Partida Rol por web

- Duplicar la cantidad de cloro fosfato para la reacción de la caldera 3.

- Comprar el pan.

- Faltan 3 tornillos del 45

- ¿Cumpleaños Marietta?

 

HABILIDAD		NIVEL	ESPECIAL
Atractivo		Ma   Me   B   MB   Exc   Ext
Artesanía		Ma   Me   B   MB   Exc   Ext
Automovilismo		Ma   Me   B   MB   Exc   Ext
Carisma		Ma   Me   B   MB   Exc   Ext
Ciencias Naturales		Ma   Me   B   MB   Exc   Ext
Conexiones		Ma   Me   B   MB   Exc   Ext
Coraje		Ma   Me   B   MB   Exc   Ext
Educación		Ma   Me   B   MB   Exc   Ext
Equitación		Ma   Me   B   MB   Exc   Ext
Esgrima		Ma   Me   B   MB   Exc   Ext
Físico		Ma   Me   B   MB   Exc   Ext
Gracias sociales		Ma   Me   B   MB   Exc   Ext
Habilidades atléticas		Ma   Me   B   MB   Exc   Ext
Hechicería		Ma   Me   B   MB   Exc   Ext	Feéricos, automáticamente mala
Ingresos		Ma   Me   B   MB   Exc   Ext
Interpretación		Ma   Me   B   MB   Exc   Ext
Inventos		Ma   Me   B   MB   Exc   Ext
Juego		Ma   Me   B   MB   Exc   Ext
Liderazgo		Ma   Me   B   MB   Exc   Ext
Mecánica		Ma   Me   B   MB   Exc   Ext
Medicina		Ma   Me   B   MB   Exc   Ext
Mesmerismo		Ma   Me   B   MB   Exc   Ext
Percepción		Ma   Me   B   MB   Exc   Ext
Puntería		Ma   Me   B   MB   Exc   Ext
Puños		Ma   Me   B   MB   Exc   Ext
Sigilo		Ma   Me   B   MB   Exc   Ext

 

Viktor es un diamante en bruto de la criminalidad. Es por eso que lo que más destaca son sus habilidades sociales, cubiertas por la adorable capa de polvo de la torpeza, y una destreza oculta prácticamente genética. No ha trabajado ni sus conexiones ni la capacidad de salir de los marrones en los que le mete la sangre de su padre, ya sea por las buenas…o por las malas.

 Las habilidades más pobres se basan en sus debilidades. Como científico empírico, la cabeza de Viktor no está organizada para hechicerías ni trucos de la mente, y el trato aleatorio de los animales le resulta incómodo al lado de las siempre fiables máquinas. Y luego esta ese pequeño problemilla del miedo a la sangre… 

Viktor es un hombre normal. Es, quizás, un pardillo normal. Criado con su madre soltera en una casa donde nunca sobró ni faltó de nada, Viktor no conoció a su padre. Algo presionado por las circunstancias pero en contra de la voluntad de su madre, abandonó  sus estudios de ingeniería para comenzar a trabajar y llevar dinero a casa.

Es un muchacho trabajador y como tal, su sueldo pronto fue bastante bueno. Pero la responsabilidad le impide gastárselo en su sueño: un ciclomotor a vapor. Siempre hay goteras que arreglar, libros que comprar, dinero que ahorrar. Cuando tuvo demasiado, su madre le animó a abrir su pequeño taller.

Craso error.

Con la cabeza demasiado metida en su vida día a día, encajonada por las presiones sociales y la preocupación por su madre, Viktor es incapaz de pensar de manera grandilocuente, y por lo tanto incapaz de crear un generoso zepelín para transporte aéreo urbano. ¡O un sistema de pistones al vapor que alce cargas hasta los edificios más altos! No. Viktor crea objetos pequeños, repletos de engranajes, que no hacen ruido. Viktor es el genio de las cosas pequeñas

Y eso en la época steampunk es motivo de mofa.

Por suerte y añadiendo un par de pistones de adorno por disimular, Viktor se ha ganado su pequeña y peculiar clientela: las damas nobles. Aficionadas a cachivaches de lo más variopinto, sin embargo la limitación de un bolso de mujer impide, valga la obviedad, llevar un cañón de asalto MK38 de 25 metros.  Un rizador de pestañas que te cabe en la mano es una simpática y útil anécdota mecánica.

Lo que Viktor desconoce es que su padre le ha dejado una peculiar herencia. Dicen que el talento se lleva en la sangre. Y Viktor es el hijo de uno de los mejores ladrones de guante blanco del mundo.

