Partida Rol por web

Parece que nuestra espera toca a su fin. Eclipse se impacienta, haciendo gala de su naturaleza arrolladora. La verdad es que esto no ha tenido el éxito que esperaba pero bueno, es normal, supongo que la gente estará cansada de viajar y querrá poner en orden sus ideas antes de empezar las clases mañana. Echo un vistazo a mi bandolera, de donde extraigo el móvil, consultando por si Trece hubiera dado señales de vida. Al ver que no es así, lo dejo caer descuidadamente de vuelta.

- ¡Pues somos los que estamos! - comento en tono casual - si queremos ver algo con la luz del día será mejor que salgamos ya - hago un gesto de avance con la mano mientras miro al grueso de edificios, esperando ver salir a alguine más, antes de desaparecer por el camino que lleva al bosque. - Por cierto Eclipse, me puedes llamar Roma; será más fácil y rápido, Depredador es un película... - rio quedamente, hasta darme cuenta que seguramente no tenga ni idea de que le estoy hablando... - bueno, estooo... es como una especie de alienígena que caza, y se cobra sus presas y las... en fin, déjalo, quizás te enseñe la peli en otra ocasión Eclipse. ¿Os parece si salimos ya? - acabo, algo azorado.

La presencia de Eclipse me ofusca un poco, es alguien como jamás había conocido, y algo en su olor hace que mi corazón palpite más rápido. Debo contolarme, "el paseo ayudará", pienso mientras silbo distraidamente.

Mi compañera en seguida me confirmó que sí, que nos habían dado el resto del día, así que no lo dudé más. Ante su ofrecimiento me quedé mirándola dubitativa, pero poco después recogí mi bolso, buscando en él algo para escribir. Lo primero que encontré fue el lápiz de ojos, así que dada la premura utilicé eso mismo.

Me acerqué al escritorio y plasmé mi número en su superficie lo más rápido que pude, guardando el objeto de inmediato.

-Ese es mi número, dame un toque y guardo el tuyo. Gracias, de verdad. – dije posando una mano en su hombro, antes de girarme hacia la puerta, pero justo antes de abrir esta me volví un momento. – Si te preguntan por mí he ido a casa a por otra maleta, seguro que cuela. – concluí esforzándome por mostrarle una sonrisa agradecida.

Tras ello, salí de la habitación rumbo al vestíbulo.

Salí de la habitación rápidamente, caminando a paso ligero a pesar de los tacones. Mientras sujetaba el bolso al hombro con una mano, usaba la otra para pedir un taxi por medio de una nueva app. Me dirigía así hacia la entrada, esperando que el transporte no tardara en llegar.

El “pocas palabras” –así se había decidido a apodar al chico que no se comunicaba demasiado- le caía bien porque era sincero y preciso con sus anotaciones.  Tampoco necesitaba que me dijera mucho más, puesto que las personas muy comunicativas me acababan agobiando, a no ser que fueran carismáticas.  Somos pocos, perfecto. No nos hace falta nada más.

Depredador, por su parte, tenía el encanto necesario como para no querer tirarle de la lengua para arrancársela.  Tampoco necesitamos a más gente.  Las multitudes no me agradan- a fin de cuentas estaba acostumbrada a mi poblado, donde los conocía a todos y las cosas funcionaban de otro modo.  En cuanto depredador se preparó para salir me puse en alerta, y toqué el brazo a Oráculo.  Otro que se molesta por llamarlo por el nombre que recuerdo.  Roma- dije intentando recordarlo, aunque era algo inútil- como le dije a Oráculo, me cuesta aprenderme los nombres.  En mi mundo los nombres tienen un significado.  No sé si “Roma” significa aquí algo, pero si me lo dices será más fácil, aunque no prometo nada-  terminó de escuchar la explicación que le dio el rubio tras reírse por el apodo que le había puesto.   ¿Peli?  ¿Qué es eso? Y sí, salgamos ya. Nos hace falta tomar aire-  al final fue ella la que echó a andar unos pasos para que el resto la siguiera y que ya depredador los guiara.  

Tras una corta toma de decisiones, los cinco abandonáis el edificio principal, saliendo al exterior y dejando que la luz del sol os bañe con su calor. La menuda Cassandra parece disfrutar al sentir sobre su piel los cálidos rayos del sol, aflojando incluso su forma de aferrarse al brazo de Eclipse. Para la propia terrana es una cierta satisfacción salir al exterior, fuera de ese edificio que en nada se parece a las cuevas, cabañas y castillos de su mundo. Los jardines que lo rodean resultan mucho más agradables, sin duda. También Alejo lo siente, especialmente porque sus sentidos hiper desarrollados perciben la multitud de aromas naturales de la zona, las flores, los frutos de los árboles. Gabriel, en cambio, parece haber pagado su ánimo súbitamente, aunque sus ojos lo observan todo con curiosidad.

