Partida Rol por web

Al tomarte unos segundos para darte un respiro, te das cuenta de que no habías reparado en la ropa que vestías antes:

Vas arreglada según los canones de principios de siglo. Vistes un abrigo de piel de zorro, entallado, bajo el que se vislumbra un vestido de reps francés, envuelto en una chaqueta de terciopelo con guarnición de piel. Un par de medias de seda envuelven tus piernas hasta sumergirse en un par de zapatos parisinos de tacón de aguja. Un gorro ajustado de terciopelo remata tu figura, y sientes algo de maquillaje en tu cara; sensación que resulta vagamente familiar. Unos guantes de piel cubren tus manos hasta medio antebrazo, combinandose con un coqueto bolso de mano de seda.

También notas el inconfundible contacto de un ceñido corsé elástico de rayón bajo el vestido, y las gomas de las medias apretándose a medio muslo. Es patente también la presencia de una combinación con bordados bajo la falda. En el bolso puedes encontrar un pequeño monedero de piel con 300 dólares, una cajita con polvos de maquillaje y un algodón de aplicación, así como dos lápices de sombra de ojos y un pintalabios. Hay también una libreta bien cuidada sin apuntes, acompañada de un lapicero, entre cuyas paginas reposa una tarjeta que reza lo siguiente:

Un pañuelo de seda, una antigua llave de hierro colado y un botecito vítreo de perfume cierra el conjunto.

Te sorprende encontrar sobre la mesilla un liso pliego lacrado con el lacre partido; en el matasellos se ve claramente un símbolo oficial de oficina de correos, en la que se lee "ARKHAM U.S. MAIL". En la esquina inferior derecha de la hoja se lee claramente el número 19, junto a una supuesta dirección de universidad:

Universidad Miskatonic, dormitorio de mujeres
West College Street, 1
555 - Arkham, Massachussets

El telegrama tiene un anodino mensaje:

Ludmilla Davourier-Lainsbourg STOP Nobleza francesa STOP

En el cajon izquierdo del escritorio pueden hallarse 20 folios blancos en perfecto estado y bien ordenados, asi como 5 sobres blancos y sellos por valor de 25 dolares. En el derecho se podrá encontrar un plumier con un medio vacio tintero de tinta negra y cinco plumillas, así como una barra de lacre con un sello de madera bastante ambiguo con el símbolo (no oficial) de la Universidad Miskatonic de Arkham. Cierra el conjunto un encendedor de gasolina usado.

El cajón de la mesilla hace un seco ruido de madera deslizante al abrirse para mostrar un salto de cama de crespón de algodón, un corsé elástico de rayón, dos pares de medias, un robusto cepillo de pelo y un sobrio reloj de pulsera de mujer; todo ello acompañado por un colorido neceser en el que se podrá ver un cepillo de dientes, un bote abierto de bicarbonato, un bote de crema hidratante, un poco de cera para depilación, tres paños \"compresa\" de tela y una pastilla de jabón a medio usar.

El armario está cerrado; qué fastidio; entonces te das cuenta de que en tu bolso había una pequeña llave de hierro colado. Podría servir para abrir el armario. Lo compruebas y funciona.

El armario se abre con un chirrido siniestro, y en el puedes observar Un par de zapatillas de cuero con correa, un jersey de lana de color beige, una falda larga oscura y una bata de raso.

Al abrir la ventana, un bochorno veraniego ataca desde el exterior, mientras polvo y óxido caen de las contraventanas, por la falta de uso. Lo que parece un campus universitario de principios de siglo aparece imponente ante tus ojos, como un conjunto de diez edificios victorianos enclaustrados por una verja de metro y medio de piedra y otro tanto de barrotes metálicos rematados en picas, bordada con jardines y cesped bien cuidado, y surcada de paseos terrosos que desembocan en un gran obelisco central, imitación de uno egipcio. Te encuentras en el segundo piso de uno de ellos.

En el jardín puedes ver, junto a uno de los edificios más esquinados, pero no demasiado lejos, a tres mujeres vestidas en tus mismos tonos; casi dirías que igual que tú. Junto a ellas parece haber un hombre elegantemente vestido. Por lo demás está vacío. Parecen estar manteniendo una conversación al aire libre, aunque no oyes lo que dicen.

Un rápido vistazo te sirve para advertir que la biblioteca está realmente vacía. Regresas al jardín con malos presagios rondándote pero, aunque la noche está oscura como boca de lobo, no parece haber ni un alma ni en el colegio mayor cerrado, ni en la residencia de Curtis. Ambos edificios parecen estar tan muertos como la biblioteca; el primero posiblemente vacío en periodo estival y el otro simplemente en reposo, al igual que su dueño, probablemente.

Te parece que el edificio de profesores aún está en uso, si bien está silencioso a esta hora. Cuando estás a la altura de éste, crees distinguir a dos figuras que salen del colegio femenino y atraviesan el campus, pero cuando te acercas ya no ves a nadie.

A pesar de todas las emociones vividas en el día, de la inquebrantable e intarnquilizadora capa de misterio que os envuelve, por fin pareces caer rendido. Nuevamente tu vida onírica se transforma en un pozo de oscura negrura, dirías que considerablemente oscilante, si eso fuera posible. Te parece oir chasquidos distantes, como si un tubo inestable pasara a gran velocidad a tu alrededor, golpeando contra bordes invisibles y dejandote en el centro.