Las pocas veces que Viktor se permite beber su mente se desinhibe, se olvida de las preocupaciones por su madre, de vivir el día a día, de ahorrar, de las presiones sociales y de todas esas cosas de pardillos. Viktor se transforma en un animal social, en un caballero, en un bribón, en un ladrón. Su inseguridad se vuelve pura confianza y se convierte en el rey del momento 

El padre de Viktor, que es el Sr. Fiedrich Von Callahan, es uno de los mejores ladrones de guante blanco de Nueva Europa, solo a la zaga de Arsenio Lupin. Conoció a la madre de Viktor durante uno de sus robos en el Museo Real de Londres y se enamoró de verdad de ella, iniciando un estrambótico cortejo de flores anónimas y visitas burlando a la policia. Lamentablemente era demasiado reconocido como criminal para poder asentarse a vivir una vida normal y corriente, incluso cuando Viktor nació.

Su madre quedó desolada y, aunque Fiedrich haya intentado hacer de padre siempre lo ha borrado de la historia de su hijo. Por ese motivo Viktor ha crecido sin padre y sin saber realmente quién es, aunque este le mande una pensión con la que su madre ha podido mantener a su hijo de manera holgada dentro del estamento burgués, y permitirse pagar sus estudios. El chico no sabe nada de esto y por eso dejó de estudiar para ponerse a trabajar.

Sin embargo ha llegado el momento en el que Fiedrich quiere pasar el relevo a su hijo...y solo hay un ingeniero realmente torpe.

El concepto me parece bien. A pesar de que en realidad, los artilugios pequeños y complicados son muy populares en el Mundo de Nueva Europa. Aunque quizás no tan impresionantes como las arañas mecánicas gigantes, un artesano habilidoso puede ganarse bien la vida con una tienda dedicada a ese tipo de artefactos.

Si me permites, ¿has acabado en la Brigada de San Jorge porque te han pillado robando, y la jefa de la brigada estaba tan impresionada por tus habilidades que decidió darte a escoger entre acabar en la carcel o unirte al grupo?

Lord Remy Willenbourgh es uno de los muchos ingenieros que pueblan una de las metrópolis más elitistas del mundo: Londres. Formado en las mejores academias y trabajando en los mejores talleres, Willenbourgh ha aprendido una lección muy importante: tu éxito depende en gran parte del fracaso de los demás. No tan capaz como muchos otros aspirantes, ha conseguido un podio en compraventa de gigantescos ingenios del vapor gracias a dos cosas: sus contactos y su capacidad para saber vender su producto...y denigrar a los demás.

Sobrio y soberbio, disfruta pavoneándose en las galas de presentación de sus obras y lucha por conseguir invitación para todos y cada uno de los bailes que se celebran en la ciudad, pero no para divertirse sino para ampliar sus redes como una araña.

La presencia de Viktor fue al principio anecdótica y luego, molesta. ¡Aquel canalla había sabido aprovechar un nicho de mercado que a él le había pasado desapercibido! Intentó con toda su capacidad robarle su creciente puesto de genio de las cosas pequeñas, pero Willembourgh estaba hecho para pensar a lo grande y su mente era incapaz de sintetizar funciones en tamaños tan minúsculos. Frustrado, comenzó a descargar su ira contra el joven inventor en forma de insultos, dispuesto a hundirle como pudiera: moralmente. Si él no podía ser el genio de las cosas pequeñas...bueno, Viktor tampoco lo sería.

¿Quieres jugar introducción? Que en realidad sería meterte en la introducción con Jez, porque tengo una excusa perfecta si quiero meter a alguien ahora.

El número de objetos requisados al Maestro Mecánico de Bristol era de 345. Un ladrón de bancos, que usaba artificios mecánicos tales como taladros motorizados o brazos mecánicos para introducirse en las cámaras acorazadas de los bancos y llevarse las joyas, bonos y objetos valiosos que los clientes habían dejado guardados. Y quizás aún siguiese libre si hubiera pensado en robar también las piezas para sus creaciones. Realmente, no había sido muy dificil seguir la pista de alguien que compraba al por menor piezas para un taladro de acero de metro y medio de alto. Y ahora había 345 objetos, incluyendo piezas, mecanismos, herramientas y algunas cosas inidentificables, que según el procedimiento debían ser catalogadas, etiquetadas, listadas y guardadas en el almacén de pruebas. Lo que explicaba que Viktor estuviese aún en las oficinas de la Brigada de San Jorge, a pesar de que todo el mundo estuviese ya en su casa, excepto el agente que se encargaba de la seguridad por la noche y Ms. Smith. Se preguntó si es que aquella mujer vivía allí o no dormía nunca.