Es Neithan, siempre tan concentrado, quien se da cuenta de que esa chica rubia que se retiró a su habitación, Rocío, está saliendo del bloque de las habitaciones femeninas, percatándose de la presencia del grupo y encaminándose en su dirección.

Os encontráis en un lateral de las instalaciones. La piscina y las canchas de tenis y baloncesto están un poco más adelante, pero a vuestra izquierda hay un camino de tierra y grava indicado mediante un letrero de madera como "sendero rural". Parece una buena dirección para pasear...

Apresuradamente, recorres el camino que separa el bloque de las habitaciones del edificio principal, el cual te ves obligada a recorrer a trompicones, entre pasillos y salas, nerviosa. Aún ni sabes a donde te vas a dirigir, pero sabes que necesitas hacer algo, que él necesita que hagas algo.

¿Tanto poder, y no poder ayudar a tu novio? Eso no es posible...

¡Eh! ¿Donde vas tan rápido? -Una voz frente a ti hace que te detengas, casi horrorizada por la sorpresa. Ante tus ojos se alza un hombre, si es que lo es, de gran envergadura, enclaustrado en un traje de alta tecnología que le aísla del exterior, con su rostro cubierto por una escafandra transparente. El hombre carece de cabello, su piel es completamente azul, y sus ojos están cubiertos por unas gafas opacas a través de las que te observa sin expresión alguna.

Esto no es un patio de recreo, ¿sabes? Podrías chocar con alguien o tener un accidente, corriendo así... -En la situación en que te encuentras, y ante la conmoción de encontrarte a alguien así por sorpresa, no aciertas a reaccionar. El hombre te mira de arriba a abajo, despacio, frunciendo el ceño al final, como si comprendiera algo- Te llaman.

Parpadeas, sin entender. Tu móvil no está sonando, de modo que... Espera, ahora sí, ahora comienza a sonar el tono de llamada. Pero no lo hacía cuando él te lo dijo, ¿cómo es posible...? Miras la pantalla, y tu respiración se agita aún más.

Es la madre de Saúl.

Caminaba rauda hacia la puerta del edificio, dispuesta a alcanzar la entrada del complejo cuanto antes. En el proceso, mi cabeza daba vueltas, aún sin saber qué hacer. Me debatía entre acudir a su lugar de trabajo o ir directamente a su casa, cuando alguien hizo que me detuviera. Alguien o algo, la verdad es que no lo tenía nada claro.

Le miré con horror, sin tan siquiera tratar de disimular este, y es que aquel hombre no parecía ni humano. No sólo le bastó con llamarme la atención, sino que en seguida comenzó a darme una reprimenda. En otras circunstancias le hubiera replicado de inmediato, pero aún estaba conmocionada por su extraño aspecto.

Entonces, todo se volvió aún más extraño.

Me llaman. ¿Pero qué dice? Espera…

Y mi teléfono comenzó a sonar. Miré la pantalla, nerviosa, alterándome aún más al ver que se trataba de la madre de Saúl. Volví a mirar al ¿Hombre? Tratando de quitar la cara de estupor.

-G-gracias, lo siento. – le respondí escuetamente, antes de volverme hacia una de las paredes y contestar apoyada en esta. - Hola... – respondí al teléfono, tratando de ocultar la incertidumbre en mi voz.

Puede que sea casualidad, que llame por otra cosa…

Un poco más.... distendido. Así estaba a fuera, al aire libre. Saber que les vigilaba, esa advertencia, iba a hacer que no bajara la guardia tan fácilmente... y estar rodeado de chicos potencialmente peligrosos (que no era con los que estaba en ese momento rodeado), bueno, quizás debería tomárselo como un buen ejercicio. Aquel no era su sitio, pero tampoco tenía mucho donde escoger o que hacer...  y esa chica rubia, la había visto pero no sabía su nombre y venía hacia ellos. Cuando Rocío hubiera llegado hasta ellos, él chico la saludaría con la mano pero tampoco diría nada más.

