Partida Rol por web

- Xiombarg es mi nombre y pertenezco a la Tribu del Cuervo. Provengo de una estirpe de grandes guerreros y he de demostrar mi valia en estas tierras antes de poder volver con los mios con la cabeza bien alta - le respondo al ser de cara marcada que dice llamarse Cyrus - y el joven de pelo castaño que esta a mi lado se llama Genericus. Asi que por lo que parece ya casi nos conocemos todos -

Al escuchar las palabras del bárbaro a su elpalda, el elfo se da la vuelta casi instintivamente para presentarse al grupo, pues pese a su falta de carisma, se da cuenta cuando una presentación en sociedad comienza a hacerse tardía. - Yo soy Ectherios o Therios como solía llamarme el maestro, soy un wu jen,  un practicante y estudioso de la magia, parecido a lo que en estas tierras conocéis como un  mago, docto también en el uso del gran arco élfico y en otras habilidades que en este momento no creo que os interesen. - dice esbozando una sonrrisa amigable, lo que parece imposible dada la enorme cicatriz que la parte izquierda de la cara.

-¡Oh! No, es una tierra muy, muy lejos, famosa por sus poderosos guerreros y sus tótem animales. Luskan, eh. Algo he leído de ella...

Se acarició la sobrebarba mientras tomaban camino. Sí que había leído, y nada bueno en verdad. Piratas, malandrines, gentuza en general y los que tenían la verdadera influencia en el sitio no eran mucho mejores... pero un guerrero tribal no tenía por qué estar inmiscuido en esas cosas, por no decir que seguramente no tuviera idea. Y no es como que un turm criado agundino pudiese echarle muchas pestes sobre su tierra...

"Silencio, escucha y calla. Y por amor de Lathander, nada de desconjonarte en medio. Qué pésima impresión sería para toda la gente. ¿Ser un aventurero implica ser absolutamente disfuncional? Con razón decía el viejo que no estaba cortado para esto. QWue en paz descanse, señor..."

Cuando se vio interpelado, sonrió y asintió.

-Soy Sir Genericus, sí. Mi señor vio apropiado darme buena educación y a no ignorar los libros. También tengo un caballo y los útiles del oficio y bueh, como podréis imaginar no tengo problema ni falta de costumbre en usar del uno o de los otros...

No daría mucho con aquel dinero, pero siendo los de un pueblo los que lo pagaban era muy generoso. Y con suerte podría llevarse sacas de buena avena a buen precio de allí, arreglándole el principal problema, que Garañón comía mucho más y más delicado que él por ser animal noble mientras que él estaba más cerca de ser una seta con jubón.

-Creo que iré escoltando el camino -dijo, palmeándole el lomo cepillado a su magnífico caballo- Ya sabe, sólo por si acaso...

Montó y empezó a tararear una tonadilla conforme empezaban a caminar.

A medio día llegó el hermano de Gunter con la carreta, puntual como un reloj. Se presentó y aquellos que no teníais montura subisteis al carromato para emprender viaje. 
Aproximadamente, a hora y media de camino Gunter detuvo el carro.-Ahí delante es donde encontramos el carro de los hermanos. Y veinte metros más allá el del viejo Walson. Podeis echar un vistazo si quereis pero la noche caerá dentro de una hora mas o menos y es conveniente ir a la aldea.-

Durante el camino el gnomo le había contado su vida a todos sus nuevos compañeros... dos veces. Como Gunter era un tipo bastante tímido y no había mucho que hacer por el camino pensó que lo mejor era entretenerse hablando, para conoceerse un poco ya que iban a trabajar juntos. Pero en la práctica, el único que había hablado era él y el resto casi no habían tenido oportunidad de pronunciar palabra.

- ... entonces añades unos ajos tiernos cortados en trocitos muy pequeños, lo suyo es haberlos recogido ese mismo día, pues así conservan su sabor - dijo Gerbo explicándoles la receta del jabalí asado de su abuela.- Hay que machacarlo con fuerza, pero hay que hacerlo con el puño, nada de utensilios de cocina caros e inútiles, y luego se le añade un buen chorro de vino de las montañas... y mientras el jabalí está dando vueltas sobre el fuego y esté bien churruscado se añade la mezcla... el olor que despide es embriagador, no hay nada comparable a eso, una vez conseguimos atraer a un puñado de trasgos idiotas que pasaba por allí ¡y los muy imbéciles se quedaron pasmados allí delante como hipnotizados! Les despachamos en un momento de un sartenazo en la cabeza - el gnomo rió a carcajadas.- El asado sabe mucho mejor cuando acabas de machacar a unos trasgos...

