Partida Rol por web

La chica clarividente se arrastra, pues no puede definirse de otro modo, hasta el extremo de la cama, poniéndose en pie. Con sus manos aún en el colchón, gira su cabeza hacia Eclipse, aún sin verla, respondiendo a su proposición.

M-me apetece pasear, P-pero no me llames Oráculo todo el tiempo, por favor... Me llamo Cassandra. -A ciegas, extiende su mano en dirección al lugar donde oyó la voz de Eclipse por última vez, esperando que la estreche- ¿T-te importa si... me agarro a tu brazo m-mientras andamos?

Lo escuchado al otro lado del teléfono terminó por descolocarme, pero no sólo eso, sino que la angustia en mi pecho iba cada vez a más. Una angustia que me recordaba a la muerte de mi abuela, a la impotencia de no poder hacer nada por quien querías. ¿O a lo mejor había algo que pudiera hacer?

-Te quiero… - musité llevándome la otra mano al pecho, aun escuchando el tono que señalaba que ya habían colgado.

Entonces dejé caer la mano que portaba el móvil, mirando este unos instantes, pensando en si volver a llamar o no; pero ahora sería inútil. Debería ir a buscarle, pero había sido muy claro en que no podía decirme nada, y tras lo escuchado podría causarle problemas. E ir a su casa… Su madre se preguntaría que sucede y sería complicar todo aún más.

Levanté la mirada hacia la puerta al ver entrar a Rocío, que llevaba un extintor en la mano.

-¿Q-qué pasa? – pregunté con extrañeza, con un rostro que aún reflejaba angustia. – Dime que está todo bien…

Porque no se si puedo con nada más ahora mismo…

 Entro a la habitación y miro el extintor que traigo cuando Xandra me pregunta. 

 - Sí, claro, esto - Contesto rápido y vuelvo a mirarla antes de continuar - Es... Bueno, por si acaso, ya sabes - Le digo un poco cortada. Aun estaba un poco confundida por lo que había dicho Cassandra, ahora que preguntaba, pero si no había pasado nada, pues lo dejaría ahí.

 Ella sin embargo no parece tenerlo todo en orden, y su expresión me preocupa, y me hace dudar de si puede ser por mi, al menos hasta que veo su móvil. Dejo el extintor debajo de mi cama y me dirijo hacia la chica, quedando de pie frente a ella. Tenía curiosidad por averiguar qué era capaz de hacer ella, pero por lo que veo es mejor que lo deje para otro momento.

 - ¿Y tú? ¿Estás bien? - Pregunto preocupada. No quiero meterme donde no me llaman, pero es cuestión de educación hacia mi compañera de habitación como mínimo, y no me siento bien si veo gente que está mal a mi alrededor. Empatizo más de lo que quisiera con la gente, y esta chica además hace apenas unos momentos que estaba preocupándose por mi. - ¿Puedo ayudar o algo? - 

Cuando Xandra pasa a mi lado y me dirige esas nada cariñosas "gracias" con cierta aspereza, siento como mis orejas enrojecen. - No era mi intención traer a un "profe" aquí, pero al final puede que haya venido bien su presencia para "enfriar" los ánimos -, pienso, mientras recuerdo el extintor y la figura en llamas de Rocío.

Y ahora que me acuerdo... ¿qué hará aquí Neithan?, me dijo que tenía algo que hacer y de repente apareció por aquí... que tío más raro... bueno, ya que todos parecen querer dar una vuelta, lo mejor sería hacer un triplete y, desaparecer del ala de las chicas, juntarnos unos cuantos de los "nuevos", y dar un paseo que temple los ánimos, para que conozcan mejor el lugar. - Hechizos y contraportales... ¿qué habrán querido decir con eso? - sacudo la cabeza, los problemas, de uno en uno.

- Bueno, si váis a salir -miro a Eclipse y Cassandra - podríamos dar una vuelta y mover nuestros culos - mirada divertida a Eclipse - en dirección a donde hemos comentado que podíamos reunirnos, la estatua de fuera, por si alguien más se anima. - hago un gesto rápido a Gabriel, y saludo con un silencioso e invitante cabeceo a Neithan -. Las otras chicas ya se han marchado, supongo que si quieren ir a conocer esto con compañía, irán a la estatua, como espero que lo haga Trece -.

