Partida Rol por web

Días extraños

La sangre llama a la sangre

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23/11/2009, 00:22
Ana

Carolina consiguió un par de bocadillos de calamares en el bar de la esquina y al volver se encontró a su mujer con aspecto aburrido, mirando la puerta del edificio como embobada. Cuando tenía sueño o estaba mucho tiempo leyendo o concentrada se le achicaban los ojos. Carolina se había dado cuenta de ello casi al mismo tiempo que había descubierto que se había enamorado.

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23/11/2009, 00:28
Director

Carolina cada vez pasaba más tiempo con Ana. Cuando estaba con ella, volaban las horas, y para el momento en que volvía a casa, Sofía ya estaba cenada y bañada y Fernando la esperaba con un cabreo impresionante. Carolina le había explicado que estaba estudiando magia, pero su marido no quería entenderlo. La atacaba constantemente, herido por cómo lo había desplazado por una fantasía, como él decía. En la cábala se lo habían advertido; los durmientes rechazaban la magia y eran casi impermeables a ella.

Con Ana, en cambio, todo era más fácil. En la capilla, al aire libre, sintiendo el aire a su alrededor, la proximidad de sus manos, Carolina notaba que se le hinchaba el corazón, bombeando más fuerte el flujo vital. Estando más viva. Cuando volvía a casa todo era gris. Lo único luminoso era Sofía, que empezaba a hablar. A veces se la llevaba al Nodo y dejaba que la niña se uniese a la danza y al latido que era el fluir de la Quintaesencia. Pero a Fernando no le gustaba nada, así que había tenido que dejar de hacerlo.

Una noche más, Carolina estaba en casa de Ana, repasando conceptos. Leyendo tomos polvorientos y viejos, codo con codo. Y los ojos de Ana, pequeños y azules tras las gafas, la miraban demasiado a menudo.

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23/11/2009, 00:52
Carolina

Carolina disfrutaba de aquello como un niño una piruleta. Era la chispa perdida de cuando era joven, era el tirón que necesitaba para despertar de nuevo. De hecho se sentía así, como si hubiera despertado de nuevo después de estar mucho tiempo dormida. A veces la casa, el trabajo, Sofía y Fernando se le hacían demasiado pesados. Quería a su marido, y adoraba más que a nada en el mundo a su hija, pero a veces, y aunque fuera muy egoísta, necesitaba tener otra cosa más a parte de ellos. Bueno, más que de ellos de Fernando con su escepticismo y sus patochadas. Sofía no, Sofía era una niña que derrochaba vitalidad, pero él no la dejaba introducirla en aquel mundo en el que, estaba segura, sería mucho más feliz.

Y allí estaba, estudiado como hacía años que no estudiaba, y lo hacía con placer y alegría a pesar del cansancio del día. Pero estar con Ana, junto a ella, era agradable y le hacía olvidar que estaba cansada, incluso a veces de que tenía que volver a casa. A veces pensaba que al estar con ella se sentía como si se estuviera volviendo a enamorar, y lo pensaba porque no le había pasado solo una vez eso de quedarse en babia pensando en ella. Le solía pasar varias veces al día.

La maga la miró de nuevo y ahí estaban sus ojos azules otra vez, cristalinos tras las gafas. Sonrió brevemente algo azorada. No era precisamente incómodo, más bien le hacía gracia pues se comportaba como si fuera una adolescente, y ella también.

- ¿Qué pasa?- dijo finalmente medio riendo colocándose un rizo detrás de la oreja.-Ya he comprobado cuatro veces que no me he manchado la camisa.

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23/11/2009, 00:54
Ana

Ana cambió de postura en la silla y se giró para encararse a ella. Llevaba una blusa blanca que la hacía parecer mayor, pero le quedaba bien en contraste con el pelo tan negro.

-No, tranquila. No pasa nada. Sólo quería mirarte.

Los Verbena defendían que la vida no era vida si se encorsetaba los instintos. Había que reír, llorar y bailar cuando el cuerpo lo pedía, tal y como se comía y se bebía cuando apretaba el hambre y la sed. Si alguien quería hacer algo, debía hacerlo siempre y cuando no se molestase a los demás. Ese era el espíritu de la cábala.

Ana le acarició el pelo con desenfado y sonrió.

