Partida Rol por web

Walt dió la espalda al cristal, mirando a la muralla exterior del castillo.

Ay, no... ¿Pero qué haces, Elyzabeth? ¡Pero qué vergüenza! Esa chica está en la cama. ¡Y en camisón...! ¡¿Qué va a pensar de nosotros cuando nos vea aquí, mirando como unos libertinos?!

El tepestaní no tenía una opinión formada sobre la Z de la zapatilla, que seguramente sería de eso: de la inicial de zapatilla. Pero es que si girabas un poco la cabeza esa Z podía ser una N, y ahí ya entramos en un número de variables que podía terminar de cualquier modo. Y si sigues girando la N se convierte en una essss... No, girada 180º vuelve a ser una Z.

Mira... Mejor no molestemos a la zagala-ah, a lo mejor la Z era de zagala-. Vayamos a la entrada de los escalones de piedra, y bajemos o subamos por allí.

No se le veía a Walt muy cómodo, acechando como "un acechador invisible que mira lo que no es defendible", que dirían en Tepest. Eso en Barovia equivaldría a quedar como un acechador astral, como mínimo.

El paseo por el mirador satisface mi curiosidad sobre lo que podía haber al otro lado del rastrillo: nada que sea lo suficientemente llamativo como para pensar que debamos dirigirnos hacia allá y desperdiciar la altura que hemos ganado.

Antes de que podamos asomar el morro por la puerta que accede a unas escaleras que nos meterían en el interior de la fortaleza y de valorar el riesgo de entrar en ella, la luz mortecina de unas velas filtrándose por una de las ventanas llama nuestra atención. Nos acercamos sigilosamente para contemplar una silueta femenina tumbada en su lecho, hasta que...

-Disculpad señorita. ¿Puedo interrumpir vuestro sueño?-

Miro a Ely con los ojos como platos. Está visto que la cautela no va a ser la luz que ilumine nuestros pasos en este Castillo, así que tendré que irme acostumbrando.

Zack subió por la cuerda que habían tendido después del conjuro de patas de araña. Con lo simple que es el conjuro de trepar cuál arácnido. Pensó Zack al ver semejante ostentación del conjuro. Aquello hubiera sido un conjuro más sencillo y menos llamativo, pero claro, esas cosas no eran típicas de Ely.

Cuando llegaron ante la mujer que yacía sobre la gran Z, se quedó pensando. Tenía sentido que estuviera relacionado con Strahd, pero no entendía qué clase de mujer podría estar durmiendo allí. Y cuando Ely tocó la ventana para llamar la atención de la joven, el tahúr no pudo evitar sacar una de sus cartas para tenerla preparada en caso de ataque.

Vamos, Ely, no hagas eso. Trató de distraer a su compañera de que hiciera algo terrible como aquello. Debían pasar desapercibidos, no ir llamando la atención ante cualquier sirviente, amante o secuestrado de Strahd.

  Al darse cuenta de su error Ely se rascó un pequeño lunar que tenía junto a la boca. La impaciencia era una mala compañera de aventuras.

-¡Me has contagiado tus ansias!- Susurró al bárbaro propinándole un pellizco de monja. -subamos las escaleras- Dijo reprimiendo una carcajada. – Seguro que todos habéis jugado a esto de niños- Se alejó como una cría…de araña, correteando con todas aquellas patas peludas.

Irina se había fijado en la Z al igual que Elyzabeth. Notó los ojos de la clérigo sobre ella y le devolvió la mirada. Tardó en darse cuenta qué le estaba preguntar, pero asintió. Podía ser perfectamente él, su letra o su símbolo.

La muchacha de la cama alzó la cabeza al escuchar los arañazos de las patas de araña. Apenas escuchó sus palabras, pues los cristales las amortiguaban, pero su rostro denotó curiosidad ante la visita de aquellos extraños, y más sobre la apariencia de araña de Ely. Se bajó de un movimiento de la cama y se acercó con alegría hasta la ventana. Se quedó contemplando al grupo y la sonrisa asomaba a su rostro. Pero no fue hasta que Ely decidió salir corriendo que ella no se alertó y abrió la ventana

¡No, no os vayáis! Estaba aburrida, ¿quiénes sois y qué hacéis aquí? El rostro de la muchacha era muy dulce e inocente, sus cabellos eran negros y su camisón de color rosa.

El arrepentimiento de Ely in extremis no ha servido para que la muchacha no se percatase de nuestra presencia. Menos mal que parece una criatura angelical y que no supone ningún peligro. No debe tratarse, pues, de ninguna maligna servidora de Strhad. ¿Entonces...?