Me exasperaba que no pudieran darme la respuesta que estaba buscando, pero al menos me alegraba saber que había alguien con conocimiento mágico al que poder acudir para este tipo de cuestiones. Quizá es él quien me pueda devolver a mi hogar- asentí al comentario de la profesora queriendo decir que lo mejor era salir.

-No puedo prometerte eso- respondí a Tarzán y por el tono de mi voz no quedaba claro si estaba de broma o no- Pero dejémoslo en que no lo haré a no ser que te lo merezcas- sí, ese era un buen trato.  Oráculo, por su parte, parecía dispuesta a unirse a nosotros y yo esperaba que así se relajara un poco. Lo siento, vuestros nombres me parecen demasiado complejos. Prefiero llamarte Oráculo a no tener un nombre con el que dirigirme a ti- era cuestión de no ser una maleducada, aunque entendía que le habrían puesto ese nombre por algo. Cassandra- me repetí torpemente en la cabeza para intentar aprenderlo. Agárrate si quieres, no tengo problema con eso- la verdad es que la idea no me hacía gracia, pero entendía lo que significaba cuidar de alguien que lo necesitaba.  Terminé de tenderle el brazo y esperé a que se colocara bien para comenzar a caminar.

-A la estatua entonces- respondí al depredador. Tengo curiosidad por ir a la zona del laberinto, parece una zona con mucha vegetación- y al menos así me sentiré más en casa. Esperé a que todos salieran de nuestra habitación para cerrar la puerta y dirigirme hacia el lugar que nos habían indicado. 

Te abalanzas a recoger el cuerpo de tu amor, con una dolorosa sensación de familiaridad con la escena. La pierdes. La habías recuperado, pero la vuelves a perder. Su vida se escapa entre tus manos, mientras te aferras a ella en un abrazo con la que no lograrás retenerla. El puñal el su pecho, el calor abandonando su cuerpo, su rostro tan cerca del tuyo, ese rostro que tantas veces has besado, que tantas veces has mirado obnubilado.

Llórame, Zeque... -Te susurra tu amada, empleando ese apodo cariñoso que solamente empleaba cuando estabais a solas- Pero sigue con tu vida... -Una de sus manos se alza hasta acariciar tu mejilla con ternura- Eres mucho más grande de lo que crees... Yo lo he visto, y el mundo lo verá...

La mano de tu amor cae inerte. La miras con horror, contemplando también su rostro, tan tranquilo, como si estuviera disfrutando de un plácido sueño. Pero no es así, te ha dejado, la has perdido.

Otra vez...

Silenciosamente, Neithan siguió a Romasanta. ¿que pintaba él allí? Romasanta decía que habían quedado con las chicas, y con alguien más... ¿se iban a reunir todos los bichos raros? Pero ¿acaso tenían plan? Aquel sitio ocioso no podía ser bueno, para aquellos peligros con patas. Tenían que coger una disciplina, unos hábitos férreos, como a él le habían enseñado. Y ¿se suponía que tenía que decir algo?¿una frase trillada como en los simpson?¿"Vámonos, átomos"? Él no era mucho de hablar con la gente, le aportaba poco...   Sólo podía esperar que aquello no fuera como una peli americana... como se llamaba "American Pie", en que los jóvenes parecían seres en celos cuales monos que solo pensaban en copular... y sin saber mucho porque miro a Gabriel, el chico que había salido volando... Siguió caminando, el último de la fila, sin saber muy bien y aún dándole vueltas porque estaba allí..

Enseguida seguí a mis compañeros con una amplia sonrisa, se me había ocurrido un buen plan para divertirnos, pero lo hablaría con ellos fuera.

-Dudo que Trece aparezca, estaba ocupado.- Me limité a decir, no quería decir nada más, pues a pesar de lo que podía parecer no querría molestarlo, y aquello era solo tema suyo.- Tu amigo es un poco rarito.- Le susurré a Roma mientras señalaba discretamente a Neithan, o discreto a mi parecer.

También había estado atento a la conversación de las chicas que me había hecho bastante gracia.

-No te preocupes Cass, no es nada personal, le cuesta aprenderse los nombres.- Le dije animado.- Por cierto, ¿para que la venda? lanzas rayos láser o algo así de molón?- Le pregunté emocionado.

La verdad era que la salvaje tenía muy mala leche, pero un cuerpo espectacular, así que le cedí cortesmente el paso cual caballero, para mirarle el culo.