Se chupó en dedo con aire ausente, mientras cogía el formulario para cubrir los datos del objeto 344. Uno minutos más y habría acabado. Sobre su mesa, un pequeño robot articulado golpeaba la pared del vaso de cristal boca abajo en el que lo había atrapado. Cuando lo había activado para comprobar su funcionamiento sólo le había dado un par de vueltas a la llave de cuerda, así que probablemente pronto quedaría otra vez inerte, pero ahora mismo, palpaba el cristal por todas partes buscando una manera de liberarse, mientras sus engranajes chirriaban con indignación por verse encerrado de aquella manera. Viktor pensó que debería poner una nota en su etiqueta sobre que era mejor no manejarlo con las manos desnudas. Cuando lo había sacado de debajo de la mesa le había mordido.

Pieza 345. Una colección de llaves variadas y el final de su jornada.

Oyó abrirse la puerta, y el agente de la noche introdujo a un hombre con aspecto de criado y un sobre en la mano, al que condujo al despacho de Ms. Smith. Sólo pasó un minuto dentro antes de que volvieran a salir. Se preguntó qué podía querer alguien de Ms Smith a aquellas horas.

Tan sólo un minuto después de que salieran los otros dos hombres, Ms Smith salió de su despacho, abrochándose el abrigo.

-Willikins...-Llamó, antes de levantar la vista y darse cuenta de que, por supuesto, a aquellas horas, incluso su ayudante se había ido ya a su casa. Recorrió con la vista las mesas vacías y su mirada se paró sobre Viktor.-Von Callahan, coja una libreta de notas y sus cosas y acompáñeme.

El ruido del reloj avanzando insistente se había apagado hacía horas en mi estado de pura concentración mental. Había perdido la cuenta de cuantos engranajes había mirado con lupa, del picor insistente en mi dedo ventado, de cuantas veces había bañado la pluma en el tintero. Para mi existía ahora, únicamente, la pequeña serie de números del formulario. Solo un número consiguió levantarme una sonrisa: 345. Estaba ya paladeando el dulce néctar del final de una productiva y aburrida jornada laboral en forma del rabito de una a exquisitamente definido con tinta cuando...

Blam. La puerta del local se abre, un chorro de tinta mancha mi pequeña obra de arte y un criado pasa al despacho de  Ms. Smith mientras le miro con una cara de susto con un sutil toque de tristeza. ¡Mi vocal!¡Y para colmo el hombre no está allí ni dos minutos!

Suspiré sutilmente con resignación habituado a mi mala suerte, echando mano a los formularios y colocándolos apropiadamente acompañados de una mirada rencorosa al criado, que volvía a irse por donde vino. Pero como bien dice el dicho, las cosas siempre pueden ir a peor. Estaba prácticamente colocándome el abrigo cuando fue Ms. Smith la que salió de su despacho, invocando al por desgracia desaparecido asistente omnipotente que era Willikins.

Y cuando sus ojos se posaron en mi con ese gesto de imperturbable estoicismo, supe al momento lo que se avecinaba. Adiós a mis horas de sueño.

Claro, un par de horas extras acompañando a la Jefa. Un caballero no podía negarse a dejar a una mujer de su edad sola a estas horas de la noche...y un criminal tampoco podía arriesgarse a enfurecerla y dejar que mi pobre madre se llevase el disgusto de conocer mi desliz criminal con Santa Margarita.

El último mono en el trabajo, como en cualquier otro momento de mi vida. Que novedad.

- Si,Ms.Smith. respondí como una exhalación, alzándome con rapidez mientras echaba mano a la libreta donde había estado apuntando información interesante para mis propias creaciones que había obtenido basándome en el examen de las obras del Maestro de Bristol (ciertamente ingeniosas, si bien con unos planteamientos un tanto pretenciosos) y un plumín. Estaba apunto de salir tras el despachito cuando recordé a mi pequeño amigo y me volví tres segundos con cuarenta y tres décimas para comprobar que efectivamente la campana del Robot Mordedor estaba correctamente asegurada.

Lo último que necesitaba en esos momentos era que un desliz destructivo como aquel me pusiese en el punto de mira. Quizás esta era mi primera y gloriosa oportunidad de complacer a Ms. Smith y conseguir su absolución de una vez por todas.

- ¿Es excesivamente inconveniente si pregunto donde nos dirigimos y en que puedo ayudarle? planteé, ciertamente inseguro de la respuesta. Estaba claro que no me necesitaba para nada muy concreto (pues parecía dispuesta a haber aceptado la ayuda de cualquiera con una placa de la brigada, honestamente) pero con una mujer con esta nunca se podía estar del todo seguro.

