Partida Rol por web

Campamento de la Legión XX Valeria Victrix.

Al primer toque de corneta, os levantáis, os vestís y desayunais. Al segundo toque, recogéis las tiendas y cargáis las mulas. Al tercer toque, ya estáis en columna y listos para marchar. La Valeria Victrix se va a la conquista de Britania.

No es la primera vez que lo hace. Hará cuatro años a Calígula, emperador chalado, ya se le ocurrió la idea. Tras llevar su ejército al borde del canal entre la Galia y Britania, ordenó a los legionarios meterse en el agua y golpear las olas. Luego cogieron conchas como botín y volvió a Roma a celebrar un triunfo sobre Britania y sobre el mismo Neptuno. Un pirado, ya digo.

Pero Calígula está muerto y el nuevo emperador, el anciano Claudio, quiere ser un conquistador. Así que marcháis. Y tras un día de marcha llegáis al puerto. Allí ya hay tres legiones más de compañeros (la II Augusta, la IX Hispana y la XIV Gemina).

Una legión normal suele tener la mitad de sus efectivos. Pero ahora con la invasión la Valeria Victrix ha crecido hasta su numero completo, 5.500 hombres. Por eso os han juntado a todos en este contubernium (ocho hombres que comparten tienda y son grupo de trabajo). El tesserarius da instrucciones:

- En esta tienda irán Appius, Antiocus, Marcus, Antonius, Petreyus, Fuscus y Quintus. El octavo miembro ya vendrá.  Esta semana el caput contubernius será Petreyus. Mañana habrá prácticas de combate contra los verpas*de la novena legión. Al parecer nuestro legado ha apostado que somos los mejores. Habrá muchos oficiales mirando. Hacedlo bien o limpiaréis letrinas un mes.

Amaba el ambiente legionario. Las tiendas, las enormes masas de hombres en armadura, el orden y lo metódico que era todo. Claro, él había vivido buena parte como oficial, y los días como legionario habían acabado hacía muchísimos años. Volver a ello traía recuerdos de amigos ya fallecidos y de eventos que quería olvidar. Pero era su misión, y por Roma, lo llevaba con honor.
Escuchó al tesserarius nombrarlo e inspeccionó su tienda. Nada novedoso, pero se esperaba quizá mejor compañías. Miró a sus compañeros y esperó, estoico.

Era el momento de empezar a buscarle, siendo el primer caput quizá me seria mas fácil conocerlos. Me situé delante de la puerta de la tienda, descolgué la mochila del hombro, me quité el casco y les incité a entrar. (esperaba que me imitaran y al entrar se quitaran el casco para poder ver sus rostros de cerca, aunque realmente pensaba que seria decepcionante si fuera tan fácil, ¡tendré su cabeza!) A pesar del cansancio, me mantendría allí firme hasta que todos pasaran.

Mientras aquel soldado hablaba echo un vistazo a sus compañeros mirando detenidamente a cada uno de ellos. Aquellos rostros demostraban la experiencia que da la vida cuando la juventud se esfuma. De entre ellos destacaban algunos por sus rasgos exóticos, ya fueran orientales o germanos. Tras unos instantes, y cuando el tesserarius ya se alejaba, entró a la tienda al tiempo que se quitaba el casco. Dentro aguardaba tranquilo un hombre de tez oscura que parecía veterano y decidido a romper el hielo se acercó a él:

-Espero por el bien de su bolsa que no haya apostado en nuestra contra. Me llamo Quintus —dijo esbozando una tenue sonrisa mientras se dirijía a Antonius.

Britania, ¿Que rayos se les había perdido en aquel maldito lugar? Pensaba Fuscus para sí al tiempo que observaba el lugar que les correspondía en el campamento.

Sin más dilación, y una vez recibidas las instrucciones para el día siguiente, Fuscus se apresuró a entrar en la tienda para desprenderse del equipaje. Una vez dentro, se quitó el casco y se frotó la cabeza, demasiado tiempo con él encima.

¡Incluso yo apostaría por nosotros si tuviese dinero! Añadió al comentario de Quintus. Por cierto, soy Fuscus.

Sonrió cálida y cordialmente ante los dos compañeros. Estaban hechos unos hombrecillos, y hablaban mucho. Al menos, así daban a entender. Le dio gracia la franqueza con la que hablaban.

Entendía la solemnidad de Petreyus y la respetaba, pero él no tenía pensado estarse de pie más de lo necesario. Se sentó de piernas cruzadas, mirando a los que entraban.

-Yo no estaría tan seguro de esas... Victorias de las que habláis. Pero me agrada vuestro porte. Soy Antonius Magnus, y trataré de usar mi experiencia para hacernos avanzar a todos, juntos. Cuanto más alto el rango, mejor es el combate y mayor la gloria... 

Te quedas mirando fijamente un rato el rostro de Marcus... ¿Podría ser él?

