Partida Rol por web

Rodeais a los tres britanos en un círculo de acero y los despadazáis con vuestras espadas. Marcus le hunde la suya en las tripas a uno hasta que le asoma la punta por la espalda como una lengua roja. Antonius le hunde la hoja en el cráneo hasta el bigote al segundo, y Casius le corta primero y la lanza y luego la garganta al suyo.

- ¡Listo! - ríe limpiando su arma en los pantalones de un muerto. - Ahora sí que sois de la Veintena Legión.Nada une tanto como la sangre derramada... Ya se que tenemos que explorar, pero primero tirémonos a esa zorra. Total, no habla latín así que no puede contarnos nada.
Saca unos dados de su cinturón.
- Venga. El que saque más empieza. El último la degolla.

Quintus miró con desprecio a Cassius y con el gladius en la mano se dirigió al lugar donde se encontraba la muchacha. Con gesto serio se sentó al lado de la muchacha y a continuación clavó la espada en la tierra. No tenía intención de tirar ningún dado y menos de dejar que le tocarán un pelo a aquella pelirroja.

-Aquí nadie va a violar a nadie ―dijo con severidad―. Creo que hablo por más de uno de los que estamos aquí ―se detuvo y volteó la vista a Petreyus y a Antonius.

Con la victoria asegurada, podían volver al campamento y prepararse para seguir la invasión. Pero aquello tenía que esperar. Sus compañeros parecían estar enfrentados.
-Deberías haberlo dejado con vida...-le dijo a Petreyus, mirando al anciano.-Habría servido de guía o traductor, o rehén o algo... No importa, buen trabajo.
Se acercó entonces a Quintus y sonrió.
-Buen muchacho. ¿Qué pasa, Cassius? ¿No agrada tu calva ya a las del prostíbulo y necesitas violar?-escupió después, mirándolo asqueado. Sabía que era una práctica común en todas las guerras, pero no por ello debía él atenerse a semejante atrocidad.
-Quintus. Esto lo van a hacer siempre. Y si vas a defender a todas las mujeres acabarás metiéndote en líos. Defenderlas es algo bueno y honrado, son sólo víctimas. Pero esta es una guerra, una conquista. Un legionario con costillas rotas tras una paliza es un legionario muerto en el campo. Si ves que solo estarías en peligro, corre y búscanos a los demás. Antes fuiste rápido en llevar ese mensaje... -se arodilló a su lado y le dio una palmada fraternal en el hombro.
Miró entonces a la mujer y le mostró una mano con la palma hacia arriba, señalándole que la cogiera. Trataba de mostrarse benévolo. Con la otra mano hasta se quitó el casco, guardándoselo bajo el brazo, junto al torso.
-Ven.-susurró para no asustarla.

Antiocus observó toda la batalla desde la distancia, era su primera batalla como legionario de Roma y se había quedado quieto sin poder moverse, sus músculos no respondieron a las ordenes de su cerebro. Parecía que sus compañeros mataban sin mostrar remordimiento alguno y eso era lo que se esperaba de él.
Como no pudo moverse en ese corto espacio de tiempo que duró la batalla se centró en observar a su enemigo, parecían bárbaros sin un patrón ni estrategia definidos de ataque, simplemente intentando matar a su enemigo lo más rápido posible.

-La formación recibida puede que nos salve hasta en una desventaja de tres a uno. Más allá de eso será difícil sobrevivir. Pensaba mientras veía los cadáveres de los bretones en el suelo.

Se dirigió hacia la parte contraria de la colina por donde habían ascendido, quería asegurarse de que los gritos de los britanos y el ruido de los metales chocando no hubieran alertado a nadie en una zona cercana.

Marcus guarda la espada y mira indiferentemente la matanza a su alrededor. Piensa: "Bah, son los avatares de la guerra y se lo merecían".

Entonces se acerca a Antiocus y le dice:

"Espera, amigo!! Me voy contigo a asegurarme que no hayan enemigos o mirones cerca. Yo también tengo como una sensación...".

Y se va corriendo hacia Antiocus para acompañarle.

Al final todo había salido bien, los britanos muertos y ellos sin bajas que lamentar. Tras observar los cuerpos inertes de los salvajes, quedaba pensar en lo que hacer con la mujer.

¿Y qué haremos con la mujer? Tampoco podemos dejarla marchar, podría delatarnos. Comentó Fuscus pensando que ahora tendría que cargar con la joven.

- Antonius, si no hubiera llegado a tiempo, quizá fueran tus tripas las que decorasen el suelo, mejor el que tu ¿no?.- Era la primera vez que alguien me echaban en cara hacer bien mi trabajo.- No somos quien para decidir que hacer con la chica, llevemosla de vuelta, y que decida Herenius, el sabrá que hacer.

Vi como se alejaban dos de los nuestros para observar los alrededores, cerca debía de haber un poblado o asentamiento, esperaba que fueran lo suficientemente sigilosos para que no los descubrieran, si no, estaríamos sentenciados como lo estaban éstos pobres bárbaros cuando llegamos...

- ¿Alguien ve algún barco o señal de que hallan llegado compañeros por estas zonas?.- Nuestra misión de exploración consistía en eso exactamente, pero con la escaramuza parecía que se nos habían olvidado las órdenes.

Mientras los demás discuten vosotros dos escaláis el altozano para ver qué hay más atrás. Alcanzáis la cima y echaís un vistazo a esa famosa Britania... Solo se ven más colinas y el principio de unas marismas. Pero los hombres que habéis matado no llevaban provisiones ni caballos. Ni siquiera mantas para dormir. Debían tener una casa cerca... Estáis pensando eso cuando Antioco divisa un jinete britano a lo lejos. Un salvaje cubierto de tatuajes azules con una capa roja. No os ha visto, pero se acerca en vuestra dirección.

