vishna seguía tirada en el suelo, relegada a ser un desperdicio. Fue mirar al suelo y, cuando volvió a levantar cabeza, Allen ya estaba dándole lo suyo a lomos de su pegaso. Ogna no necesitaba una bestia fantástica para armarla. Puso una flecha y, con la sola bendición de Mieleri, disparó al demonio para salvar al enano. El primer disparo fue de tanteo.

Mas a la derecha.- El segundo se desvió tanto que caso pareció desviado por alguna fuerza mágica.

- ¡Esa puta le ha protegido con un desvía flechas!- Tenía que ser eso.

El enano haciendo un movimiento con el escudo transformó su escudo en un enorme pavés, más cómodo clavó el hacha a los sangrientos matarifes deshaciéndose de ellos limpiamente. Casi sin esfuerzo se encontraban en el suelo cuando el enano clavó su mirada en el babau -Tendrás que disculparrrrme la distrrracción.- decía a Ethegax con unos exquisitos modales, más propio de burla -Mirrra como lo tengo todo... - comentaba sarcástico al demonio -perrro trrrranquilo, tengo a tu amigo ahí acomodado.- dijo salpicando con la sangre de los matarifes recién muertos al otro babau. -Ahorrra te acomodarrré a ti. JA!- terminó diciendo mientras agarraba con fuerza su escudo.

TURNO 7

La oportunidad de tener concentrado en Ethegax al mismo Allen Shesar que se había presentado frente a ella días atrás en Crímmor alegró enormemente a Sylphamen. Volvió la vista atrás para ver en qué estado estaba el portal. Quedaba poco para que Lorevor asomase  su gigantesco cuerpo a través de él. Odiaba tener que desperdiciar conjuros con aquel grupo de aventureros, pues iba a necesitarlos en caso de que todo saliese como ella esperaba. Sin embargo, viendo los acontecimientos que se daban poco más adelante, una sensación de incomodidad se instaló en su interior.  Nymigen, destrózalos… - Tras la orden mental, el constructo, que había permanecido en todo momento inmóvil, salió a la carrera en dirección a Allen y a su montura.

Aunque Nymigen era poco más grande que un ogro, el hacha que portaba era de unas dimensiones tan desproporcionadas que hubiese sido imposible manejarla correctamente a cualquier ser no dotado con la fuerza de éste. Su velocidad, que no era nada despreciable teniendo en cuenta su enorme peso y sus dimensiones, le permitieron colocarse bajo la montura de Allen en un abrir y cerrar de ojos. Por supuesto, el golem era incapaz de alcanzar a jinete y montura dado lo alto que volaban pero su creadora estaba a punto de intervenir para poner fin a aquella ventaja del paladín. Desenfundó una varita de su costado y, apuntándola a la cabeza de Allen, recitó la palabra de mando entre dientes. Una bola de color dorado avanzó rauda hasta alcanzar a Allen para después explotar con una enorme deflagración que engulló al paladín y a su montura.

La explosión iluminó por completo la sala y provocó que una ola de aire abrasador entrase veloz desde el pasillo. No obstante, el calor, lejos de alejarse, volvió de nuevo hacia atrás atraído por la fuerza de succión del portal que se hacía más intensa por momentos. Ethegax, que hacía caso omiso a todo cuanto ocurría a su alrededor, como era el caso de las flechas de Ogna, tenía su vista fijada en el enano. Azuzado por la quemadura de Jeldrich y por el corte de Allen, el babau no dudó ni un instante en abalanzarse con uñas y dientes sobre Kormack. Gracias a su tamaño y a su enorme fuerza, las garras y su boca encontraban los huecos en las defensas del enano que los matarifes no habían podido aprovechar. Las sangre comenzó a manar a raudales de los brazos Kormack que, aun así, seguía manteniendo elevado el enorme escudo frente a su rostro.