Aun tenía sus dudas sobre el protocolo que debían tener en esos momentos, para aquella gente. No tenía muchas ganas de hablar, y para no aportar nada... pues mejor no decir nada. Evidentemente, si le decían algo o le preguntaban algo, respondería. Es que realmente, estaban allí para pasear, tomar un poco más el aire, lo de hacer amigos y conocidos... casí no iba mucho con el grupo (y menudo grupo). 

Casi por instinto, él ya había tomado de manera inconsciente la decisión de ir por el camino rural...

¿Xandra? H-hola, cariño...

La voz de la madre de Saúl suena nerviosa. Es una mujer afable, tranquila, que siempre se ha mostrado cariñosa contigo. Pero oírla ahora, de esta manera y después de lo que ha pasado, hace que te temas lo peor.

Yo... Lo siento, Xandra, ya se que estarás muy ocupada ahora mismo, pero... ¿Has sabido algo de Saúl? Hace días que no me llama, no se qué es de él... Desde que dejó ese empleo en la Embajada no es el mismo...

 Aun algo desconcertada, cierro los ojos y me froto la cara con las manos para despejarme antes de dirigirme hacia el grupo intentando adoptar una actitud algo más positiva. 

 - Ey, chicos. - Les saludo levantando la mano mientras me encamino hacia ellos. - ¿Qué tal? - Pregunto a todos una vez más cerca, para luego dirigirme a Gabriel y Cassandra directamente. - ¿Os encontráis mejor? - Pregunto cordialmente, sonriendo, y sin estar segura de si es una buena idea el sólo mencionar el tema a Cassandra. Esa chica da mal rollo cuando le dan esos... Brotes.

 Miré entonces hacia el camino rural y, señalándolo con un ligero movimiento de cabeza, vuelvo a preguntar. - ¿Vais a dar un paseo? - Alzo una ceja a la espera de respuesta. Seguro que he tardado un buen rato y ya lo han visto todo... Aunque tampoco es que haya sido por decisión propia.

Trataba de ocultar mi nerviosismo cuando atendí el teléfono, esperando que todo fuera bien, pero al escuchar a la madre de Saúl tuve que esforzarme aún más en mostrarme tranquila.

La mujer también se encontraba nerviosa, y me llamó mucho la atención que me preguntara por su hijo cuando vivía con él, pero lo peor fue lo referido a su trabajo.

Me quedé muda un par de segundos.

¿Dejar el empleo? ¿Cuándo ha pasado eso? ¿Por qué no me ha dicho nada?

En seguida rememoré mi conversación con Saúl. A decir verdad no había mencionado la Embajada…

-N-no te preocupes, estamos empezando el curso, aún no tengo mucho trabajo. – dije tratando de aparentar normalidad. – En realidad he hablado con él hace un rato… Pero intentaré hacerlo de nuevo a lo largo del día, ¿Vale? No te preocupes, estará así por lo del trabajo. – Lo que sea que esté haciendo ahora… - Le diré que te llame en cuanto tenga un rato, ¿Sí? – añadí tratando de tranquilizarla.

Al salir fuera de ese lugar pude estirarme, sintiéndome libre de nuevo. Estaba mucho más tranquila y mi mal humor se había visto disminuido considerablemente. Oráculo también se había relajado porque se disminuyó la tensión en mi brazo, lo cual me alegró bastante: suficiente sufrimiento estaría pasando ella como para que encima se sintiera incómoda.

Puedo ir por esa zona- pensé mientras me fijaba en el sendero rural.  Escuchó entonces la voz de la mujer que convertía su cuerpo en llamas y se quedó mirándola mientras hablaba.  Estamos bien, llameante.  No recordaba su nombre, como le pasaba siempre, pero aquel apodo le venía perfecto a la mujer.

-Sí, pensaba coger por ahí- señalé la dirección del sendero.  Esa zona parece bastante tranquila y agradable. ¿Quieres venir con nosotros?- pregunté a modo de invitación. Era mejor intentar rodearse durante el poco tiempo –o eso esperaba ella- que le quedara en la fundación.  Estábamos esperando para ver si alguien más se unía. 

Mientras hablas, puedes sentir cómo la madre de Saul deja escapar un profundo suspiro de consuelo, el modo en que logras calmarla, al menos en parte.

Hay, gracias hija, me dejas algo más tranquila, ya no sabía que hacer... -Te dice- Hazme ese favor, que me llame en cuanto pueda, que estoy muy preocupada... Te dejo, Xandra, que estarás liada. Un beso, cariño, adiós.

