Mientras apremiaba a su montura a ingerir el brebaje curativo, el sonido de una gran explosión procedente de la sala en la que se realizaba la invocación estremeció al paladín. -¿Han conseguido invocarlo?-, se preguntó. La idea de tener que enfrentarse a tamaño enemigo hacía que la sangre circulase por su cuerpo más y más rápido. La excitación del momento se tornó en serenidad con dificultad al ver que aún existían dos amenazas importantes; el constructo y Ethegax. Éste último parecía encontrarse en un estado deplorable, parecía que el conjuro de Jeldrich había afectado en demasía a su fortaleza. Aunque el constructo parecía una adversario temible, Allen no creía que pudiese abatirlo de un solo golpe por lo que la idea de tener que enfrentarse a lo que fuera que estuviesen invocando y a aquellos dos seres se antojaba peligroso, por lo que optó por eliminar a quien parecía más afectado por el combate.

El servidor de Tyr observó que Ethegax descuidaba su espalda mientras luchaba contra Davros por lo que eligió aquel lugar para efectuar su ataque. Raudo volaron jinete y montura desde las alturas de la sala para, al pasar lo suficientemente cerca del demonio, lanzar un certero ataque que abrió en canal la parte trasera de Ethegax. El golpe dejó sin vida al demonio de forma instantánea cayendo al suelo a los pies del bárbaro y el enano.

La trayectoria hizo que quedase cerca del suelo y con la posibilidad de ver el interior de la sala. Aquella explosión no tenía nada que ver con la aparición del heredero, más bien parecía que alguien había descargado sobre aquella zona el mismo conjuro que un momento atrás habían recibido ellos, -¿pero quien?-, se preguntó el paladín sin saber que Morwing se encontraba detrás de todo aquel alboroto.

Parece que ninguno de sus compañeros podía verla, pero Sylphamen había hecho acto de presencia al principio del pasillo en el que Allen había recibido la potente bola de fuego unos instantes atrás. - Allí está Sylphamen. Estad atentos, seguro que recibiremos alguno de sus regalitos. - Advirtió el iniciado en la Orden del Arco que se encontraba bajo los efectos de una poción de Visión verdadera.

Al fondo, otro fuerte resplandor invadió gran parte de la sala. Solo podía ser cosa de Morwing, quien hacía tiempo que deambulaba por los alrededores para intentar detener la invocación. Allen, por su parte, acababa de asestar un golpe letal al babau que eliminaba la amenaza de raíz. - ¡Seguid aguantando así! Seguro que ha pasado lo peor -

El momento de que Losse comenzara a atacar había llegado. Lamentablemente para él, esa hechicera tenía recursos y su defensiva, sumado a la gran distancia que los separaba, se hallaba reforzada gracias a los profundos conocimientos arcanos de esta. Erró dos de sus lanzamientos pero, como leve consuelo, uno de sus proyectiles logró alcanzarla en la pierna para derramar sus primeras gotas de sangre en la batalla. Pese a que el cristal de matainfernales que portaba en el arco no le hacía efecto, sí que recibía el latigazo eléctrico de Spujnur, un tanto inútil ante los demonios contra los que combatían. La mala noticia era que ese flechazo no haría más que aumentar la ira de aquella alimaña.

Los crueles ojos del babau se elevaron hacia las profundas sombras tras las que se escondía la antigua cúpula; su cuerpo, rígido; el rostro, una grotesca mueca contraída en un rictus de horror; sus otrora poderosas mandíbulas, desencajadas por el dolor, la sorpresa y la incredulidad. Ethegax, el autodenominado Buscador de los Crothuales, caía de rodillas entre estertores y completamente derrotado frente a los victoriosos aventureros. Pero las celebraciones distaban mucho de asomar sobre el horizonte. Un horizonte oculto tras las llamas y el humo que crecían sobre un mar de sangre.

Con sólo dos matarifes en pie para hacer frente al grueso de combatientes del grupo de compañeros, la posibilidades de que estos pudiesen ponerlos en aprietos eran remotas. Así quedó demostrado. Kormack volvía a rechazar las garras del demonio que lo asediaba desde la espalda y Jeldrich hacía lo propio con aquél que tenía más cerca, el cual ya había dejado en el clérigo una gran herida en un brazo. No obstante, la presencia de la gran mole de acero equilibraba la balanza de fuerzas tras la muerte de Ethegax. Sin embargo, todo aquello quedaría eclipsado por un acto que, si bien algunos considerarían sumamente cruel, cambiaría por completo la percepción y el desarrollo de la lucha que hasta entonces había tenido lugar.

