Partida Rol por web

Al acabar de escribir, el periodista volvió a mirar la fachada de la casa, contrariado..

-Si me permite, señor Stokes, probaré a abrir la puerta con las llaves. No desconfío de sus habilidades, pero a veces la suerte puede no estar siempre acompañando a la persona que prueba algo primero. Si no lo consigo, sugiero que probemos todos. En caso negativo.. Habrá que ser menos sutiles y más prácticos

Tomó las llaves de manos del policía, y probó a abrir la puerta.

La puerta trasera de aspecto no tan imponente como la anterior siguió sin inmutarse ante aquellos renovados esfuerzos.

- Suerte que no venimos a robar... - Dijo por lo bajo Alan, que no entendía como les habían dado unas llaves que no abrían ni la puerta delantera ni la trasera. Quizás se les escapa a algo de aquello o quizás era simple casualidad y mala suerte.

Trató de anotar mentalmente aquella información que habían adquirido del chico de los periódicos. El hecho de que se hubieran ocasionado muertes en la zona, la presencia de una secta, redadas y demás, le daban para pensar. La situación y el halo de misterio que envolvían a la casa crecía en aumento, y El para psicólogo cada vez ardía en mas ganas de poder acceder a la casa e investigar su interior. Por el momento, los intentos fallidos de sus compañeros harían que tuviera que esperar un poco mas.

Por fin entró en la finca de la casa, mientras la mayoría miraban en la puerta de atrás, se dedico a observar las cerraduras de la puerta principal, tras observar bien las cerraduras, se dirigió hacia sus compañeros, tras ver que tampoco habían tenido suerte en la puerta trasera, se dirigió al sr Stokes – George, por casualidad no tendrá una pata de cabra en su vehículo, eso nos ayudaría a abrir la puerta, la otra opción es buscar un teléfono y llamar al sr Butch, y preguntarle si este es el único juego de llaves de la casa, ustedes diran. -

Miranda se cruzó de brazos, exasperada. 

—Tal vez, caballeros, ha llegado el momento de dejar la gentileza a un lado, ¿no creen? 

Stokes, impacientándose, se dirigió a la puerta trasera e intentó derribarla. Se estaba cansando de la situación y cada vez entendía menos. ¿Por qué el señor Butch los había mandado a investigar una casa que parecía estar relacionada con una secta? ¿Por qué les dio unas llaves que no encajaban en las puertas? ¿Por qué había cerraduras nuevas en la puerta delantera? ¿Estaba al tanto el señor Butch de todos los sucesos que rodeaban la casa? Iba siendo hora de empezar a desvelar todos esos secretos... 

Decidido cogió impulso y se estrelló contra la puerta...

Cedió unos milímetros pero no se abrió. Doliéndose por el golpetazo, le pidió ayuda al señor Smith, pues era el que se encontraba más próximo a la puerta, para intentar forzarla juntos.

Viendo que camino tomaban los acontecimientos se acerca a George, y le dice, -Yo le ayudaré, preparémonos, contemos hasta tres e intentémoslo, - esperó a que la cuenta llegase a tres y cuando la cuenta llego a tres cargó contra la puerta con George. La pierna intentó resistirse en la primera zancada, pero aguantó el duro golpe, pero….
 

La primera embestida hizo que la puerta protestase con un crujido, como si lamentase un descanso interrumpido. No tuvo tiempo de recomponerse pues nuevamente recibió otro embite que resultó definitivo. Astillas de madera y lo que quedaba de tres candados saltaron mostrando el interior de la estancia.

Una suave ráfaga de calor dio la bienvenida a los autores de la hazaña, parecía como si el dueño se hubiese encargado de haber mantenido la chimenea avivada. El interior de aquella sala se encontraba a oscuras, tenuemente iluminado por la luz que se filtraba a través del hueco de la puerta, las sombras de los recién llegados se dibujaban en el suelo de la habitación.

Entre las sombras se distinguían montones de abrigos los cuales colgaban de las paredes acompañados de paraguas y sombreros. En el lado opuesto algunos candiles apagados colgaban de las paredes bajo los cuales se encontraban varios sacos de carbón.

Por fin habían podido abrir la puerta de aquella extraña casa. Aparentemente, no había mucha luz en su interior, pero al haber candiles, podría hacerse con alguno de ellos y prenderlo con algún mechero o cerilla. Alan estaba seguro de que allí habría algún fumador. Adelantándose, tras entrar todos en la casa, trató de hacerse con el candil más cercano.

- ¿Alguien tendría una cerilla o un mechero? Deberíamos dar un poco de luz a este sitio... - Dijo, ofreciendo el candil al grupo para que alguien le hiciera el favor de encenderlo.
 

El ambiente cerrado tan repentinamente aireado hizo toser levemente a Jeff. Le costó acostumbrarse a la oscuridad reinante, y miró inquisitivamente a su alrededor en cuanto creyó distinguir cosas. Parecía una estancia corriente.

-(Cof.. cof) ¡Gracias por abrirnos la puerta, caballeros! -dijo al señor Bishop y al señor Stokes-. Su método ha resultado más infalible que las llaves, sin duda.

El señor Monroe preguntó por cerillas, y Smith rebuscó en sus bolsillos.

