Partida Rol por web

La chica pronunció pocas palabras durante el tedioso viaje, estaba muy débil y asustada. Solo pronunció su nombre: Sarana Talop, de Hondonada de Anathar.

Al principio, temía de la presencia de Fewyhn y especialmente de Códice, temblaba por el frío, pero más por el miedo y solo se sentía a gusto caminando al lado del Apuesto Rivoel, quién a parte se había mostrado galante e interesado por ella, o al menos así lo pensaba.

Entre charlas, paradas y la noche, contó  grandes rasgos su historia, no se sentía muy a gusto hablando y se limitaba a responder con monosílabos. El grupo pudo deducir que la chica tocada por el fuego era procedente de Hondonada de Anathar y fue raptada en una de sus frecuentes visitas a Fuerte Nuevo. Se encontraba sola, a unas millas de la villa, recolectando flores muy raras que vendía a los mercaderes por un muy buen precio. Un trío de orcos cayó sobre ella y se la llevaron a las montañas, de ahí en adelante se negaba a responder y caía en un constante llanto. Había sufrido bastante y e le notaba en el demacrado rostro y en las magulladuras en todo su cuerpo.

Un recuerdo de Beleg llegó a los corazones de los que fueron sus compañeros una vez.

Justo antes de quedarse dormida de nuevo, la chica volvió a pronunciar un par de palabras, un susurro audible para los que estaban cerca: -Gracias por salvarme la vida. - No dijo más, cerró los ojos y durmió.

La mañana llegó después de una noche sin descanso. Los aullidos lejanos de lobos y orcos despertaban al grupo constantemente al igual que los gritos de Sarana al despertar de una horrible pesadilla. El cansancio se hacía evidente en todos cuando los primeros rayos del sol iluminaron el cielo, ya no recordaban lo que se sentía probar un plato caliente. Una nueva decisión llegaba: O se quedaban como lo proponía Benen y se arriesgaban a ser cazados, o partían camino abajo hacia el valle.

Decidieron emprender camino al sur, dentro de las montañas había un monasterio de Ilmater que seguro podrían darle refugio, ese era el plan, hasta que Benen explicó que ese monasterio ya no existía, hacía varias Dekhanas se dirigía a ese lugar con su antiguo grupo para recuperar un objeto ya que los orcos había caído sobre el monasterio y se lo habían tomado.
Se descartó la opción del monasterio, aunque Benen se daría cuenta más adelante que el destino parecía hacer todo lo posible por arrastrarlo a ese lugar.

Decidieron ir al Este, hacía el Valle, pero el viaje por las montañas no era fácil sin un sendero por el cual guiarse. Sin cuerdas, descartaron la idea de cortar camino escalando riscos y salientes, lo que supondría incluso más demoras.

El día avanzó rápidamente, Klain ya estaba vestido con los harapos que Benen había recolectado, pero pocos viajaban junto a él, el olor que desprendía era nauseabundo. Iban tres exploradores guiando la comitiva así que perder el rumbo y la comida nunca fueron preocupaciones.
La noche cayó fría y silenciosa como siempre y a Sarana se le veía más cómoda junto a Rivoel, con él se soltaba un poco más y el llanto no era tan frecuente!

Así como llegó, se fue y un nuevo día de marcha empezaba con un delicioso desayuno de rata cruda e insectos rastreros no mucho más podían esperar y claramente ninguno esperaba encontrarse algo más grande. Las montañas eran desoladas, pero sus habitantes eran extremadamente peligrosos. Desde Bugbears hasta trolls y gigantes, incluso dragones. Solo rezaban a Tymora y a sus propios Dioses que no pusieran uno de esos en su camino, y al menos por ahora no sucedía.

La tarde se alzaba sobre las cabezas de los viajeros y debían empezar a buscar refugio antes de que cayera la noche, pero llegaron a un pequeño impase.
Un puente hecho toscamente de cuerdas y madera unía un par de riscos y una caída de más de diez metros hasta un río caudaloso esperaba al fondo. El puente parecía en mal estado y destartalado, a punto de caerse, pero rodearlo y buscar otro camino supondría un retraso de un par de días al menos.

Justo al otro lado, una figura diminuta pero familiar esperaba al grupo, era el mismo pequeño demonio que los había liberado de los orcos, hacía varios días, al otro lado del Valle. La chica no pudo evitar lanzar un gritito de sorpresa ante la fea figura!

-Vengan que es por este lugar -Exclamó en idioma común perfectamente hablado. -Se estaban demorando!.