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23/11/2009, 01:34
Carolina

Carolina se sonrojó ligeramente y desvió la mirada, pero inconscientemente inclinó la cabeza hacia la mano de Ana. Suspiró y se quedó mirando un punto fijo sin saber muy bien qué hacer. Tenía tan olvidadas aquellas sensaciones que le costaba reaccionar con cierta naturalidad, o incluso reaccionar. En otro momento se habría preguntado si estaba bien lo que hacía, ya que era una mujer casada. Incluso en otro momento se habría preguntado si lo que hacía estaba bien dado que era mujer, y Ana también. Nunca había tenido una opinión muy meditada sobre ese tipo de amor, y ahora era demasiado tarde para meditarla, pero Carolina todavía no se había dado mucho cuenta. Se dejaba guiar por eso que los verbenas tanto veneraban, los impulsos.

Tras varios segundos cogió su mano con delicadeza entre las suyas, todavía sin atreverse a mirarla. Colocó la palma boca arriba y pasó lentamente las yemas de sus dedos por su piel, desde la muñeca hasta la punta de sus dedos, en un roce muy suave y cargado de sentimientos.

- De otra persona… supongo que me molestaría. Pero de ti no.- alzó la mirada buscando sus ojos azules- Me siento a gusto contigo. Es… raro. No, no raro, ummm… es diferente.

Carolina sintió como se le aceleraba el corazón mientras hablaba casi en un susurro, que dada la cercanía era más que suficiente para que Ana la escuchara. Pero aun así se giró del todo en la silla hasta quedar frente a ella, y se inclinó hacia adelante hasta apoyar los codos sobre las rodillas, pero sin soltar la mano de Ana.

- Hacía tiempo que no me pasaba.- murmuró.

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23/11/2009, 15:49
Ana

La mano de Ana, bajo al toque de Carolina, emanó poder. Carolina no podía verlo, pero lo sentía. La verbena estaba jugueteando con la Quintaesencia y su conocimiento del Cardinal, cosquilleándole la palma a la aprendiza.

-A mí tampoco -respondió Ana con un esbozo de sonrisa.

Cuando Carolina se inclinó, Ana hizo lo mismo. Sus rostros quedaban tan próximos que el aliento de una acariciaba el de la otra. Los ojos azules clavados en los grises.

Pero Carolina, ¿sabes qué es lo que te está pasando?, dijo una voz en su cabeza.

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23/11/2009, 16:25
Carolina

Aquella pregunta le cayó como un jarro de agua fría. ¿Qué estaba pasando?

Si, se hacía una idea. Bueno, no se la hacía, lo sabía, pero no había querido pensar en ello porque significaba admitir que ya no quería a Fernando ni a su hija, y eso era horrible.

Sin saber muy bien qué responder se irguió en la silla lentamente y miró el libro que estaba estudiando hasta hacía un minuto, pero no apartó la mano.

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23/11/2009, 20:24
Ana

Pero Ana no la dejó ir tan fácil. Tiró de la mano y obligó a Carolina a volver a la posición anterior. No dijo nada. Sus ojos ya eran suficientemente significativos. Acercó la boca despacio, dándole tiempo a Carolina a rechazarla o a reaccionar, pero Ana parecía saber que no haría nada.

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23/11/2009, 20:46
Carolina

Y como esperaba Ana, Carolina no hizo nada por apartarse. Más bien todo lo contrario, se quedó perdida en sus ojos azules y se aproximó a ella despacio hasta que sus labios se juntaron. La besó y se dejó besar sintiendo que el mundo se paraba, y que en alguna parte acababa de dejar algo perdido.

Después de ese beso ya nada volvería a ser igual.

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23/11/2009, 21:03
Ana

Mientras comían los bocadillos, vieron salir a un tipo peculiar de uno de los bares cercanos. Andaba desgarbado, no medía mucho más que Carolina y tenía el pelo gris y escaso. Era un tipo común y corriente, pero Ana tiró de la mano de su mujer.

-Ése es -dijo en un tono que no auguraba nada bueno.

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23/11/2009, 22:19
Carolina

Carolina salió de sus pensamientos y alzó la mirada en busca del culpable. Se le puso cara de asco de inmediato, aunque por suerte el hombre no lo vio. Sin levantarse le siguió con la mirada, una mirada llena de odio e ira. Pronto le llegaría su hora, pero todavía faltaba un poco. No podían llamar la atención.

- No le pierdas de vista.- le dijo a Ana cogiéndole la mano.