Ms Smith se apoyó en el brazo de Viktor mientras bajaban las escaleras a la planta baja y también para entrar en el coche que el agente nocturno ya se había encargado de que estuviera esperándolos fuera. Era dudoso que el caracter de Ms Smith se hubiera ablandado con la edad, si ese hubiese sido el caso, se habrían podido forjar instrumentos de hierro sobre él en su juventud, pero el tiempo le había pasado factura a su cuerpo. Esperó a estar confortablemente sentada en el coche para contestar la pregunta de Viktor.

-Parece que Lady Firestar se ha encontrado con alguien cuyas circunstancias juzga que merecen mi atención. Nos dirigimos ahora a su domicilio. No me ha informado de los detalles, pero si el asunto merece una investigación, se ocupará usted de anotar los detalles iniciales y testimonios relevantes para el expediente.-Es decir, necesitaba un secretario, y a falta de Willikins, Viktor sabía leer y escribir.

http://www.comunidadumbria.com/comunidad/foros/tema/36262

Ya te habrás dado cuenta, porque es algo que llevo arrastrando un tiempo, pero lo hago oficial y te pido disculpas en lo que vuelvo.

No te preocupes, de todas formas ya asumía que en realidad no iba a haber demasiada actividad hasta después del verano.
 

La mañana siguiente a la cena en casa de Lady Firestar empezó de forma inesperada y sorprendente.  En primer lugar, porque Viktor recibió tres cartas. Lo que realmente no era tan sorprendente, Viktor no era ningún hermitaño que jamás recibiese correo. Incluso estaba suscrito a alguna de las revistas de mecánica populares de la época, y recibía puntualmente sus publicaciones todos los meses. Lo sorprendente era el contenido.

La primera, la que no contenía nada fuera de lo usual, era una simple inquisición sobre los próximos productos que habría en la tienda por parte de una de sus clientas habituales. La señorita Elisabeth Foster. Debía de ser realmente apasionada por la mecánica, porque se pasaba todas las semanas a ver lo que había en la tienda, y si no había ninguna clienta, generalmente le pedía a Viktor que le explicase en detalle y largo y tendido las características de lo último que le llamase la atención.

La segunda carta provenía de Lord Remy Willenbourgh y contenía una invitación para una presentación de algo llamado Sociedad para el Avance del Conocimiento, el día 16 de este mes. La nota adjunta decía:

Estimado Von Callahan.

Entiendo que sus pequeñas tareas en su tiendecita no le dejan mucho tiempo libre. Después de todo, supongo que tendrá que aprovechar cuanto pueda mientras dura el interés de las damas por sus minúsculos cachivaches, antes de tener que buscarse un verdadero empleo. Sin embargo pensé que, aún siendo un simple tendero, podría disfrutar viendo la labor de auténticos Ingenieros Mecánicos como yo, por lo que le mando esta invitación para un evento de la Sociedad que se inaugura próximamente y de la que han tenido ha bien considerar que debo formar parte. Por supuesto, no le dará acceso a los salones de los invitados realmente importantes, y en todo caso se sentiría fuera de lugar tanto entre la sociedad distinguida como entre las mentes realmente brillantes de esta época. Pero estoy seguro de que habrá algunas guías, con explicaciones sencillas y entretenidas para la gente común.

Una carta inesperada, aunque no es que fuese realmente extraordinaria. A Lord Willenbourgh le gustaba hacerle saber de sus logros y avances.

La tercera carta en cambio, jamás habría podido imaginarse recibiéndola. En primer lugar, no había sido entregada por el cartero, sino entregada en mano a su madre por un sirviente. El sobre estaba firmado por Lady Nemain Firestar y incluso antes de abrirlo pudo notar el olor del perfume, misterios, embriagador y exquisito, que usaba la feerica.

Dentro, en un papel con elegante y femenina decoración, había la siguiente nota:

A la atención del señor von Callahan.

Le rogaría que tuviera la cortesía de ser mi acompañante en el baile que se celebrará en Clearwater Manor, a fecha del 10 de Abril. Se solicita estricta etiqueta.

R.P.F.

Atentamente, 

Lady Nemain Firestar

El nombre de Clearwater no le era desconocido, se trataba del ex-marido de Lady FireStar, y el hombre al que había conocido la noche anterior. Un hombre amable, correcto y de impecables modales, con el carisma de los altos feericos. Y al parecer, Lady FireStar pretendía que fuera él, Viktor, quien le acompañara en un baile de gala en la casa de aquel hombre.