Humo y llamas. Céfiro constante que tornaría en el más amargo y letal de los vientos huracanados. Trozos de metal, madera y extremidades humanas y demoníacas volaron sobre las cabezas de los invocadores congregados en torno al portal. Calló la invocación y sólo quedaron los gritos de heridos y moribundos desperdigados en torno al horrible ser de múltiples tentáculos. Éste, encogido por el mordisco de la potente bola de fuego, yacía postrado sobre sus abrasados brazos. Lejos, el murmullo del combate y el canto inspirador de Ogna sustituyeron a las funestas letanías que hasta ese momento habían tratado de traer a Lorevor.

Sylphamen, sobresaltada por la explosión, se giró sobre sus pies temerosa de aquel inesperado acontecimiento. No...no…- Inmóvil, observaba sobrecogida como los Vuzmesu caían de espaldas y los crothuales que habían sostenido durante toda la invocación saltaban de sus manos arrancados por una poderosa fuerza y eran engullidos por el portal. No… No….¡NO!¡NO!¡NO! ¡PADREEE! - El chillido fue desgarrador. ¿¡QUE HAS HECHO!? ¿¡QUE HAS HECHOO!?

El portal se iluminó de tal forma que demonios, aventureros e incluso Selpen y los suyos, paralizados en la planta superior, hubieron de cerrar los ojos debido al intenso brillo. Una grieta, ínfima e imperceptible al principio, apareció en la base del arco de piedra que conformaba el portal. A ésta le siguió otra más, y luego otra, y para cuando Ulmakenicer volvió en sí, las ramificaciones sobre la roca eran tantas que el pórtico mágico comenzó temblar y a protestar en forma de crujidos de manera ostensible. Entonces, aquella suave brisa que había lamido los venerables suelos del Templo del Círculo del Silencio se detuvo durante un segundo, sólo para comenzar de nuevo en forma de poderosa corriente de aire que comenzó a absorber todo cuanto había a su alrededor y a ser enviado al interior del portal.

Alrededor de los compañeros los cuerpos de Klessenis, Ethegax y de los matarifes destrozados comenzaron a desintegrarse para acabar desapareciendo sin dejar el menor rastro tras de sí. El cierre del círculo de sufrimientos estaba a punto de cerrarse.

El campo de batalla se había convertido en un infierno en llamas en parte por culpa de Sylphamen y en parte por culpa de Morwing. Se le hacía extraño combatir con aliados y enemigos invisibles contra los que no podía hacer absolutamente nada. Vio cómo su amado, al contrario que ella, apuntaba y disparaba a la zorra de la maga, la culpable de todo aquello y la que dirigía a aquel enorme golem que iba a enzarzarse en un cruento combate con sus compañeros.

- ¡Hay que acabar con ella!- Le gritó a Losse para que lo intentara con más ahínco.- ¡Dime donde está!- La primera vez que había luchado contra la maga su magia, mucho más débil, no había servido de nada. Aún así quería intentar hacerla visible para los demás y, si Losse era capaz de vera, puede que lo consiguiese.

Pero hubo algo que llamó la atención de la joven porta-antorchas, quien seguía manteniendo su canto. La brisa que antes había sentido al bajar por las escaleras cambiaba de sentido, haciendo que su pelo se le pegara a la cara. Con un gesto rápido de la mano lo apartó preocupada.

Qué has hecho Morwing...- ¿Qué estaba ocurriendo? Ella aguantó el tipo pero inmediatamente pensó en la pobre Vishna quien, tirada en el suelo cual vulgar objeto, podría ser arrastrada hacia el portal. La mujer se movió rápido hacia la espada y la detuvo pisando su filo con el pie.

No vas a ninguna parte.- Una vez Vishna apresada hizo sonar el cuerno que llevaba colgando al cuello, al que había bautizado como el cuerno de la resistencia.

¡AAAAAAAAAAUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUMMMMMMMMMMMMMMMMMMMM!

