Partida Rol por web

No, pero es una manera de que nos arriesguemos a buscarle- piensa Lucyen- es factible, ¿no crees? puede que averiguasen que íbamos hacia allí y contrataron a un grupo de mercenarios haciéndoles pasar de bandidos para ello. Vamos, esta claro que la emboscada que sufrimos era algo mas que simples bandidos- y quizás fuera elaborada por el propio meñique- o al menos así lo veo yo.

—¡Maldita sea! ¿Cómo no me he dado cuenta antes...? y esos dornienses... esos pretenden matar a ser Trant y encima escaparse de rositas! ¡Y un cuerno!

Ahora que existía la intención, ser Harlan no encontraba la forma: 

—Pero, pero... ¿cómo vamos a encontrarles? y encima a pie... 

No se trata de realizar una búsqueda exhaustiva y detallada. Nuestra situación no esta para eso- piensa durante unos segundos- ¿se acuerda en que dirección partió el grupo?

Harland en ningún momento había terminado de ver clara la dirección de Trant, pero ya tenía más que claro que no iba a cuestionarla. Sencillamente, aportaría ideas. Y como en ningún caso le importaba al tuerto las sospechas que pudiera haber sobre sus hombros en lo referente a Sairus y sus mercenarios...

Bajó del caballo y cogió su hacha con el mismo gesto cansado de siempre.

-Iré a por ellos. Probablemente no me esperan, y dudo que piensen que he venido con refuerzos. Les haré salir para que podáis despacharles a placer...

Y empezó a guiar sus pasos hacia La Sidra, donde probablemente seguían los bastardos.

—Dirección norte, pero, no sé si se fijó, nosotros hemos tomado el mismo camino y sólo existía un leve rastro al principio que giraba al oeste y puede que ni siquiera fuera su rastro. 

Bueno, es una información algo débil pero algo es algo. También es bueno que sigamos la dirección que ellos hayan tomado- dice- sigamos por aquí haber que encontramos. Sinos acompaña la suerte quizás encontremos algún rastro sino... siempre podemos seguir de regreso a Desembarco.

El carril de arena conducía a la Sidra. 

El pueblo estaba construido alrededor de una decena de pequeñas destilerías de, supone Harland, Sidra. Al lado sur del sendero había grandes construcciones, pero escasas, y en la parte norte del sendero, lugar donde estaban las sidrerías, se apiñan centenares de pequeñas construcciones. Sin embargo, aquel pueblo no tenía vida, todas las construcciones estaban derruidas y ennegrecidas, algunas hasta los cimientos; otras, sólo el tejado. 

El bandido no logró avistar ningún movimiento, no había personas, ni animales, ni vida... era todo humo, madera carbonizada y muerte. 

Así, el grupo continuó con un ritmo de marcha bastante alegre. Harlan había ordenado reducir la intensidad del viaje en parte por no cansar a sus muchachos y en parte por el miedo a perder un rastro que pudiera conducirles al grupo de Dornienses. 

Sin embargo, un par de horas después de la conversación entre Harlan Hunter y el aprendiz de maestre, el segundo se dio cuenta de que no podría aguantar el ritmo de aquellos hombres curtidos en la guerra y el sudor. 

Su plan era algo descabellado pero no tenían nada que perder, por lo que se pusieron en marcha. Claro que el aprendiz no contó con algo sumamente importante: su fortaleza. Y es que, a pesar de que redujeron la marcha Lucyen comenzó a notar-para su desgracia- que las fuerzas le fallaban. Sería un viaje algo duro, y él no tendría fuerzas para afrontarlo. Simplemente, no estaba acostumbrado a ello. 

En estos momentos él era un estorbo y debía hablar con Harlan sobre ello.

Harlan, creo que tenemos un problema- le dijo- no me veo con fuerzas como para aguantar este viaje. Y no podemos reducir mas la marcha, sería absurdo- añade. Esa opción quedaba descartada- creo que tendré que regresar a Desembarco del Rey, no tengo mucha mas opciones. Lo demás solo puede retrasaros en nuestra misión.

—Ahora mismo estamos yendo en dirección Desembarco. No podemos hacer otra cosa y ni mis hombres y yo estamos dispuestos a llevarte —Ser Hunter sonrió de soslayo. 

Sería un poco humillante que esa situación, pero no le quedaba mas remedio que aceptarla. 

Eso sería de mucha ayuda- dice- gracias y siento ser en estos momentos un estorbo para vosotros.

