Partida Rol por web

Sujetándome la cabeza entre las manos, trato de incorporarme en la litera. Echo un vistazo a mi alrededor, apreciando a duras penas los detalles del espacio que me rodea. ¿Un compartimento de tren? Extrañado, miro a mi alrededor intentando reconocer el lugar en el que estoy, como si me estuviese despertando de un mal sueño, dudando de si realmente estoy despierto. Me asusto. Sobrecogido, levanto mi mano derecha, esperando encontrar una extraña protuberancia ósea en forma de garra en ella.

Asombrado descubres que no hay protuberancia, ni venda, ni siquiera quemaduras en tu brazo. De hecho, ni siquiera recordabas que fuera así. Alarmado acudes a unos bultos laterales, donde observas estupefacto un variado equipaje de principios de siglo XX que no recuerdas tener. Por la ventana ves pasar paisaje de aspecto fresco a una velocidad endiablada: efectivamente, debes de estar en un tren.

Al principio no reacciono. Me quedo paralizado mirando hacia mi brazo. Por un momento me parece creer que las quemaduras siguen ahí, pero tal vez es por algún efecto de la tenue luz que entra entre las pequeñas rendijas de la persiana. Paso mi mano izquierda por el brazo derecho, notando la suavidad de mi piel. Ni rastro de las quemaduras.

No puede ser...

¿Y esa garra? Tampoco me lo creo. Pero me toco la mano, y no está. Ahí está mi mano, tan normal como la de cualquier otra persona...

¿Cómo es posible...?

De repente mi respiración se agita, y puedo escuchar el pulso de mi corazón bombeando en mis oídos.

He estado soñando... Pero no, ¡es imposible! ¿Y Patrick? ¿Anna, Ilonna, el señor Sacco y los demás? Son todos un sueño... no es posible, no es posible... No es posible...

Entonces la calma vuelve a mi de repente. Parece que no fuese dueño de mi mismo. Pero no puedo seguir parado. Necesito saber qué me está ocurriendo. Con firmeza, agarro el tirador del pequeño armario y abro la puerta. Parece como si esperase encontrar un espejo en el que poder reflejarme.

-¿Quién soy? -Pregunto en voz alta, como si pretendiese obtener alguna respuesta.

Alarmado ante los nuevos descubrimientos, registras el neceser del equipaje hasta que encuentras un pequeño espejito. No sales de tu asombro cuando observas tu sombrío reflejo en él y...

...y descubro las facciones de mi cara, en nada parecidas a lo que hasta ahora conocía. Donde antes había una piel frágil y desfigurada por las llamas de algún fuego, ahora puedo ver una piel suave y tersa. Mi rostro parece el mismo, pero antes de ser pasto de las llamas. La misma cabeza alargada, los mismos ojos negros y pequeños, la nariz chata, las orejas grandes, la boca fina... pero todo ello perfectamente cubierto por una tez ligeramente morena, y muy lisa, sin una sola quemadura. Mi cabeza, en lugar de por unos pocos mechones de pelo, ahora aparece coronada por una fuerte y sana cabellera, morena, lisa y brillante, que me cae hasta la altura del cuello, cubriendo ligeramente mi cara. Además, llevo un tupido bigote a la moda, que junto con unas espesas cejas arqueadas me dan un aire misterioso, y en cierto modo atractivo.

Sin embargo, esta aparente armonía en seguida se ve estropeada por algo que llama mucho la atención. Alrededor de mi cuello, un extraño bulto, alargado, con forma de herpes, desciende desde la nuca, girando por el lado derecho y perdiéndose entre mi pecho. Posando el espejo de mano en la litera, me levanto la camisa para poder verlo mejor. Al hacerlo, descubro que los demoníacos símbolos palpitantes ya no están ahí. El bulto tiene un color ligeramente rosado, y parece una enorme cicatriz o marca de nacimiento, que hace que la camisa me quede ligeramente retorcida, como si tuviese la espalda algo jorobada.

El resto de mi cuerpo parece el mismo de antes. Sigo teniendo la misma altura y la complexión fibrosa; en mis manos no hay malformación alguna, mis uñas son fuertes y sanas... pero me siento como si fuera el mismo.

Con una sensación difícil de describir, entre el miedo y el asombro, me recompongo y echo un vistazo todo a mi alrededor. Abro los armarios, registro el equipaje y mi propia ropa, ayudado por la poca luz que entra a intervalos por la ventana y el espejo de mano para dirigirla precariamente a los rincones oscuros.

Te dispones a examinar con detalle el equipaje, cuando caes en la cuenta de que no has examinado la litera superior. En principio no esperas encontrar nada, pero... casi te mueres del susto cuando ves a una persona durmiendo arriba plácidamente. Observas un poco más, en la medida en que el traqueteo y la discreción te lo permite, para advertir que el bulto tiene formas de mujer entrada en años. Los rasgos te resultan levemente familiares...