La bola de fuego acertó de pleno sobre Allen y su montura. Las pequeñas llamas que aún se mantenían en el cuerpo de su montura unidas a la dificultosa respiración de la bestia mágica hizo qu el paladín decisiese volver sobre sus pasos para intentar curar a su preciada montura.

No hizo falta que se lo repitiera dos veces. Con un par de potentes aleteos que terminaron de apagar los pocos focos que aún permanecían ardiendo en diferentes partes del cuerpo del animal, consiguió volver sobre sus pasos para llegar de nuevo junto a sus compañeros. Ethegax combatía contra el enano mientras recibía la ayuda de las flechas de Losse y Allen pensó que la inminente llegada del constructo podría ser un problema.

-¡Se acerca una mole de metal, acabad con Ethegax o prepararos para recibirla!-, informó a sus compañeros mientras buscaba en su cinturón la poción de salud con la que devolver algo de vitalidad a su compañero alado.

Losse tenía un nuevo acompañante con la llegada del matarife que se disponía a atacarle. No obstante, agraciado con el poder de su diosa, el elfo era ahora más ágil y salvó la distancia cuerpo a cuerpo entre ellos con un par de volteretas hacia atrás. - ¡Encárgate tú del rojo, Ogna! - El ataque del explorador, sin embargo, tenía otro objetivo. Debía apoyar a Kormack, quien había recibido los duros ataques del babau. Cargó dos de sus flechas y esta vez sí logró impactarle, aunque el corrosivo limo que presentaba en su piel corroyó una de las dos flechas casi al instante mientras que la otra sí lograba penetrar ligeramente. - ¿Pero de qué cojones está hecho ese bicho? Prepara tus defensas, Kormack. Me temo que va a seguir en pie mucho más tiempo. -

Las circunstancias del combate habían provocado que Kormack tuviese que lidiar en solitario. Ni las potentes acometidas de Allen, ni los conjuros de Jeldrich hicieron temblar el pulso a un Ethegax que parecía pagar su terrible enfado por el anterior conjuro de Morwing con el solitario enano.
Sin embargo aquello no duraría demasiado ya que Jeldrich, al igual que anteriormente lo hico con Davros, avanzó hasta su posición para aliviar su malherido cuerpo con un toque curativo. - ¡Estoy contigo, Kormack!, gritó el clérigo tras su acción para mostrarle así todo su apoyo. 

Con KK a solas contra Ethegax, el otro brazo del grupo se volvió en su ayuda, primero Jeldrich y tras él, Davros.

La gran explosión en el pasillo parecía ser una muestra del poder de Sylphamen, el guerrero se alegró de ver salir del fuego al paladín y su montura que, aunque chamuscados, lo hacían por sus propios medios. Las malas noticias, era perseguido por algún tipo de engendro mecánico, estarían luchando contra dos peligrosos enemigos a la vez en un suspiro.

 - ¡¿Pero que cojones es eso?! - 

Con un sutil movimiento se deslizó junto a la columna mientras la rodeaba, siguiendo los pasos del clérigo, no había opción, debían aprovechar que estaban en superioridad.

Los pasos y las voces se acercaban más y más

- ¡Morwing! ¡MORWING! ¡Maldita sea! SI NO BLOQUEAMOS LA ENTRADA NOS RODEARAN ¿Dónde se habrá metido? ¡HAY QUE ACABAR CON ÉSTO CUANTO ANTES Y AVANZAR! - Gritaba mientras se posicionaba junto a Kormack.

Y, por fin allí estaba, cara a cara con Ethegax, ese cabrón les obligó a huir y, lo peor de todo, no se molestó ni en intentar matarlos. El pensar que no merecían la pena sería el error que acabaría con él, mucho tiempo había pasado desde su primer encontronazo, y el grupo ya no era de simples aventureros... Se habían convertido en héroes.

El mangual subió al cielo para bajar con fuerza hacia su objetivo. Aquel enorme babau era ágil como un felino, un paso lateral le bastó para evitarlo.