El carro se detuvo y Gerbo comenzó a mirar de un lado a otro para ver qué estaba pasando. Enseguida Gunter les explicó que allí delante era dónde habían encontrado las carretas de los pueblerinos.

- No te preocupes, chaval, ¡Este es un trabajo para Gerbo! - dijo hinchando el pecho y metiendo barriga, después desmontó de su maldita mula y se acercó al lugar del sucuestro a pasitos cortos.

El pobre Gunter tenía que estar escocido de andar con una compañía así, y ni que decir ya del resto de los improvisados compañeros, tan serios, tan estrictos, tan cuadriculados y en general tan poco amigos de esa clase de tonterías como el que más. En cuanto a ellos, Garañón no podía acusar menos la charla ocupado como estaba en mover una pata detrás de otra y él se había criado con una infinidad de hermanos pequeños antes de acabar como escudero... así que estaba más que capacitado para tratar con gente como el señor Pieldesapo.

-¿Ajos tiernos? ¿No estarán muy tiernos de más? No sé... siempre he sido más de las ristras de ajetes de alcurnia. Por esta zona los hacen muy bien me han dicho -resopló- Trasgos. Bfffff. Son el azote de estas tierras, e incluso cuando no son el azote son sencillamente el mayor de los incordios. No puede uno darse dos pasos sin encontrarse con el clásico trasgo solitario o la pareja que trata de sacarse unos dinerillos a tu costa. Suerte que con sólo enseñarles un palo y fingir que quieres poner resistencia suelen amilanarse un poco y dejarte pasar.

Se acercó al lugar, comprobando los rastros y las señales.

Gael era consciente de que el seguimiento de rastros no era una de las bendiciones que su dios le había concedido, por lo que esperó a que sus compañeros pudiesen encontrar alguna información útil. Al parecer, Sir Genericus, el caballero tan extraño como accesible en ciertos momentos, parecía haber encontrado algo. Con suavidad, Gael se acerca a él.

-Sir, ¿habéis encontrado algo de utilidad? Vuestro semblante así parece atestiguarlo.

El viaje había sido relativamente cómodo en la carreta de Gunter. Su burro, atado a la misma, había seguido con paso cansino el andar del vagón. Ningún incidente por el camino permitió al Aasimar disfrutar de la belleza del paisaje. Nada que ver con mi tierra natal, pero aún así encantador. Pelor ha hecho un buen trabajo aquí también. Con unos gestos discretos y rápidos, hace unos gestos en agradecimiento a su dios. Durante el resto del camino se mantiene callado. No porque sea una persona asocial o solitaria, pero Gael siempre ha preferido observar y callar. Y lo que es más, una conversación absurda le podría apartar del disfrute de aquel paisaje magnífico.

Sus compañeros le resultaban extraños, aunque ninguno había resultado especialmente sospechoso como para tener que vigilarle de cerca. El Mal no parece morar entre nosotros. Lo cual congratuló sobremanera a Gael. Los siguientes días y vivencias serían determinantes.

Tras esperar el medio dia hablando con los nuevos aventureros con los que, por las cirscunstancias, me habia encontrado y conocer los nombres de todos los que nos encontrabamos para llevar acabo la caza de los "lobos", me subi a la carreta de Gunter junto con el semielfo extraño llamado gael, el barbaro Xiombarg y el extraño elfo que defendi en la taberna Ectherios.

Durante el viaje me dedique a dormir en la carreta placidamente, hasta que se paro repentinamente, bueno en realidad me desperte un poco antes justo para oir noseque de unos ajos tiernos, cuando Gunter dijo que nos habiamos parado justo en la zona de las desapariciones para investigar dije.

El rastreo no es mi fuerte, si encontrais algo o decidis avanzar hacia algun lado para investigar despertadme, pero tener en cuenta que anochece y  que los desaparecidos, sino han muerto ya, les dara igual esperar unas horas mas.

Tras decir eso me vuelvo a acostar en la carreta e intentar seguir durmiendo.