Al ir leyendo las tres cartas se fueron organizando poco a poco como una ruleta emocional de ilusión, decepción a nivel freático y parada cardíaca. De la tranquilidad de plantear una visita amena con posible compra a la duda existencial de que significa estricta etiqueta para un faerico. Seguramente ESTRICTA etiqueta. 

Una vez pasado el momento de choque, la verdad es que era todo un poco embarazoso. Mi mente de ingeniero (de cosas pequeñas, añadió una vocecilla inclemente con tono de burla) me llamaba a aprovechar mis recursos al máximo, pero estaba claro que mi plan no era demasiado adecuado socialmente hablando.

Invitar a Lady FireStar al evento de la Sociedad sería devolver el manotazo de duelo que Lord Willenbourgh me había lanzado con su habitual mezcla a partes iguales de desprecio y savoir faire, pero implicaba ir con una..."mujer" casada a un evento en el que, seamos sinceros, podría desempeñar pocas más funciones que la de mujer objeto, asunto que me parecía de muy mal gusto por mi parte. 

Todo sea dicho tampoco parecía muy adecuado que Lady FireStar me invitase a una cena de gala de su antiguo esposo, teniendo un esposo nuevo, que tampoco iba a acompañarla, pero a los faericos y nobles se les permite unas ciertas excentricidades que a él podían condenarle al sambenito de mujeriego o roba esposas. Se me ocurría pocos motivos por el que invitarme a mí, pero lo cierto es que descarte con rapidez el de objeto de exhibición. Estaba seguro de que si esas fuesen las intenciones de Lady FireStar, tendría elementos mucho más encantadores y bien posicionados que yo.

Y con mejores trajes.

Quizás lo más sensato sería ver como se desarrollaban los acontecimientos. La fiesta a la que me había invitado Lady DireStar era el diez de abril, así que aún estaría en plazo razonable para comentarla la cita de la Sociedad para el Avance del Conocimiento. Pese a todo, y a juzgar porque la invitación temblaba en mis manos solo con la idea de aquel conflicto tan incómodo, lo más probable es que pasase la fiesta sin que fuera capaz de proponérselo.

A lo mejor la señorita Foster sería una buena candidata...

Busqué en mi escritorio la mejor pieza de papel, que seguía pareciendo poco más que una servilleta al lado de la preciosa invitación de Lady FireStar. ¿Debía comprar papel para estas situaciones? Pronto deseché la idea: parecía poco probable que fuese a recibir invitaciones de alto standing de aquí en adelante. Además, seguramente necesitase cada penique para poder comprar un pañuelo para la celebración.

A la atención de Lady FireStar

Su invitación me honra enormemente y estaré encantado de acompañarle al baile. Sin embargo espero no la ofenda que necesite consultarle sobre el correcto nivel de etiqueta, pues es al primer evento de estas características que acudo y lo último que deseo es importunar a los asistentes.

Atentamente, 

Viktor von Callahan

Podría ser peor. 

La asociación de Viktor von Callahan con la Brigada, tenía su origen en algo que había ocurrido meses atrás. Todo había empezado cuando se había despertado en su cama, con un dolor de cabeza enorme y un gran rubí en la mesita de noche.

Aunque quizás habría que ir al día anterior, para saber de donde procedían tanto la resaca que amenazaba con destruir su cerebro como la gema roja del tamaño de un huevo de codorniz, que seguro no pertenecía a un ingeniero de cosas pequeñas.

Había sido llamado para reparar la caldera de agua de Sir Henry Wilcox. Es decir, era una caldera de agua, pero teniendo en cuenta que la casa de Lord Wilcox era una mansión de dos plantas en un pueblo a las afueras de Londres, y en realidad el agua era calentada por unas fuentes geotermales en el sótano y que el agua caliente y el vapor también hacían funcionar todo tipo de aparatos y mecanismos de última tecnología que Sir Wilcox, gran aficionado a la mecánica, había hecho instalar por toda la casa, el problema era un poco más complejo que simplemente conseguir agua caliente para el baño. Cuando la caldera se había recalentado, el vapor a alta presión había afectado a otras partes del circuito. Había que cambiar válvulas, revisar reguladores, sustituir bombas, instalar piezas de control...Había pasado cuatro días en la casa, y había sido un trabajo duro. No era su tipo de trabajo habitual, pero la esposa de Sir Wilcox era una buena clienta y se lo había pedido como un favor personal, y la paga era buena. Ya sólo quedaban los últimos ajustes y revisiones, y por fin podría volver a su tienda.