Tengo que acercarme mucho para escuchar las palabras de Marta, apenas un hilo de voz, el último hilo de voz... antes de desvanecerse.

- ¡Nooooooo! - un grito de dolor que nace en mis entrañas se catapulta hacia el exterior. Las lágrimas inundan mi rostro, haciendo que me ahogue en mi propio sollozo.

- ¡Marta! ¡Marta! - golpeo con el puño cerrado contra el suelo, una, dos, tres veces, hasta sangrar - ¡Otra vez no! - sacudo sus hombros, su cuerpo se tambalea inerte bajo mis manos mientras mis lágrimas caen sobre su rostro - otra vez no...

Mi cabeza se hunde en su pecho, entre sollozos, muriendo con ella con un débil susurro.

- otra vez no...

Vi como Rocío guardaba el extintor bajo su cama tras responderme. En cualquier otra ocasión me hubiera reído, o incluso pedido otro para mí, y es que la situación era bastante cómica; pero no podía, no ahora.

En un principio me extrañó que me preguntara si estaba bien, hasta que me di cuenta del gesto de mi cara, y de que aún permanecía con el teléfono en la palma de mi mano. Era demasiado expresiva, él siempre lo decía.

Me quedé callada, mirándola fijamente tras posar el móvil en la mesilla. Ayudar… Casi no recordaba la última vez que me habían ayudado a solucionar algo importante. Era muy independiente, en casi todos los sentidos, pero ya no sólo se trataba de eso. Llevaba semanas afrontando esta nueva situación, en la que a veces mis nuevas capacidades me superaban, y no había podido contar con ningún tipo de ayuda. Estaba pudiendo afrontar eso, seguir mi camino, pero lo que acababa de suceder… Era como si me robara las fuerzas.

Continuaba mirando a Rocío, y me puse en pie, con mis ojos al borde de las lágrimas. Sin decir nada me acerqué a ella, abrazándola y recostando mi cabeza en su hombro.

 Bueno, Xandra no había contestado a mi pregunta exactamente, pero no ninguna falta, estaba bien claro. No se qué es lo que le pasa, así que prefiero no decir ninguna tontería como que todo estará bien o se arreglará, cuando tal vez es la muerte de un ser cercano o algo grave, no quiero meter la pata. 

 Aunque no se qué decir, sí que sé cómo reaccionar, eso me lo ha dejado bastante fácil. Correspondí con firmeza el abrazo de la chica, apoyándola como sólo sabía en ese momento. Por un momento dudo de si posar la mano sobre su cabeza. Si es tan o más pija de lo que yo creo, lo más seguro es que se sienta molesta con una desconocida tocándole el pelo, pero por otra parte si está tan mal como para abrazarme así, igual ahora tampoco le importa tanto su pelo, así que al final me decido por hacerlo. - Va... Podemos hablar si quieres... - Es lo único que alcanzo a decirle en voz baja y amable. Claro que también puede romper a llorar y desahogarse. Me siento un poco rara con esa idea, ya que acabo de conocerla, pero no voy a dejarla tirada.

Mi abrazo fue correspondido por Rocío, lo cual me reconfortó. La angustia hacía que mi respiración se hubiera acelerado, y no fue hasta que esta se calmó un poco cuando solté a la chica. Había evitado no echarme a llorar, aunque no el que se me escaparan un par de lágrimas.

-P-perdona, eso ha estado fuera de lugar… - dije tratando de limpiar mis ojos, ya que sin duda se me habría corrido parte del maquillaje. – Debo estar guapísima ahora. – reí nerviosa, sentándome en la cama y buscando un espejo de mi bolso para mirarme.

Terminé de retocarme y volví a mirar a Rocío. Me había ofrecido hablar, pero no estaba segura de hacerlo. Saúl siempre había sido tremendamente discreto con su trabajo, hasta conmigo, quizás no estuviera bien hablar de ello; aunque ni siquiera estaba cien por cien segura de que fuera algo relacionado con su trabajo.

-Gracias, de verdad. – le dije, antes de ofrecerle una pequeña explicación, al menos se merecía eso. – Hablaba con mi novio… No estaba bien. Algo pasa, pero no me ha dicho qué. Estoy preocupada…

Estiré el brazo hasta el teléfono, volviendo a tomarlo entre mis manos, mirándolo unos segundos antes de enviar un mensaje y volver a dejarlo en la mesa.