- Hablo vuestra lengua.- dice la muchacha de repente. Tiene un latín bastante peculiar- Me llamo Ammina y soy de la tribu de los Regni. Esos hombres que habéis matado eran catuvellani. Enemigos nuestros y de vuestro César. Me raptaron para sacrificarme. Dejadme libre y os llevaré a su aldea.
"Allí encontraréis mujeres de sobra para ese calvo.

APPIUS SENEX.

Aunque no tengas rango de oficial, tu veteranía hace que muchos novatos te miren buscando consejo. ASí que diriges un grupo de ellos en descargar las lanchas y preparar el equipo. Se ha salvado la mayoría.

Los hombres están inquietos. Una cosa es marchar con toda la legión al combate y la otra es quedarse aislados en ese rincón de mundo sin saber qué ha pasado con el resto de la invasión, o si hay hay hordas de salvajes preparandoos para cortaros la cabeza y cagarse en el cuello cortado. Mala cosa. El trabajo les tendrá la mente ocupada.

En un momento dado pasas cerca del centurión Herenius. Sin querer. HErenius es el centurión al que humillaste sin querer hace años*. Nunca os habéis llevado bien. Está hablando con su optio (suboficial).

- Petreyus y su contubernius se fueron hace rato. Ya deberían haber subido a esa colina. - comenta el optio.
[B]- He oído un grito de dolor hace un momento. Ha sonado débil. A lo lejos.
- Podría ser una gaviota...
- Se distinguir una gaviota de un hombre muriendo. QUe alguien vaya a buscarlos.-[/B] se gira y te ve.- Tú, viejo, coge tu equipo y ve a por esos hombres.

Su larga melena cobriza y tez blanca como la leche eran encantadoras, pero la voz que acababa de escuchar ejercía junto con todo lo demás una gran atracción que le era difícil soportar. No le gustaba ese sentimiento de dominación que aquella figura ejercía sobre él y, decidido a eliminar toda inquietud, apartó de su mente el deseo de permanecer cerca de ella. Inmediatamente, Quintus cogió su espada y quitándole el polvo con la mano la envaino lentamente al tiempo que se levantaba. Al mirar hacia la cima de la colina pensaba que no le llevaría mucho llegar a ella a buen paso. Con un poco de suerte, y después de un buen rato, tal vez podría divisar alguna nave romana.

-Habrá que ir a buscar a esos dos...― dijo haciendo el ademán de marcharse en la dirección que habían tomado sus compañeros colina arriba.

Antiocus asiente con la cabeza a la petición de Marcus y frena sus pasos hasta que este se pone a su altura, el pequeño montículo no supuso ningún problema y en poco tiempo tenían una posición privilegiada para poder observar un vasto terreno delante de ellos. Todo permanecía en calma hasta que algo, bastante alejado de su posición, parecía moverse.

Antiocus vio como a lo lejos se podía divisar una figura a caballo, parecida a los bretones de antes por sus tatuajes pero también con una capa roja, eso podía indicar que se trataba de alguien con rango. Se dirigía hacia donde estaban ellos, quizá preocupado por la tardanza de sus subordinados en regresar tras matar a la mujer o simplemente era la casualidad la que lo había hecho tomar esa dirección. Cualquiera de las dos opciones tendrían el mismo resultado.

Descolgó su arco de su espalda y deslizó una flecha a través del carcaj, la montó en el arco y tenso la cuerda tan despacio que la madera apenas crujió al curvarse, tenía al bretón en el punto de mira, todavía estaba lejos de ser un tiro mortal, pero era trabajo que ya había adelantado por si acaso.

Puto cobarde. Pensó Appius al escuchar la orden de su centurión, ese hombre buscaba cualquier excusa para poner la vida del veterano legionario en juego desde que éste demostrara ser mejor hombre y un mucho mejor líder cuando el Centurión Herenius abandonó a sus hombres y los dejó a su suerte, sólo que ahí estaba Appius quie mostrando grandes dotes de mando hizo que aguantaran la línea y lograran sobrevivir. No se arrepentía de ese día, ya que aunque se ganó el odio de su superior también ganó el respeto de todos sus compañeros. 

Sin hacer ningún gesto para no darle la satisfacción a Herenius de verlo molesto respondió.- Si señor, lo haré señor. Aunque ir solo a campo enemigo era algo demasiado arriesgado prefería ser él quien lleve a cabo esa misión, pues ya era un experimentado guerrero y tenía más posibilidades de lograrlo que muchos de sus compañeros. Cogió su equipo y sin perder tiempo hacía el lugar al que le habían señalado sus superiores. Llevaba el escudo y el gladius listo para afrontar cualquier adversidad que le presentara en el camino, no moriría ese día, el cabrón de Herenius no tendría ese gusto. 

Para sorpresa de Fuscus aquella mujer hablaba latín, aunque con un acento un tanto extraño. Suena tentador, pero no hemos venido aquí para ir de excursión. Deberíamos terminar de explorar la zona y volver al campamento... no me gustaría pasarme el resto de la campaña limpiando letrinas por no cumplir con las órdenes.

La idea de acercarse a un asentamiento britano con tan pocos compañeros no le entusiasmaba lo más mínimo, él tan sólo estaba allí por dinero y prefería volver a casa de una pieza.

Yo desenfundo mi espada, me tumbo al suelo y observo los acontecimientos.

- "Espero que podamos derrotar rápido a nuestro enemigo".

El jinete se aproxima con su montura... ¿Puede ser que os vea?