Tomó vuelo moviendo sus pequeñas alas de murciélago y desapareció al ingresar en una oscura caverna que se adentraba en la montaña.

Resoplando por la caminata, Códice se acercó al borde de la garganta sobre la que colgaba aquel puente destartalado. El rugido del agua al fondo no le preocupaba demasiado: si caía, probablemente moriría contra las rocas antes de mojarse un dedo. Miro de nuevo hacia la cueva en la que había desaparecido aquel diablillo y, tras unos instantes, se dirigió a sus compañeros.

—Compañeros, llamadme loco, pero... ¡No me fío de ese avispón! —rugió. Las respuestas que habían podido arrancarle a Ladfiena eran vagas, pobres y no pintaban a aquella criatura como siervo del bien. Con ese aspecto, no puede serlo, pensaba el clérigo sin reparar en su propio aspecto. Además, Códice sospechaba que el diablillo en realidad había tratado de perder sus almas en aquel laberinto subterráneo. ¡Y está intentándolo de nuevo!— Además, dudo que el puente pueda aguantar mi peso —añadió dándose unas palmadas en la panza que, no obstante, había ido menguando desde que salieron de Cataratas—. ¿Por qué no seguimos el curso del río? Aunque parezca que nos desviamos, no puede desembocar en el desierto... ¿No? —preguntó, esperando el apoyo de alguno de ellos—. Siguiéndolo, tarde o temprano deberíamos llegar a los valles...

En su mano izquierda, ahora apoyada en uno de los pilares del puente, sostenía una pedazo de madera toscamente labrado. Era el enésimo intento del fraile de tallar un símbolo chaunteano, pero como las veces anteriores, más que una flor parecía una patata que había sufrido indecibles torturas. Quizás mañana tenga más suerte...

Días y días de caminatas. Todo lo que cazaba era puesto en grupo cosa que detestaba y encima aquella escuálida niña que recogieron de la caverna... Todo parecía ir de mal en peor. Los días eran odioso. El frío... soportar la incesable verborrea de Rivoel, un ser que no callaba Juro que le puedo clavar la daga en la traquea y escuchar en los borbotea de la sangre poemas.... Pese a todas esas inconveniencias la noche garantizaba paz al alma de Fewyhn. Era tan reconfortante mirar la luna, explorar en ella su cálido brillo. Sin duda las noches estrelladas eran fabulosas. Todos los males parecían menos males bajo aquella bóveda. El silencio... hasta Rivoel callaba aquella inmensidad!. Tras andar y más andar divisaron otra vez a la criatura. La mediana la reconoció como amiga y el gordo del orco ya tenía que poner trabas. Lo mejor essss ssssseguirla comenzó diciendo Fewyhn, Eran las primeras palabras que se le oía tras varios días de andanza. Últimamente parecía haber estado muy reservado. El diablillo nosh szalvó dice Fewyh volviéndose para mirar al grupo Eshtash montañass no szon sheguraz. Milesh de peligrossh. Quien shabe que duerme por aquí... El puente lleva a la civilización, ¿quién shi no construiría el puente? Eshtasz maderasz... Y la cuerda... No la hicieron shalvajesh. La hicieron humanosh, elfosh o enanosh. Comerciantesh que busscan nuevosh comercios. continuó diciendo el semiDrow mientras escrutaba con la mirada a Códice ¿Porqué el orco quiere shalir del camino? El diablo nosh shalvó... ¿y tu? Me dirásh que shalvashte a la niña. No te vi tocar a ningún orco. La mirada de Fewyhn se volvió un tanto felina, de pronto apartó la mirada y se llevó la mano a la cabeza. Yo cruzaré primero... El puente esh sheguro. Iremosh de uno en uno y tras esto fue en dirección al diablillo.

La mañana había llegado finalmente. Benen no las tenía todas consigo respecto a que así fuera. Los días los iban alejando de aquellos mil veces malditos orcos. Si un día era lo bastante poderoso para ello, erradicaría a toda aquella maldita estirpe de la faz de la tierra. era una promesa que se había hecho desde que fué capturado y que últimamente se repetía más a menudo que nunca.

Tras un día de avances en el que no hizo demasiado caso a la recién llegada, fundamentalmente por no molestarla, llegaron a un barranco con un caudaloso río bajo él. Hasta ahora, ni un solo ser de aquellos que moraban por esas tierras había osado acercarse, pero el mediano sabía que aquello podía cambiar en cualquier momento. Cada pocos pasos iba echando un vistazo al suelo en busca de guijarros o piedras que usar con su honda. Poco esperaba encontrar, pero mala había de ser su suerte si no juntaba una docena de piedras.

