Partida Rol por web

El guardia traga saliva sonoramente cuando te oye hablar, pero luego se da cuenta de que no eres otro de esos nobles que se dedican a engañarle y reírse de él disfrazándose de plebeyos. Sonríe con alivio y toma un porte mucho más aliviado y de superioridad. La sonrisa se vuelve maliciosa y te responde con desdén.

- Primero: se llama Kelin.- dice levantando un dedo.- Segundo: tú no puedes llamarle Kelin. Tienes que llamarle señor, y sólo señor. Y tercero: tendrías que haber pedido una cita mucho antes de venir. Y, ¿qué es eso de pedir ver a alguien sin dar tu nombre?- pregunta como si le estuviera enseñando modales a un niño.

Genial Ghorim, menos mal que no hemos hablado con el noble aún, si no ya estaríamos saliendo corriendo del barrio, pienso al escuchar las correcciones del guardia, no sabe cómo de agradecido estoy por la ayuda que me acaba de ofrecer, ya me veía metiendo la pata, por eso no estoy nada molesto cuando me trata como si no supiera nada.

–Menos mal que me has corregido, no estoy acostumbrado a venir por aquí, gracias– le muestro una de mis sonrisas más sinceras. –Me llamo Ghorim, mi madre me ha hecho venir hasta aquí para entregar un pedido– le muestro la ropa al guardia. –No sabía que tenía que pedir cita, pero al tratarse de un encargo podré pasar, ¿no?– conforme voy hablando intento hacer notas mentales de la información que me ha dado el guardia, si tengo que tratar con más nobles en el futuro seguro que me es muy útil.

El guardia saca una pequeña lista de su bolsillo derecho y alterna la mirada entre tú y los nombres que está leyendo.

- Ahá. Tu madre pasó por aquí ayer y pidió la cita por ti. ¿Ves? Tendrías que haberte presentado antes. Aquí estás: Ghorim, encargo de ropa.- dice señalando en el papel, aunque sin mostrártelo. Se la guarda y abre la puerta con la mano izquierda.- Pasa, pero ni se te ocurra ir más allá del vestíbulo.- dice como si fuera una advertencia.

Por lo que ves desde fuera, en la entrada hay una gran sala de la que salen tres pasillos. Hay algunas personas, algunos de ellos nobles que esperan en sillones. Hay sillas justo al lado de la puerta para que la gente espere, y hay una especie de mayordomo que va de un lado a otro de esa sala, pero que clava los ojos en ti en cuanto se abre la puerta.

Intento mirar el papel cuando el guardia lo señala sin éxito alguno, ante sus palabras solo me queda encogerme de hombros. –He venido cuando me lo han dicho, ni antes ni después, te haré caso, gracias– me despido del guardia con un leve gesto hecho con mi cabeza y camino hasta el vestíbulo.

Como estoy haciendo a casi cada momento voy observando el lujo que me rodea, pero mi atención se para en el mayordomo, le devuelvo la mirada y me acerco para no tener que hablar a gritos. –Vengo a entregar un encargo al señor, mi madre Zifa me envía– al acabar de hablar le enseño la bolsa con su contenido.

El mayordomo te mira por encima del hombro, aunque no es reticente a escucharte.

- Acompáñeme.- es lo único que dice, y en seguida echa a andar hacia un pasillo con pasos cortos y rápidos.

Te lleva por la mansión sin detenerse a mirar atrás en ningún momento. Llegáis a un gran despacho que tiene la puerta cerrada, y el mayordomo llama dando dos golpes rápidos y luego otro más sonoro. Del interior se oye una voz, aunque es difícil descifrar lo que balbucea, sin embargo el siervo parece haberlo entendido perfectamente.

- El hijo de Zifa viene con un encargo. Trae ropa para usted, señor.- anuncia aún con la puerta cerrada.

Se oyen ruidos de cajones cerrándose y papeles ordenándose en el interior. Alguien arrastra una silla y se dirige a la puerta, la cual se abre con firmeza pero sin dejar ver nada del interior. Unos ojos cansados y hostiles asoman por la rendija que ha quedado abierta y te observan con una mezcla de curiosidad e impaciencia. Luego abre la puerta de par en par y puedes ver tanto el despacho entero como al señor Kelin: un enano corpulento cuya edad empieza a marcarse en su rostro y su pelo.