- Grrrrr -

La aparición de Davros para reforzar la posición de Kormack llegó el el mejor momento. El enano, reestablecido de sus heridas gracias a los conjuros de Jeldrich volvía a estar listo para aguantar las arremetidas del gran babau. Mientras tanto, ajena a la vista de amigos y enemigos, una sombra espectral se movía a través de las paredes del antiguo templo en dirección al portal de invocación. Desde allí, los escuchase o no, los gritos del bárbaro invocando su nombre no encontrarían respuesta. Morwing, al igual que Sylphamen, Klessenis y sus antiguos compañeros tenía un plan y estaba dispuesto a llevarlo a cabo costara lo que costase.

De nuevo en el vestíbulo de la sala de invocación, el combate, aunque con menor intensidad por parte de los matarife, aún seguía activo. Estos parecían no querer rendirse a pesar de que su número se había visto drásticamente disminuido tras las sucesivas oleadas que se habían estrellado contra Davros y Kormack. Así, cuando el bárbaro se posicionó en el lateral de Kormack el matarife que originalmente había decidido cazar a Losse prefirió cambiar de objetivo; la sangre que cubría a su futura presa era de lo más atrayente, sin duda un reclamo muy peligroso. Davros no estaba ni indefenso ni distraído, pues al menor acercamiento de las garras del matarife éste las esquivó echándose a un lado con suficiente antelación como para que ninguna lo rozase.

Por otro lado, Jeldrich, que acababa de entonar el hechizo curativo sobre Kormack, vio como los matarifes se abalanzaban sobre él desde extremos opuestos de la columna. Inmóvil y confiado en las defensas provistas por Lazhánder, el clérigo se dispuso a resistir los ataques de los demonios. Las guardias divinas aguantaron y una tras otra las garras que tenían como objetivo el cuerpo de Jeldrich acabaron estrellándose contra una superficie invisible que lo rodeaba. Gritos de furia surgían de fondo de su gargantas debido a la frustración por combatir contra un enemigo tan difícil de abatir.

El enano sintió las garras del babau  apretar su armadura con tal fuerza que comenzaba a doblegar el hierro que cubría sus brazos. Las marcas de las garras dejaban rastros de sangre en los huecos de las armaduras. El intrépido enano consiguió apartarlo e interponer su escudo por unos segundos, lo suficiente para coger aire. Aún tenía fuerza en sus brazos, más fuerza que cualquier enano pudiese tener. Un susurro a su espalda le hizo encontrarse arropado por Jeldrich y su dios. En un segundo retiró su escudo para clavar su hacha en el hombro de Ethegax. -Puedes hacerrrlo mejorrrr... Estoy seguro.- dijo con una sarcástica sonrisa, de reojo vio a Davros ocupado, ¿por cuanto tiempo? Tiempo suficiente para ser él quien fuese el héroe. -Te llevarrrré a casa.- susurró antes de interponer nuevamente el escudo.

Ogna empezaba a notar los efectos del cansancio. Aún así, de su boca, no paraban de salir inspiradoras palabras para con sus compañeros.  Disparó una flecha que se clavó profundamente en el pecho del matarife que acosaba a Davros. Sin embargo, el segundo disparo no impactó en su enemigo, dejándolo aún vivo. Lo sentía por él. Si no moría con sus flechas lo haría en manos del mangual de Davros quien lo dejaría como una pulpa sanguinolenta.

El enano que había hecho sangrar al babau vio como la sangre se mezclaba con aquella película brillante que rodeaba la piel del Ethegax haciendo surgir burbujas ácidas que intentaban corroer el duro metal del que estaba hecho el hacha enana. Un arma forjada por los fuertes brazos del enano ártico. Una fuerte sacudida hizo que todo aquel limo cayese en la cara del otro babau -JUA JA JA JA.-  rió divertido el enano. -PRRRPARRRATE, BAILARRRÉ ENCIMA DE TU CABEZA.- amenazaba el enano.