Con los harapos que sobraron de hacerle la ropa a Klain, el mediano pudo hacerse un maloliente cinturón y una maloliente bolsita para guardar aquellas piedras y sostener sus dagas. Con suerte, si entraban de nuevo en combate, estaría preparado.

-¡Loco!-Respondió a las palabras del orco el mediano desde su lugar con una amplia sonrisa.-Era broma. Creo que yo debería ir primero... por el tema del peso. Si me aguanta a mi aguanta a Ladfiena, solo hay que ir incrementando poco a poco el peso de los que cruzan hasta ver si todos podemos pasar. ¿No creeis? Si alguno no puede, avanzamos todos en la misma dirección buscando un cruce seguro. 

El tema del diablillo ese... le debemos la vida nos guste o no. Otra cosa es a dónde está empeñado en llevarnos. Antes de entrar en esa cueva yo prepararía media docena de antorchas. Seguro que aquí hay ramas de sobra por alguna parte. La luz siempre viene bien, ¿No? La prueba está en nuestras anteriores correrías. 

Dicho esto, avanzó y dejó en el suelo frente al resto del grupo el escudo y la jabalina que había cogido.

-Estos los cogí para que los usase quien pudiera necesitarlos. Para mi son casi una lanza y un escudo pesado.-Dijo sonriente.-Quien los quiera o los necesite que los coja. Hay combatientes en el grupo que seguro los aprovecharán más que yo.

Dicho esto, se encaminó al puente.

Los gritos se escuchan fuertes resonando por las paredes mientras enciendo las antorchas -hay mas- escucho decir aunque no puedo determinar quien ha sido -correr- no me paro a preguntar me dirijo a la salida y algo llama mi atención me detengo un instante a cogerlo y soy alzada por Klain, la carrera es larga y pesada, el enano no me ha cogido adecuadamente y no hay tiempo para acomodarme, los gritos suenan cerca, demasiado cerca, intento mantener la antorcha alejada del cuerpo de Klain y tan alta como me es posible hasta que por fin la luz del sol nos baña, siento el olor a arboles, hojas, tierra húmeda, olor a naturaleza y el dolor se olvida, a pesar de estar huyendo me siendo feliz de estar de nuevo en la superficie.

Cuando por fin paramos el cansancio me invade, han sido unas jornadas agotadoras, se decide no encender fuego lo que nos obliga a dormir bien pegados, los ronquidos no me dejan dormir al principio pero el cansancio no tarda en hacer caer mis parpados y duermo.

No tardo mucho en preparar una honda con los elementos que hay, una bolsita para balas con hojas, muérdago y algunas hierbas unos pasos mas tarde me doy cuenta de que he perdido ambas, improviso un bolsillo y guardo unas cuantas piedras de tamaño adecuado, el grupo no esta muy hablador, hay tensión en el ambiente y no quiero molestar a nadie.

Continuamos el camino mientras observo como Códice intenta tallar algo, frunce el ceño y lo tira, coge otro trozo de madera y lo intenta de nuevo, me acerco y le pregunto que hace, me dice que el símbolo de chauntea le pregunto porque lo tira y me dice que no le sale bien, no tardo mucho en interesarme por como es el símbolo, me lo explica, corto una rama joven que me servirá para golpear y me pongo a tallar lo que me ha explicado con la punta de una flecha que afilo de cuando en cuando para que tallar sea mas fácil, eso me distrae por el camino ante el silencio de los demás, cuando por fin la termino se la doy a Códice su cara de sorpresa me hace pensar que lo he hecho mal cuando oigo de nuevo a la criatura.

La veo alejarse mientras se discute que hacemos -¿como sabía que estaríamos aquí?- entonces cojo una jabalina y me dispongo a cruzar el puente golpeando las tablas antes de pisarlas mientras Fewyhn se enfada con Benen ¿porque le hablará así?

El drow vio como el mediano intentaba pasar por el puente antes que él. Le agarró con fuerza y le obligó a dar la vuelta. Creo que no me hash eszcuchado. Voy yo primero... Y luego de uno en uno losh demásh. Cómportate o volarash y te veremos río abajo. Le dijo el drow con bastante mal genio.

-Como quieras.-Respondió el mediano con una sonrisa.-Todo tuyo.

Al llegar la noche, Rivoel fue consciente de que cualquiera que durmiera sin manta podría morir, por eso pretendió compartirla, para así tener la calidez de la manta y la del calor corporal del compañero. Sin embargo  a  Klain no le importó desprenderse de ella para salvaguardar la salud de Sarana. El gesto que el enano tuvo con la muchacha fue tan noble y digno, que Rivoel le dedicó un poema  como muestra de agradecimiento.

