Partida Rol por web

Leonard tenía ganas de empezar con las patrullas, pero no le apetecía que le tocara con Joey El Sargento es capaz de ponernos juntos para que aprendamos a trabajar en equipo, pero Joey podría vengarse aprovechando un callejón solitario

Decidió no darle más vueltas al asunto y pensó cómo podría pasar la mañana. Como no tenía amigos en el cuartel, decidió hacer una visita a su madre y contarle un poco sus experiencias desde que se alistó

A pesar de tu actuación casi perfecta imitando un borracho, el mismo guardia te grita a la vez que preparan sus mazas:
 

- Te lo advierto amigo, si no das media vuelta ahora lamentarás no haberlo hecho!

El tamaño de las armas es tan absurdo como el tamaño de sus portadores. Unas mazas gigantes en sus manos gigantes pegadas a sus brazos gigantes que vienen de sus cuerpos descomunales.

Estás lo bastante cerca como para intentar algo y lo bastante lejos como para huir. No hay nadie en ese momento pasando por la calle y está lo bastante oscuro como para que los guardias no hayan podido ver bajo tu manto.

¡Maldición! 

Atrus, viendo la situación que tenía frente a él, y los guardias ya preparados, prefirió desistir. Había que hacer algo, pero no era lo mejor suicidarse para lograrlo.

Con el mismo paso rengueante se fue alejando por la callejuela...

Cuando ya estaba fuera de la vista de los matones, Atrus comenzó a caminar normalmente escondido entre las sombras...

Tengo que hacer algo al respecto... y lo más pronto posible.

Decidió hacer lo más cauteloso y precavido posible. Se fue a su hogar, descansaría y comenzaría un trabajo de hormiga, pero que daría sus frutos... o eso creía él.

No me apuraré... tengo que hacerlo tranquilo.

Leonard salió del cuartel en dirección hacia su casa, que por suerte no estaba muy lejos. Era la primera vez que salía del cuartel desde que se alistó, así que disfrutó del corto paseo observando a la gente. Era agradable que nadie le mirara mal y pasar desapercibido.

Al llegar a su casa, Leonard respiró hondo y llamó dos veces a la puerta.

Al cabo de poco de llamar a la puerta, tu madre, una mujer bajita y regordeta, con expresión de felicidad, te abre la puerta.

- ¡Hola Leo! - te llamaba así a veces desde los 3 años y no te gustaba del todo cuando lo hacía - ¡Qué alegría que estés en casa! ¡Creía que no te vería hasta dentro de un par de meses!

Te da un abrazo con todas sus fuerzas, que ya no son las de siempre, y notas  que lo hace con desesperación.
Al soltarte, puedes ver lágrimas en sus ojos, pero no son lágrimas de tristeza, o al menos camufla muy bien sus sentimientos.

- Llegas justo para comer, he preparado caldo con las gallinas del vecino, que han muerto de viejas, las pobres...

Te coge del brazo y te lleva al comedor, donde te sienta en la mesa y luego se va a toda prisa a la cocina

Leonard se alegró mucho de ver a su madre, aunque parecía que no tanto como ella. Consiguió evitar una mueca de disgusto cuando le llamó Leo, ya que siempre le había parecido un nombre de perro y no de persona.

Al ver las lágrimas de su madre casi se le escapan las suyas, y tuvo que carraspear para que no se le notara - Venga Madre, ¡no llore! Nos han dado la tarde libre y como no tenía nada que hacer en el cuartel, he decidido venir a verla.

Cuando se sentó en la mesa, empezó a salibar pensando en el caldo de gallina que tan bien preparaba su madre

- Dígame Madre, ¿Que novedades hay por aquí?