Partida Rol por web

La búsqueda de leña seca tuvo un resultado inesperado. Tras veinte minutos de búsqueda infructuosa, Galatea vislumbró una luz en un saledizo de roca resguardado de la lluvia. Quienquiera que hubiera encendido ese fuego disponía de leña seca, y quizá os podría indicar dónde encontrar más. 

Os acercasteis con cautela y descubristeis a dos figuras inclinadas sobre la una fogata que chisporroteaba alegremente. Una de ellas era un hombre de barbas desaliñadas y ropa de viajero llena de remiendos. La otra, una elfa dorada que parecía recién salida del baño; ella iba ataviada por una hermosa túnica de un vivo color verde. 

El hombre barbado parecía estar contándole una historia a la elfa dorada, y esta estaba absorta en ella, con los ojos muy abiertos.

A Galatea, para variar, no parecía importarle en absoluto la inmisericorde manta de agua que caía a plomo sobre el bosque. La elfa iba chorreando de pies a cabeza con la larga melena pegada a la espalda y los regueros de agua goteándole por las picudas orejas, por los brazos, por la cara... en resumen, como una sopa, pero el caso era que parecía ir pensando tranquilamente en otra cosa.

Cuando descubrió aquella luz, la druida primero levantó la mano para indicarle a Khaila que se detuviese, luego la miró arqueando una ceja como si estuviera preguntándole mentalmente a la guerrera si aquello le resultaba igual de peculiar y por último, miró a su lobo.

Áscalon se había limitado a trotar suavemente a su lado, convertido en una chorreante pelota de pelo blanco, ahora husmeaba el aire y no parecía molesto o inquieto así que fuera lo que fuese que su instinto animal para percibir peligros le indicaba, no era negativo.

"¿Viajeros en el bosque... ?".

Galatea caminó despacio en aquella dirección y cuando estuvieron a una distancia lo suficientemente prudencial para que pareciera que no aparecían por sorpresa pero también como para que pudiesen hablar sin chillar, carraspeó diplomáticamente.

—¿Hola?

Gracias a las botas mágicas, Khaila no se retrasó y caminó a la par de Galatea. Pero al contrario de la elfa, la lluvia molestaba mucho a la guerrera. Con varios reniegos se pasaba el brazo por los ojos, y apartaba el pelo chorreante que caía sobre ellos. No podía evitar sorprenderse una vez más de la tranquilidad de Galatea, su paso relajado hacían que los de Khaila parecieran torpes.

Siguieron caminando durante un rato hasta que a lo lejos vieron una luz.

Se acercaron con cuidado, intentando vislumbrar quién estaba acostado a aquella lumbre. Cuando vieron a aquel par tan extraño, Khaila se quedó en silencio, dejando que fuera Galatea quién se presentara. Ella era mucho más diplomática y sabría, como siempre, tratar mejor con los desconocidos. Así que se colocó a su lado, con los brazos cruzados, y el cabello cayendo en mechones chorreantes.

Los dos desconocidos interrumpieron su charla y giraron los rostros hacia vosotros. La elfa dorada mantuvo una expresión entre la sorpresa y la curiosidad. El humano de las barbas, por su parte, esbozó una amplia sonrisa y os hizo un ademán con la mano para que os acercarais.

—¡Acercaos, acercaos! Venid a compartir nuestro fuego.

La elfa dorada esbozó una sonrisa cálida y encantadora. Un hurón se asomó desde el hueco que la elfa dejaba al tener las piernas cruzadas frente a si.

—Agua dulce y risas ligeras —saludó a la usanza élfica—. No esperábamos gente en esta parte del bosque...

El hombre de las barbas decidió que era el momento de hacer las oportunas presentaciones.

—Ella es Neeshka y yo me llamo Hericus, ¡bienvenidos! Somos mercaderes, representantes del Emporio Aurora en estas tierras...

Neeshka frunció los labios como si estuviera sosteniendo un bigote imaginario y giró la muñeca como si hiciera una reverencia.

—...a vuestro servicio, por un módico precio...

—...aunque lo de compartir el fuego es gratis.

Una zorra, que había estado acurrucada junto a Hericus, lanzó un largo y hastiado suspiro. No obstante, en cuanto observó a Áscalon, se levantó de golpe moviendo el rabo, con las orejas enhiestas.