Oh gran Robleoro,

Noble enano sin par.

Lección nos diste sin hablarnos,

Por tu corazón inmenso cual mar.

Cuan valiente y generoso habéis sido,

Por cómo en la noche habéis dormido.

Durante el viaje Rivoel no se separa de Sarana. Le da conversación,  manteniendo sus pensamientos ocupados para que no recuerde sus crueles vivencias con los orcos. El medio elfo se interesa mucho por las flores tan especiales que la muchacha recolectaba  para los mercaderes, preguntándole por su nombre, descripción, propiedades, dónde crecían… la cuestión era mantenerla alejada de malos pensamientos. Aun así esto era difícil y a menudo tenía que consolar a la joven cuando ésta rompía a llorar. El bardo no tardaba en recitarle o cantarle algo para que la joven recuperase su  bella sonrisa.

Parecía que iban a tener que cruzar las montañas, con todos los riesgos que eso conllevaba, cuando al otro  lado de un destartalado puente colgante, apareció de nuevo la extraña criatura que les había salvado de los orcos. De nuevo les guió hacia una cueva y había que decidir si seguirla o no. Mientras se discutía qué hacer, Rivoel tranquilizó a la joven, pues parecía haberse asustado al ver a la fea criatura. 

- No temas Sarana, este ser nos salvó  una vez de las garras de la muerte, por eso no creo que tenga interés en hacernos daño. ¿ A caso no es la primera vez que la veis? Preguntó el bardo a la joven cuando vió que era más sorpresa que miedo lo que la había hecho gritar, pues no tenía claro si era sorpresa por no haberla visto nunca o por verla de nuevo.

Y dirigiéndose a todos, Rivoel pronunció:

-Nadie en su sano juicio pondría un pie en este puente. Sin embargo y por todo lo acaecido recientemente, solo puedo pensar que alguien nos  está sometiendo a  una prueba de confianza. Tan solo mirar  a la criatura ya supone un duro ejercicio de fe. Más seguir sus pasos y mucho más seguir a solas el camino que nos indicó hacia el corazón de la tierra. Y sin embargo lo hicimos, le dimos nuestra confianza.

Ahora la prueba es más dura, pues no solo quiere que volvamos a seguirla al interior de las montañas, sino que para eso, tenemos que cruzar este maltrecho y desvencijado puente colgante, más amigo de la muerte segura que del paso firme.

 Yo no veo qué otras opciones nos quedan más claras que volver a confiar. Al fin y al cabo parecemos importarle, pues se ha tomado la molestia de seguirnos hasta aquí. No veo que tengamos una mejor opción que seguirla de nuevo.

Y Recitando pronuncia: - Muy buena idea mediano, la de cruzar por orden de tamaño… Y Rivoel termina su pequeño discurso con una reverencia a Benen, reconociendo la idoneidad de su idea.

Cuando el drow y la mediana comenzaron a inspeccionar el puente, Códice se acercó al lugar donde Benen había dejado el escudo y la jabalina. Es mejor que nada, razonó mientra se encajaba el escudo en el brazo, y tampoco es cuestión de ir perdiendo las pocas armas que tenemos. Nunca había manejado una jabalina, pero no parecía muy difícil pinchar con ella. Tal vez debería probar primero con el drow... El pensamiento hizo que le aflorara una vaga sonrisa, pero entonces reparó en lo que le estaba dando Ladfiena: ¡Una rosa de madera! ¡Un símbolo perfecto! El mestizo iba a reaccionar con agradecimiento, pero solo pudo tartamudear un breve “¡G-gracias...!”, pues al momento cayó en la cuenta de lo que había estado pensando, se arrepintió y su rostro adoptó una expresión compungida. ¡Por los Sagrados Campos de la Cosecha! ¿En qué estoy pensando? Eso no es propio de mí...

A continuación, sin mediar palabra, siguiendo el ejemplo de Benen y usando una de las armas del grupo, Códice arrancó dos tiras de tela de la manta: una mayor, que ató alrededor de la jabalina y la manta y luego se colgó a modo de zurrón, y otra menor, que ató alrededor de su nuevo símbolo y luego se pasó por el cuello. El escudo ya será suficiente estorbo si tengo que cruzar este puente del infierno... Los argumentos de sus compañeros sobre el diablillo no le habían convencido en absoluto, y menos la sugerencia de Rivoel, pero si el grupo insistía en cruzar, Códice no podía quedarse atrás, solo. Iré en último lugar, al menos. Además, por mucho que le costara admitirlo, lo que había señalado el drow sobre el puente era bastante razonable.