Cuando había llegado ese día, Sir Wilcox estaba en uno de los vestíbulos hablando con una anciana de aspecto frágil, que se dirigía a él con aspecto de estar al límite de su paciencia, y hablándole con el énfasis y la lentitud deliberada que se reserva para los niños, los extranjeros y aquellos aquejados de estupidez terminal. Viktor recordaba que al entrar en el vestíbulo para revisar los conductos que pasaban por allí, la anciana había posado su mirada en él, y Viktor había sentido que le estaba juzgando. No cómo si decidiera si era de fiar o no, sino como si ya lo hubiera condenado y estuviera decidiendo por qué delitos era por los que merecía ser colgado. Por suerte, la Mirada no duró mucho, ocupada como estaba con el testarudo Sir Wilcox.

No lo había pretendido, pero mientras había estado allí, no había podido evitar escucharlos. Al parecer, Sir Wilcox guardaba en su caja fuerte algo llamado el Corazón de Tigre, que un ladrón había amenazado con robar. La mujer creía que debía ser custodiado por sus hombres, mientras que Sir Wilcox creía que su casa era perfectamente segura. Viktor no pudo evitar darle la razón a la mujer, aunque por supuesto no lo dijo en voz alta. Sir Wilcox tenía una buena caja fuerte, una Swordfall Prime, pero él había reparado unas cuantas y sabía que algunos de los contrapernos podían ser excesivamente sensibles, y que con un destornillador Thompsom nº2, una aguja fina, una pinza Heiss curvada y un martillo de goma, podía ser abierto en unos minutos. Y sabía que el guarda nocturno patrullaba en un itinerario regular, que podía ser fácilmente cronometrado y medir cuando entrar y salir. Y el perro podía ser evitado si se pasaba por ciertos lugares. Por suerte para Sir Wilcox, Viktor no era un ladrón, y aquellos pensamientos sólo eran un ejercicio intelectual. Aún seguía pensando sobre el tema a la hora de la cena, cuando el cocinero, entusiasmado de tener por fin la cocina y el montaplatos funcionando correctamente, insistió en prepararle una buena comida y que probara el licor de hierbas que preparaba él mismo. Muy suave, completamente natural y casero. Viktor no recordaba mucho más después de eso.

Despertó en su cama, completamente vestido. El rubí (¿o quizás sólo una piedra coloreada? Eso probablemente tuviera más sentido) era un detalle extraño. También lo eran los zapatos cubiertos de barro. El que su chaqueta tuviera un agujero que pareciera sospechosamente un agujero de bala, y restos de cristales rotos prendidos, también resultaba bastante inesperado.

Aún estaba intentando hacer que todo tuviera sentido, cuando su madre entró a su habitación para traerle el desayuno, preocuparse por su salud (al parecer le había parecido un poco indispuesto la noche anterior) y anunciarle que una señora estaba allí para hablar con él de algún asunto de trabajo.
 

Cuando vio a la mujer, Viktor la reconoció inmediatamente. La anciana. La mujer que le había mirado como si fuera un criminal en potencia.

-Willikins, creo que la señora von Callahan dijo que tenía que ir al mercado. ¿Por qué no la acompaña y le lleva las cosas mientras yo hablo con el chico? Así no se aburrirá-Le dijo al hombre que la acompañaba, desde la mesa donde ella y su madre habían hasta hace un momento estado tomando el té amistosamente. En cuanto su madre se hubo ido, la sonrisa amable y el aspecto de adorable ancianita se evaporaron en un instante-Siéntese, Señor Von Callahan.-le dijo a Viktor, dedicándole la misma mirada que le había dedicado el día anterior, pero considerablemente más prolongada.-Tenemos que hablar.

La reacción a la llamada de mi madre fue desprenderme de las sábanas como si estuviesen cubiertas de escorpiones en el típico gesto de alguien que se ha quedado dormido y aún puede no llegar tarde. El trabajo es trabajo y el trabajo da dinero y no estaba para decir que no a dinero digno. Sin miramientos me quité la ropa de ayer, relacionando los daños de mi pobre chaqueta y zapatos con caídas de intoxicados y callejones de mala muerte con botellas rotas en el suelo. ¡Como pude ser tan irresponsable de emborracharme en una casa ajena! Bueno, al menos la obra estaba arreglada para aquel enton...

Un momento...¿Que era aquella piedra brillante en la mesita? Bah. Que me nombrarán Reina de Inglaterra si tenía tiempo para mirarlo. Con un gesto poco cuidadoso y suponiendo que no era más que un souvenir de borracho cualquiera, lo empujé al primer cajón del mueble antes de salir del cuarto y descubrir, con el golpe al cerrar la puerta, que el dolor de cabeza era peor de lo que pensaba.