El elfo se sentó sobre el carromato, sobre sus tobillos, con su gran arco situado a la altura de su mano izquierda, tratando de no molestar al resto de sus compañeros, mientras eschaba con verdadero interés la historia del gnomo. Desde siempre le había gustado escuchar historias. y a si mismo le gustaría recordar la suya propia. Escuchó igualmente la receta de Gerbo, quien al parecer tendría una capacidad culinaria que quizá en el futuro, pudiera ser provechosa para todas. Cuando el carromato paró, Therios se hacercó tras Sir Genericus, quien con rapidez se puso a buscar un rastro, mientras Therios se dedicó  a, de ser necesario, cubrirle en su búsqueda.

Este nuevo grupo, sorprendentemente no le disgustaba, pues aunque primaban los guerreros, éstos no eran gañanes y mercenarios, sino aventureros, que buscaban su progresión como guerreros como Ectherios buscaba su progresión como mago. Sin embargo, la forma en la que actuaba Cyrus, le disgustaba, pues aunque envidiaba su individualidad, repudiaba la forma en la que ni siquiera trataba de ayudar.

Al acercarse junto a Genericus, parece percatarse de algo.

Gerbo no fue capaz de encontrar nada relevante en aquel lugar, cualquier huella o rastro seguramente ya se hubiera borrado y tampoco había ningún objeto de interés que pudiera haberséle caído a los atacantes o a las víctimas. Cuando ya iba a darse por vencido tuvo un momento de lucidez y chasqueó los dedos.

- ¡Ya lo tengo! - exclamó y comenzó a meter las manos en sus múltiples bolsillos.- ¿Dónde diantres te has metido?... Sí, si, ya lo sé, ya te he oído... oscuro ¿eh? podías ser más preciso... Bueno, me tienes harto, si eres tan listo ¿por qué no sales tú solito de dónde estás?

El gnomo adoptó una posición retadora y desafiante pero no parecía dirigirse a nada ni a nadie, era como si amenazase al aire, cosa que resultaba bastante desconcertante. En ese preciso instante algo viscoso se escurrió de uno de los múltiples bolsillos de su bandolera y fue a parar al suelo con un grácil movimiento.

- ¡Por fin te encuentro, Zoroastro! - dijo levantando las manos y dirigiéndose al sapo que acababa de salir de su bolsillo.- Necesito tus increíbles capacidades olfativas, amigo mío - el sapo comenzó a hinchar la bolsa que tenía bajo la boca.- Ala, busca... ¡busca! Sólo tú puedes encontrar pistas.

El sapo permaneció quieto unos instantes bajo la atenta mirada de Gerbo, que ni siquiera pestañeaba. Un poco después el sapo se dio la vuelta y dio un par de saltitos para después volver a pararse. Gerbo imitó los movimientos del sapo y dio también dos saltitos cortos en la misma dirección, para volver a quedarse pasmado como una estatua a la espera de los movimientos del sapo. Tras un intenso instante de gran concentración, el sapo volvió a darse la vuelta y sacó su larga y pegajosa lengua para atrapar un bichejo que había sobre una piedra. Para cualquiera podría parecer un hecho completamente intrascendente pero para una mente hábil y entrenada aquello tenía un significado claro.

- ¡Lo que suponía! - exclamó mirando al sapo.- Eres un genio, Zoroastro... puede que no haya rastros ni nada parecido pero si aquí se empleó magia, cosa bastante probable, es posible que quede algún resto que se pueda detectar - recogió el sapo del suelo y le dió un pegajoso y viscoso beso en el lomo, Zoroastro, por su parte, se limitó a hinchar la bolsa bajo su boca.- ¡Muack! Esta noche te cazaré una moscas - y volvió a meterlo en uno de sus bolsillos.

Sabiendo lo que tenía que hacer, Gerbo se colocó sobre una piedra del camino y comenzó a mover las manos como si amasara una gran cantidad de energía entre ellas. Cerró los ojos, frunció el ceño y su nariz comenzó a aletear como si estuviera olisqueando algo. Un tenue luz apareció entre sus manos y sus ropas se agitaron como mecidas por el viento, en ese momento abrió los ojos y movió los brazos abarcando toda la extensión de tierra donde se había producido el secuestro. Giró lentamente sobre sí mismo trazando un círculo con sus brazos y finalmente, pronunció unas palabras.

Como el caracol que deja atrás su rastro viscoso,

Como la estrella fugaz que deja atrás su estela ardiente,

Deseo ver los restos ocultos,

Revélame la magia remanente.

