Partida Rol por web

Carolina iba hacia el salón de nuevo con la soga en las manos (había estirado las mangas de su camiseta para no tocar nada), cuando llamaron a la puerta. La maga se quedó completamente paralizada mirando a Ana. Ya estaba suficientemente nerviosa como para aquello, que alguien llamara a la puerta. Quizás fuera un vecino curioso que las había oído, o quizás la policía. ¿Y si era la policía que le habían localizado por lo de esta mañana?

Miró a Ana asustada y fue hasta su bolso en busca de una botellita en cuyo interior había una mezcla aromática que le permitiría convencer a quien fuera de que allí no había nada que hacer. Se acercó despacio hacia la puerta, procurando no hacer ruido para mirar por la mirilla.

Un hombre de unos veinticinco, moreno y con barba corta esperaba al otro lado. Tenía una camiseta negra de manga larga, pantalones negros, zapatos negros. Llevaba una bolsa colgada a la espalda. Parecía algo nervioso y no se percató del ojo de Carolina, sino que volvió a llamar al timbre una vez más. Llevaba guantes de cuero negros.

 Carolina inspiró y descorchó la botellita, sacó unos polvos y los echó por encima de su cabeza. Después guardó el resto y tras arreglarse un poco abrió la puerta intentando actuar con naturalidad.

- Hola- le miró de arriba abajo- ¿Puedo hacer algo por ti?

Que mal sonaba esa frase.

El chico ladeó la cabeza, confuso. Se echó atrás y comprobó la letra sobre la puerta. Frunció el ceño y sonrió.

-Eh... perdona, no sabía... ¿Está Juanjo? Lo estoy buscando. Para... hablar. De una cosa.

Carraspeó y sonrió.

Carolina ladeó la cabeza algo pensativa.

- No, todavía no ha vuelto. Creo que se había ido al bar de abajo, o a algún otro bar. Estaba un poco molesto- dijo con fastidio- Supongo que no volverá hasta las nueve. Lo siento emmm… ¿No te he visto antes verdad?

No sabía si eran amigos o no, pero hacer como que ella siempre había estado ahí le pareció buena idea. Una prima de paso... quizás.

-Probablemente no. Qué raro.

El chico alzó las cejas.

-Bueno... lo que tengo que decirle es importante, así que voy a ir a buscarle por aquí, ¿de acuerdo?

Fue a marcharse, pero lo pensó mejor y volvió sobre sus pasos.

-Antes de irme, repite conmigo: No me has visto. No me conoces. No te acuerdas de mi cara. No me has visto. No me conoces. No te acuerdas de mi cara. No me has visto.

La mujer se le quedó mirando con cara de idiota. Espera ¿se le había ido la pinza? ¿La estaba intentando… manipular o algo? ¿Era un mago?

- … - enarcó una ceja y abrió la boca para decir algo, pero cambió de idea- No me has visto. No me conoces. No te acuerdas de mi cara…

Después se dispuso a cerrar la puerta, completamente atónita.

El mago dudó, y en última instancia colocó el pie entre la puerta y el marco.

-¡Espera! ¿Quién eres tú? ¿Te conozco? -frunció el ceño-. No sé por qué me resultas familiar, aunque... creo que no te he visto. Eres... una Despertada, ¿verdad?

Mierda. Mierda. Mierda. Mierda. No quería llamar la atención, joder. Si era un mago entonces lo entendería. Abrió la puerta, le cogió del brazo y le metió dentro de casa.

- Ana, ven.- llamó a su mujer- Si, soy una Despertada. ¿Qué haces aquí? ¿Qué quieres?

-¿Qué pasa? -preguntó Ana caminando hacia la puerta-. ¿Qué haces? ¿Quién es este tío?

La Verbena se cruzó de brazos y en sus ojos apareció una ira serena y brillante. Miró a Carolina y al mago, que estaba más bien aturdido.

El mago se zafó del brazo, molesto por el contacto.

-Me llamo Álex -dirigió una mirada desconfiada a Ana. El Efecto de la confianza sólo funcionaba con Carolina-. Soy un Eutánatos. ¿Y vosotras?

- Le he intentado disuadir pero se ha dado cuenta y no iba a dejarlo ahí afuera montando escándalo- se disculpó molesta también, después se giró hacia el chico- Mira Álex, somos Verbenas y estamos aquí porque ese tipo ha atropellado a mi hija y se está muriendo ¿vale? Necesitamos hacer una cosa con él para curarla.

Había intentado hablar en un tono tranquilo y amable, ya que el efecto si funcionaba con ella.

-Una cosa. Verbenas. Ya veo. -Álex no parecía desconfiado, pero unas arrugas aparecieron en su frente.