—¡Hola! —le dijo, entusiasmada.

Áscalon levantó ambas orejas y emitió un aullido suave. Se acercó con la cabeza baja (porque era más alto que la zorra, no por otra cosa) olisqueando el aire con curiosidad y moviendo la peluda cola suavemente.

Lo incongruente de la situación era que de alguna forma había entendido el saludo del animal que por otra parte había sido en Común puro y duro, y a su vez parecía que la zorra lo hubiera entendido a él, que evidentemente no hablaba Común.

Galatea había levantado una ceja al descubrir una solar en medio del bosque, ¡una Solar! Luego envió una segunda ceja a hacerle compañía a la primera ante la dicharachera presentación. Curiosamente fue la aparición de la zorra parlante lo que la hizo parecer entender de qué iba aquello.

—Mercaderes magos—dijo más a modo de afirmación que de pregunta.

Se llevó el mechón de cabello plateado tras una de las orejas pues le estaba goteando por uno de los ojos y miró alternativamente a la zorra y al hurón como si ilustrase con ello la afirmación. Luego se acercó un poco y volvió a fijar en los presentes y sonrió de lado.

"Un elfo solar mago y mercante. Qué cosas se encuentra una por el bosque últimamente...".

—Agua dulce y risas ligeras. Soy Galatea de... bueno, llamadme Galatea. Pertenezco al Círculo Druídico de Los Valles—tras devolver el saludo tendió una mano a su derecha como si "mostrase" a la humana que estaba a su lado—. Y esta chica tan sonriente de aquí es Khaila.

Le dio a la guerrera una palmadita en el brazo como aclarando que era una broma, no una burla. Luego volvió a adoptar su gesto normal de siempre y fue a decir algo pero entonces el lobo dejó de oler a la zorra y giró la cabeza para mirarla a ella, emitiendo un gañido interrogante. La elfa suspiró y puso los ojos en blanco, aquello comenzaba a ser un ritual.

— ...y él es Áscalon.

El aludido devolvió su atención a su pariente parlante.

—Últimamente es difícil encontrarse cosas normales en medio del bosque, de hecho estábamos tratando de encontrar algo con lo que encender una hoguera. Ya habéis tenido más suerte que nosotros—hizo una pausa como si meditara en voz alta—. Bueno, cosas normales o directamente gente que no se lo piense dos veces antes de cruzarlo con el panorama que hay.

Khaila había estado escuchando en silencio. Aquellos dos desconocidos parecían muy tranquilos y confiados. Quizás la guerrera, por naturaleza, siempre había sido más precavida, y cuando algún extraño se había acercado a su fuego, había tardado en mostrarse dispuesta a compartirlo. Aunque esta vez, con lo incómoda que se sentía al notar las ropas empapadas bajo su armadura, la sombra de una sonrisa asomó a sus firmes labios. 

Al escuchar la presentación de Galatea, la miró con una ceja enarcada. Esta clase de bromas siempre le había costado pillarlas, haciendo que se sintiera torpe ante ellas. 

- Saludos... - Había saludado de forma escueta y alzando una mano en señal de saludo. Galatea les informó de su situación, explicándoles que ambas se encontraban buscando algo de leña para poder hacer una hoguera como la que ellos estaban disfrutando. Y aunque Khaila se moría de ganas de poder acercarse a aquel fuego para entrar en calor, se mantuvo al lado de la elfa, esperando que ella tomara la iniciativa... 

En efecto, o aquellos viajeros eran unos imprudentes o eran lo suficientemente poderosos como para no consideraros una amenaza. Más que temor, mostraban curiosidad.

—Nosotros estamos de paso —admitió Hericus, y se quedó pensativo un momento—. De hecho, deberíamos estar mucho más al oeste. Pero los dioses son caprichosos a veces.

Sonrió.

—Y respecto a la leña, hice un poco de trampa —dijo, dedicándole un guiño de complicidad a la elfa y arrancándole una risita—. Es un nuevo producto del Emporio Aurora. ¡El leño mágico siempre ardiente! Da luz y calor cuando le das una orden, pero ni quema ni prende otros materiales. Ideal para una excursión al bosque sin causar estropicios. ¡Seguro que hasta una druida estaría de acuerdo! ¿Os interesa?