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23/11/2009, 22:26
Juanjo

El hombrecillo entró en el portal que Ana había señalado al principio como su posible casa después de mirar a izquierda y derecha. A juzgar por sus movimientos, había bebido. Estaba borracho y junto a él se encontraba el coche con el que había atropellado a una niña probablemente por la misma causa. Ese hombre no tenía vergüenza ninguna.

Ana tiró de Carolina para seguir al tipo. Lo oyeron subir por las escaleras y quejarse.

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23/11/2009, 22:32
Carolina

La verbena se levantó de inmediato y caminó hasta el portal, cuya puerta había dejado mal cerrada. Cuando dejó de verle los pies por la escalera avanzó para seguirle, procurando no hacer demasiado ruido y cogiendo la mano de su mujer. Estaba nerviosa, pero más enfadada.

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23/11/2009, 22:38
Ana

Ana se apretó un dedo contra los labios y subió lentamente. Una vez el tipo cerró la puerta, las Verbena se acercaron a la misma. Ana habló al oído de Carolina.

-Habla tú. Y acuérdate de todo lo que toques.

Hecho esto, llamó a la puerta.

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23/11/2009, 22:42
Juanjo

El hombre hizo ruido al otro lado, como si tropezase con algo, y volvió a la puerta. Su ojo apareció en la mirilla.

-¿Quién es? ¿Quién coño sois vosotras dos?

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23/11/2009, 22:44
Carolina

Carolina abrió la boca para protestar, pero al escuchar ruido al otro lado de la puerta se giró hacia la mirilla y sonrió con su mejor cara.

- Hola, buenas tardes. ¿Le importaría abrir la puerta, por favor?- dijo con una voz melosa- Somos del Ayuntamiento.

Ana no lo parecía, pero ella si. O bueno, después de la mañana que llevaba ya no estaba segura de presentar tan buen aspecto, pero esperaba lograr un efecto similar.

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23/11/2009, 23:04
Juanjo

El hombre dudó, pero escucharon la puerta abrirse con un descorrer de cerrojos. Las miró de hito en hito, con la camisa abierta por la que surgían unos cuantos pelos grises, y una peste a alcohol considerable.

-¿Del Ayuntamiento? ¿Qué pasa? ¿Qué quereis?

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23/11/2009, 23:06
Carolina

 

Reprimiendo el primer impulso de partirle la cara (y haciendo acopio de su arte para la hipocresía), se puso las manos en la cadera apartando la chaqueta y le miró todavía con la sonrisa en la cara. Seguramente si no estuviera tan borracho quizás se habría percatado de que en el fondo no le aguantaba. Era un ser despreciable.

- Venimos a hacer una breve inspección de las cañerías que conectan con las del vecino, ya que afectan a su vivienda. Sus otros vecinos ya lo han hecho, pero necesitamos verificarlo aquí también.- hizo una breve pausa- Si quiere puede denunciar por mal estado para recibir una indemnización. Algunos ya lo han hecho. Le prometo que será solo un momento.- finalizó con una amplia sonrisa y apoyó la mano en el marco de la puerta.

 

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24/11/2009, 00:34
Juanjo

El tipo las miró con ojos vidriosos y terminó asintiendo.

-Pero que sea sólo un momento.

Las dejó entrar. La casa olía a humedad y a cerrado y la luz era escasa. La pintura estaba desconchada y todo presentaba un aspecto de abandono bastante claro. Sólo se encontraba él, y no había fotos ni nada que sugiriese que había familia.

El pasillo daba a la cocina. La nevera zumababa audiblemente y había una pila de platos por fregar en el fregadero.

-Haced lo que tengais que hacer y marchaos.

No estaba exactamente borracho, pero arrastraba las palabras y se movía con poca coordinación.

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24/11/2009, 00:41
Ana

La Verbena sacó del bolsillo polvo, se puso el puño contra la boca y sopló. El polvo impactó al hombrecillo en el rostro y perdió el conocimiento. Ana se lavó las manos en la pila antes de inclinarse sobre el cuerpo desmayado.

-Hay que colocarle en vertical -dijo cogiéndole de los brazos-. Ayúdame a arrastrarle hasta el salón. He visto una viga allí.

Entre las dos tiraron del hombre hasta allí. Ana le pidió a Carolina que buscase algo lo suficientemente fuerte como para soportar el peso del cuerpo mientras ella le desnudaba. Carolina encontró una soga bastante resistente en uno de los armarios que abrió con cuidado de no dejar huellas.

Y llamaron a la puerta.