Mensaje para Saúl:

Llámame en cuanto puedas, por favor. Tranquilízate, recuerda que puedes contar conmigo, te quiero. Te quiero mucho.

Tras dejar el móvil de nuevo sobre la mesa, Xandra trata de secarse las lágrimas que nuevamente tratan de brotar de sus ojos. Justo en ese instante, el móvil vuelve a sonar. Xandra lo coge inmediatamente, nerviosa, pero lo que ve al encenderlo la desconcierta aún más.

Cita:

Salís del bloque de las habitaciones femeninas, como un variopinto grupo al que Gema Varandiarán no se molesta en disimular que echa un largo vistazo mientras abandonáis el edificio. Solo dios sabe qué pensamientos ocuparán su mente mientras os observa, pero no dice nada al respecto. Al contrario, tan sólo se cruza de brazos y sonríe.

Cassandra camina dubitativa y torpemente junto a Eclipse, aferrada a su brazo prácticamente por necesidad. No en vano, le es imposible ver nada con esa venda en los ojos. Pero el modo en que sus manos garran el robusto brazo de la terrana denotan también cierta dosis de cariño y agradecimiento. Es de suponer que un "bicho raro" como ella no cuenta con el apoyo ni la amistad de demasiada gente.

Mis ojos no lanzan nada... -Respondió con voz débil a la pregunta de Gabriel, tras sobresaltarse al sentir al muchacho cerca de ella- Yo... no soy nada... molona. La venda es... para... es mejor para mí... ver lo menos posible.

El camino os lleva por el interior del edificio, donde al parecer casi todos los jóvenes están en estos momentos dando clase en las aulas, por lo que los pasillos están desiertos. A través de las cristaleras del techo abovedado pueden verse de cuando en cuando siluetas de los hombres de seguridad, que se asoman cada cierto tiempo como parte de su ronda estipulada. En una de las veces detectáis a Roberto, con su arco en la mano, y os saluda con un gesto de la mano, sonriente, antes de desaparecer. También veis a una mujer rubia, de pelo corto, cuyo brazo derecho brilla bajo el efecto del sol con un destello metálico.

Finalmente, llegáis al plano de las instalaciones. Más allá está el patio de la entrada, donde descansa esa estatua. ¿A donde os vais a dirigir?

Acababa de posar el móvil cuando volvió a sonar. Apenas me había dado tiempo a volver a secar la humedad de mis ojos. Dejé de inmediato el pañuelo y me lancé a por el móvil. Sin duda mi cara lo diría todo. Del nerviosismo había pasado al más puro desconcierto, aumentando aún más mi preocupación.

-P-pero… ¿Qué significa esto? – dije en voz alta, mientras mi cabeza trataba de buscar una explicación. – El mensaje no ha podido ser recibido… - murmuré incrédula, y es que era la primera vez que recibía algo así en mi móvil.

Me levanté de repente, tirando el móvil sobre la cama, para recogerlo inmediatamente.

Ya no sabes ni lo que haces, tranquilízate… - me dije a mi misma.

-Tengo que irme. – le dije a Rocío, decidida a marcharme de allí. - ¿Teníamos el resto del día libre, no? – traté de confirmar con la muchacha, y es que si podía evitar meterme en un lío el primer día, mejor.

De alguna manera siento un secreto placer, viendo a los dedicados alumnos ir de acá para allá, ocupados en temas escolares, mientras que nuestra jornada comienza en el día de mañana. Al llegar a la estatua de Alcotán hago un pequeño alto.

- Esperemos unos minutos por si alguien se nos une. En todo caso, propongo dar una vuelta por los alrededores si os parece, los jardines, las cocheras y el bosque podrían estar bien. - me dirijo a Eclipse - Así podrás ver que aquí también tenemos terrenos agrestes. Espero que los consideres bellos, no como un sustituto de Terra, sino como un paraje nuevo que conocer. -

Tras la espera, si nadie más se nos ha unido, propongo partir a los que estemos presentes. Miro a la chica de la venda en lo ojos - ¡Ojalá pudiera ver yo lo que va a pasar!. ¡Se podrían evitar tantos problemas! Aunque si esas visiones te hacen daño, como si fueran pesadillas, es normal que las repudies. Si puedo ayudarte en algo, sólo tienes que decirlo Cassandra - pongo la mano suavemente en el hombro de la chica para transmistirle tranquilidad.
 