Un pueblo reducido a cenizas... A Harland siempre le generaba una cierta inquietud un paisaje semejante. Sin poder evitarlo, su mente buscaba una explicación a lo ocurrido, sólo por el mero hecho de deleitarse imaginando una escena hermosa. Pero en esta ocasión no tenía mucho tiempo para pararse a pensar en aquellas cuestiones.

No veía capaz al pusilánime Sairus de algo semejante, pero bien podían haber utilizado él y sus hombres el maltrecho poblado para refugiarse provisionalmente. Bien podía no estar en lo cierto, pero su olfato le decía que había alguien no muy lejos. Probablemente le estaban observando incluso...

Comenzó a caminar, pausada y lentamente, por lo que habría sido la avenida principal de La Sidra, con su único ojo yendo y viniendo, avizor, procurando captarlo todo...

Era, en efecto, un incendio de tales dimensiones que difícilmente un grupo de hombres tan escaso como el de Erik podría provocar. 

De cerca, Harland pudo observar como el pueblo estaba construido alrededor de una decena de pequeñas destilerías de, supone, Sidra. Al lado sur del sendero había grandes construcciones, pero escasas, y en la parte norte del sendero, lugar donde estaban las sidrerías, se apiñaban centenares de pequeñas construcciones. Todo había sido afectado. Estaban derruidas y ennegrecidas, algunas hasta los cimientos; otras, sólo el tejado.

Todo siguió igual para Harland mientras avanzó por el sendero flanqueado de construcciones. Ni animales ni personas se oían. Nada. Sólo, el sonido del río fluir por debajo de un puente destrozado, intuyó el bandido observándo desde lejos.  

Por toda respuesta a sus pesquisas, el tuerto lanzó un esputo al suelo de tierra. La persecución estaba siendo extremadamente tediosa, como todas las persecuciones, y empezaba a no ver clara la forma de matar a corto plazo al enmascarado Trant. Con un poco de suerte serían emboscados, caería bajo su caballo y se rompería la pierna. Una situación perfecta para dejar caer el hacha sobre su cuello...

Soñar, a veces, también es edificante.

Regresó hacia donde se encontraba el grupo. Lo mejor y más cómodo de todo aquello era que él no tenía que tomar ninguna decisión...

El corcel del joven se movió inquieto, quizás notaba los nervios que apremiaban a quién lo montaba. Cith estaba inquieto, algo no le olía bien en todo aquello, o tal vez simplemente sentía la batalla cercana y era por ello que todo su cuerpo estaba tenso. El tuerto tomó una determinación que todos parecieron aceptar en silencio, un asentimiento por omisión, supuso. Podía no ser la mejor idea, podían sospechar de él, podían no hacerlo.. pero lo cierto que sus vidas estaba pendientes de lo que aquél malnacido tuviese en mente y consiguiera.

Seodoc desenvainó ambas espadas, brillantes y bien afiladas, cuidadas como si de una amante fiel se tratasen.. El sonido cortando el aire al salir de sus vainas fue fulgurante y rápido... la sangre correría pronto.

- Movámonos - acertó a decir mientras observa en su derredor, buscando el lugar ideal para culminar aquél impredecible final.

Maron asintió con la cabeza, enarbolando su lanza tan rápido como descendió del caballo. Los combates sobre montura jamás habían sido su fuerte ni lo serían nunca, pues sentía una mayor predilección por las sensaciones y la libertad de movimiento que ofrecía un enfrentamiento en tierra firme. Sus afilados ojos de víbora escuadriñaban cada recoveco, en busca de cualquier indicio que delatase una emboscada o la presencia de alguno de los mercenarios de Sairus.

La concentración por avanzar con extrema cautela silenció al bastardo, que mostraba un comportamiento mucho más marcial y sereno que de costumbre. En sus ojos brillaba la excitación por el combate que se avecinaba, las ansías de que la sangre de sus enemigos corriese a sus anchas por el templado acero de su asta, lo que no contrastaba con un rostro demudado en la más acentuada inexpresividad. Ninguna arruga surcaba las joviales y curtidas facciones del aquel hijo del desierto, a excepción del entrecejo ligeramente fruncido que hacía aparición en ocasiones como aquella.

Maron Sand estaba preparado: Para salir victorioso o ofrecer víctimas al Guerrero y al Desconocido antes de caer rendido entre sus brazos.

Aunque era capaz de notar el aliento de la parca cerniéndose sobre ellos, el bastardo nada temía. Su hora aún no había llegado y, si acaso formaba parte de los designios de los Siete, se encargaría de realizarle numerosas ofrendas al Guerrero antes de dejarse caer entre sus brazos.