Partida Rol por web

El coche patrulla conducido por el agente Strokes no tardó en llegar a su destino.

El entorno estaba rodeado de grandes edificios de oficinas en altura, todos iguales como si hubiesen sido cortados bajo el mismo patrón, y en aquel bosque de hormigón parcialmente oculta se encontraba la única vivienda en aquel lugar como si pretendiese pasar desapercibida.

De aspecto decimonónico, su fachada alargada de ladrillo era testigo mudo del paso del tiempo y si hablase, podría hablar de grandes acontecimientos acaecidos durante el último siglo. Igualmente mudas eran las ventanas, en su parte inferior parecían estar tapiadas, mientras que en su parte superior tenían la complicidad de las cortinas. 

Menos espectacular era lo que se intuía como su parte posterior, rodeada de hierbajos silvestres y arboles podridos luchando por no caerse bajo su propio peso.

-¡Boston Globe! ¡Tenemos el Boston Globe! -Clamaba un vendedor no muy lejos de allí, salvando aquel vendedor poca gente había en aquel lugar.

La posición del sol indica que no queda mucho para el mediodía.

Al llegar, Alan contempla aquella propiedad, enterrada entre tantos edificios modernos y de mayor altura, lo que le daban un aspecto pueril y anticuado. Aquella casa debía de tener mas de 100 años por el estado de la misma. Se giró al resto del grupo.

- Vista desde fuera y comparándola con su entorno, no parece gran cosa. Incluso pasaría desapercibida si no viniésemos expresamente buscando esta casa.

Realizó un ademán al detective, invitándole a ir hacia la puerta de la casa, delante del resto.

- Detective, si es tan amable de hacer los honores.

Dijo sin sorna, esperando que pudiese abrir la puerta con la llave, sin encontrar complicaciones, como aventuró anteriormente su propietario.

Al acercarse el detective comprobó que tenia dos llaves en su poder. El gran portón tenía cuatro cerrojos, el brillo que emitían dos de los cuales les daba un aspecto de haber sido colocados de manera reciente

Jeff Smith observó la casa sin palabras. Su aspecto hosco y anticuado le daba un aire solemne, y lo acontecido en su interior la envolvía en un halo de misterio atrayente para el periodista.

Deseaba entrar, aunque, a la vez, un temor ancestral que nunca supo dominar del todo le decía que tal vez fuese peligroso.

Como siempre, acalló esa voz interior y se dispuso a aventurarse con sus acompañantes en la tan mentada Casa Corbitt.

Mientras se acercaba a la casa, junto a sus compañeros, el detective Stokes adquirió un ejemplar del periódico que anunciaba el vociferante vendedor.

- No he tenido tiempo de leer los sucesos de hoy -se excusó-. Aunque soy más del New York Times -añadió guardando el periódico bajo su axila, reservándolo para algún momento posterior del día en el que estuviese más libre.

Mientras caminaba hacia la casa, se percató de la vieja fachada y de la sensación que emitía el inmueble de estar prácticamente en ruinas. Normal que el señor Butch la adquiriera por un precio tan ridículo -pensó. Alrededor, los altos edificios parecían esperar pacientes el inevitable final de aquella casa y que diese lugar a un nuevo hermano moderno hormigón y acero. No obstante, no le quitó ojo tratando de averiguar cuántas estancias podría albergar su interior y preocupado, en parte, por la seguridad estructural de la vivienda. 

Una vez en la puerta, el señor Monroe le dio paso para acercarse y abrir con las llaves que le había entregado el señor Butch. Sin embargo, una fugaz mirada a la puerta y las llaves que sujetaba en la mano le hicieron sospechar de que se encontraban la primera barrera en la investigación.

-Caballeros, señorita, creo que ha aparecido el primer problema: dos llaves y cuatro cerrojos. Y dos de ellos parecen bastante recientes...

Insistentemente y con obstinación, empezó a probar las distintas combinaciones de llave-cerrojo que había con la esperanza de que los viejos no funcionasen y el señor Butch hubiese añadido los nuevos.

Mientras el coche se detenía en frente de la casa, se sentía cada vez más nervioso, esperando un suceso extraño, quizás extraordinario, una casa como las de las novelas, una casa maldita medio derruida, pero la casa estaba en pie, con un aspecto impresionante, mostrando como ha cambiado la cuidad en los últimos años, entre el pasado y el futuro. Lo que se parecía en la casa a las de las novelas era el jardín, poco cuidado por decir algo. Aquí había vivido la familia Macario, que podía haber pasado aquí para que hiciese falta que nosotros lo investigásemos. Pero estas preguntas y algunas otras mas les desvelarían sus secretos poco a poco en cuanto entrásemos en la casa, o eso se esperaba él.

-Supongo que podemos entrar e investigar, a ver que encontramos, en cuanto a lo de preguntar a los vecinos ahora lo veo mas difícil.- En ese momento escucha al muchacho gritar anunciando la venta del periódico del día  y como el sr. Stokes se dirige hacia él. -¿Muchacho cuanto hace que vendes el periódico en esta esquina?, ¿No sabrás que le sucedió a los habitantes de esta casa?- le pregunta esperanzado este chico puede ser el único al que podamos preguntar sobre los antiguos habitantes de la casa. -¿Vives por aquí cerca?, no sabrás algo sobre esta casa, ¿que se dice por ahí?.