- No se asuste, señorita, somos gente de bien. -lo cierto es que no parece para nada asustada, pero bueno. Pongo una de mis mejores sonrisas y me aparto los pelos de la cara, tratando de que no desconfíe de nosotros que, por las pintas que llevamos, no sería de extrañar.- Si me permite una pregunta o, más bien, una pequeña impertinencia... -me rasco una de mis picudas orejas, demorándome un instante.- Su nombre... Es Gertruda, ¿no es cierto?

Miro entonces a Irina, comparando su aspecto físico con el de la supuesta Gertruda. Tendría sentido: un señor vampiro medio transtornado, confundiendo a chicas lugareñas con alguien querido que ya no está a su lado.

A ver si he dado en el clavo.
 

Mira lo que te voy a decir... ¿Gertruda?-repitió, sin querer darse la vuelta aún-¿Quieres decir que casualmente se llama como la chica desaparecida, Reluë?

En cualquier caso, la chica les había pedido que se presentasen. En Tepest existe una cancioncilla infantil que reza así:

Tres malvadas brujas sagas,
con poder sobre la humanidad.
Si les revelas tu identidad,
dará igual todo lo que hagas.

En la tradición tepestaní, las Tres Sagas tienen guardados los hilos de la vida de las personas, pero todo mezclado, porque son muy desordenadas. Si les tocas mucho el pelo de la berruga, lo único que impide que corten tu hilo de la vida, y te maten, es poder encontrar el hilo que corresponde con tu nombre. No hay nombre, no hay riesgo. Por eso los tepestaníes tienen cierto reparo en dar sus nombres a desconocidos, porque pueden ser sagas disfrazadas.

Por otro lado, esa chica estaba en camisón. Eso ponía muy nervioso a Walterly Wallace, y le bloqueaba todo instinto de supervivencia.

¡Walterly Wallace! Mi nombres es Walterly Wallace. Se escribe W-a-l-t-e-r-l-y W-a-ll-a-c-e-deletreó-. Estoy buscando a mi padre extraviado. Pelo castaño, de esta altura más o menos-dijo poniendo la mano en una cota imaginaria-. Tiene tatuajes azules, y un acento así, como el mío. ¿Lo ha visto por un casual, señorita...?

Dejó la pregunta en el aire, para que la señorita se presentase. Walt no tenía ningún hilo de la vida que le fuese a dar poder sobre esa chica, pero si la hacía hablar, eso haría que el tepestaní dejase de pensar en el camisón, y en si estaba hecho de erótica franela.

La muchacha parecía dulce y amigable. Pero el mal podía adoptar muchas formas en aquella tierra, no sería la primera vez que un aventurero se confía demasiado ante una cara bonita y acaba bajo tierra.

-Como dice mi compañero, somos gente de bien. ¿Cómo ha acabado aquí si se puede saber?

Mientras el caballero cuervo formulaba la pregunta, se concentro en notar si de ella emanaba el mal. Su mano no se apartó de la empuñadura de su espada.

Elyzabeth derrapó al llegar a las escaleras y miró hacia atrás. -Tampoco me funcionaba de niña- Murmuró para sí.  La muchacha de rosa no dio la voz de alarma. Ely se dio cuenta de que se estaba rascando una de las patas con otra y decidió cancelar el conjuro y regresar con sus compañeros. Don Urik usó sus poderes con gran acierto y la clériga se detuvo junto al caballero.

-Yo soy Ely- Se presentó con un leve rubor en las mejillas. -Buscamos a Gertruda. Una niña desaparecida en Barovia- Explicó corroborando las explicaciones de los demás.

-Tal vez quieras ayudarnos…Es la mar de divertido- Apostilló con la misma voz que la joven del camisón. Sus ojos se abrieron de par en par para después entrecerrarse como los de una gata.

Zack no dejaba de barajerar sus cartas entre sus manos. Algo le decía que esa mujer no podría tratarse de Gertruda. Era mucha casualidad llegar al castillo y tras mirar en la primera ventana allí se encontrase la mujer. Aquello tenía más pintada de ser una trampa o de incluso ser algo que se estaban imaginando, que el simple hecho de que ella fuese la secuestrada.

Negó la cabeza inconforme y se quedó a varios metros de ella para prepararse para cualquier ataque. No se fiaba de ella, estaba claro, y no quería darle ninguna oportunidad de que se aprovechase.

Luego miró al elfo, él también tenía dotes mágicas, pero no como su compañero. ¿Aún sigues pudiendo lanzar ese conjuro de antes? ¿El de ver las auras mágicas? Estaría bien saber si hay algo aquí que se nos escape a nuestra vista.

Escucho con mi oreja picuda la sugerencia de Zack. No hay problema; a la espera de comprobar si mi teoría acerca de la confusión mental del Señor del Castillo falla en algún leve matiz, toda precaución es poca.

Asiento leve y disimuladamente al tahur, mientras conjuro un hechizo que detecte alguna posible actividad mágica.