Tras el sobresalto inicial, espero un rato hasta consigo recuperar la calma y el pulso. Entonces me acerco lentamente hasta la mujer. Intento poder verla mejor, reconocer las facciones de su rostro, identificarla...

¿Por qué me resulta tan familiar? ¿Anna, Ilona? Demasiado mayor tal vez...

La observas durante un rato, comprendiendo finalmente que deb tratarse de Anna. Está prácticamente en ropa de cama, y para tu sorpresa aún conserva las escarificaciones y tatuajes que marcaban su piel no mucho tiempo atrás, en un sueño...

Tras lo que parece una eternidad en la que permanezco paralizado y boquiabierto, recupero la compostura y me acerco más a la que conozco como mi hermana. Extrañado ante todo lo que está ocurriendo, no puedo reprimir pensar en voz alta:

-Por el amor de Dios, Anna... ¿qué está ocurriendo aquí? -Dispuesto a despertarla, me acerco a ella y la zarandeo ligeramente por el hombro. -Anna... Anna, despierta. -Digo alzando la voz poco a poco. -Soy yo, Gianni, tu... tu hermano. -Un tono de duda se percibe en estas últimas palabras.

Una punzada recorre tu cabeza como una descarga repentina; un agudo dolor negro, con una absoluta sensación de desamparo. Sientes el abrumador empuje de recuerdos que invaden tu cabeza... de puro vacio. Nada queda impreso en tu memoria, que se presenta como un pesado libro en blanco... unicamente una terrible sensación de desamparo y frustración... desesperación en la soledad de tu mente.

Aun asi, todos los aconteimientos anteriores resurgen en tu mente con inusitada fuerza; un tren reciente, una estancia anterior en Arkham... sigues sin recordar quién o qué eres, o incluso que estás haciendo aquí... pero recuerdas claramente otra persona... otro cuerpo... otras vivencias... y tú eras esa persona, ese cuerpo y esas vivencias no hace ni dos minutos... ¿o tal vez si? ¿cuánto ha durado la oscuridad?... te sientes en el yugo de otro cuerpo... tal vez de otra vida... pero sigues siendo tú (¿sigues siendo tú?)... y la desesperación se abre paso, por un instante, en los verícuetos de tu mente... ¿cuánto más podras soportar?

¡Oh, cielo santo! ¡Otro cuerpo! Esas manos te resultan desconocidas. ¿Las tuyas? ¿Una de esas horribles mutaciones quizá? Parecen humanas, pero...

Los lejanos golpes en la oscuridad vuelven a tu cabeza más cercanos que nunca... cada vez más apremiantes; más nítidos... TOC-TOC-TOC... ¿Acaso no fue la puerta?...TOC-TOC-TOC-TOC... telegrama para usted... ...TOC-TOC... ¿me escucha?... TOC-TOC-TOC... ¿necesita ayuda?...¿se encuentra bien? Se lo paso por debajo de la puerta... Un sonido deslizante a nivel del suelo y unos rápidos y ligeros pasos que se alejan; luego, el silencio.

Los sonidos redibujan tu entorno, y ahora distingues claramente el familiar cuarto. Alguien al otro lado reclamaba tu atención. Junto a la puerta, un sobre blanco deslucido espera a que alguien lo recoja. en el matasellos se ve claramente un símbolo oficial de oficina de correos, en la que se lee ARKHAM U.S. MAIL.

Estás sobre la cama... una demasiado familiar como para desear recordarla. Inmediatamente a la izquierda de la cama (para alguien tumbado en ella) hay una pequeña mesilla de madera vieja, con un burdo cajoncillo con pomo de color broncineo apagado. Sobre esta reposa una medio vacia (¿o tal vez medio llena?) lampara de aceite apagada. junto a la mesilla, a apenas un brazo extendido de la cama, hay un robusto armario de doble hoja a juego con la mesa, con sus puertas fuertemente asidas por una fria cerradura de hierro colado. A los pies de la cama, junto a la ventana, un escritorio abandonado, flanqueado por dos toscos cajones, espera vestido en colores caoba. A su derecha e inmediatamente seguida del armario, una puerta (caoba también) con una simple cerradura de la que sobresale una llave, vigila el acceso.

Al mirarte ves a un hombre arreglado en estilo de principios de siglo. Un negro abrigo "Chesterfield" cubre sus hombros, abriéndose a los lados para mostrar un apagado traje de cachemir, del que asoma una blanca camisa de vestir de popelín. Una ambigua corbata de seda oscura ciñe su cuello, en contraste con un blanco pañuelo que pugna por respirar fuera del bolsillo del pectoral de la chaqueta. Un par de calcetines negros enfundan sus pies en unos zapatos de vestir "Oxford". Eso es todo lo familiar en él; el resto de las formas no parecen las tuyas, sino las de otro. Ni siquiera la percepción parece la misma; tiene... otros ingredientes.