Desde luego no era el mejor Viktor von Callahan de todos los Viktor von Callahan: ojeroso, con la boca pastosa y con un peinado de dandy conseguido con la difícil tarea de no peinarse. Pero al menos llevaba ropa limpia y mi rastro de huellas de barro se había quedado en mi cuarto, con mis zapatos sucios. Mi única tranquilidad es que nadie iba a pedir mucho más a un ingeniero solitario y peculiar, incluso si ese ingeniero vestía mocasines.

O al menos lo pensaba hasta que vi aquella Mirada, con mayúscula, en el salón. No necesitaba ver nada más: era la anciana de la casa de los Wilcox o el verdugo de la Reina. No sabía cual prefería.

-Willikins, creo que la señora von Callahan dijo que tenía que ir al mercado. ¿Por qué no la acompaña y le lleva las cosas mientras yo hablo con el chico? Así no se aburrirá-

Intenté rogar que no me dejaran solo, pero mi mente estaba aún quejumbrosa por el licor y, cuando me quise dar cuenta, mi madre ya se había ido dejándome solo en el foso de las fieras. Y ni siquiera tenía una silla minúscula con la que espantar al león.

Me dejé caer lo más educadamente posible en la silla, evitando prolongar más la Mirada. La cabeza me latía y ya no estaba seguro de si era la consecuencia de mi olvidado desfase nocturno o de los ojos perforantes de aquella mujer.

- ¿Sí? Me daba hasta miedo abrir la boca. Quizás si no decía nada la conversación se pararía ahí, de manera absurda. ¿Es por...umm...el trabajo de la casa del Sr. Wilcox? pregunté, ingenuo. Y tanto que lo era...

-En efecto, estoy hablando del robo de Corazón de Tigre, el rubí indio que poseía el Sr .Wilcox. Me alegro de que esté tan bien informado-Mientras decía todo esto, la mirada de la mujer no se apartaba de la cara de Viktor, y este tuvo la impresión de que confundir el trabajo al que él se refería con un significado más criminal no tenía otro propósito que observar su reacción.-Soy la directora de la brigada de policía de la calle San Jorge. Puede llamarme Ms. Smith. Permítame que lo ponga en antecedentes.-De un maletín que tenía a sus pies, la mujer llamada Ms. Smith sacó una gruesa carpeta, tan llena de papeles que estos amenazaban con romperla. La puso sobre la mesa y Viktor pudo ver que escritas sobre ella, en una caligrafía bien cuidada, aparecían las palabras "Black Cat".-Quizás haya oído de un ladrón bávaro de guante blanco, responsable de algunos de los robos más famosos en Europa de las últimas décadas. Las joyas de la baronesa de Medina, la estatua de oro de Atenea de un coleccionista florentino hace un par de años, el zafiro "Luna Azul"...todo obra suya. Siempre anuncia sus golpes previamente, dejando una tarjeta con la hora y su objetivo, y la imagen de un gato negro. Naturalmente, la prensa bávara empezó a llamarlo Schwarze Katz, Gato Negro. Lo que le dice bastante poco sobre el ladrón, pero mucho sobre la prensa.-De la carpeta, Ms Smith sacó una tarjeta con la imagen estilizada de un gato negro con una máscara blanca. Debajo del felino, había escrito lo siguiente.

El Gato Negro tiene a bien honrar la casa de Sir Henry Wilcox con sus habilidades, y espera que Sir Wilcox le corresponda con un desafío a su altura. Su Corazón de Tigre será robado dentro de 7 días, a la hora de las brujas y los ladrones. Quedo esperando nuestro encuentro, y le deseo a Sir Wilcox lo mejor en este y futuro robos.

Debajo figuraba la fecha, 8 días antes. Es decir, el robo debía haberse producido a medianoche del día anterior.

-A las 11 de la noche el ladrón se introdujo de casa de Sir Wilcox y robó su rubí. Había conseguido que Sir Wilcox me permitiera apostar a uno de mis hombres en una habitación cercana, pero a pesar de todo, el ladrón logró huir. Mi hombre quedó impresionado por la forma en que paró su estocada con un perchero, esquivó su disparo y luego atravesó la ventana agarrado a las cortinas, para descolgarse por ellas hasta al balcón inferior y saltar al jardín. Realmente espectacular.- Ms Smith no dejaba de mirar a Viktor, con una expresión tan impenetrable como la de una esfinge.-Una hazaña aún más impresionante por no tratarse de Gato Negro.-Añadió, tras un instante.-No, Gato Negro siempre es fiel a sus avisos y el robo fue demasiado pronto. El hombre que luchó con él dijo que tenía la impresión de que se trataba de alguien joven, demasiado para alguien que lleva varias décadas en la profesión. Además de llevar puesto un traje barato y un antifaz improvisado con un trozo de tela, dificilmente algo que se pueda esperar de quien se enorgullece de ser uno de los ladrones más elegantes de Nueva Europa.

