Partida Rol por web

La famosa casa Corbitt...

Su aspecto dejaba mucho que desear, sin duda yo no la habría comprado, pero no iba a entrar en pensar el motivo que llevó a adquirir el edificio al señor Phillips, por mucho que insistiera en el posible negocio.

Una puerta derribada me lleva a la conclusión de que alguien había husmeado ya por la mansión, y cogiendo aire a la par que valentía, entro por el umbral de la puerta a investigar.

- ¿Hola? ¿Hay alguien?

Nadie responde, por lo que sigo dando pasos hacia el interior de la habitación hasta llegar al pasillo. Hay poca luz, por lo que voy con precaución para no caerme. Un ruido me hace dar un respingo, pero pienso que puede ser una voz humana. Me asomo a lo que parece la cocina para observar a los tres hombres con los que me reuní en el despacho del señor Phillips.

- Creo que he de darles los buenos días, caballeros.- Intuyo al notar que se acaban de despertar.- ¿Han pasado aquí la noche?

El profesor se incorporó aturdido, frotándose la espalda en los muchos puntos que le dolían tras el sueño improvisado y nada pretendido. Sin duda, aquella experiencia había sido la más extraña que había visto en su vida, máxime si se añadía al sinnumero de calamidades el hecho de que los dos hombres que estaban con él al comenzar el sueño parecían haber pasado por el mismo trance. La luz solar le indicó que habían pasado la noche en ese viaje absurdo, el cuál sin duda no había afectado a la periodista, Arleen, que acababa de llegar.

- Parece que así es, señorita. - dijo al fin el profesor, respondiendo a su pregunta - Y no por voluntad propia, me temo.

Miró entonces a William y al taciturno vagabundo que se les había unido, cuyo papel en aquel asunto aún se le escapaba al profesor.

- ¿Se encuentran ustedes bien? - y añadió - Díganme que no han soñado con unas extrañas llamas en medio del vacío...

Aquello era más un ruego, pues el profesor tenía la extraña certeza de que sus compañeros debían de haber pasado por exactamente el mismo trance que él.

Louis se recompuso ante la presencia de la señorita Veltron con toda la dignidad que sus ropas de mendigo y la embarazosa situación vivida permitian.  Aún aturdido por el extraño sueño en el que se había visto sumido, respondió educadamente:

- Buenos días, señorita Veltron. Como bien dice el Profesor, viendo la luz que se filtra por entre esos tableros de las ventanas, parece que nos hemos quedado dormidos, pero yo no recuerdo haberme acostado... sólo recuerdo haber escuchado un ruido como un golpe, en el piso de arriba, y al poco de eso haberme sentido indispuesto y después haber visto un rostro cubierto por una máscara de seda negra, y con dos llamas por ojos...

El mendigo tenía el rostro pálido, aún inquietado por el extraño sueño y preguntándose qué sería ese ruido que escucharon y cómo era posible que hubieran pasado toda la noche allí sin darse cuenta... observaba a los otros investigadores en busca de respuestas que seguramente ellos tampoco tenían.

William se despertó confuso en el sucio suelo de la cocina de la casa Corbitt. Tardó unos segundos en ubicarse y tras levantarse buscó una silla donde sentarse unos segundos para recomponerse y ordenar su mente.

- Buenos días. - Fue la escueta respuesta a la llegada de la última investigadora y asintió con preocupación a la pregunta del profesor. Definitivamente era un hecho insólito el que los había acontecido y no llegaba a comprenderlo, más aún después de comprobar que todos habían tenido la misma pesadilla.

Por un lado le sorprendía que hubieran pasado la noche en ese lugar pero por otro se sentía aliviado de que, aparentemente, no les había pasado nada grave y le tranquilizaba la luz de la mañana que se filtraba por las ventanas.

Se levantó de su asiento y miró al grupo preguntándose cómo proceder.

- Y bien señores, ¿Continuamos la exploración de la casa antes de ir a algún lugar a desayunar o prefieren ir a comer algo antes?

Por su parte preferiría seguir investigando la casa pero quizás el profesor querría comer algo antes de continuar.