En este momento llega otro legionario cargado con su impedimenta. Un tipo fornido de cabeza rapada.

- ¿Es este el contubernium de Petreyus? Pues soy el octavo hombre. Cassius, me llaman. - deja su petate y sus cosas.- Bueno, así esta mejor. Algunos tenéis pinta de tirones*. Juntaos al viejo Cassius y veréis qué bien. Llevo en esta legión diez años ya y conozco a todo el mundo. Hasta el primi pilus** me conoce, sí señor. Si queréis libraros de alguna guardia, una ánfora de vino o alguna pieza de equipo, hablad conmigo.

Asentía lentamente con la cabeza mientras escuchaba las últimas palabras de Cassius. Cuando este hubo acabado intervino:

-¿Conoces personalmente al legado y a nuestro centurión?

La pregunta, aunque inocente, pretendía conocer como poco sus nombres o incluso algo más. Quintus ansiaba promocionar por méritos propios pero quería saber antes con quién se jugaba la sangre y el sudor. En el mejor de los casos quizá podría conseguir librarse de aquel suboficial que tanto le incordiaba.

Le asombró la facilidad y gracia con la que bromeaban sus nuevos compañeros, buena primera imagen, aunque no todo iba a ser asi...

Chasqueó con la lengua mientras veia como Antonius se sentaba, su cara le era familiar, sabía que le habia visto en algún sitio, pero no lo recordaba con claridad. ¿seria él? pensaba, mientras le miraba fijamente.

La llegada de Cassius rompio su ensimismamiento.

- Si, ésta és, yo soy Petreyus.

Contesta, mientras mira a Quintus. No podia creer que este nuevo hombre hubiera enbaucado nada mas llegar, a uno de los novatos. Tendria que andar con pies de plomo, pero sería interesante averiguar, hasta donde podria llegar.

- Estupendo, ¿podrias contarnos alguna historia sobre ellos Cassius? Nos ayudaria a descansar y amenizariamos la espera.. ¿que os parece?

Después de dejar todo el equipo observo como charlan unos con otros, decidí intervenir. Tapándome con la manta que llevaba tratando de evitar el frío.

-No aseguraría nuestra victoria mañana si no entrenamos bien duro. Por cierto mi nombre es Antiocus. Aunque estaría bien oír las hazañas de nuestros superiores.

- Bueno, chicos. Al legado no le conozco porque lo acaban de poner. Se llama Vespasiano, eso sí lo sé. Y antes se ocupaba de las calles de Roma. De limpiarlas, digo. Pero lo hacía tan mal que el emperador Cayo* le llenó de mierda los bolsillos para que aprendiera. No creo que llegue nunca a nada...

"En la cohorte tenemos seis centuriones. El nuestro es Servilio. Ese de ahí. Un buen tipo. Uno de nosotros. Estuvo en el Rhin conmigo. Eso sí que fue duro...

"El jefe de la cohorte es ese barbudo de allí abajo, Herenio. Un gilipollas que parece llevar un pilum metido por el culo. - baja un poco la voz.- El caso es que Herenio está al mando de forma provisional. El legado aun no ha elegido al centurión jefe de la cohorte. Así que esos dos compiten para hacer meritos.

Y la próxima vez que me hagáis hablar tanto invitadme antes a un trago, tacaños...- busca entre sus cosas.- Por esta vez invito yo, pero no os acostumbreis.

Saca un pellejo de vino y os lo pasa discretamente.

La respuesta le agradó y, aunque esperaba escuchar algo más sobre los suboficiales de aquella legión, pensó que aquello era suficiente. Un silencio se hizo durante unos segundos en aquel pequeño corro de gente mientras aquel hombre sacaba el vino. Quintus le dió un ligero trago al odre y, a continuación, se lo paso a Fuscus que se encontraba a su lado.

-Per Bacco que mañana necesitaremos más si salimos mal parados —dijo en voz baja de tal forma que sólo su compañero pudo escucharlo.

Tras otro silencio alzó la voz:

-Cassius, ¿te has enterado de lo de mañana? El tesserarius nos ha dicho, cuando aún no habías llegado, que tendremos prácticas contra los de la novena legión. ¿Algún consejo?

Cassius le pega un trago al vino. Es aguado y peleón, pero mejor que nada.

- Esas prácticas son como una batalla, chico. Con espadas de madera, sí. Pero se reparte leña de la buena. Nunca mejor dicho. Más de un brazo roto he visto yo. Tú no te hagas el héroe... Eso he hecho yo y aquí llevo diez años.

Y diez años lleva sin pasar de legionario raso, pensáis. Claro que hay muchos como él. Tipos que quieren vivir para cobrar y jubilarse con una buena tierra.

- Recuerdo una vez en Germania que el centurión...

Le interrumpe una voz.