TURNO 8

Si el rostro de Ethegax hubiese podido cambiar de color a buen seguro lo habría hecho después del comentario de Kormack. ¡NO HA NACIDO EL ENANO QUE PUEDA DERROTARME, ESCORIA! - Respondió el demonio a la vez que sus manos iban y venían describiendo trazos mortales en el aire. De esos mortíferos ataques sólo uno logró sobrepasar las defensas mágicas de Kormack que, agotado su poder, permitieron que las garras del demonio atravesasen las hombreras. El contacto con la sangre caliente de su víctima hizo que Ethegax se relamiese de gusto. ¿Sientes eso? - Susurró a la vez que acercaba su grotesco rostro hasta rozar casi el escudo pavés.

De pronto una serie de golpes sacudió el suelo. A través del humo de la explosión ígnea un constructo metálico de facciones inmutables hizo su aparición a una velocidad tan impropia para él que en un pestañeo se encontró junto al grupo de guerreros.

Vamos...acabad con él malditos… - Sylphamen viendo todo desde la distancia, hubo de echar mano de un hechizo que tenía reservado para el lanzador de conjuros. Lamentablemente, ante la ausencia de éste hubo de dirigirlo contra los tres combatientes que retenían a Ethegax. Reprimió el deseo de ejecutar algo más poderoso pero se contuvo. Dañar a Ethegax haría que los demonios que la rodeaban se abalanzasen sobre ella sin dudarlo echando por tierra parte de su plan. Así, tomando tres pequeñas esferas de cristal, la maga conjuró sobre ellas el poder del frío glacial. Inmediatamente después de finalizar la última sílaba del conjuro, éstas volaron en dirección a Kormack, Davros y Jeldrich impactando sobre ellos con gran fuerza, pero insuficiente para derrotarlos.

Cuando parecía que el grupo se había replegado y conseguiría poner fin a la existencia del babau, una criatura igual o más amenazante hizo presencia desde la sala de invocación igualando nuevamente la batalla.

Y aquella no fue la única mala noticia para los aventureros pues, seguida a la aparición del golem, una tormenta de hielo, desencadenada seguramente por una maga que todavía se mantenía oculta, golpeó duramente los cuerpos de varios de los integrantes del grupo hasta el punto de casi hacerlos caer al suelo.

Aquel combate comenzaba a tomar un rumbo peligroso y Jeldrich, consciente de ello, veía que el momento era obligado para pedir a su dios un poder digno de las circunstancias.

De ese modo, dio un pequeño paso hacia atrás y cerró los ojos. Ni siquiera le importaba bajar las defensas ante los matarifes que tenía a su alrededor, su objetivo iba mucho más lejos… Jeldrich imaginó al sol, símbolo de poder de Lazhánder, y cómo una luna llena terminaba eclipsándolo generando una mezcla de luz y energía que al instante empezó a materializarse en la palma de su mano en forma de proyectil. – ¡Criaturas del abismo!, ¡¡¡AHORA SUFRIREIS EL PODER DE MI DIOS!!!... ¡¡¡MORID!!!

Avanzando a través de la oscuridad de la fría roca, y ajeno completamente al durísimo combate que sus compañeros tenían entre manos, Morwing terminó llegando a la altura de la plataforma donde estaba llevándose a cabo la invocación. Recordó la acción que anteriormente hizo el sirviente de Lazhánder, lo cual le hacía pensar que Sylphamen había sido cuidadosa a la hora de proteger aquel lugar para evitar interrupciones, - ¿Por qué otro motivo no llegaría si no a impactar su conjuro de luz?, se decía fortaleciendo su teoría…

De este modo, el hechicero extendió los brazos y con las palabras adecuadas comenzó ahora a ascender a través del muro para llegar a colocarse en el interior del techo del antiguo templo. –Ya tan sólo queda encontrar el lugar adecuado…, pensaba mientras ajeno a todos se iba colocando justo encima de la plataforma de invocación, salvando las protecciones de Sylphamen y ocupando un lugar privilegiado para ejecutar su maniobra.