-¡Yo tengo cerillas! Suelo fumar en pipa, así que acostumbran a no faltarme. Veamos si podemos encender el candil e iluminar un poco este lúgubre lugar.

Frotó una cerilla, prendiendo la mecha del antiguo candil y cerrando el cristal que la protegía. Poco a poco la luz se fue haciendo más potente, en la medida de lo posible. 

-Encendámoslos todos y que cada uno lleve el suyo -propuso, señalando los candiles apagados.

Miranda se adentró en la estancia y se hizo con otro de los candiles, que prendió con su propio encendedor, una pieza cuadrada revestida en porcelana. Tras pasárselo al historiador, Alan, encendió otro para sí misma. Con la luz en lo alto, la doctora caminó junto a la pared de la que colgaban los abrigos, examinándolos con cierta curiosidad. 

Son abrigos bastante viejos pasados de moda sin embargo no son reliquias, son de hombre y tallas promedio.

Estáis en marzo.

El detective se hizo también con uno de los candiles y lo encendió con una de sus propias cerillas, ofreciendo al resto por si alguien más necesitaba.

Una vez con la fuente de luz en la mano, se acercó junto a la señorita Thornton para examinar los abrigos.

- Estos abrigos aquí colgados... Esto cada vez se pone más misterioso -dijo mientras examinaba desde su posición el resto de la estancia -. Tened cuidado amigos, no creo que estas ropas se hayan colgado solas. Es posible que no seamos los únicos en esta casa y, dadas las historias que nos ha contado el muchacho de los periódicos, no descartaría que fuesen intrusos.

Acto seguido comenzó a rebuscar en los bolsillos de los abrigos tratando de obtener cualquier pista que pudiese ser de utilidad.

Tras coger las cerillas del sr Stokes, -muchas gracias- dice y busca otro candelabro y lo enciende, tras observar bien la pequeña habitación, le devuelve las cerillas a su propietario en cuanto deja de revisar los abrigos, -Gracias, que opina usted de la vivienda, cree que alguien ha estado viviendo en ella este tiempo.-  Observa bien el tamaño y tipo de los abrigos, muchas preguntas se le pasaban por la cabeza, ¿serían de la familia Macario?, ¿son todos del hombre y la mujer? o ¿hay tallas distintas?,  ¿alguien a entrado a vivir en la casa tras la marcha de la familia? y ¿es esta persona quien ha cambiado las cerraduras?, ¿estarán dentro?. La cabeza no paraba de encontrar nuevos interrogantes, así que observó por la habitación, por donde no habían pisoteado, ¿hay polvo por el suelo como si hiciese mucho tiempo que no entra nadie?, a ver si conseguía obtener alguna respuesta para tantas preguntas.

Por fin con el candil encendido, lo dirijo alrededor de la sala para verla con más claridad, pues la oscuridad latente no dejaba ver más que los abrigos colgados. Me acerco al resto de compañeros que inspeccionan los abrigos, aunque no los rebuscaré, de momento. Trato de revisar la estancia, en busca de algo que se nos pueda escapar. Mientras tanto, casi de espaldas a los que se acercaron a los abrigos, les comento.

- Y bien, caballeros. ¿Encuentran algo entre esos abrigos?

El polvo se levantó ante el contacto de los investigadores con los abrigos, estos protestaron con un quejido y se volvieron a sumir en el silencio, la mirada inquisitiva que le dedicaron los investigadores bajo la luz de los candiles que portaban desvelaron que todos los abrigos parecían de hombre, de tamaños promedio y diferentes estilos... Por la moda tal vez tendrían unos 15 años sin embargo no estaban muy bien conservados.

Jeff miró por encima los abrigos empolvados, moviéndolos y viendo su deterioro.

-Amigos, hago notar que, quienes fuesen los dueños de estos abrigos, los dejaron al entrar.. pero no los recogieron al salir. No parecen malos abrigos, en su época, y dudo que se los olvidasen aquí a propósito. No quiero conjeturar sobre lo desconocido, al menos por ahora, pero.. Me pareció importante hacerlo notar. ¿Qué opinan ustedes? ¿Proseguimos la visita?

Bien, viendo que por fin habían entrado, da unos pasos hacia la puerta, ya que por lo visto hace tiempo que nadie pasa por aquí, seria una pena no entrar más y echar una ojeada y dice, - Bueno, no creo que nadie entrase aquí, en un tiempo, no sé que habrá pasado con los dueños de los abrigos, pero por lo que parece fue hace mucho tiempo. Voy a mirar que hay detrás de esta puerta. -

Da unos pasos hacia la puerta y la abre cuidadosamente, no creé que suceda nada, pero por si acaso, mas vale prevenir.

Miranda caminó junto al señor Bishop. Estaba tranquila. Trabajaba día y noche con cadáveres, y era por ello que el que hubiera fallecido gente en aquella casa no le afectaba lo más mínimo. Además, de aquello hacía mucho tiempo... El cambio de cerradura tampoco le quitaba el sueño. El señor Butch era amigo de su padre, y casi tan viejo como él. La senectud le habría hecho olvidar aquello, nada más. 

—¿Puede ver algo, doctor?