Mientras terminaba estas tareas, el clérigo lanzaba rápidas miradas hacia el puente que parecía llevar escrito por todas partes “Aquí yacen los restos mortales del hermano Códice”. Esas cuerdas no aguantarán, se dijo mientras terminaba de apañar su equipaje. Si al menos pudiéramos repararlas... repararlas o...

—¡Esperad! —exclamó, acercándose a la entrada del puente—. ¡Puedo remendar algunas de estas cuerdas con mi magia! —dijo buscando la aprobación de sus compañeros más experimentados, y en particular del mediano Benen, que no parecía tan mezquino como Fewyhn ni tan despistado como Ladfiena—. Si me decís cuáles creéis que están más dañadas, lo haré.

No sabía por qué, pero esa pequeña y miserable muchacha había despertado un sentimiento desconocido para el Enano, un sentimiento de protección mezclado con lástima. Como sus enemigos predilectos conocía muy bien a los orcos y sabía los horrores que podían sufrir los prisioneros en cautiverio, él mismo fue víctima reciente y junto  Códice no la pasaron muy bien. Pero no se comparaba con los horrores que había tenido que soportar el Elfo quien no logró sobrevivir.

Tendió su manta abrigada a la muchacha en cuanto hicieron un campamento improvisado, con su cuerpo desnudo se acostó sobre el colchón de hojas que inteligentemente el mediano había sugerido recolectar. No tardó mucho para que sus camaradas empezaran a acostarse a su lado para brindarle calor. Klain agradeció el gesto en silencio.

Sonrió cuando Códice lo vanaglorió por su apellido y Rivoel exclamó un poema inspirado en él. Se lamentó ya no tener el libro Robledeoro consigo o hubiera podido adicionarle un par de páginas más con su propia historia.

Sin pedir permiso y ciertamente un poco brusco, propio de lo tosco y carente de interacción social, le quitó la manta que Benen había cogido, el mediano alcanzó a fabricarse un par de bolsas y cinto y el resto lo garró el Enano y se improvisó una manta: Abrió un agujero en el centro y allí metió su cabeza. Encima de ese maloliente traste se puso la armadura. A lo largo del camino encontraba lianas y vegetación que le servían para ir fabricando un cinto, quitó algunas correas de la armadura y las ató a sus armas para cargarlas mejor.

A esta altura, el Enano parecía un guerrero tribal: una gran hacha colgaba de su espalda mientras 2 hachas mucho más pequeñas colgaban de cada lado de su cadera. Llevaba un hacha mediana en la mano y un pequeño escudo de madera en el otro. Ni mochila ni provisiones ni nada más, el Enano parecía estar hecho únicamente para la guerra y la batalla.

Durante el siguiente par de días de viaje, el humor del Enano cambió drásticamente. Aunque seguía pronunciando menos palabras que un Ogro mudo, si intentaba ir junto al grupo, sin gruñidos y siempre ayudando en lo que podía.  Siempre tenía un ojo sobre la chica, como si fuera algo delicado que fuera a romperse en cualquier momento. Reía cuando ella lo hacía y fue ahí el momento en el que Rivoel dejó de ser un desconocido y pasó a ser parte de su grupo...... 

De su manada.

Aún con el escepticismo del Semiorco, el grupo decidió avanzar por el puente quebradizo, la pequeña criatura ya los había salvado una vez, no tenían nada que temerle!.

Fewyhn con su cada vez más evidente imprudencia impidió que Benen cruzara de primero y prestó oídos sordos a sus compañeros, pero en el instante en que ponía un pie en uno de los tablones de madera podrida códice saltó para impedir que siguiera avanzando. Expuso la idea para arreglar las sogas dañadas del puente y la idea fue bien acogida por el resto, incluso por Fewyhn.

Buscaron los puntos débiles de las sogas y el buen ojo de Ladfiena detectó una de ellas desgastada en donde se amarraba a un tronco clavado a la tierra, su diámetro en ese punto era menos de la mitad de lo que era originalmente. Unas palabras del clérigo haciendo alusión a su Dama Divina y por arte de magia la soga volvía a ser fuerte y robusta. Uno de los troncos tenía madera rota y algo podrida, códice volvió a utilizar el conjuro y el tronco volvió a coger fuerza.