Cuelgas el teléfono, aún más preocupada que antes, sin saber qué hacer. Es cuando te das cuenta de que ese extraño hombre del traje y la escafandra sigue donde le dejaste, con las manos en la cintura, mirándote fijamente desde detrás de sus gafas opacas.

Parece estar esperando a que termines de hablar, aunque cuando te fijas puedes ver que en el cristal de su escafandra se van desplegando códigos y lecturas retroiluminadas en el interior.

Supongo que no eres consciente... -Te dice de un modo bastante inexpresivo- ...pero tu teléfono móvil ha sido hackeado.

- Un beso…

Colgué el teléfono con la sensación de haber dejado a la madre de Saúl más tranquila, sin embargo, todo lo contrario había sucedido en mí. Cada vez era todo más extraño. La llamada de mi novio, el no haberle podido enviar el mensaje, ahora su madre diciendo que había dejado el trabajo y que no había sabido nada de él en días, y encima…

¿Qué es todo eso en la escafandra del Doctor Muerte?

No entendía el qué, pero aquel hombre parecía estar analizando algo en su escafandra, y de pronto, me dijo aquella frase.

-¿Hackeado? ¿Cómo puede…? - ¿Saber eso? Piensa en donde estás. – Vale, ¿Eso es lo que hacía? ¿Así sabe lo de mi teléfono? – dije señalando la burbuja que le cubría la cabeza, aunque parecía más que obvio.

Me preguntaba quién podría haber hecho algo así, y todo ese asunto sobre Saúl se tornó mucho más turbio. Tenía que ser por él. Había hecho algo malo, algo horrible, según sus propias palabras; y por cómo se había derrumbado, seguramente se hubiera visto obligado a ello.

Ha dejado su trabajo hace días, se esconde de su madre, decía no poder seguir… ¿Deudas de juego? ¿Drogas? ¿En qué te has metido, cariño?

Estaba tremendamente preocupada, pero al mismo tiempo no podía evitar estar algo enfadada. Sí, ambos éramos muy independientes, pero confiábamos el uno en el otro, ¿No? ¿Por qué no había hablado conmigo entonces si tenía un problema?

¿Por qué no he hablado yo con él sobre mi problema?

-Joder… - murmuré, molesta conmigo misma, cuando me di cuenta de que aquel hombre biónico seguía allí. – Perdone, ¿No me ha dicho su nombre, verdad? Usted podría… ¿Podría saber quién lo ha hackeado? Es importante, por favor. – le pedí, visiblemente acongojada, mientras trataba de llamar de nuevo a Saúl.

Tomáis el camino que se interna en el bosque, a paso suave, paseando con calma. El sendero es sencillo, en ocasiones se estrecha pero normalmente es lo bastante amplio para que podáis caminar unos al lado de los otros, los seis. Apenas hay piedras ni promontorios, es relativamente llano, por lo que Cassandra no tiene problemas en caminar por él a pesar de su ceguera, aunque no suelta el brazo de Eclipse de todos modos, por no desviarse.

Las orillas del camino están llenas de árboles, cuyas copas tapan la luz del sol dando al lugar un cierto frescor, que se une al aroma de la naturaleza, de las hojas, de la hierva, de la tierra húmeda. Esto es especialmente presente en el caso de Alejo, capaz de percibir hasta la última tonalidad aromática del entorno natural en que os encontráis. Y hay algo dentro de él que disfruta de ello. Tanto como la propia Eclipse, que al fin encuentra un lugar en este mundo que se asemeja a su hogar. Es cierto que aquí la vegetación es menos espesa y salvaje, pero aún así...

Es Alejo el primero en darse cuenta, aunque Neithan, más concentrado, también lo nota en seguida. Voces, gritos, una gran algarabía, más adelante... ¿De qué se tratará?

El chico, poco acostumbrado a ese ambiente... no sabía muy bien que hacer, ¿era algo propio de allí, toda esa algarabía o había pasado extraordinario? La lógica dictaría que, como les había explicado el director, aquel sitio con una seguridad excelente y tan preparado, se podría encargar pero... ¿eso hacía que pudiera permanecer inmutable? La respuesta era no. Con el entrecejo un poco fruncido, dado que no sabía que era aquello, les preguntó a sus compañeros, bastante serio:

-¿Eso es normal aquí? Esos gritos, quiero decir... no sé si parecen de algo extraordinario o de otra cosa...

