Partida Rol por web

Los enfermeros se dirigen hacia ti, se hacen con la cuerda del agente, y te guían hacia el interior del edificio. Tras los arcos observas un vetusto edificio, con unas patentes ganas de sumergirse en el medievo. Las inquietantes cacofonías de los internos resuenan como ecos de una cámara de tortura olvidada. La luz es mucho más ténue de lo que sería deseable para un lugar así, y el personal mucho menos ameno de lo que parecería recomendable para la recuperación de la cordura.

Con paso y agarrón firme te conducen por unas escaleras descendentes, y luego por una puerta de reja carcelaria, hasta un pasillo con aspecto de alcantarilla. La mortecina luz del ocaso se filtra en cada una de las salas por un estrecho ventanuco rectangular igualmente enrejado, en cada una de las salas de reclusión de dicho pasillo. Los gritos son más agónicos en este pasillo, y los susurros velados más ominosos.

Los enfermeros te acompañan, escoltados por Dunston, hasta una sala accesoria, con aspecto de enfermería:

-Desnúdese y póngase esto.- dice uno de los enfermeros, entregándote un usado pijama hospitalario cogido en un armario.

Silbando por el pasillo a medida que paso, voy dirigiendo la mirada todo alrededor, dejándome llevar por el devenir, mientras mi rostro demuestra una templanza totalmente disonante con su desasosiego interno. Tras bajar las escaleras y llegar al lóbrego pasillo, un escalofrío me recorre la espina dorsal. Eso reaviva ligeramente el pánico, como una brasa mortecina que recibe un soplo de brisa.

-Dunston, no puede ingresarme aquí... ¿soy un loco? No lo creo, deberían llevarme al calabozo. Ingresarme aquí sin la orden de un juez... le traerá problemas, detective.

-No diga tonterías, Vanzetti. Le mantenemos aquí por razones médicas y precaución. Las mismas razones que su compañero alegó delante de varios tetigos, y las precauciones debidas con individuos que acaban de recibir un "shock mental" como el que "presuntamente" sufrió su equipo de investigación.- replica Dunston mientras te vistes -Ya veremos si luego hay que encerrarle en un calabozo, aquí, o sigue siendo un hombre con suerte...- termina.

-Sí claro, ¿loco? Lo que soy es alguien que ha sido engañado y manipulado, y por si eso fuera poco me quieren utilizar para experimentar en este sitio. -Digo con aire de suficiencia, mientras cambio mis pantalones de cachemir por el pijama. -Ojalá todo esto acabe pronto, un disparo de su arma lo arreglaría con facilidad.

Al incorporarme y quitarme la camisa, como quien no quiere la cosa, me tomo el cuidado de mostrar ampliamente los símbolos extraños que recorren mi pecho al detective Dunston, mientras la decrépita piel de mi cara deja traslucir una silenciosa llamada de auxilio. Estos enfermeros lo descubrirán tarde o temprano, pero Dunston tal vez no. Es mejor que lo vea, tal vez se tome todo esto de otra manera...

Apenas has terminado de cambiarte, cuando la puerta vuelve a abrirse y aparece a quien ya conoces como el Dr. Froncoise Jones. Un escalofrío escapa volando por tu columna vertebral, casi al instante, mientras tu transpiración se enfría dentro de los poros y el corazón te late en las sienes:

-Buenas tardes, Sr. Vanzetti. Confío en que estemos más tranquilos hoy que la última vez. Mi equipo le acomodará en una de nuestras habitaciones y pronto hablaremos de aquellos sucesos. Pero lo primero es su salud. Tenemos que examinar ese brazo suyo... no tiene buen aspecto, aunque puede que no sea grave después de todo.- dice Francoise conciliador.

Sin apenas ser consciente de ello, doy un paso hacia atrás al ver al doctor Jones.

-Sí, claro, doctor Jones, estaremos más tranquilos... siempre y cuando me quite sus zarpas de encima. -Respondo con el ceño fruncido, apretando los labios. -Le advierto que si en algún momento tengo la intuición de que pretende hacerme algún daño, le arranco el corazón con mis manos. -Mientras digo esto con gesto amenazante, levanto la mano deformada para intentar intimidarle más aún, aunque mi mirada se desvía ligeramente hacia el detective, esperando identificar alguna reacción de preocupación en su rostro.

Dunston se dispone a replicar tu macabro comentario, cuando la puerta se abre y apatrece otro enfermero, que dice unas breves palabras al oído del detective; por desgracia, te resulta imposible entenderlas con tu nerviosismo actual. Cuando el enfermero se marcha de nuevo, Dunston declara:

-Acomodemos al individuo en una habitación y examínenle ese brazo. Tengo algo importante que hacer una vez que esté "acomodado".

Con la intervención del detective, el Dr. prefiere no responder tampoco:

-El instrumental está ya preparado en su habitación. Acompañen al caballero a la 3.- ordena Francoise a los enfermeros, abriendo la puerta al pasillo.

Te guían a una sala de aspecto desaseado, con azulejos blancos deslavados en paredes y suelo, y un techo sin encalar. Un camastro de metal clavado al suelo y sin cabeceras y un pupitre (silla + mesa) igualmente afianzado es todo lo que hay en la sala, a parte de la sempiterna letrina y una jarra de agua de madera. La luz proviene de un estrecho ventanuco que da al exterior y de las lámparas del pasillo.

Han colocado en la habitación una mesita hospitalaria, cubierta por un paño.

-Túmbese en la cama, Vanzetti, para que pueda proceder al examen con tranquilidad.- pide Francoise, mientras se dirige a la mesita hospitalaria y trastea bajo la sábana.

Dirigiendo una venenosa mirada al doctor, me siento en el camastro, intentando quitarme de encima todo el rato las manos de los enfermeros.