Su nombre... Es Gertruda, ¿no es cierto?

La joven se llevó las manos a la boca con sorpresa y alegría. Sus ojos brillaban de la emoción ¡Es mi nombre! ¿Cómo lo has adivinado? Ya se, ¡eres mago, a que sí! sus ojos buscaban algo en el rostro de Reluë, como si la palabra "mago" estuviera escrita en su frente. ¿Me enseñarás? Yo también quiero saber hacer magia.

¡Walterly Wallace! Mi nombres es Walterly Wallace. Se escribe W-a-l-t-e-r-l-y W-a-ll-a-c-e-deletreó-. Estoy buscando a mi padre extraviado. Pelo castaño, de esta altura más o menos-dijo poniendo la mano en una cota imaginaria-. Tiene tatuajes azules, y un acento así, como el mío. ¿Lo ha visto por un casual, señorita...?

¡Encantada Walterly Wallace! contestó Gertruda agitando la mano con ilusión. Aunque no puedo ayudarte con lo de tu padre, pues aquí no suele venir gente. Creo que... Sí, diría que sois los primeros extraños que veo, ¡y más entrando por la ventana! ¿Cómo habéis podido subir tan alto? ¿Gracias a la mujer araña?

Estaba claro que eran hechiceros, pues Ely había desecho su conjuro antes de acercarse a ellos nuevamente.

Como dice mi compañero, somos gente de bien. ¿Cómo ha acabado aquí si se puede saber?

¡Vine yo! Bueno, yo sola no, claro. Una noche, el conde vino a mi ventana y me habló con tanto amor y dulzura... Es que es un hombre taaan romántico... ¡Es que tenía que venir aquí con él! ¡Me ha dado la libertad! Mientras, Urik se empezó a concentrar, haciendo que la muchacha se preocupara. ¿Se encuentra bien? Tiene cara como... como si le doliera la barriga. ¿Es así?

Buscamos a Gertruda. Una niña desaparecida en Barovia-

Miró con extrañeza a Ely, como si su cerebro estuviese conectando ideas muy lentamente. No os habrá enviado mi madre, ¿no? Porque como podéis ver, sólo me he ido de esa casa horrible para vivir tranquila, ¡y no pienso volver!

Pero no me habéis dicho el resto de nombres, ¿quiénes sois?

-Sí, la verdad es que me molesta un poco...

Urik relajó la mano de la espada. Se echó un par de pasos hacia atrás agachando un poco la cabeza,apartándose de la ventana. Entonces susurró a Ely que acababa de llegar.

-No detecto mal en ella...¿Deberíamos liberarla?

Después de unos segundos se incorporo, como si se estuviera recuperando.

-Ya me encuentro un poco mejor, pero necesito reposar un poco... ¿Puedes abrirnos la ventana?

La chica ya les había visto, así que no tenía sentido continuar, ella podría alertar en cualquier momento.

No os habrá enviado mi madre, ¿no? Porque como podéis ver, sólo me he ido de esa casa horrible para vivir tranquila, ¡y no pienso volver!

-¿Tu madre? Nooo- Mintió sin dudar. No podía culpar a Gertruda de no querer volver con Mary “La loca”. Pero en este castillo acabaría muerta, y no de aburrimiento, así que cuando Don Urik propuso liberarla, miró a los demás buscando el consenso y asintió al caballero con discreción.

-¿Quieres venir a divertirte? Somos como un circo ambulante ¿sabes?. El señor del sombrero y el semielfo hacen trucos de magia. La dama juega a Guillermo Tell con su ballesta, W-a-l-t-e-r-l-y W-a-ll-a-c-e sabe un montón de refranes graciosísimos. Don Urik es un poco serio, pero hace falta alguien con cabeza para no acabar en problemas, y yo…- Sonrió -Te puedo enseñar el truco de la araña o a jugar a los vestiditos- Después de vender al grupo dio un paso atrás para que el resto pudiera hablar por la ventana y les comentó en voz baja:

-Podría pasar la noche en la posada y cuando hayamos “resulto la situación”, Podría ser el ama de llaves de Irina. Es una casa muy grande para estar sola- Dejó caer.

Las palabras de Gertruda no hacían más que darle la razón en sus pensamientos. Sin duda aquella joven había huido de una casa donde la maltrataban, y aunque ahora se hallaba en casa de un malvado ser, si ella era feliz allí, no había razón para sacarla de su engaño. Tarde o temprano se daría cuenta de que estaba equivocada, pero no iba a ser él quien se lo indicase. Total, lo mismo terminaba viviendo feliz en aquel majestuoso castillo.

El tahúr, que aún continuaba con su baraja de cartas, alzó la mano para agarrarse el sombrero, hizo una reverencia y dio su nombre. Me llaman Zack, el Oscuro. Escuchó mientras Ely fingía una auténtica y estúpida pantomima mientras hablaba de llevarla absurdamente consigo.