- Déjalo ahí.- te dice con una voz profunda a la vez que señala una mesa.

Asiento cuando el mayordomo dice que le acompañe y comienzo a seguirle, parece que después de un buen paseo ya estoy muy cerca de terminar el encargo, cosa que agradezco enormemente. Aunque el ritmo que lleva el mayordomo no me permite mirar todo lo que quiero intento no perderme ningún detalle de los pasillos por los que estamos yendo, aunque me resulta difícil y solo puedo ver las cosas de pasada.

Cuando paramos si intento mirar lo que me rodea, pero una voz que dice algo ininteligible para mis oídos capta mi atención. Observo y escucho en silencio la corta conversación entre el noble y su mayordomo, segundos después puedo ponerle cara a Kelin, vuelvo a asentir, esta vez ante las palabras del noble y con la ropa en la mano la dejo dónde dice sin abrir la boca, no quiero cometer errores.

El mayordomo sigue plantado en la puerta y el noble te ignora hasta que nota ahí tu presencia. Alza la vista para mirarte, lo cual le da un aire bastante severo, aunque luego mueve toda la cabeza para mirarte directamente y suavizar su expresión.

- ¿Algo más?- te pregunta Kelin.

Ante la pregunta del noble no sé que contestar, si hay algo que quiero saber es si habrá pagado ya, pero mi madre no me ha dicho nada y yo no le he preguntado, así que no tengo ni idea del precio y por tanto de cuanto debería pedir, por lo que decido no decir nada de ello.

–No señor, nada más, solamente debía entregarte la ropa– acabo de hablar y vuelvo junto al mayordomo, por mi parte ya me puedo marchar de aquí, el encargo ya está hecho, pero no sé si debo irme o el mayordomo es el que tiene que acompañarme a la puerta, las costumbres de los ricos no me las conozco por lo que prefiero que sean ellos quienes llevan la iniciativa esta vez.

El mayordomo cierra la puerta cuando sales de la habitación y te mira con expectación. Al recordar que no eres precisamente un experto en este mundo, te hace una señal hacia el pasillo y echa a andar hacia allí. Te lleva hasta la puerta principal, la abre y asiente a la vez que dibuja una sonrisa falsa en señal de despedida.

- El señor Kelin le agradece su detalle y el trabajo de su madre. Gracias por venir.- dice como una mera formalidad.

Con todo hecho sigo al mayordomo en el camino de vuelta, como es lógico me resulta mucho más sencillo que antes, alguna parte del recorrido me suena, aunque estoy seguro de que podría perderme fácilmente por estos pasillos. Al llegar a la puerta el mayordomo sonríe, tengo cierta experiencia atendiendo clientes como para saber cuando las sonrisas son sinceras o no, en este caso su sonrisa más falsa no puede ser, creo que ni lo intento disimular, pero a mí me da igual.

Al igual que él hace sonrío para despedirme, pero sin falsedad alguna. –Gracias, el placer ha sido mío, espero volver pronto si al señor le satisface el trabajo de mi madre, hasta pronto– doy media vuelta y salgo de la mansión, al pasar cerca del guardia me despido de él también, ahora mi destino es volver a casa, no tengo nada más que hacer.

Ahora que conoces el camino de vuelta, todo es bastante más fácil. Al salir por las elegantes puertas del barrio rico sientes como te liberas de una pesada carga: las miradas penetrantes y los comentarios viperinos que oyes entre los susurros de ricachones cuyo único trabajo consiste en cotillear en las esquinas.

De camino a casa te encuentras de nuevo con el bullicioso mercado donde tantos y tantos hacen sus compras. Sigues caminando hasta llegar a tu casa. Tu madre se encuentra en el umbral de la puerta, y parece estar buscándote con la mirada. Al verte sonríe y te saluda. Te hace un gesto para que vayas hacia ella.