El mago de la muerte dio largas zancadas hasta el salón y descubrió al hombre, que parecía llamarse Juanjo, en el suelo, desnudo. Se agachó para tomarle el pulso.

-Sigue con vida. -Se dio la vuelta y habló, aún en cuclillas-. Mirad, este hombre... Es un alcohólico violento. Vive solo porque maltrató a su mujer hasta que ella se fue de casa. Yo... Estoy aquí para matarlo.

Se puso en pie.

-Mi Tradición observa la Buena Muerte. Matamos un cuerpo para que un alma corrupta regrese al ciclo y se reencarne. Y es justo lo que tengo que hacer. Con él. Y esta es mi primera vez a solas -El Eutánatos se ruborizó ligeramente y se rascó la cabeza-. Pero ha de ser una Buena Muerte. Una muerte pacífica, en calma. No lo que estais haciendo vosotras.

Carolina le escuchó y después se volvió hacia Ana. ¿Podían hacer eso? ¿Podían dejar que le matara y después extraerle la sangre? Las cosas en los ritos verbena no funcionaban así. Una muerte pacífica y sin dolor no era lo esperado.

- Yo… lo entiendo Álex, pero mi hija se está muriendo. Le necesitamos. Todavía no le ha llegado su hora.- dijo con tristeza- No puedo… permitir eso. Tu eres un Eutánatos, comprendes el significado de la vida y la muerte, debes entenderlo. Por favor.

-No. No conoce el significado de la Vida y la Muerte -respondió Ana cruzándose de brazos y encarando al Eutánatos-. Decís que quereis ayudar, pero en realidad no sois más que unos magos morbosos que parecen más cadáveres que seres humanos. Vuestra magia está corrupta. No sabes nada de lo que significa la Vida.

Carolina abrió los ojos de par en par y miró completamente atónita a su mujer.

- ¡Ana! Me parece genial lo que pienses de él y su magia, pero ahora me importa más la vida de Sofía. Porque si es  medianamente humano y cabal entenderá que la vida de una niña es más importante que la muerte de un hombre que encima era un desgraciado. – miró seriamente al mago, esperando que lo comprendiera, aunque tenía serias dudas.

Álex sacudió la cabeza, negando.

-¡Esto no estaba previsto! -exclamó, aunque no estaba claro a quién. Luego quedó abatido y cabizbajo-. Yo... yo... Mi Maestro se enfadará. Pero está bien. Haced lo que creais conveniente. La vida de una niña es más importante... y su alma retornará a la Rueda.

El Eutánatos no era más que un novato que se cruzaba de brazos ante la adversidad.

-Pero quiero estar presente. Es mi responsabilidad.

-Supongo que no nos vas a ayudar. A mí me da igual.

Ana ató la soga a los pies de Juanjo y la pasó sobre la viga. Con ayuda de Carolina logró izar el peso muerto, quemándose las manos y terminando con dolores de espalda considerables. La Verbena amordazó al pobre diablo y le dio un par de bofetadas para despertarlo. Él se removió, asustado y enmudecido por la mordaza.

Pusieron dos recipientes debajo del cuerpo desnudo, que recogerían la sangre que cayese. Ana le entregó el athame a Carolina.

-Te corresponde a ti este trabajo -dijo con voz grave.

Carolina se mentalizó para lo que iba a hacer mientras cogía el athame. El pobre hombre iba a sufrir, pero en el fondo se lo merecía. A demás, iba a morir de todas formas.

Se aproximó a su víctima murmurando unos rezos a Hera y se agachó en primer lugar para realizar un corte profundo en el cuello del hombre, de forma precisa y rápida. Él la miró con terror en sus ojos, y sintió lástima por un instante, pero recordó lo que había hecho y no dudó en realizar el corte. La sangre comenzó a brotar de inmediato chorreando mientras Juanjo hacía unos movimientos bruscos que pronto cesaron. El líquido rojo resbaló por su piel hasta caer a la palangana que comenzó a llenarse rápidamente. La verbena lo contempló momentáneamente y se levantó para realizar otros dos cortes, uno en cada brazo, desde el codo hasta la muñeca, sin dejar de murmurar sus rezos.

Cuando terminó, limpió el athame, se lo devolvió a Ana y contempló como la vida de aquel diablo se escapaba de sus venas para dársela después a su hija. Era su castigo. Su castigo por su crimen y por ser una persona despreciable. Se lo merecía.

-Con esto os estais ganando problemas, ¿sabes? -murmuró Álex fumando en los alrededores-. Los Eutánatos tenemos muy clara la misión. Además, ¿creeis que la policía no va a preguntar cuando se encuentre un cuerpo lleno de cortes y colgado cabeza abajo? Yo pensaba utilizar una pistola. Es más rápido y atrae menos la atención. Mañana tendreis aquí a un montón de periodistas.