No sé si puedo actuar en esta extraña y onírica situación, pero trato por todos los medios (si puedo) de concentrarme en lo que sea que esté haciendo esos ruidos y contra qué está chocando. Intento mirar hacia arriba y abajo y luego a los lados, para ver si puedo saber dónde estoy. ¿Algún techo? ¿Algún suelo? ¿Algo?

Haces intención de revolverte durante lo que parece una eternidad, hasta que de pronto pareces conseguir moverte, la oscuridad se desgarra y tu cuarto de universidad te recibe con la tranquilizadora luz del jardín colándose por tus contraventanas.

Me aseo convenientemente y salgo al pasillo en busca de alguna compañera. No tengo reparos en recorrer el pasillo entero, por si "pillo" alguna conversación o veo a alguna de las mujeres haciendo algo. Cualquier información puede venir bien. En cuanto encuentre a una "amiga" me dirigiré a ella para encaminarnos al desayuno.

Al salir al pasillo advierte s que la puerta del cuarto de Fátima estaba cerrándose. Alguien estaba entrando, aunque dirías que no era la bailarina.

Voy corriendo hacia allá y pego la oreja en la puerta, tratando de escuchar algo. Luego permaneceré allí hasta que vea quien es el que sale.

Oyes dos voces dentro, pero no parecen ser muy nítidas, a través de la sólida puerta de madera. Sí que coincides en que deben de ser mujeres las dos.

De repente la puerta se abre y te encuentras de narices con Anna, que parecía tener intención de salir. dentro ves que Fátima está echa un asco, deprimida, sobre una cama que da pena de lo asquerosa que está de la mitad para abajo. Parece que no te esperaba ahí y la has asustado, pues grita en cuanto te ve, nada más abrir la puerta.

Cuando llegas a la residencia del rector, Rosemary está llamando insistentemente al timbre, sin mucho éxito. El edificio está cerrado y la gobernanta retrocede en cuanto te aproximas:

-¿Ahora me sigue? No crea que no conozco a las de su calaña. Si me hace algo, dormirá en una celda, Davourier. ¿O es que cree que no se lo precario de su situación?- dice la mujer con aires de suficiencia, aferrándose fuertemente a su libro.

Me acerco hasta su cara todo lo que puedo y le digo con tono sereno pero muy firme, mirándola a los ojos con todo el rencor y la determinación que sale de mis entrañas (Poder 16)

-Es un placer inesperado encontrarla aquí, señora -escupo-. Así tendremos oportunidad de hablar a solas. Le dije que no me faltara al respeto más en su mísera vida, pero usted tiene que ir más allá, tiene que incluirme en una calaña que usted sabrá cual es, y tiene que amenazarme con ir a la cárcel. Créame señora mía que la cárcel es apetecible, en comparación con mi situación actual, y que lo consideraré un justo castigo si, finalmente, me doy el placer de acabar con la vida de una arpía como usted.

Mientras hablo me voy acercando, tratando de acorralarla contra una pared, pendiente de sus movimientos, hasta que esté todo lo cerca que pueda.

-Está muy equivocada, Sra. Davourier, si cree que una mujer como yo no sabe enfrentarse a una amenaza. Hagamos como si esto no hubiese ocurrido, o ambas lo lamentaremos; puedo asegurárselo. Este trabajo es mi vida; si no está como me gusta, no tendré nada que perder, y lo sé muy bien. ¿Y usted? ¿Puede decir lo mismo?- dice tajante, antes de darse la vuelta y marcharse por donde ha venido.

El labio superior me tiembla de la rabia.

Casi hubiera preferido que se hubiera quedado y poder descargar en ella un golpe con el que sacarle los ojos. Dos segundos después comienzo a relajarme. Yo no soy así. La tensión del momento está haciendo que pierda los estribos, y tengo que actuar con más inteligencia. Ya habrá tiempo de ajustarle las cuentas a esa bruja, pero de un modo que no me haga acabar entre rejas. Ya planearé algo. Además, casi seguro que tiene algo que ver en este meollo, me juego mi fortuna perdida a que esa vieja tiene algo que ver con toda esta conspiración que está empezando a cansarme.

Bah, casi mejor que sea así, quizás ahora se contenga un poco cuando se cruce conmigo, o si no probará el sabor de mis uñas.

Tras serenarme con mis reflexiones, poco profundas, empiezo a encaminarme hacia el comedor, pero...

Un momento, parece que no hay nadie en el despacho. Que tal si...

Por un momento se me pasa por la cabeza entrar en el despacho, y husmear por allí, pero luego lo pienso mejor.

Caramba, como puedo ser tan estúpida. Forzar la cerradura cuando mi mayor enemiga en este lugar acaba de verme en la puerta. Creo que me hace falta comer algo.

Y me dirijo hacia el comedor, alerta de lo que pueda ver por el camino, ya que pienso que solo un buen observador acabará desvelando lo que pasa aquí, que no es nada bueno.

Parece que a pesar de ser domingo, los Simmons siguen trabajando en las tablillas afanosamente. Los papeles siguen desperdigados por doquier, mientras los gemelos zumban en torno a la pieza de arqueología egipcia.

Acabas de comenzar a ojear algo de información, cuando aparecen refuerzos por la puerta: Anna, Pietro y Kurt se dirigen hacia ti, con ánimo de ayudar. No parecen registrar cambios apreciables, lo que te alivia, en cierto modo.

Llevas ya varios minutos esperando en la austera y oscura sala, cuando de repente un disparo lejano corta el silencio; luego otro y otro, en lo que parece una rápida sucesión de truenos antes de un aguacero. Poco después una tormenta de gritos, órdenes y pasos veloces anega los pasillos circundantes, filtrándose por tu puerta.