- ¿Llamas en los ojos dicen?- Pregunto cuando escucho el relato de los hombres.- Eso es lo que me dijo la señora Maccario hace una hora, cuando he ido a visitarla al manicomio...Y por cierto, también recibió la visita de otro par de hombres.- Digo sibilinamente mirando a los caballeros.

Louis desvió la mirada inconscientemente hacia el parapsicólogo antes de contestar a la incisiva mujer:

- Si, señorita, así es. El Sr. Rutherford y un servidor visitamos a la señora Macario en la institución mental. Y, ciertamente, mencionó una presencia en la casa, con ojos rojos como el fuego del mismo averno...

Guardó un momento de silencio para seguidamente añadir:  Usted perdone, Sr. Rutherford, pero creo que sería mejor idea echar un vistazo a la casa ahora, con la luz del día. Nunca le digo que no a un buen desayuno caliente, pero ahora mismo diría que tengo el estómago cerrado, si usted me entiende.

Observó al resto de investigadores a la espera de que tomasen una decisión sobre el curso a seguir.

El profesor asintió. La inspección de aquella casa se estaba demorando en demasía, y su curiosidad por saber lo que había en el piso de arriba se equiparaba con el desasosiego que le causaba el saber que sus sueños habían sido compartidos... y al parecer, que tenían alguna relación con lo que les había sucedido a los anteriores dueños de la casa. La mente racional del profesor se resistía a aceptar tal posibilidad, buscando explicaciones científicas que pudieran ajustarse a cuanto habían observado, pero por el momento no hallaba respuestas.

- Coincido con ustedes en que lo mejor será continuar inspeccionando este horrible lugar. - dijo al fin - Y si mientras tanto pueden ponerme al día de lo que han averiguado, quizá sea de ayuda.

Se dirigió hacia las escaleras.

- No creo que haya nada más aquí abajo, ayer estuve inspeccionando, y sólo hallé el diario que les mencioné. - se dirigía a Louis y a William - Si quieren echarle un vistazo, lo tengo aquí*. Pero yo echaría un vistazo antes al piso superior**.

- Profesor, el señor Rutherford y yo encontramos un documento en el Boston Globe que hablaba de unos sucesos que supuestamente habían tenido lugar en esta casa en los últimos 40 años. Tal vez pueda interesarles, aunque puede que sólo sean un montón de habladurías, ya sabe cómo es la gente. - comenta Louis mientras hace ademán al resto de dirigirse hacia las escaleras que conducen al piso superior - ¿Subimos? Seguro que ese ruido que escuchamos era debido a alguna alimaña que haya buscado refugio en esta casa abandonada

Parece que han estado entretenidos...

- ¿Un diario dice?- Pregunto al señor Feynmann.- ¿Y pone algo relevante?

Acompaño al profesor mientras espero la respuesta, ya que también quiero inspeccionar la vivienda; al fin de al cabo es la primera vez que entro.

- ¿Sabían ustedes que el albacea del señor Corbitt era el líder de una secta religiosa?

Me veía en la obligación de compartir la información aunque no me es grato. Ahora mismo somos un grupo de compañeros...Un grupo variopinto, pero compañeros al fin de al cabo. Además, no creo que ninguno de ellos me pise la exclusiva para el Globe.

William asintió a la sugerencia del resto de investigadores de continuar visitando la casa. Su cuerpo le pedía un buen desayuno y un baño con sales pero por otro lado la curiosidad le mordía insistentemente y no quería dejar la casa antes de haberla investigado concienzudamente.

- ¿El jefe de una secta dice?-  Respondió con otra pregunta a la última cuestión planteada por la mujer. - ¿Sabe cómo se llamaba el sujeto?

El investigador intuía que a la mujer no le hacía mucha gracia poner en común la información ya que parecía dar información pero era sesgada e incompleta, pues no decía el nombre del sujeto ni de la secta en sí.

- Sí, lo sé.

Dejo la frase suelta, como si no fuera a responder. Busco en mi bolso y saco mi pequeña agenda, paso alguna página de adelante hacia atrás buscando la información. Tardo bastantes segundos.

- Michael Thomas.- Le digo al final con una sonrisa al señor Rutherford.- Pastor de la Capilla de la Contemplación e Iglesia de Nuestro Señor Otorgador de Secretos.

Cierro la agenda y la vuelvo a guardar.