Hay huellas de lobo, estáis seguros. Seguís un rastro alrrededor de donde hubiera estado la carreta, volveis a contrastar y algo os parece no ser normal. Las huellas son de lobo, pero un lobo más grande y además, con garras. El pelo también os confunde pues aunque es de color grisáceo no es suave sino áspero y la última cosa que os hace pensar que no es algo normal es que no hay huellas de hombre. Ni de pisadas, ni de haber sido arrastrado, ni de sangre del ataque.

Tras el corto viaje que Xiombarg aprovecho para dar una cabezada el carro se detuvo en el lugar donde los campesinos habían desparecido - Buscare algún rastro pero supongo que si hubo alguna huella esta ya habra desparecido con el paso de las carretas y de los animales de tus paisanos. - y dicho esto el barbaro comenzó a buscar cualquier indicio de que en este lugar se hubiera producido una pelea en los últimos días.

Son huellas de lobo sin duda...excepto que tienen garras.

Antes de que el bárbaro comenzara su busqueda, el elfo había encontrado, al igual que el guerrero, unas huellas de lobo, unas huellas un tanto estrañas que no parecían corresponder con un can común y corriente y decidió consultarlo con su compañero. Therios alzó la mirada y clavó sus penetrantes ojos grisáceos en los del guerrero. - Parecen huellas de lobo, si, pero más grandes de lo normal, y éste pelo es algo inusual ¿No crees?, pero no hay huella humana alguna, ni hay sangre ni pisadas, y nadie parece haber sido arrastrado... - Con la mirada y el tacto sigue explorando el terreno, pensando en sus propias palabras, indagando en la memoria acerca de algo similar.

¿Tú qué crees Sir Genericus? Pocos lobos dejarían estas huellas...

El gnomo estaba olisqueando en dirección a Ectherios justo cuando encontró los rastros, sus sentidos se habían alertado por otros motivos pero el narcisismo y la elevada concepción de sí mismo que tenía Gerbo hicieron que sintiera que lo que acababa de hacer había servido para algo.

"¡Soy un genio!" - pensó.

Se acercó hacia Ectherios dando saltitos y comtempló su hallazgo mientras explicaba lo que acababa de encontrar. Gerbo pensó que aquel tipo daba la impresión de saber de lo que hablaba, de modo que por el momento merecía su respeto y atención.

- Ya sabía yo que no eran lobos... al menos no lobos normales que si podrían ser lobos mutantes creados por alguna magia extraña y poderosa, con patas recias como la corteza de un árbol y apéndices, probablemente tentaculados y pegajosos, para poder secuestrar a sus víctimas y llevarlas a su guarida, dónde luego se dedican a hablar del existencialismo y de lo duro de pertener a una extraña raza mutante desconocida, pero odiada, en el actual mundo humano - se rascó la coronilla pensativo.- Bueno... es una posibilidad ¿no? ¡Anda! ¡Pero si has encontrado pelo!

Gerbo se puso de rodillas y acercó su cabecita a la mata de pelo que había en el suelo hasta que su ojo casi tocaba con él. Luego tuvo que alejarse un poco porque en esa postura no veía un pimiento.

- ¡Maldita sea! ¡Me olvidé la lupa en la caravana de mi tío! - con una lupa podría haberlo examinado correctamente, pero...- Puedo recoger el pelo en un vial y luego analizarlo, seguro que Gunter tiene un par de cosas que pueda utilizar... con un poco de suerte podré determinar si se trata de una bestia mágica o algo así, lo peor que puede ocurrir es que queme el pelo y huela mal durante un rato, por probar...

- Desde luego que parecen huellas de lobo pero con garras grandes y seguramente muy afiladas - y mira para el resto de sus compañeros - Pero afortunadamente mi espadón tambien lo esta a si que estaremos igualados cuando los encontremos -

Gael se queda pensativo ante los hallazgos de sus compañeros, pero al final decide hablar cuando ha llegado a una conclusión.

-Bien, compañeros, ¿cuánto de fresco puede ser el rastro? ¿Sería conveniente seguirlo o esperamos a que amanezca tras un buen sueño reparador?

Lo cierto es que Gael se sentía plenamente descansado y podía empezar la cacería en cualquier momento. Pelor le daba fuerzas y eso era todo lo que necesitaba, pero quizás alguno de sus nuevos camaradas no hubiese tenido un viaje tan cómodo y se sintiesen cansados. En cualquier caso, ambas opciones le satisfacían por igual. Podría hacer cosas en ambos escenarios. Si iban al pueblo quizás podrían aprovechar para, mediante interrogatorios, sacar algo más en claro.