Bueno, pues sí; parece que, efectivamente, la chica es la Gertruda perdida, y, además, que ya tenemos a otra que también está como una regadera.

- Reluë es el mío, señorita. -le informo cuando me llega el turno en la ronda de presentaciones. Miro a Zack y le hago un movimiento negativo con la cabeza. Aquí no hay rastro de nada mágico que pueda estar encantando a la muchacha o al lugar.

Escucho a Ely y no puedo estar más de acuerdo. Me refiero, naturalmente, a que no puedo estar más de acuerdo en la descripción que hace del grupo como una comparsa circense. Respecto a lo de proponerle a la chica que se venga con nosotros, ya tengo más dudas.

- Y, ese Conde tan galante... ¿se encuentra en casa en estos momentos? -dependiendo de la respuesta y de la reacción ante la propuesta de Ely, a ver cómo me las ingenio para sonsacarle información de cómo llegar hasta el Tomo de Strhad que, según el diario de Danovich estaría en la biblioteca y, según las cristalinas palabras de Madame Eva, "con los demás tesoros del castillo".

Mira una cosita que te voy a decir... ¿sería posible, antes de nada, que te pusieras algo de ropa por encima del camisón, Gertruda?

Desde luego, así no había manera de que un tepestaní de bien se centrara. Ely no había dicho ninguna mentira: no vinieron a por Gertruda, ya que ellos iban a venir de todas formas. Pero todo lo demás requería de una justificación. Primero explicó cómo habían subido...

Trepé por una cuerda, y una vez en lo alto tiré de los que estaban abajo para que llegaran a esta altura.

¡Por las barbas de Belenus! ¡Realmente son una compañía circense con trapecistas y todo!

En realidad no conozco refranes graciosos-dijo esforzándose en recordar-, así que no hagas mucho caso a Elyzabeth: cuando la sacerdotisa clama al cielo, el sacrificio lame el fuego. Que quiere decir... Bueno, quiere decir que te tienes que fijar en lo importante, no en quién dice qué.

Y hablando de quién dice qué-dijo qué, sumándose a la ronda de preguntas-, ¿qué me dices de la seguridad de este castillo? Nos hemos fijado en que tiene el puente bajado y en que no hay vigías. ¿Acaso no hay guardias? ¿Nadie trabaja aquí?

¿Quieres venir a divertirte? Somos como un circo ambulante ¿sabes?. El señor del sombrero y el semielfo hacen trucos de magia. La dama juega a Guillermo Tell con su ballesta, W-a-l-t-e-r-l-y W-a-ll-a-c-e sabe un montón de refranes graciosísimos. Don Urik es un poco serio, pero hace falta alguien con cabeza para no acabar en problemas, y yo…- Sonrió -Te puedo enseñar el truco de la araña o a jugar a los vestiditos-

Ely había conseguido picar la curiosidad a la muchacha, que se mordía el labio mirandolos a ellos y también a la puerta, como si esperara que el conde apareciera de un momento para otro. Sin tomar una decisión sobre si acompañarles o no, aceptó la petición de Urik, y abrió la ventana de par en par para que pudiesen entrar

Será mejor que te sientes, alguien del circo no puede estar malo. Me lo dijo el conde, es tan sabio y taan atractivo... se le escapó un suspiro demasiado sonoro.

Y, ese Conde tan galante... ¿se encuentra en casa en estos momentos?

Pues... la muchacha se llevó el dedo índice al labio, sin saber muy bien qué responder No tengo ni idea de dónde puede estar el conde ahora mismo. La verdad es que ahora ya no lo veo muy a menudo. Viene a visitarme y me susurra cosas muy hermosas, pero enseguida se va, a veces durante días.

Mira una cosita que te voy a decir... ¿sería posible, antes de nada, que te pusieras algo de ropa por encima del camisón, Gertruda?

¡Claro que puedo, pero ven a mirar! alzó la voz y cogió al Walt del brazo, tirando de él al interior de la habitación. Caminó con prisas hasta el armario, y lo abrió ¿Has visto qué vestidos tan divinos hay? ¿Y qué me pongo? ¡Nunca he tenido visitas por la ventana! ¡Es que estoy muy nerviosa! no dejaba de zarandear los brazos del guerrero tatuado.

¿qué me dices de la seguridad de este castillo? Nos hemos fijado en que tiene el puente bajado y en que no hay vigías. ¿Acaso no hay guardias? ¿Nadie trabaja aquí?

Pues no lo se. Yo creo que hay un batallón de personas trabajando en la cocina, porque todas las mañanas aparece la comida en la puerta, mientras yo estoy durmiendo. Y está deliciosa. Pero de guardias no se nada, ellos no se comen.