Aún así, cuando Fewyhn cruzaba, la madera crujía y rechinaba con cada paso, encontrándose a medio camino al Drow ya no le pareció tan buena idea de cruzar primero. Uno de los podridos tablones cedió ante el peso de Fewyhn y se vivió un momento tenso cuando casi cae, afortunadamente sus reflejos lograron salvarlo; alcanzó  aferrarse de las cuerdas que servían como barandas. Logró llegar al otro extremo y un suspiro de alivió dejó el cuerpo de todos los presntes.

Cruzar para Benen fue un paseo, la madera no rechinaba tanto y pudo llegar al otro lado sin mayor contratiempo. Ladfiena corrió la misma suerte. Rivoel fue cuarto y la tensión fue igual que cuando cruzó el SemiDrow, pero no sucedió nada que pudieran lamentarse. Lance y Klain llegaron a salvo al otro extremo con el puente crugiendo a sus pies.
Fue cuando códice cruzó de últimas que el miedo invadió a más de uno, no solo las tablas crujían, las cuerdas estaban muy tensas y amagaban con romperse en cualquier instante. Cada paso del Semiorco duraba un par de segundos que parecían horas eternas. Cuando el bonachón clérigo se reunió con sus compañeros al otro lado, suspiró y se dio cuenta que su cuerpo temblaba.

Lo siguiente sería prender un par de antorchas para iluminar el camino dentro de la caverna, pero estando tan cerca de la boca de entrada se fijaron que la caverna no era profunda, no era más que una habitación y la luz del exterior podía inundar con una tenue luz el interior.

Antes de ingresar, notaron la presencia de un humanoide delgado y alto, con alas. Mágicamente unas luces se encendieron al interior de la caverna y una voz femenina y suave salió del interior -Si son tan amables en ingresar, juro por mi vida y la de mi pequeño que no les haré daño alguno.....

Tras vacilar unos instantes, el grupo decide entrar.

Despues del pasillo de entrada, una habitación circular de más de 10 metros de diámetro iluminado con un gran candelabro en el techo que no poseía velas pero expulsaba luz, probablemente mágica. Iluminaba la estancia completamente vacía a excepción de un trono construido en madera fina con algunas inscripciones en su espaldar. Era acolchado en las posaderas y en el espaldar, era bastante sencillo, pero no dejaba de ser imponente.

Sobre el trono, se sentaba una mujer, una hermosa Elfa Alada, con larga cabellera dorada lisa que se escurre entre sus hombros y espalda como una cascada dorada de hermosura. Su piel es ligeramente bronceada y tiene una nariz pequeña y delgada. Su boca se asemeja a los provocativos frutos rojos de los bosques y sus orejas puntiagudas armonizan perfectamente con su alargado rostro.

Mide más de un metro con ochenta y es delgada y esbelta, sus pechos son redondos y grandes sin sobrepasar lo vulgar y sus posaderas están firmes y bien mantenidas en su lugar.
Pese a ser una Elfa, tiene un rasgo distintivo: Alas. Alas de pegaso, con plumas blancas e impecables que huelen a rosas de campo en primavera.

Era sin lugar a dudas la mujer más hermosa que TODOS habían visto en la vida.

Habían escuchado historias de los Elfos alados en Faerun, ciertamente eran muy escasos y muchos eruditos aseguraban que ya no existían, se les conocía como los Eoshees o al menos eso lo sabía el bardo Rivoel.

-Mi nombre es Shaibar. Shaibar Trahel y es un honor poder conocerlos finalmente! -Dijo mientras se levantaba de su puesto y desenfundaba una sonrisa, mostrando su perfecta dentadura blanca como la nieve. -Este pequeño de aquí -Señaló a Rakatar Kalintar, la pequeña criatura que se había acomodado a un costado del trono. -Es mi fiel sirviente, el familiar de un mago. Seguro habrán escuchado de eso. -Guiño el ojo. -No se asusten por su apariencia, solo se disfraza así para que no se metan con él mientras deambula en las montañas, es en realidad una lechuza. Rakatar, en forma! -Ordenó  su familiar.

La pequeña criatura de aspecto demoniaco obedeció y en unos instantes cambió su fea apariencia a una blanca lechuza, tan blanca como las alas y dientes de su hermosísima maestra. 

-He mandado a mi criatura muy lejos, a que los buscara a ustedes en específico y los trajera a mi. Necesito pedirles ayuda, un pequeño favor que no supondrá gran cosa para un grupo tan curtido. -Sonrió coquetamente mientras siguió hablando -Es una cosa pequeña pero importante, a cambio puedo darles lo que deseen: Riquezas, podero o lo que me pidan..... -Iba a seguir hablando pero se contuvo luego de que inspeccionó más detalladamente al grupo.