Galatea se escurrió la melena a un lado como quien escurre una toalla por enésima vez en el día para tratar de quitarle el agua y terminó suspirando como quien piensa que no sería la última. La echó hacia atrás de nuevo y no pudo evitar arquear ambas cejas con el comentario sobre los druidas de Hericus.

—¿Cómo que "hasta"?—dijo entornando un ojo, luego sonrió de lado con un deje de picardía malévola—. ¿Qué clase de imagen de radicales tenemos por ahí?

Por su puesto no estaba molesta realmente. Se acercó algo más al fuego y finalmente se sentó con un suspiro de alivio. Aunque curiosamente no era por librarse del agua, si no por haber encontrado la leña.

—Pero sí—añadió. Luego puso los ojos en blanco y gesticuló un poco con una mano como quien recalca "qué exageración"—. Si lográis que este invento se haga famoso creo que conozco a más de un anciano que quizá estaría dispuesto a haceros una estatua por lo menos.

Áscalon se sacudió levantando una rociada de agua pulverizada en todas direcciones y quedando con un aspecto final bastante "esponjoso". Luego siguió a Galatea y se tumbó al lado de ella, apoyando la cabeza sobre una de las piernas cruzadas de la elfa.

Galatea le hizo un gesto a Khaila para animarla a acercarse, entre la lluvia de fuera y la pequeña contribución del lobo la guerrera no iba a secarse a menos que lo hiciera. Luego se volvió hacia los dos supuestos magos.

—Confieso que lo últmo que me esperaba cuando salí a buscar leña era encontrarme una tienda de magia en medio del bosque—dijo—. Y además, abierta.

Se apartó de nuevo el mechón de plata que se empeñaba en gotearle por el ojo. La verdad es que habiendo magos de por medio, ya se esperaba cualquier cosa... desde animales parlantes hasta, ¿por qué no? leños que se encendían con sólo ordenárselo así que añadió con toda la naturalidad del mundo:

—Aunque si lo que propones es precisamente vendernos alguno. La verdad es que creo que nos sería muy útil.

Khaila se acercó también al fuego. Al sentir el calor que desprendía suspiró agradecida y acercó las manos a la lumbre. Estaba completamente empapada. aunque la joven guerrera era fuerte y ni una queja había salido de sus labios, al acercar las manos fue ostensible como éstas temblaban levemente.

Suspiró agradecida. - Gracias... - Les dijo a los dos comerciantes mientras se apartaba un mechón chorreante que caía sobre sus ojos. Se sentó junto a Galatea y escuchó la conversación que mantenían.

—Una estatua... —meditó Hericus, mesándose las barbas como si de verdad pensara en ello—. Sí, creo que me gusta. Sobre una colina, de forma que el sol salga a mis espaldas.

Le echó una mirada de picardía a la elfa solar.

—Así recorta figura —dijo, metiendo el estómago hacia dentro.

Después de reír de su propia ocurrencia, tomó el leño ardiente con sus propias manos y esbozó una sonrisa zorruna mientras se la pasaba de una mano a otra como quien hace malabares. Había algo en ese mago que os recordaba a un trilero errante. Ni corto ni perezoso, le lanzó el tronco en llamas a Galatea.

—¡Cogelo! A ver qué te parece.

—Yo me llamo Bru —le dijo la zorra a Áscalon, ignorando a todo el mundo—. ¿Quieres que echemos una carrera, Áscalon?

Lo normal en alguien que asocia el fuego al daño sería haber pegado un chillido increíble del susto pero Galatea estaba acostumbrada a manejar el fuego con sus propias manos así que más bien enarcó las cejas por lo repentino del gesto que por otra cosa porque las manos las levantó en acto reflejo para atrapar el tronco en el aire.

En un principio se lo quedó mirando y parpadeó, efectivamente, no se quemaba pero estaba cálido como cuando se coge un bollo recién horneado.

—Supongo que a la hora de gastar bromas debe causar furor—dijo más como si hablase con el leño que con Hericus—. O eso, o que te lo lancen de vuelta a la cabeza...