Partida Rol por web

El plan de Antonius era una locura, lo sabia, pero pelear, el sudor y la sangre me encantaban, por lo que reticentemente lo seguí. -Creo que tendremos mucha ventaja si lo conseguimos Antonius, pero si nos descubren puede que estemos sentenciados...

Marcus los observaba, a los enemigos, escondido, con los compañeros.

- Bien, cuando sea el momento justo, atacaremos.

Fuscus asintió al plan de Antonious, si para algo había ido a aquellas malditas tierras era para matar bárbaros. Apretándose bien el cinto a la cintura, empezó a moverse según el plan trazado.

Os deslizáis sigilosamente por entre los obstáculos del terreno para rodear a los bárbaros. Por desgracia Marcus, entorpecido por el peso de su armadura, tropieza y su escudo golpea una roca. No es un ruido aparatoso, pero basta para que uno de los bretones gire la cabeza y distinga el brillo de un casco. Suelta un grito de alarma que saca sus compañeros del trance del onírico cántico. Mientras el anciano sigue con la salmodia, hoz en mano, los demás aprestan sus escudos y lanzas y os atacan con un grito de guerra.

Los guerreros atacan deseosos de ofrecer vuestras cabezas a sus dioses sanguinarios...

Quintus a la carrera se enzarza en un combate contra uno de los guerreros. Con un movimiento rápido logra superar las defensas de su rival que ve como la punta de su lanza queda muy lejos de su objetivo.

La hoja del gladius corta el aire en un suspiro haciendo un tajo en el pecho tatuado de su rival. El bárbaro tose, y atontado, mira a Quintus con ojos inexpresivos.
 

Ya sin el factor sorpresa, Fuscus acelera la marcha para entrar en combate contra uno de los britanos. Ya no se trataba de un entrenamiento y los fallos podían pagarse caro por lo que la concentración del galo era máxima.

Ceñudo y furioso, el germano Petreyus desvía la lanzada de su enemigo con su escudo. Aun resuena el rechinar de metal sobre bronze cuando se avalanza sobre su adversario como un lobo de sus bosques germanos. El britano ladea la cabeza a tiempo de esquivar un revés dirigido a su cuello, pero era una finta: con la misma habilidad el golpe que era estocada se vuelve un revés y golpea duramente el cráneo con el pomo de su gladius.

El bárbaro cae al suelo inconsciente, sangrando de la nariz y la mandíbula. Seguramente no se despertará de ese sueño.

- ¡Veintena!- exclama Petreyus victorioso, con una risa como un aullido.- Duro con ellos, fratres.

¡Maldición! ¡Los habían descubierto! 

Antonius vio a Fuscus, Quintus y Petreyus cargar y decidió hacer lo mismo. Él se había acercado más y, si corría, pensaba que podría llegar al líder y dejarlo atontado. Tenía que darse prisa, antes de que matara a la mujer...

No obstante, se interpuso un bretón. Alzó la lanza y silbó el arma cerca de Antonius, pero el romano la esquivó y trató de hundir la suya propia en el pecho del oponente. Su escudo la detuvo. Quedaron los dos a distancia prudente, mirándose el uno al otro y listos para arremeter de nuevo.

-¡Al anciano! -rugió Antonius hacia Petreyus -¡Al anciano! ¡No lo mates!

- A por ellos!!

Cubierto con mi escudo y con la espada en la mano, me lanzo contra mi enemigo más cercano.