-¿No venían ustedes acompañados de otra mujer?, quiero decir,una de...... origen algo...... ¿demoniaco? -Sin duda se refería a Abrahel y su tono cambió ligeramente al ver las caras negativas de los viajeros -En fin, ¿desean ayudar a una ermitaña hechicera que vive sola en las montañas?

El paso por el puente fue un infierno, suerte tuvo de ser rápido, si no estaría abajo de aquel puente, pero ya no había remedio más que seguir hacia adelante. Una vez pisó tierra firme lo demás parece que fue coser y cantar. Ni el gordo horco ha tenido problemas... Pensaba con los brazos cruzados. Sus compañeros querían encender el fuego, pero parecía inútil al final se acordó que no era tan profunda la cueva. Al entrar... Fewyhn se paró como una estatua Elistraee masculló en un primer momento, pero no era su Diosa, aún así era el ser más maravilloso y precioso que había visto en toda la tierra. Su corazón bailaba como Eilistrae en luna nueva, nunca había sentido nada parecido, sentía sudor en su frente y temblor en sus manos. ¿Qué me pasa? Sólo...sólo es una elfa. E-es una elfa. era inútil la forma que tenía de engañarse el semidrow. No podía parar de contemplarla. Sus palabras eran, eran tan dulces. Regalaban una armonía casi placentera. Y ese aroma que desprendían sus majestuosas alas. Es una diosa, los elfos son inmundos, pero ella... Y así fue que Fewyhn puso la mano en su pecho e hizo gala de su galantería, no había sido más servicial ni obediente desde los tiempos de matriarcado en Mezoberranzan. No pudo evitar convertirse en el fiel siervo de la bella dama. Y-yo... (ejem) Mi dama, mi nombre esh Fewyhn Drath y osh szerivré con guszto cualquier petición... Fewyhn no osó levantar su cuerpo hasta que la dama se lo pidiese. 

El cambio en el comportamiento del drow fue tan chocante que hasta un kobold autista y lobotomizado habría podido percibirlo. Sin embargo, el hermano Códice había caído a su vez en tal estado de embeleso que no podía hacer otra cosa que contemplar con la boca abierta la hermosísima criatura que tenía delante; y es que mientras que nunca había oído hablar de elfos alados, sí había leído cientos de miles de veces acerca de ángeles y otros seres celestiales cuya descripción encajaba a la perfección con la de la figura alada que tenía de pronto ante sus ojos. Que el diablillo del que había desconfiado hasta el momento se hubiera convertido en una magnífica lechuza no hacía más que reforzar la confusión. Creyendo que, como le había pasado a tantos de los héroes de sus libros, se encontraba ante la sierva de alguna deidad benévola, Códice cayó de rodillas, agachó la mirada al suelo y habló de este modo:

—¡Esplendorosa y celestialísima señora, el honor es de este leal siervo de Chauntea que ahora se postra ante vos! —Códice estaba tan superado por la emoción que prácticamente rozaba la idolatría—. ¡Ordenad lo que deseéis y este humilde varón empleará hasta la última gota de la savia de su cuerpo para satisfaceros! —Sin embargo, la maga también le había hecho pensar en Abrahel—. Nuestra compañera, lady Isthar... Me temo que no pudo escapar de las garras de nuestro captor, el malvado sacerdote de Yurtrus llamado Sok Ul Makum. —Códice todavía no la daba por muerta y se sentía en deuda de sangre con ella. No desespere, lady Isthar: no la dejaré tirada.— Si no hubiera sido por vuestro servidor —continuó tras una rápida mirada de incredulidad hacia la lechuza—, ni siquiera nosotros estaríamos aquí... —De pronto, le surgió una duda—. Y aunque no se me pasa por la cabeza cuestionar vuestras sabias decisiones... ¿Por qué nosotros, oh señora? Un servidor no se cree digno de tal honor...

Era tal la impresión del sacerdote chaunteano que cualquier otra emoción se había borrado por completo de su mente: no recordaba lo mal que lo había pasado cuando sus compañeros cruzaron el puente, ni el terror que había sentido minutos atrás cuando le había tocado a él hacerlo, ni la gratitud que había sentido hacia su diosa cuando había llegado sano y salvo al otro lado, temblando y sudando, y sólo se había salvado de vomitar porque no llevaba nada en el estómago... De hecho, si en ese momento, en que apenas se atrevía a mirar el suelo que pisaba la eoshee, hubiera sido capaz de pensar en el trance del puente, de repente lo habría visto como el bardo semielfo, como una prueba de fe que aquella aparición angelical o algún ser superior había puesto en su camino, y se habría sentido miserable al recordar cómo su fe no había estado a la altura. Tampoco se preguntaba ya, como había hecho segundos antes, qué hacía tan espléndido lugar en una cueva perdida de las Montañas de la Boca del Desierto.