Volvió a buscar en el maletín, y esta vez sacó una carpeta considerablemente más delgada. El nombre escrito en ella era Viktor von Callahan. En ella había una única hoja de papel, que leyó someramente antes de volver a dejarla en su sitio.

-Tengo entendido que lleva varios días trabajando en casa de Sir Wilcox. Quizás pueda ayudarnos a resolver este enigma y devolver a Sir Wilcox lo que es suyo. Lo último que deseariamos es alentar a nuevos ladrones a unirse a la profesión. ¿No es cierto, señor von Callahan?

Mi cara debió de ser una señal bastante obvia de que en realidad no estaba hablando de aquel rubi, pero cualquiera se atrevía a detener a Ms. Smith. Sin embargo la mera mención del robo me puso nervioso: no por el crimen en si, sino porque sospechaba que si esta mujer estaba aquí no era solo para pedirme asesoramiento a un ingeniero de calderas. ¿Por qué iba a saber yo más que el guardia del Sr. Wilcox? O que el propio agente de Ms. Smith, vaya.

Y más cuando tenían un sospechoso. Había leído en las noticias sobre el Gato Negro, como todo el mundo. Incluso había bromeado con mi madre que el trastero de ese hombre tenía que lucir como el Museo de la Corona, antes de que se enfurruñase, me quitase el periódico y se encerrase en la cocina. Esa noche me quedé sin postre, todo hay que decirlo. 

Vamos a ver, uno de los ladrones más prestigiosos del planeta anuncia su intención de robar una gema y la gema es robada. Una hora antes, sí, pero nadie espera que un bávaro tenga puntualidad inglesa. Desde mi humilde punto de vista, no quedaba mucha labor policial pendiente.

Pero asentí, con toda la determinación que conseguí sacar en mi cuerpo maltrecho. Tenía el seguro de mi absoluta y total mediocridad. Grandes genios como Willembourgh se molestaban en recordármelo a menudo y, por una vez en mi vida, estaba contento de que fuese así. 

- Si, por supuesto. Estaré encantado de ayudarles, aunque no veo en que podría resultarles útil mi ayuda. Porque no es que yo fuese especialista en lucha con perchero, salto al vacío y otros deportes de riesgo. No es como si pudiese haber abierto la caja fuerte con un destornillador Thompsom nº2, una aguja fina, una pinza Heiss curvada y un martillo de goma, todas herramientas necesarias para arreglar calderas complejas, haber llegado a mi casa con un agujero de bala en la chaqueta y tener...tener...

Una piedra roja del tamaño de un puño en el primer cajón de mi mesita de noche.

Oh, señor.

-Mucho más de lo que cree. Después de todo, usted estuvo en la mansión los días anteriores, muchas veces donde no había nadie más, y tuvo ocasión de recorrer la mayoría de las habitaciones. Estoy segura de que se le presentaron muchas ocasiones de ver detalles interesantes que nos serán de ayuda para averiguar cómo y quién es el responsable. Pero para empezar-Ms. Smith sacó un cuaderno de tapas negras y lo abrió por una de la páginas en blanco-, puede decirme donde estuvo anoche entre las 22.30 y las 23:30. Hay que descartar sospechosos.

¿Como que si quieres guardar un rubí será mejor que le pongas una endemoniada caja fuerte a la altura, por ejemplo? Algo que no cualquier idiota con cuatro herramientas pueda robar.

- Juraría que...volviendo a casa. No sabía mentir, así que el truco era no decir la verdad. Al menos hasta que tuviese una excusa razonable por la que tener un rubí robado en su habitación. Él no podía ser el ladrón, aquel hombre (dentro de que no fuera el más elegante) desde luego si parecía saber lo que hacía. Y él desde luego no entendía lo más mínimo de lo que estaba pasando. Al acabar cené en casa de los Wilcox y...bueno. Miré en derredor, intentado evitar lo que sería una mirada castigadora segura. El cocinero me ofreció un licor y no me sentó muy bien. Mi paseo de vuelta a casa duró bastante más de lo normal y no está tan claro como debiera