Salir del barrio rico apenas entraña dificultad una vez que sé por donde debo volver, aunque las miradas de los nobles por mis vestimentas persisten me da igual, incluso ahora voy más ligero al entregar el pedido, que no pesaba mucho, pero es una responsabilidad menos y eso me gusta.

Al ir por las que denomino mis calles todo es mucho más fácil y entretenido, definitivamente este ambiente es el mío, aunque algún día el barrio rico será mi hogar, pero eso son cosas distintas, nunca pienso dejar de visitar estas calles. Al llegar a casa puedo ver a mi madre esperándome, cuando me saluda sonrío y aligero el paso para llegar hasta ella.

–Hola, mamá, encargo completo sin muchas dificultades, no sabía que tenías tan buenos clientes–.

Tu madre asiente y sonríe de nuevo.

- Cuando llevas mucho tiempo trabajando, y además trabajas bien, te haces una reputación incluso entre los enanos ricos.- te explica como si te estuviera dando un consejo muy importante.- Espero que te hayan tratado bien por allí. Algunos son muy... estirados. Pero quería que vieras ese barrio, Ghorim. Es importante conocer la ciudad en la que vives si quieres trabajar en ella.

Zifa te mira de arriba abajo y alza una ceja.

- ¿Y el dinero?- deja un momento de silencio y luego suelta una risotada.- Es broma. Me pagaron por adelantado. Me parece que le interesaba mucho esa ropa... quizá esté celebrando una fiesta. Típico del señor Kelin.- hace un ademán ambiguo y luego mira hacia el interior de la casa.- En fin, ahora ya no necesito que me ayudes. De momento sólo tengo que coser algunas prendas, no necesito un mensajero.- te mira con complicidad.- Estás libre.

–Oh, claro, eso es normal, cuando tu trabajo es bueno los clientes vienen solos, espero que me vaya tan bien como a ti– le dedico una sonrisa. –Bueno, no me han echado del barrio que me parece suficiente, pero por suerte he encontrado a alguien bastante amable que me ha ayudado a llegar a la mansión de Kelin,  agradezco mucho que me hayas hecho ir hasta el barrio rico, tengo claro que algún día nuestro hogar estará ahí– sin darme cuenta cierro el puño derecho con decisión, creo firmemente en mis últimas palabras.

No puedo evitar poner mi cara de disculpa automáticamente cuando mi madre pregunta por el dinero, segundos después suspiro de alivio. –Como te gusta jugar conmigo– niego con la cabeza riéndome porque siempre caigo. –Pues si no necesitas a tu mensajero aprovecharé para visitar el mercado, a ver que me ofrecen hoy, ¡hasta luego!– vuelvo a andar pero esta vez hacia el mercado, allí siempre hay mil maneras de matar el tiempo.

Tu madre te despide con un gesto y otra sonrisa y entra en casa, determinada a terminar su trabajo. Parece que tus palabras la han incluso inspirado e impresionado.

Visitas el mercado por tercera vez, aunque ahora no estás de paso. El ambiente sigue siendo el mismo, y lo será hasta casi la hora de acostarse. La plaza en la que se encuentran las paradas es grande y antigua, adornada con esculturas e inscripciones en las paredes rocosas. Es posible que este lugar ya fuera diseñado tras poco tiempo de haber establecido la ciudad. Aunque forme parte del barrio mercantil, ésta plaza en concreto es casi el centro de Corantt. Mucha gente viene y va, aunque hay muchos que dan vueltas por ahí con sus amigos y familiares, comprobando la mercancía a la venta.

Echando un rápido vistazo, ves a Aynila cerca. Como te había dicho, está con el señor Orren, vigilando su tienda y atendiendo a los clientes. Ves cuatro o cinco guardias que vigilan tranquilamente, como si no esperaran ninguna clase de altercado. Además, como en las ocasiones anteriores, también puedes encontrar mendigos que se esconden en las sombras que arrojan las esquinas.

Como siempre que llego al mercado su ambiente me embarga y cala hondo, es como mi segundo hogar y donde me gustaría pasar siempre el día, cosa que hago bastante pero no suficiente para mi gusto. Sonriente voy caminando por el lugar y saludando a los conocidos en busca de alguna oportunidad que me ayude a ocupar el tiempo libre que me queda hoy.