Ni siquiera el Tosco Enano pudo resistir el encanto divino que desprendía aquella hermosa mujer.

Se quedó estupefacto y paralizado mientras la melodiosa voz entraba por sus peludos oídos, sus ojos marrones brillaban como no lo hacían desde hacía incontables años y por un momento la tristeza y el dolor que soportaba su corazón se desvanecieron gracias a un pequeño vistazo a la luz que emergía de los dorados cabellos de la hechicera y solo bastó una mirada de Shaibar Trahel para que el enano quedara embriagado completamente.

Hizo lo que nadie pensó que Klain, del clan Robleoro y descendiente de los Enanos del imperio perdido de Tethyamar, hiciera.

Una de sus rodillas se dobló hacia atrás y la otra hacía adelante, y con una reverencia agachó su cabeza y fijó su mirada en el suelo povoriento, incapaz de sostenerla mirada a tan maravilloso ser. Nunca había escuchado de los Elfos alados o Eoshees, pero no hacía falta para darse cuenta de la belleza que tenía de frente. Tampoco gustó de los Elfos nunca, pero esta mujer era algo diferente.

-Klain servirá lo que pedir -Musitó en la lengua común, con su áspera y gruesa voz. -Y hachas de Klain servir también en lo que doncella pedir. -Finalizó, quedándose en su posición de reverencia, esperando respuesta de la hechicera.

Paso a paso, el mediano fué capaz de cruzar el puente por detrás del semidrow. Sabía que aguantaría, pues el elfo era más pesado que él, por lo que todo cuanto hubo de hacer fué cruzar paso a paso hasta el otro lado.

-Espero que el paso del elfo no haya debilitado la estructura.-Pensó a mitad de camino. En ese momento, sus tripas sonaron con fuerza a causa de un retortijón producido por el instantaneo y fulminante miedo que acababa de surgir en el y tuvo que hacer un esfuerzo para no mirar abajo.-Joder, ¿Por qué no pienso estas cosas al otro lado?-Se decía mentalmente.-Es que no aprendo.

Llegó al otro lado del puente y, mientras cruzaban los demás, se escondió entre unos arbustos a aliviar su nervioso intestino. Con suerte nadie se acercaría y le dejarían resolver sus asuntos en paz.

Concluido el parto, Benen buscó por la zona las hojas más suaves que pudo encontrar, les dió el uso que menos habrían deseado y se reunió con los demás junto al puente. En ese momento Códice terminó de cruzar y pudieron entrar a la cueva.

Lo que vió en ese momento le dejó sin habla. Allí estaba, con sus hermosas alas y su radiante belleza, la primera y única elfa alada que había visto jamás. Era preciosa. Era todo lo que un hombre de cualquier raza e incluso alguna mujer podría soñar, así que escuchó sus palabras con admiración.

A Benen se le ocurrieron varias formas de hacerle un favor a la hechicera para aliviar su soledad, aunque se contuvo de decir nada en alto. Era la mujer más hermosa que había visto en años aún a pesar de no ser de su raza y eso solo significaba una cosa, problemas. Benen había aprendido a lo largo de su breve y ajetreada vida que las mujeres daban problemas, las mujeres hermosass daban muchos problemas y las mujeres muy hermosas daban muchísimos problemas. Siguiendo esa escala, esta era una catástrofe natural en potencia, pero tenía que reconocer que le costaba dejar de mirarla.

Dejando de lado las preguntas más lógicas que surgían en su cada vez más paranoica cabeza, tales como cómo sabía cuantos y quienes eran, cómo nos había encontrado, si había lanzado los lobos contra los orcos, por qué no nos avisó de los problemas de la infraoscuridad etc, se centró en el ofrecimiento de la dama. Poder. Eso era lo que Benen ansiaba, poder, volverse más poderoso para acabar con todos aquellos orcos uno a uno. Ese sería su premio. Ahora había que ver si el encargo estaba a la altura.

-Como dicen mis compañeros, cuente con nosotros.-Dijo finalmente rompiendo su silencio.-Aunque, como puede ver, nuestra equipación dista mucho de ser la que fué, lo haremos lo mejor posible. ¿De que se trata?