- ¿Ya estás hablando mal de mí a mis espaldas, Cassius?- Un centurión aparece por entre las tiendas, vara en mano. Pero está sonriendo. Os ponéis firmes. Os ha pillado bebiendo en el campamento... - Descansad muchachos, no estáis bajo el águila. ¿Qué decías, Cassius?

- Pues nada, señor. Les hablaba a los nuevos de la campaña en Germania contra los bructerios.

- Sí. Aquello fue duro.  Perdimos buenos camaradas. Esperemos que lo de Britania no llegue a tanto. ¿Me entiendes, Cassius?

- Claro, señor.

Los dos intercambian una mirada de complicidad.

- Precisamente quería que llevaras un mensaje a mis compañeros de la Segunda Legión.... - continua el centurión.-  Buenos chicos, señor. Estuvieron conmigo en el Danubio. - se saca un papel enrollado de un bolsillo.

- Uno de los chicos lo llevará señor. ¿Te parece bien, Quintus?

- Bien pensado, Cassius. Tú estás mejor aquí. Quintus, lleva eso al centurión de la sexta corte de la Legión Segunda. ¿Estamos? Los demás a descansar que mañana quiero que dejéis finos a la novena.

Servilio parecía un hombre de confianza y a juzgar por sus palabras había sido un buen soldado. Sin duda sería alguien digno de tener al lado en la batalla y por quien arriesgar incluso la vida. No obstante su presencia había sorprendido en el ambiente relajado que se respiraba esa noche en aquella tienda. Ninguno de los que allí se encontraban pudo evitar la mueca de seriedad que se dibujo en sus caras. Después de todo ver a un oficial sarmiento en mano no es cosa que se pueda tomar a la ligera.

Quintus se había sentado para ponerse en pie de nuevo en cuanto el centurión pronunció su nombre. El nuevo encargo le había cogido de improviso y habría rezado a los dioses para que pudiera regresar a tiempo del combate. Sin embargo no tenía intención alguna de negarse  ni razón real para hacerlo, mucho menos siendo la orden de un superior. Cogió aquel papel enrollado de la mano de Cassius y se acerco a la entrada de la tienda, situándose justo al lado de aquel que acababa de entrar. Tenía que llevar un mensaje a uno de los pilus prior de la Segunda Legión pero no sabía muy bien cómo, y así pues intervino:

-¿Dónde le encontraré? —le pregunto en voz baja mientras inclinaba su cabeza hacia delante como gesto de respeto.

Nos acabábamos de instalar, y ya había órdenes, daba la sensacion de que esta empresa iba a ser movidita.

Le da un último trago al odre, y se aparta para acomodarse y poder dormir.

Mientras se sienta, apoyando la espalda ligeramente en sus cosas:

- Ya habeis oido, momento de descansar. Os recomiendo que le dejeis un hueco a Quintus cerca de la puerta, asi no nos despertará cuando esté de vuelta, si no es necesario.

Y se tapa la cara levemente con el casco.

Miró el alcohol con asco, poniendo una mueca mientras veía cómo le pegaban tragos. 

-Estáis fatal. No bebáis, no antes de un día importante. No por la noche, y no nada más llegar al campamento. Eso os lo permitís después de un combate, y ni eso. ¿Y si os petáis a bebida y os atacan por sorpresa?¿Morís? Igual estáis tan llenos de vino que tienen que clavaros esas armas tan primitivas varias veces, sólo para pasar de la capa de líquido impregnada en vuestra piel... 

Ver fiesta  y alcohol, y relajación, y esa euforia juvenil despertaba malos recuerdos. Recuerdos de hermanos de armas, contentos con victorias y embriagados de lujuria potable, que perecieron sin siquiera oponer resistencia. 

Vio entonces al oficial y escuchó lo que tenía que decir. Esa mirada no era para nada bonita. Esperaría hasta que Cassius no estuviera cerca para hablar con los demás al respecto, sobretodo con el que parecía ser más sabio, de momento: Petreyus.

Así, habló con el centurión:

-¿Danubio? Los sármatas vienen de más allá del río. O también por la Península Anatólica... ¿Conoces el Danubio? Ahí donde los grandes Dacios aguantaron las legiones de Trajano, liderados por Decébalo, en dos guerras seguidas... Alzaron la Columna de Trajano en su honor. Guerreros fieros, y fuertes...

Se calló, dejando que el centurión siguiera bravuconeándose. Él ya había dicho lo suficiente, sin tener que fingir haber estado ahí -que suponía era lo que el centurión hacía.

Se giró hacia Petreyus.

-Yo me quedo cerca de la puerta, a mirar a por Quintus. Tengo insomnio, de todas formas... 

- Estuvimos en Tracia y en Iliria contra tribus rebeldes... Cassius os lo puede contar mejor. Tengo trabajo. - El centurión se gira para irse, pero antes se dirige a Quintus- Lo encontrarias en el pretorio de su legión. Date prisa.