-Tenga cuidado con lo que quiera que tenga ahí debajo, doctor. No queremos hacernos daño ninguno, ¿verdad? -Mi mirada, cargada de recelo, se dirige hacia el paño que cubre la mesita.

-No se preocupe, Vanzetti. Nadie quiere hacerle daño. Vamos a tener que abandonar esa leve paranoia que estamos sufriendo, eh... Bueno, no se preocupe; para eso estamos aquí, para preocuparnos por su bienestar.- dice Francoise volviéndose levemente, antes de realizar un rápido gesto que pillas demasiado tarde.

Para terror tuyo, su gesto te permite ver por un instante un fino chorrito saliendo de cerca de la cintura del matasanos, que te pone automáticamente en guardia.

Los enfermeros, a quienes Jones debía de haber dirigido el gesto, estaban en marcha al tiempo, tratando de apresarte, aunque tu rápido movimiento consigue evitar su primer intento.

Uno de los enfermeros, el que se enciontraba más cerca de ti, aprovecha tu precario estado tras incorporarte, para aferrarte más fuertemente, tratando de retorcerte el brazo "bueno" a la espalda.

Dunston saca su arma rápidamente, al advertir el forcejeo, y apunta a bulto, mientras pregunta:

-¿Qué está pasando aquí? Vanzetti, quieto. ¿Ustedes qué hacen?- pregunta finalmente a los enfermeros.

¡Aaaaaaah, SUÉLTEME MALNACIDO! -El grito va acompañado de un tirón seco con el que intento librarme de la presa. ¡Dunston, haga algo! -Digo al detective en tono imperativo, a la par que intento mantener a Jones y al otro enfermero a distancia, casi pataleando.

A pesar de tus esfuerzos, parece que el hombre te tiene bien agarrado, y no suelta tu brazo. El otro aprovecha para intentar afianzar la presa, tratando de mantenerte lo más quieto posible. Entre tanto Jones se acerca con la jeringuilla verdosa, mientras explica:

-Tratamos de sedarlo, Dunston. Si usted tiene que ausentarse, podría ser peligroso, como ve, mantener a este hombre despierto.- dice mientras trata de inyectártela, con poco éxito, de momento.

Para tu consternación, Dunston se limita a asentir y seguir apuntando con la pistola, por prevención. Entre tanto el enfermero que te tiene aferrado trata de inmovilizarte aún más. Pasando tu mano por el brazo de la garra, cuando tratas de liberarte, lo cruza por detrás y aferra su otro brazo. dejándote en una postura muy incómoda.

El pánico te envía bilis desde el estómago, y te das cuenta de que estás llegando al final de la espiral de las últimas horas.

De pronto un fuerte golpe resuena contra el ventanuco, que os hace giraros a todos. Cuando os giráis para mirar, no hay nada, pero dos de los barrotes están ominosamente combados.

Aunque giro mi cabeza por reflejo hacia la ventana al escuchar el estruendo, intento no perder la oportunidad, aprovechando que están despistados, y sigo intentando zafarme. A duras penas, lanzo una patada hacia la mano de Jones, con intención de tirarle la jeringuilla.

-¡Por Dios, no deje que me drogue, Dunston! ¡Este hombre es un enfermo!

El golpe en la ventana te sorprende tanto como a ellos, por lo que no consigues zafarte de tus agresores. Jones vuelve a intentar administrarte la dosis, mientras los enfermeros te sujetan, y esta vez lo consigue, con ayuda de los bedeles. La noche comienza a hacerse en tus ojos, mientras escuchas un fuerte golpe desgarrador en la penumbra, y un disparo lejano en la fría oscuridad. Tus últimos pensamientos te hacen desear seguir con vida, cuando despiertes... si eso llega a ocurrir.

Tu entorno es un manto de oscuridad sólida durante lo que te parece una eternidad. te sientes como encerrado en tu cuerpo, en una asfixiante sensación de no ser tú mismo. Algo te está moviendo; sientes los golpetazos a los lados, como un traqueteo continuado... ¿una camilla? Sí, tal vez una camilla. Entonces el traqueteo aumenta.

Los gritos que escuchaste antes de cerrar los ojos parecen haberse quedado suspendidos en el aire, como un disco de vinilo estropeado. ¿Cuándo terminará esta angustia? No sabes si podrás soportarlo mucho más. Tratas de aislarte de la cacofonía, y entonces distingues una voz; una demasiado familiar. Quiza ni siquiera es un sonido, sino palabras en tu mente. ¡Sí! ¿Podría eso ser un recuerdo? Quien sabe. Analizas las palabras; las masticas y las degustas. Te sientes como si te hablaras en segunda persona, como un desconocido cualquiera dirigiéndose a otro, sin nombres ni detalles:

Ya había hecho este viaje anteriormente. Pero bueno, ésta vez ha sido otra cosa. Todo empezaba bien: Estábamos jugando a los dados en la blblioteca y gané. Ibamos a encontrarnos con los pasajeros de primera clase en el salón y fue entonces cuando ocurrió. Bueno, ya no, hará falta que le cuente a vd. lo que pasó.

Entonces el traqueteo se vuelve abrumador y consigues escuchar un pitido lejano también. Todo es terriblemente desconcertante. Tus ojos se abren de sopetón a una oscuridad menos densa: dos literas, una mesita de madera con un taburete pequeño, una ventana de guillotina invertida, y un pequeño armarito cierran un conjunto poco decorado, y más funcional que atractivo. Una puerta insertable en la pared da cierta intimidad al reducido cubículo, trabajando estrechamente con la persianilla que filtra un poco de luz nocturna sobre la habitación. Todo el conjunto se mueve como un demonio, ladeándose con un traqueteo incesante, solo mitigado por el pitido lejano, más estridente, si cabe.