Bien, ya estoy fuera del dormitorio, ¿y ahora qué? Sí, sabía que iba a tener que estar en este sitio durante algún tiempo hasta que me dieran una solución; y sí, quizá este era el mejor lugar para alguien como yo, pero yo prefería el aire libre. Pasear me vendría bien y calmaría mis nervios. Ten paciencia, Eclipse, porque te va a hacer falta.  Solo hasta que llegues a casa.

Llevar a Oráculo y protegerla era la misión que me había puesto mientras estuviera aquí: en todos sitios había débiles a los que había que prestar una especial atención hasta que se hicieran fuertes.  Tampoco te pierdes tanto, Oráculo.  Al menos aquí dentro el paisaje es una mierda. Fuera ya es otra cosa, pero no te preocupes. Ya pensaremos en algo- dije intentando ser lo menos tosca posible.  Por ejemplo, ahora solo vemos idiotas armados que puede que no sepan usar sus armas- reflexioné.  La verdad es que, entre las personas que había visto, desde luego algunos parecían poderosos, dignos de enfrentarme a ellos.

Me paré a esperar a otros probables jóvenes que se nos unieran, a petición de Depredador.  Estoy segura de que hay lugares hermosos que ver, por supuesto. Mi hogar tiene más vegetación, pero he podido contemplar en mi llegada hasta aquí que tenéis bellos paisajes.  No pienso esperar mucho tiempo, Depredador- le dije, queriendo hacerle ver que me marcharía si no aparecía alguien en poco tiempo.

Lo de las visiones no me parecía tan sencillo como el chico rubio creía. Gruñí mostrando mi desaprobación ante su idea. Las visiones en mi hogar no son tan precisas, ni sencillas.  En mi hogar la gente como Oráculo vive en continuo peligro, por eso tienes que volverte una persona fuerte y confiada, o te acabarán comiendo- la verdad es que el tacto no era mi fuerte, pero tampoco estaba diciendo nada malo.  Bueno, ¿nos vamos ya? 

Los jovenes. Los jovenes occidentales siempre estaban con sus modas, tecnologias, etc... antes decían que algo era molón, ahora decían que algo tenía swag, y todo eso lo sabría Neithan si fuera un poco más como un joven normal aunque su conducta difería bastante de los estándares. Él no tenía poderes como la gente de allí, tampoco los necesitaba... el director de la institución se lo había dicho ¿o se lo había insinuado? Había llegado a la conclusión que estar allí una temporada, lamerse las heridas y aprender cuatro trucos nuevos no iba a estar demás. Los ajustes de cuentas podían esperar un tiempo...

No añadió nada más a lo que decían los compañeros. Los miraba de vez en cuando, los evaluaba, pero no los juzgaba. El destino podía ser cruel, irónico... no esperaba crear lazos afectivos con nadie de allí. Trataría a Romasanta con la cordialidad que le correspondía, la que le habían enseñado pero más allá de eso... el sexo femenino nunca le había interesado realmente pero tampoco lo había tratado mucho. La imagen que se iban a llevar de él, era muy pobre y seca. Pero eso no quitaba otras cosas... Dar una vuelta y tomar un poco de aire fresco por un sitio natural, el comentario más interesante que había escuchado en tiempo:

-Quiero ver ese bosque y jardines... el aire fresco nunca hizo daño a nadie...

 Aunque estaba incómoda con los nervios de Xandra, no la solté hasta que ella se sintió mejor y decidió ser ella la que se apartara. Escuché lo que tenía que decir, y la miré con curiosidad y desconcierto cuando tiró y cogió el móvil. Me levanté y di un paso al frente cuando la muchacha se dispuso a marcharse. 

 - Eh... Sí, creo que sí, nos habían dejado el día para acomodarnos y ver las instalaciones. - Le dije rápidamente para que se marchara tranquila. - Avísame si necesitas algo. - Arrugué un poco la nariz y levanté los hombros. No tenía ni idea de qué decirle o qué hacer. Sólo me quedaba esperar que lo que quiera que le pasara no le diera muchos problemas durante el año, ni a mi tampoco. 

 Vaya primer día, igual todavía puede ser mejor, y todo.