¿Qué? ¿Qué demonios... -Cuando consigo reaccionar, me pongo en pie de un salto, como disparado por un resorte. ¿Qué me está ocurriendo ahora? Extrañado, observo mis manos huesudas y llenas de vello. No son mis manos. ¿o sí? Y esos sonidos en la puerta... Dios... Dios no...

-Dios ¡NO! -No puedo contener un grito de angustia ante lo que estoy viviendo. -¿Qué clase de macabros dioses están haciéndome esto? Abro la puerta del espejo y me miro. ¿Quién es esta persona? No reconozco mi aspecto pero, ¿acaso importa eso? ¿Y esta vida, importa? No quiero seguir viviéndola... tiene que haber una salida... La idea de quitarme la vida se borra rápido de mi cabeza. ¿Qué hay de Anna? ¿Y Patrick, Ilona, todos los demás...? Incluso Ludmilla, todos estamos juntos en esto. Con decisión, agarro el pomo de la puerta y salgo al pasillo. Mi corazón parece desbocarse. ¿Con quién me encontraré? ¿Me reconocerán? ¿Yo a ellos?

Sales al pasillo para encontrarte con la confirmación de lo que ya viste en el sobre: el pasillo del colegio mayor masculino oeste de la universidad Miscatonik. 12 puertas con números pintados en purpurina flanquean un pasillo decorado en madera y tonos dorados, rematado en un baño adyacente a una escalera ascendente en uno de sus lados, y en una escalera descendente en el otro. El baño cuenta con cuatro departamentos con water, dos con duchas, y tres lavabos (todos los departamentos bien cuidados y provistos de puertas con pestillo). Tu habitación es la 19.

Ves que tanto la habitación 13, como la 15 están abiertas y dos individuos se miran confundidos. No has visto en tu vida a ninguno de ellos:

El primero es un hombre alto para la epoca, pero muy delgado, tiene las manos cuidadas pero que ya reflejan el paso del tiempo. Su rostro mantiene el atractivo de sus epocas mas jovenes, esta surcado por marcadas arrugas debidas al inexorable paso del tiempo. Muestra en bigote fino cuidado y blanco, que destaca sobre su tez morena debida al sol. Lleva su pelo blanco largo pero arreglado. No seria propiamente dicha una melena , pero si un pelo largo. Lleva unas gafas de montura plateada. Viste igual que tú, cosa que no te llama tanto la atención, ciertamente.

El segundo tendrá unos 30 años. Fornido, fibroso, alto (cerca del 1,90), pelirrojo, de piel clara y pecoso. Pelo recortado, y una pulcra perilla-bigote, rematada con ojos azul cobalto. Viste exactamente igual que tú, cosa que no te sorprende en absoluto.

Repentinamente solo, arropado por la tibia noche, sientes unos instantes de agradable bienestar. Soledad e intimidad... ¿acaso fueran regalos que valoraras tanto? Independientemente de la respuesta, el hecho es que te relajan. Tras permitirte unos momentos de deleite, tu alma activa vuelve a llamar en tu cabeza.

-Buenas noches, señoritas... -Dice para sí mismo, ante la visión de las figuras de las mujeres entrando en el edificio y perdiéndose entre las sombras. Con las manos en los bolsillos, alzando la mirada hacia el cielo, se dirige hacia la entrada del campus, buscando la compañía de sus antiguos amigos, Kurt y Patrick, los que ahora conoce como Norbert y Heinrick, esperando que tengan noticias interesantes que darle.

Un breve paseo nocturno vuelve a aproximarte a las inmediaciones de la casita adosada de Kirk Wood. No muy lejos de su fachada, Norbert mira con intranquilidad las titilantes evoluciones de las sombras en el ventanuco más elevado de la casa, "degustando" el bol de gachas que Heinrick le ha traído, mientras este segundo charla con él desinteresadamente.

La noche te acompaña en tu lento camino a la universidad, mientras te acercas a sus dominios. En el lienzo de su entrada, te sorprende advertir repentinamente un par de figuras huidizas, que tratan de colarse en el jardín del campus, inadvertidas a ojos indiscretos. Posiblemente no te han visto, o bien te han obviado en el desolado panorama. Por su silueta dirías que se trata de Leonora y John, aunque apenas si los viste unos instantes, antes de que desaparecieran. Si tuvieras que aventurar algo por su postura, dirías que están heridos. Por un instante te parece advertir un brillo rojo, como si alguno de ellos portara una pieza de bisutería, pero dura tan solo un instante.