Descendiendo poco a poco, Morwing ahora sí comenzó a percibir la intensa luz rojiza que incluso se atrevía a penetrar en la gruesa roca del techo. Al salir de ella, los ojos del hechicero se abrieron como platos al contemplar el avanzado estado de la invocación – Maldita sea, tengo muy poco tiempo…

Pudo ver como ocho demonios, de una raza que en primera instancia no llegó a identificar, coreaban al unísono los canticos demoniacos. Sus voces guturales y penetrantes golpeaban la mente del hechicero hasta el punto de no permitirle pensar con claridad. Presidiendo todo aquello una criatura humanoide, a pesar de los múltiples tentáculos que poseía, parecía ser la pieza angular del ritual. Morwing tenía un amplio conocimiento sobre la apertura de portales, sabía que una criatura tan malvada como Lorevor no podría traspasar los planos si no era a través de un poderoso foco y el sacrificio de almas inocentes. Todas esas almas se encontraban enjauladas justo encima de la criatura con tentáculos, y era precisamente con ellos, con los que parecía transferir el poder suficiente para la apertura del portal.

Un momento de titubeo comenzó a gobernar al hechicero y hacerle temblar. Sabía que hace tiempo, hace mucho tiempo, él mismo habría sido de los primeros en poner su granito de arena para la llegada del hijo de Belial. El círculo del silencio le había lavado el cerebro hasta el punto de vivir una mentira. Por suerte su maestro le hizo abrir los ojos a tiempo, pasando de dar su apoyo a la secta a luchar con todas sus fuerzas por impedir sus objetivos, pues la llegada de un ser así a nuestro mundo desataría irremediablemente el fin de todas las razas. – No… ¡NO LO PERMITIRÉ!... ¡Haré lo que sea necesario!

Morwing comenzó a extender sus brazos, sus ojos se iluminaron como nunca anteriormente de rojo fuego. Sus manos comenzaron a arder, varios anillos de luz rojiza comenzaron a rodearle y un aura, que incluso luchaba con la iluminación de la sala, empezó a tomar protagonismo. – ¡ESCORIA! Esto acaba aquí… Y TÚ LOREVOR, SI PUEDES OIRME, TEN POR SEGURO QUE JAMÁS ALCANZARÁS EL TRONO… ¡¡¡¡JAMÁS PISARÁS NUESTRO MUNDOOOOO!!!... ¡¡BÄK MOR ARDENS TÚLTUK!!, exclamó desatando una monstruosa bola de fuego como nunca anteriormente había llegado a lanzar…

Las intensas llamas de la bola de fuego primero golpearon a los humanos encerrados en la jaula, insectos insignificantes para los intereses del hechicero. Del casi medio centenar de ellos muchos acabaron calcinados mientras que otros cayeron arropados en llamas, al igual que la jaula que los retenía sobre el demonio de tentáculos que también era víctima del intenso fuego.

El silencio de la invocación se detuvo al instante para dar comienzo a gritos de pánico por el caos desatado por Morwing… ni siquiera Sylphamen quedó ajena a ello, y sus gritos de furia mostraron que el hechicero había golpeado donde más daño le podía hacer… 

Aprovechando el momento en el que Jeldrich usó su magia, Davros golpeó la rodilla derecha de Ethegax con intención de repetir la acción que su demonio interior realizó en el piso de arriba aunque decidió acabar con el matarife junto a él antes de buscar la cabeza de Ethegax y acabar con él.

Una vez más, su agilidad y reflejos le salvaron de una muerte segura, se echó hacia atrás lo justo para que la cabeza del mangual acariciase su rostro.

Dejó el paso libre al enano, por lo que pudiera pasar, ya que estaba entre el enorme golem y el peligroso demonio.