El enano sonrió al ver como Ethegax caía. -Te pisarrrré tu cabeza, maldito.- dijo sonriendo al baubau caído. Por desgracia el combate no había terminado. No lejos de allí una explosión desataba una corriente de aire. Las maldiciones de Sylphamen presagiaban el fin del combate. -ESTO SE PONE FEO. DERRRIBEMOS A LA MOLE Y VÁMONOS.- empujaba a sus compañeros.

El fino polvo que se desprendía de los altos techos y paredes comenzó a arremolinarse en la gran sala a medida que volaba en dirección al agujero planar. Los Vuzmesus, demonios creados únicamente para la tarea de traer a Lorevor a los Reinos, trataron de sujetarse al suelo sobre el que estaban tumbados. Uno de ellos, incapaz de encontrar grieta alguna en la que introducir sus garras, fue engullido en un pestañeo. Después de él llegaron los heridos y los cadáveres humeantes de los muchos lugareños que habían muerto en la jaula como consecuencia de la bola de fuego. Pero no fueron los últimos, Ulmakenicer, en cuyo cuerpo residía parte de la energía necesaria para abrir el portal, fue alzado sin dificultad por los vientos mágicos y despareció al igual que el resto dejando tras de sí un agudo grito que se perdió entre el estruendo reinante.

Las barbas de Kormack bailaban de forma endiablada debido al molesto viento. Aunque para el enano ártico el viento mágico aún no suponía mayor problema, el hecho de que las pasarelas hubiesen sido destruidas por la explosión que los mandó al suelo sí que lo era. Por su experiencia sabía que los cuatro postes que seguían en pie no aguantarían mucho si las corrientes de aire seguían azotando la sala con esa fuerza. Además, viendo lo bien protegida que estaba la mole de hierro, ésta no tenía pinta de que fuese a caer derrotada rápidamente. Kormack, pese a su falta de raciocinio en anteriores ocasiones, tenía bien claro que había que salir de allí antes de que aquel templo se viniese abajo con ellos dentro.

¡¡APARRRTAA!! - Gritó dando un paso hacia atrás para tener a mano a los dos demonios de piel roja que tenía alrededor. Con un golpe de revés un matarife cayó partido por la mitad y, siguiendo la trayectoria, el que había herido a Jeldrich caía con el cuello abierto de lado a lado. ¡¡¡NOS VIAMOOOS DE AQUÍ!!! 

TURNO 9

Su corazón latía sin control obligando a la sangre a correr en su interior como un torrente devastador. La última oportunidad de traer a su padre se había esfumado delante de sus ojos. Ahora sólo amargas lágrimas los poblaban. Se sentía furiosa y estúpida. Tenía que haber acabado con aquellos aventureros tan pronto tuvo oportunidad y no haber dejado en manos de Tymora aquellos últimos y cruciales momentos. Sentimientos encontrados pasaban a gran velocidad por su mente, inmovilizándola. Pero no fue por mucho tiempo, un pinchazo en la pierna la haría reaccionar. Cuando la maga bajó la vista se encontró con una gran mancha carmesí creciendo alrededor del astil de una flecha férreamente clavada en el muslo. Apretó los dientes más por rabia que por dolor. ¡NO DEJES QUE SE VAYAN NYMIGEN! Que mueran enterrados… que paguen lo que han hecho.- Un último vistazo hacia atrás le valió para descubrir a la vaga figura que había echado por tierra los esfuerzos de los últimos tres años. Esto no acabará aquí...te encontraré y te daré un final peor que la muerte…- Volvió su rostro surcado por las lágrimas hacia el vestíbulo, - A todos...lo juro, nunca más descansaré hasta acabar con todos y cada uno de vosotros. Aquel día, Sylphamen, la única superviviente por línea de sangre de los antiguos monarcas que gobernaron Amn durante siglos, se marcó como único objetivo en su vida el planear el más horroroso de los sufrimientos para todos aquellos que habían impedido que Lorevor entrase en los Reinos y cumpliese su palabra. Con un último suspiro Sylphamen se despedía del templo del Círculo del Silencio mientras éste convulsionaba en los últimos instantes antes de desaparecer enterrado por su propio peso. Con esfuerzo Sylphamen se colocó de espaldas a la columna más cercana y echó mano del pergamino que la sacaría de allí. Sin ningún impedimento a pesar del fuerte viento, el poder de la magia recorrió las runas inscritas en el pergamino a medida que éstas eran leídas. Cuando la última de ellas desapareció del amarillento legajo, Sylphamen desaparecía dejando únicamente tras de sí su profundo odio y una promesa de venganza.