Realmente, estaba confundido, como un pez en el desierto.Si estuviera desde hace más tiempo lo sabría pero rodeado de seres especiales, que podían quemar una manzana, obliterarla o hacerla desaparecer en un agujero negro... ¿que otra cosa no podía pasar? Él era una persona de acción, solo iba a esperar unos pocos segundos para escuchar una respuesta, luego su atlético cuerpo, se movería por inercia, comenzando un veloz sprint hacia ese sitio, sin importarle mucho sus "compañeros". Ahora bien, si le dijeran "No,Neithan, no seas estúpido eso es un partido de basquet y la gente solo grita", pues no iría...

El camino por el que nos habíamos metido me alegraba cada vez más.  El olor, la visión e incluso el tacto que deja el camino bajo mis pies alerta mis sentidos y una sensación nostálgica me invadía para ir renovando poco a poco mis fuerzas.  En estos momentos lamentaba tener que ir al lado de Oráculo porque estaba deseando correr de un lado a otro, pero le había prometido que sería su guardiana hasta que llegásemos a un lugar medianamente tranquilo.

Al llegar a una zona con más vegetación solté con cuidado el brazo de Oráculo. Sólo será un momento, ahora vengo.  La naturaleza me llama.  Tras comprobar que la mujer estaba bien empecé a correr hacia un árbol para subirme a él y ver todo el espléndido lugar desde lo alto, tal y como solía hacer en mi tierra.  Prefería mi hogar porque la naturaleza era distinta, mucho más salvaje, pero aun así apreciaba la belleza indómita del lugar en el que me encontraba.  Por un momento pude olvidarme de dónde estaba y de los problemas que tenía sobre mis hombros.

Me dispuse a seguir subiendo cuando escuché al tipo silencioso hablar, haciendo referencia a unos gritos. Estaba tan concentrada en mis emociones que había ignorado todo lo demás.  Esos gritos suenan a gente, y la gente no me gusta- al menos no la de aquí. Ahora que se encontraba cómoda sabía que algo acabaría interrumpiendo su paz, y ese momento había llegado.  Puse una mueca de disgusto y volví trotando hasta Oráculo.

-Veamos si hay algún problema y sino continuemos con lo nuestro- no es que me importara que hubiera gente que se peleara entre ella, pero sí que me afectaba si estaban dañando el paisaje ante el que nos encontrábamos.  Eso sería algo que me molestaría bastante.  Agarré a Oráculo y miré a Neithan. Tú nos guías. 

 Acepté la invitación de Eclipse de ir con ellos. Era único plan, en realidad, pero así al menos no parecería una acoplada.

 El paseo me apetecía. Tenía pinta de ser un plan agradable, con el que relajarme un poco, aunque no fuera precisamente como me esperara, si no mucho más raro, como parece que va a ser en realidad el resto del año. Me costará acostumbrarme a estas cosas, pero acabaré haciéndolo, tarde o temprano.

 Quería echar un vistazo al bosque, pero al final acababa mirando casi todo el rato a Cassandra, extrañada, mientras me preguntaba el motivo de la ceguera de esa chica tan rara, y de esa banda y su relación con sus capacidades.

 A eso se le sumó Eclipse subiéndose a los árboles, y luego... ¿Gritos? Interrumpidos por un momento por la voz de Neithan, que casi ni me acordaba de cómo sonaba. Sólo faltaba que Cassandra empezara a vociferar cosas raras.

- Uh, ¿En serio...? - Comenté para mí misma, exasperada. Agaché los hombros y me dispuse a seguir a los chicos.

El chico casi enarca una ceja cuando la rubia amazona le da una orden.  Le daba un poco igual ir o no ir donde se escuchaban los gritos pero quizás se inclinara más por ir que no ir. Sabía bastante bien donde estaban los gritos, bueno, solo le llevó un momento encararse a la dirección de donde venían y unos pocos segundos más centrarse por donde ir, pero como siempre en alerta. Ese estado de alerta era el que le permitía enterarse de las cosas, captarlas y ver los matices... Solo le diría a Eclipse:

-Es por allí, yo iré primero...

Justo después de señalar la dirección, el chico se avanzó unos cuatro metros, miró hacia detrás para ver si la amazona rubia le seguía y comenzó a andar de nuevo, un poco más rápido de lo que normalmente se movería y... también caminaba un poco diferente, no iba recto sino un poco agazapado, perdiendo una cabeza de altura de lo que sería normal. Era "modo peligro on". Se preparaba para el combate o lo que pudiera ser o pasar...