Partida Rol por web

Lapham Peabody asiente ante tu comentario, profesor, respecto a tus intereses científicos, para responder seguidamente con paciencia y cierta lentitud. Parece un hombre bastante tranquilo.

- No, dudo que hubiera ninguna construcción previa, casi podría asegurárselo. El Barrio Alto fue de los últimos en construirse en Arkham, y no había más que campo por entonces.

Luego, responde la cuestión que formula Simmons.

- ¿Walter Abbot? Qué raro, no me suena en absoluto ese nombre. Entre los archivos de la Sociedad no van a encontrar nada al respecto, ya que aquí se recopilan sucesos históricos. ¿Han probado en el Arkham Advertiser o la Biblioteca Pública? En cuanto a ese tal Abbot, sospecho que en Registro Civil encontrarán algún dato. Aunque hasta el lunes no abre... - dice mirando su reloj con cierta curiosidad.

- Por cierto, han hablado de muertes, ¿tan peligrosa resulta esa casa? - la curiosidad del anciano se transforma en cuestión.

Había estado dando vueltas y trasteando un poco con la bomba de incendios pero sin peredr palabra de la conversación, por lo que ante la pregunta de Peabody me giro hacie el y le digo:

-Digamos que, por lo que sabemos hasta ahora, lo mejor que le ha sucedido a sus ocupantes es terminar internados en un manicomio.-

Lejos de sorprenderse ante tal hecho, el señor Peabody gesticula con cierta negación en su rostro.

- Vaya vaya... - dice finalmente - Entiendo, entiendo... - asiente inclinando ligera y brevemente su cabeza.

- No me sorprende que sucedan estas cosas, dada la inestimable influencia de los pueblos vecinos. Dunwich, Innsmouth... esos lugareños son gente extraña y depravada. El día que la civilización
llegue hasta ellos, Arkham se verá beneficiada en todos sus aspectos.

Tras intercambiar unas palabras acerca de estos pueblos y de la pobre relación entre sus habitantes y Arkham, dais las gracias a Lapham Peabody por su preciado tiempo y os marcháis del edificio hacia el coche de Milton.

 Mi compañero parece sumido en un profundo debate interno, será mejor que me centre en la conversación. Ha surgido n recelo a los pueblos vecinos. Tal vez se trate de la típica rivalidad pueblerina. El señor Peabody parece tener la misma información que nosotros, lo cual es frustrante.

-Muy bien, compañeros, hemos descubierto que no hay muy buena amistad entre ambos pueblos. Creo que deberíamos ampliar los campos de investigación. ¿Tienen alguna sugerencia? Al Advertiser ya hemos ido, y a la Biblioteca. Supongo que el destino nos está diciendo algo, ¿no? Creo que deberíamos ir a la casa. Mientras aún sea de día. O mañana, tal vez.

—Por lo menos hemos conseguido un buen contacto de cara al futuro —digo tras soltar un largo suspiro, estando ya en el coche—. Siento haberos traído hasta aquí para nada. No se me ocurría ningún otro lugar donde poder encontrar algún dato esclarecedor y lo cierto es que, en mi interior, quería postergar la visita al interior de la casa de cualquier forma. 

Saco el paquete de tabaco y cojo un cigarrillo. Esta vez me acuerdo de ofrecer a los demás con un gesto antes de guardarlo. 

—Ahora bien, debemos contactar con Christina Wells para informarla de nuestros avances y pedirla las llaves de la casa. Aunque también podemos hacer antes una visita al registro civil y averiguar algo sobre ese tal Abbot… —doy una corta calada— En vuestras manos lo dejo. Esta vez yo os sigo.

No se preocupe, Simmons, es preferible haber venido hasta aquí y saber que no había información a luego estar preguntándonos si podríamos haber encontrado algo. Le digo a mi compañero dándole una palmada en el hombro.

Hoy no hay mucho más por hacer, yo diría que tratemos de conseguir las llaves mañana y nos demos una vuelta por la casa. El lunes podríamos ir al registro civil a ver si encontramos algo sobre ése tal Abbot. 

Tiro de la cadena hasta que del bolsillo del chaleco asoma el reloj, y luego de consultarlo digo tranquilamente:

-Bueno caballeros, dada la hora que es no creo que podamos hacer ya mucho más. Hemos averiguado algunas cosas y sólo nos resta esperar a que la señorita Wells nos deje la llave. Aunque de todas maneras me gustaría saber algo acerca de Abott antes de aventurarme a indagar dentro de la casa.-

 -En efecto. Tal vez deberíamos preguntar por el vecindario, indagar un poco más en la vida de los Abbot. Sé que son horas intempestivas, si lo creen oportuno, podríamos ir mañana a primera hora. - Doy una mirada nerviosa a todo el grupo - No soy muy aventurero, lo reconozco, y no me gusta tomar riesgos innecesarios. Si en esa casa hay algo, y lo hay, no quiero entrar de noche allí. Sea lo que sea, quiero verlo con la claridad del día.

Tras esto, relajo las manos y espero la respuesta.

-Esa, señor Bloen, es una excelente idea.- digo mientras enciendo un cigarrillo como si este fuera a sacarme el frío del cuerpo.

Lunes, 25 de Septiembre de 1928, 12:05 PM

El pasado sábado, tras pasar todo el día investigando acerca de la casa de los Wells, decidísteis poneros en contacto con Christina Wells para informarle de vuestros avances y pedirle la llave del domicilio, al parecer, maldito.

Pero al no haber manera de contactar con ella el domingo os lo tomásteis de descanso para el lunes, a primera hora, solicitar el número a vuestra secretaria, Margaret Hartwell, y llamar a Christina por teléfono.