Mi búsqueda da frutos y encuentro a Aynila justo dónde dijo que estaría cuando hablé con ella horas atrás, con mi trote habitual y la sonrisa fija que siempre mantengo al estar en este lugar me acerco hasta ella y llamo su atención amablemente. –Hola Aynila, ¿mucho trabajo? ¿Quieres que te ayude? Será un placer, así que no dudes en decir que sí– con las manos en la espalda espero su respuesta mientras sigo sonriendo con la esperanza de que diga que sí.

Aynila tarda un momento en darse cuenta de que le has hablado, puesto que estaba ordenando los tapices y las alfombras que vende el señor Orren. Cuando te ve casi pega un salto y se apoya en el mostrador.

- ¡Ah!- exclama, confundida y emocionada.- ¡Hola, Ghorim! ¿Tu madre ya te ha dejado marchar? Vaya, qué bien...- recuerda la pregunta que casi había olvidado.- ¿Ayudarme? ¡Claro que sí! Es decir, sí, creo que al señor Orren no le va a importar. ¡Pasa, pasa!- dice abriendo una puertecita de madera en la parte de atrás de la pequeña tienda.- ¿Qué te trae por aquí?- pregunta apoyándose de nuevo en el mostrador, casi sentándose encima de uno de los tapices, que parecen de buena calidad.

Sonrío aún más al ver la reacción de Aynila. –Sí, hoy ya soy libre después de acabar un encargo hace un rato– la sigo cuando abre la puerta y como ella indica paso hacia la tienda. –¿Que me trae?– repito. –Simplemente algo que hacer en estas horas libres, y cuando te he visto he pensado que aparte de intentar trabajar para no estar quieto podría ayudar a alguien conocida, mucho mejor– le ofrezco una sonrisa más. –¿Por dónde empiezo?– pregunto con ganas para poder hacer algo y sentirme útil.

Aynila parece querer responder a tu pregunta, pero una mujer se planta delante del mostrador y empieza a mirar los productos a la vez que llama vuestra atención.

- Buenos días, jóvenes.- dice aún sin miraros. Aynila la mira y sonríe, como diciendo que tu pregunta ha sido respondida.- Estoy paseando por aquí, a ver qué puedo encontrar. Estos tapices parecen buenos.- puedes ver que la mujer va vestida con ropas lujosas y que su porte la distingue como alguien de la alta sociedad.- ¿Cuál me recomendaríais para poner en mi sala de invitados, éste con flores, o éste con el dibujo del héroe Hjik combatiendo a sus enemigos?- dibuja una sonrisa pícara, como si se sintiera mejor que vosotros por haber identificado el tema del segundo tapiz antes de que alguien se lo haya dicho

Sigo expectante esperando la respuesta de Aynila pero esta no llega de la manera que espero, si no en forma de clienta y tengo el visto bueno de Aynila para atenderla, sin perder ni un segundo mi atención se centra en la enana que acaba de entrar.

–Buenos días señora– hago una leve reverencia para acompañar el saludo, por sus ropajes he podido apreciar que no es cualquier clienta, tiene poderío al parecer y pienso usar mis artes para llevar a cabo esta venta con éxito.

Sin parar de sonreír escucho la pregunta de la clienta, la respuesta me parece sencilla, demasiado quizás, pero antes quiero comprobar yo mismo los dos tapices de los que habla, así que los miro por encima, sobretodo para asegurarme de que el dibujo del segundo que nombra está basado en el héroe Hjik y no nos está poniendo a prueba.

Al mirarlo yo mismo creo que tiene razón así que sin perder más tiempo paso a dar mi opinión para cerrar la venta cuanto antes. –La elección es sencilla– comienzo a hablar muy decidio.  –Sin duda el tapiz del héroe Hjik, dará un toque de grandeza a vuestra sala de invitados y ayudará a recordar nuestra historia, que a todo enano nos gusta, ¿entonces lo va a querer?– estoy bastante seguro de que la respuesta será un sí, pero hasta no tener el dinero en la mano uno nunca puede fiarse.