Ajenos a las maldiciones de Sylphamen, el grupo se veía ahora cara a cara contra la última de las creaciones de ésta. El constructo, imparable en su avance, descargaba en forma de puños todo el odio que la maga había vertido sobre él durante su creación. Una nube de gas venenoso se expandió desde su cuerpo envolviendo a Davros, Kormack y Jeldrich. Pero aquello no fue todo. Atravesando la bruma verdosa dos grandes puños metálicos se apareciendo de improviso para estrellarse en sincronizada sucesión sobre el cuerpo del enano ártico. De no haber sido por la constitución del tozudo Kormack éste sin duda habría  muerto destrozado. Pero no lo hizo, no después de haber sobrevivido a Triomertán, un enemigo mucho más grande y poderoso que Nygimen.

La acción de Jeldrich, seguida a la de Davros y Allen consiguieron poner punto y final a la existencia de Ethegax, un demonio con el que nunca antes había luchado alguien como el clérigo y por ello lo celebró con entusiasmo. – Púdrete en tu maldito mundo…  

Sin embargo no había demasiado tiempo para celebraciones, aquella mole descomunal así como la presencia de la maga, continuaban siendo una gran amenaza para el grupo.

Consciente que sus compañeros tarde o temprano necesitarían del favor divino del Dios Radiante, Jeldrich optó por sanar las heridas que le tenían mermado, caer ahora en combate supondría dejar a su suerte a sus compañeros y era algo que no estaba dispuesto a permitir.

Un halo de luz recorrió su cuerpo y cerró sus heridas más visibles. Fue entonces cuando un fuerte viento proveniente del otro extremo de la sala, comenzó a tirar de todos cada vez con más fuerza… -Esto, no me gusta… No me gusta nada… ¿¡Cómo vamos a salir de aquí!?, preguntó a la vez que se protegía con su escudo ante, quién sabe, el último combate de sus vidas… 

Aunque no podía verlo con claridad por estar tan alejada, la desaparición de los cuerpos de los demonios ligado al súbito viento apuntaba a que el portal era ahora inservible. Hasta ahí era una buena noticia por lo que Ogna se alegraba. Sin embargo, había más y la cara de la muchacha se volvió aún más cetrina que de costumbre.

- El portal está colapsando como resultado de tratar de recuperar toda la material que ha salido a través de él durante el periodo que estuvo abierto. Nos tragará a todos si no salimos de aquí.¡¡¡YA!!!- ¿Pero cómo iban a deshacerse de aquel constructo? Peor aún, ¿cómo iba a subir ella ahora que la pasarela había caído? Allen y su pegaso eran una buena baza, pero no podía confiar su seguridad y la del feto que se aferraba a su vientre a otra persona. Ella tenía que tener un as guardado bajo la manga por si acaso.

Pero antes de nada había que ayudar a sus compañeros a salir de aquel embrollo en el que la zorra de Sylphamen les había metido

Esa coneja seguro que ya se ha puesto a salvo.- Aún pisando a Vishna para mantenerla sujeta, ahora que el viento absorbente del portal aún era soportable, Ogna sacó un pergamino de su estuche y lo leyó. Inmediatamente, bajo la mole de la creación de la maga, se creó una resbaladiza capa de grasa.

- ¡Losse!¿Dónde está ella?Dímelo.

Ogna hizo sonar el cuerno que aún rugía en el pecho del enano, para cuando éste quiso decir alguna sutileza dos golpetazos le hicieron echarse para atrás. -MIERRRRDA...- Dijo agarrándose con fuerza al suelo. -¡ALLEN, COGE A JELDRICH!- gritaba al paladín. No se veía donde estaba Morwing, el que había desencadenado toda esta tragedia, pero si Allen se llevaba a Jeldrich no había nada que temer. -¡DAVRRRROS SAL!.- Dijo el muro. Tentado estuvo de huir hasta que un boscoso líquido hizo caer a la mole. -¡¡¡AAAAAAHORRRRRA!!!- gritó el enano después de bajar el escudo y comenzar a replegarse. Aquella bestia les daba unos preciados segundos para retirarse lejos de aquella succión.