Christina Wells apenas pudo creerse lo que le contásteis, y su tono de voz se apagó cuando descubrió los antecedentes de esa "casa maldita", como ella misma aciertó a decir. No cabe duda de que hay algo anormal en esa vivienda, pero Christina apenas comentó nada al respecto y prefierió esperar a que acabáseis vuestra investigación para sacar una conclusión más esclarecedora.
Ella se encuentra en Boston y no volverá a Arkham hasta el miércoles, como acordásteis, por lo que le resultaba imposible daros la llave. No obstante, os envió a la Agencia Pickman & Asociados, la inmobiliaria que se hizo cargo de la venta de la vivienda, para que os facilitaran una copia en su nombre.

---

Es lo primero que hacéis tras colgar el teléfono, y ya tenéis la llave de la casa en vuestra posesión. Habéis almorzado y estáis descansados. Así pues, montados en el coche de Milton, tenéis que tomar una decisión sobre el siguiente paso a tomar en vuestra inquietante investigación.

Un dís de descando y un buen desayuno me han sentado estupendamente, por lo que, una vez que los cuatro estamos ya en la oficina digo:

_Caballeros, no sé ustedes pero a mi me ha entrado mucha curiosidad acerca de esta casa que estamos investigando.... ¿Qué tal si para ganar tiempo armamos dos grupos? Uno para el registro civil y otro que se dedique a hablar con los vecinos del señor Wells-

Decidís separaros para ganar tiempo e investigar más fuentes de investigación.

Milton os deja frente al domicilio que tenéis alquilado junto al río Miskatonic y cogéis el coche del profesor Maximilian Arturo, un Pierce Arrow de 1920 bien cuidado, muestra de la infinita curiosidad del profesor de Filadelfia.

No tardáis en llegar a la Avenida Peabody 666 Norte y aparcáis junto al edificio de los juzgados, donde también está la sala de Registro Civil de Arkham. Existe un cierto bullicio a las puertas del edificio. Gente entrando y saliendo con diversas emociones plasmadas en sus rostros. Un policía que custodia la puerta os envía a la segunda planta del edificio, lugar donde se encuentra la oficina de Registro Civil.

Hay unas cuantas personas atareadas entre un sinfín de papeles y carpetas amontonadas en sus respectivas mesas de madera desgastada. La luz entra a través de las ventanas, y no dejáis de escuchar un incesante murmullo de gente acompañado de varios sonidos de teléfono sonando sin parar.

Decidís separaros para ganar tiempo e investigar más fuentes de investigación.

Como vais en el coche de Milton, en primer lugar dejáis al profesor Arturo y al expolicía de Boston en el edificio donde tienen su coche para luego viajar tranquilamente y de nuevo hasta el Barrio Alto de Arkham.

Ya habéis visitado esta zona. El sonido de la naturaleza es más vivo en esta parte de la ciudad, desprovista de altos edificios y el mundanal ruido de tiendas, fábricas y el ir y devenir de los ciudadanos de Arkham atareados en sus quehaceres diarios.

La Avenida Miskatonic parece ser de las más largas de la ciudad y a ambos lados de la carretera podéis ver multitud de casas dispuestas tras una breve acera de pavimento decorada con toda clase de árboles y arbustos.

Tenéis vecinos a ambos lados de la 123 (vuestra casa), aunque ampliamanete separadas por jardines, árboles y arbustos medio descuidados.

"Vaya, que dirección más poco alentadora...." no puedo evitar pensar al ver el 666 de la placa en la puerta, sin embargo con el ajetreo que hay en las oficinas muy pronto olvido esas aprehensiones y me quedo esperando la reacción de Richard, a quien parece que se le dan bien los tratos con la gente en general.

Aun sigo transpuesto de la noche del domingo. No es que se pueda llamar precisamente descansar a pasar toda la tarde y gran parte de la noche en un tugurio bebiendo alcohol. Ni siquiera sé como pude dar con el domicilio de vuelta, pues lo más normal —dado mi alto estado de embriagadez— habría sido acabar en el río Miskatonic o en la comisaría. 

No puedo evitar bostezar ni dejar de entrecerrar los ojos debido a la fotofobia durante todo el trayecto en coche. Una vez en el edificio de juzgados, intento mantener la compostura como mejor puedo, aunque es imposible disimular que el sonido de teléfonos y gente murmurando me esta taladrando la cabeza. 

—Le cedo los honores, profesor —digo con una voz ronca al suponer las intenciones de Maximilian. 

.Muy bien.- le digo a Richard con una ligera inclinación de cabeza y me dirijo hacia la mesa de quien parece estar al mando allí, una vez que llego me quedo parado frente a él hasta que me mira (y si no lo hace le llamo) y mientras le muestro mi credenciial le digo:

-Buenos días caballero, somos de la Arcana Agency y necesitaríamos alguna información sobre un inmueble...-

 A mi, la casa me sigue pareciendo siniestra. Ojalá no tengamos que volver a entrar.

Sin bajar del coche, observo las dos casa, y antes de tomar ninguna decisión, me giro hacia mi compañero.

-Muy bien, señor Jacques, una cuestión de azar. ¿Izquierda o derecha?

Le sonrío, mientras saco un centavo y lo sostengo en mi mano.

-O tal vez sea usted una de esas personas racionales que prefieren tomar decisiones juiciosas, en cuyo caso le dejareé a usted tomar la decisión de qué vecino molestamos primero.

Me río de buena gana con el comentario de Bloen. Me jacto de ser una persona racional, señor Bloen. Le digo sonriendo. Pero en éste caso no hay mucho con qué realizar una decisión racional, por lo que cualquier decisión va a ser comparable a arrojar la moneda, así que si gusta... Le hago un ademán indicándole que cuando lo desee, puede tirar la moneda.