- ¿Y ustedes qué han descubierto?- Les pregunto a todos.- ¿Conocen el dueño del diario o su contenido? ¿Han encontrado algo relevante en la casa?

Los cuatro investigadores del señor Phillips subieron las escaleras de madera conforme hablaban. Los crujidos de la vieja madera parecían restallar como truenos en el silencio que inundaba la vieja casa Corbitt.

Una vez arriba, un pasillo con tres puertas a la izquierda les recibió. Antes del pasillo, a su izquierda según habían subido las escaleras, otra habitación, algo oscura, tenía la puerta entreabierta.

El profesor Feynmann observó con desconfianza el piso de arriba. El lugar, en apariencia abandonado, debía sin embargo de alojar al causante del golpe que habían escuchado la noche anterior. Así se lo refirió a sus compañeros, con cierta alarma.

- Mantengan los ojos bien abiertos, señores. - les dijo - Sea lo que sea lo que causó el ruido anoche, a buen seguro se hallará en alguna de estas habitaciones.

Tras decir estas palabras, el profesor se aproximó con sumo cuidado a la puerta más cercana, la que parecía dar a un pequeño trastero*. Sacó el revólver (el nerviosismo podía con él a esas alturas) del bolsillo, mientras empujaba con la mano izquierda, inseguro, la puerta de esta sala.

El parapsicólogo daba vueltas a las palabras de la mujer mientras seguía al grupo escaleras arriba con rostro de preocupación.

El albacea de Corbitt, lider de una secta, Capilla de la Contemplación e Iglesia de Nuestro Señor Otorgador de Secretos.

Se cuestionaba si ese nombre le decía algo que pudiera darles alguna información.

Al ver al profesor sacar su revólver se contubo de sacar el suyo que llevaba en el maletín, pero apreto la mano que llevaba la bolsa para asegurarse que estaba con él. Recordaba las palabras de su contratador, mencionando una habitación de la planta superior en la que se negaban a entrar algunos de los residentes y no le tranquilizaba nada la mala experiencia del ruido y el extraño sopor de la pasada noche.

Louis no había oído hablar nunca de la Capilla de la Contemplación e Iglesia de Nuestro Señor Otorgador de Secretos. Como sintecho, había conocido varias congregaciones e instituciones de caridad ligadas a distintas órdenes religiosas, pero ese nombre no le decía nada.

Su habitual entusiasmo se estaba apagando desde la llegada a la lúgubre casa, y más aún mientras subian las escaleras al piso superior. Al ver al profesor empuñar la pistola, sacó una pequeña navaja de uno de los bolsillos de su raído abrigo, como para sentirse más seguro, aunque seguía pensando que el ruido tenía que deberse a alguna alimaña que se habría colado en la casa abandonada.

"Vaya con cuidado, profesor" - comentó mientras el otro investigador abría la puerta del cuarto

Feynmann se detuvo un momento a pensar. ¿Había escuchado hablar de ese culto alguna vez? Quizá lo hubiese leído en el diario...

"La Capilla de la Contemplación e Iglesia de Nuestro Señor Otorgador de Secretos"... Aquel nombre resonaba en la cabeza del parapsicólogo sin parar, hasta que al fin consiguió recordar por qué. Hacía unos años había leído algo en el Boston Globe sobre ello. El cierre de la capilla, en 1912. El artículo, discreto y que no ocupó ninguna portada ni causó revuelo en la ciudad, por lo que lo recordaba vagamente, versaba sobre una redada de la policía en aquel lugar, la Capilla de la Contemplación, ocasionada por denuncias de desapariciones de niños que acusaban a sus miembros como responsables. El líder de la secta era un tal reverendo Michael Thomas, que al parecer había sido detenido.

"La Capilla de la Contemplación e Iglesia de Nuestro Señor Otorgador de Secretos"... Aquel nombre resonaba en la cabeza del profesor sin parar, hasta que al fin consiguió recordar por qué. Hacía unos años había leído algo en el Boston Globe sobre ello. El cierre de la capilla, en 1912. El artículo era bastante discreto y no ocupó ninguna portada ni causó revuelo en la ciudad. Sin embargo, la memoria del profesor no era lo que llegó a ser en su juventud, y menos con aquel tipo de asuntos que no eran de su interés.