-Hola señor. La casa mmm... -Reflexionó para sus adentros mientras se rascaba bajo la gorrilla que llevaba. -No me suena nada, la verdad es que desde la redada que hubo por aquí hará unos 5 años ha estado todo esto bastante tranquilo. Lamento no poder serle de ayuda. -Se disculpó el vendedor ambulante de aspecto pecoso.

Algo más allá de aquel lugar el detective estuvo rodeando la edificación hasta que encontró otra entrada en la parte posterior.

Miranda, parada en la acera, observó la casa como si pasara consulta. En cierto modo despertaba su interés. No, era algo más que eso... La verdad es que le gustaba. La puerta impenetrable, las ventanas tapiadas, o la jungla que se había apoderado del jardín... Aquella casa era como el último vestigio de un tiempo pasado, un recuerdo grabado a fuego en la memoria de aquel barrio que se resistía tanto al olvido que había sobrevivido, incluso, a sus inquilinos. Estaba tan acostumbrada a la muerte que cualquier cosa que se aferrara a la vida con tanta fuerza la atrapaba. Y, como no podía ser de otra manera ahora que había captado su atención, no podían entrar. 

El niño mencionó una redada, y la mujer caminó hacia él hasta pararse junto a su colega de profesión, el doctor Bishop. 

—¿Qué redada, cariño? —dijo, mientras arrancaba del fondo de su diminuto bolso una moneda para mostrársela al crío. 

-Sí la redada. -Empezó mientras tomaba lo que le ofrecían. -Apenas salió en los periódicos y la radio pero se habló del tema bastante por aquí. Era una de esas sectas... Creo que la llamaban Iglesia de la Iluminación. Sí, de hecho se encontraba justo allí. -Indicó mientras señalaba lo que parecía quedar de un edificio a lo lejos. -Unos cinco minutos allá y lo veréis bien. Aunque os aviso que da bastante yuyu. Hubo muertos. Mi madre me prohibió acercarme bajo pena de zapatilla -Advirtió a la pareja mientras el resto escuchaban desde sus posiciones.

-Muchas gracias muchacho, has sido de mucha ayuda-, dice mientras mete la mano en el bolsillo y saca unas monedas,- Dame el periódico de hoy y toma esto por ser tan buen narrador-. Le tiende unas monedas, lo suficiente para pagar el periódico y 5 centavos para el muchacho. Hoy ya había hecho el día el muchacho. Bueno, quizás debíamos investigar esa información, no sabía si el sr Smith lo había tenido en cuenta, si no nos tocaría pasar un buen investigando en los archivos de la prensa o puede que el sr Stokes pudiese averiguar algo.

-Jeff, sabe algo de la secta esa, la de la iluminación y usted George. - Preguntó mientras levantaba la mirada del muchacho.

Stokes escuchó interesado la historia del joven vendedor mientras bordeaba la casa, intentando encontrar algún hueco en las ventanas desde el que vislumbrar algo de su interior. Llegando al jardín, que más bien parecía una jungla por la maleza, encontró una entrada trasera y examinó la puerta para ver si esta vez alguna de las llaves podía encajar. 

Acto seguido volvió con sus compañeros mientras trataba de recordar si sabía algo sobre la redada de la que había hablado el chico. Él estaba en las calles por aquel entonces pero probablemente le pasó desapercibida entre las numerosas redadas de la época.

- Amigos, -empezó acercándose de nuevo al resto -he encontrado una puerta trasera. ¿Intentamos entrar por ahí? Respecto a la redada, -añadió tras una pausa- yo estaba de patrulla en las calles por aquella época, pero este no era mi distrito y las redadas eran numerosas, por lo que esta pasó totalmente desapercibida para mí. No obstante, podría acercarme más tarde a la comisaría para intentar averiguar algo e incluirlo en el informe, si fuese necesario.

En tan solo unos minutos, al caso se habían sumado una secta y, si el niño no mentía, un puñado de asesinatos. Aquello empezaba a asemejarse al argumento de una novela de misterio, y le encantaba. La doctora miró en la dirección en que el detective apuntaba, y echó a caminar hacia allí. 

—Si de veras hubo muertos, supongo que podría hurgar en los archivos de la morgue... Ver si averiguo algo. 

-De lo de la secta no tengo información -respondió Jeff al señor Bishop-. Stokes, lo de entrar por el acceso trasero no es mala idea. Es harto extraño que el señor Butch nos de unas llaves que no encajan en ninguno de los cerrojos de la entrada. Como no sirvan atrás, forzaremos la entrada sin remedio. Al fin y al cabo, tenemos el permiso del dueño, y nos acompaña un policía.. -añadió, con una sonrisa.

Por deformación profesional, Smith iba anotando en su libreta de mano los detalles que iban sucediendo. A la vez que garabateaba sus notas rápidas sobre las palabras del chico de la prensa, hizo un boceto rápido de la casa.