Partida Rol por web

Había tardado varias semanas en resolver el Caso del Fantasma de Fuego. Había significado viajar por tres condados distintos, dos atentados contra su vida (en uno de los cuales, por cierto, había resultado arruinado uno de sus mejores trajes) y una larga charla con Willikins, el ayudante de Ms Smith, para explicar por qué su cuenta de gastos del caso incluía dos metros de seda blanca, un cubo de pintura amarilla y un retrato de cuerpo entero la reina Victoria. Tenía que reconocer que había sido un caso peculiar, pero había atrapado a los culpables. Y ahora tendría unos días de descanso antes de su próxima misión.

O eso creía.

A las cuatro de la tarde, uno de los policías de la brigada había traído una nota de Ms. Smith*. Volvía a asignársele un caso. Esta vez, colaborar con los agentes que estaban investigando la desaparición de un príncipe japonés.

Un portafolios con un informe del caso hasta el momento** acompañaba la nota.

Volvía al juego.

Mi nombre es Jude Quayle, nací hace 25 años en Eldersile, un pequeño pueblecito cerca de Glasgow. Fui el tercero de diez hermanos. Dos de ellos han muerto al igual que mi padre. Arthur Quayle que murió apenas era yo un jovenzuelo de 8 años. Murió ahogado en el río. Dicen que iba borracho. Poco importa. Dejó a mi madre sola al cuidado de todos nosotros. Fueron malos tiempos, sí. pasamos hambre y frío. Había días que no había nada para comer salgo agua y pan. pero lo peor era ver a mi madre consumirse y envejecer. No habia tiempo ni futuro y mis hermanos empezaron a buscar trabajo en la ciudad o donde sea: mozos de cuadra, carpinteros... Yo me empleé en una finca a dos millas de Eldersile como mozo de cuadras. Me gustan los caballos y allí habia trabajo de sobra. El señor Lewis era amable y bien considerado además de buen escritor. No era bien parecido pero consiguió casarse con una joven y bella dama de Glasgow, la señorita Anne. 

Eldersile

Mi familia

La finca del señor Lewis

Al cuidado de los caballos del señor Lewis

El matrimonio del señor Lewis con la señorita Anne

Ambos eran felices. Bastaba con verles para saberlo pero, por desgracia, aquello no duró demasiado. Una tarde de otoño, como otras tantas tardes, Anne salió a pasear por los alrededores de la finca mientras que el señor Lewis escribía en su despacho. Los campos cercanos estaban llenos de manzanos y almendros y también de rosales y todo tipo de plantas y flores y Anne solía acercarse donde el arroyo se estancaba para sentarse y leer o simplemente contemplar caer las luces de la tarde otoñal.  Pero aquel día ella no volvió a la hora de cenar y el señor salió en su búsqueda acompañado por el jardinero y el perrero de la finca. Encontraron a la señora flotando en el estanque sujetando un ramo de rosas rojas. Nadie pudo explicar aquello pues su cuerpo no tenía rasguño alguno ni síntoma de violencia...