Partida Rol por web

 Frank sonríe y mueve la cabeza, negando.

- Ne, ne. Ya dije que partida con Koshak iestá arreglada, sólo hay que solusionar el asunto del pago.

Mira a Ezequiel a través del retrovisor. Su tono de voz suena a disculpa, humilde, nada orgulloso.

- Iesto ies cosa mía, ampliar negosio, honrar a patrón, y compensarte por iestar de comparsa durante negosiasión ien parque. Tómalo como una pequeña inversión. 

Su voz se torna cruel en un momento.

- Iel puto negro sólo ha tenido mala suerte al crusarse ien mi camino. 

- A por él entonces.

Asintió. No había mucho mas que decir por lo que volvió a centrarse en la calle, vigilante.

 Frank conduce el coche hasta una gran zona de aparcamientos. Señala con el mentón hacia el frente.

- ¿Ves a aquel de allí, con chaqueta de cuero, sombrero, gafas de sol? Iese ies nuestro hombre. 

El tipo está lejos, pero más o menos es fácil darse cuenta de a quien se refiere.

Haram conduce hasta una plaza apartada y aparca.

- Sal tu primero y da rodeo. Yo iré despasio hasta iel, para darte tiempo. Me pondré frente a iel sólo cuando iesté todo despejhado. No iesperes señal mía, yo le ientetrendré, tu reduselo cuando y como consideres oportuno. 

Coge el azucarillo, que ahora está seco, y lo envuelve con cuidado en el papel. Mueve el azucarillo entre los dedos, con delicadeza.

- Parese un payaso, pero no te la jhuegues. Incluso un idiota puede tener dia de suerte. 

Frank detiene el coche y se baja con Ezequiel, pero pronto el español toma un rodeo por una calle lateral siguiendo sus instrucciones. El yugoslavo espera un rato a que su compinche desaparezca y sólo entonces empieza a caminar con calma hacia el negro. En estas calles no hay demasiada gente, es un buen sitio para cazar a una presa, y Haram lo sabe.

El negrata camina como si toda la calle le perteneciera. Maldita sea: camina como si toda la puta ciudad le perteneciera. Uno tiene que saber donde pisa, pero esta gente está tan acostumbrada a pisar sobre las cabezas de los demás que llegan a olvidar que la distancia al suelo no es más que la que hay hasta su cabeza. Y esa distancia la separa una bala, o un buen golpe. O las dos cosas.

 Frank se acerca de forma bien visible a la presa. No va a intentar pasar por alguien que no sabe dónde se mete, su pinta habla por él de lejos. Camina confiado, espalda recta, sonrisa en ristre, todo seguridad en si mismo. Lo hace mirando a la cara al chulo, hasta que éste le devuelve la mirada cuando ya está a su altura.

Haram guiña un ojo a la vez que muestra la palma de sus manos abriendo ligeramente los brazos, con los codos pegados al tronco.

- Mister ¿sabría dónde conseguir un poco de diversión?

Saca un par de billetes con escasísimo disimulo de su bolsillo, quedando uno de 50 claramente a la vista. Juguetea con ellos en las manos, mirando alternativamente al negro y a los billetes con picardía. Cualquiera diría que le queman las manos y que está deseando regalarlos.

- A ser posible, diversión que llore. Me gustan los numeritos.

Sonríe ampliamente.

- Sin daños graves, por supuesto. Siempre cuido la diversión.

Ezequiel dio el rodeo a paso vivo mientras asía firmemente una funcional y sencilla navaja con la diestra, en el bolsillo del abrigo. Antes de salir a la calle mas concurrida se quitó la chaqueta por el brazo derecho, manteniéndolo por dentro. La abrochó y mantuvo la diestra doblaga contra el estómago sosteniendo la navaja. La cremallera estaba a medio subir, permitiéndole sacar la diestra con facilidad. Una vez que llegó a la calle donde estaba el objetivo relajó el paso y caminó hacia él.

Caminaba con paso vivo, acorde con el espíritu de la ciudad. Mantenía la vista fija en el negro y Frank pero, ocasionalmente, mira por encima de sus hombros para asegurarse que nada hostil se acercase por la espalda del croata.

El objetivo parecía indefenso, pero no había que confiarse, sobre todo por que no conocía su fuerza y eso podría ser una desagradable sorpresa. Aunque teniéndolo bien amarrado del cuello con la zurda, como si fuese un abrazo de un viejo conocido, lo controlaría un poco para pegarlo contra él y así hacerle notar a su Roberta.

Jerome se ve sorprendido por el repentino ataque por la espalda. Mientras Ezequiel lo abraza cariñosamente en la cara del negro se refleja sorpresa, miedo y luego furia:

- ¿Estás loco tronco? ¿Te conozco de algo? - no intenta zafarse del abrazo del español, sino que se deja mecer en un baile que puede resultar mortal para él si da un mal paso - Joder blanquito... ¿sabes quien soy yo?

El tipo le habla a Frank ya que no puede siquiera girarse para ver la cara de Ezequiel.

- Claro, ieres una puta.

Frank busca con su mano izquierda en los bolsillos de Jerome, en busca de armas, pasta, llaves o cualquier cosa de valor, despreocupado, como si fuera la cosa más normal del mundo.
Su mano derecha está en el bolsillo de la chaqueta. Juguetea con el azucarillo, colcándolo entre el dedo corazón y el anular, quedando una arista libre.

- Iescucha, puta, tu negosio ies ahora nuestro. Ahora serás chico listo y nos llevarás a piso con chicas. Y después desapareserás del barrio.

Sonríe amenazadoramente.

- ¿Ientendido?

Frank se mantiene expectante, tenso como un resorte. Preparado para que, ante la esperable primera negativa, darle un buen guantazo en la cara con el azucarillo en su mano... azucarillo que al estar impregnado en el coñac y reseco, es cortante como una cuchilla de afeitar.

Así se marca a las putas. Seguro que el negro pillaría el mensaje tras eso.

- Pero ¿de qué coño vas ruso de mierd...

La frase muere en su boca cuanto el azucarillo rasga su cara. No es tanto el dolor del corte como la humillación de lo sucedido. Y luego encima la navaja de Ezequiel en su costado. El negro clava la mirada en Frank.

- Vale... Vale... te llevaré allí... No perdamos la calma... Espero por tu bien que sepas en que te estás metiendo.

Es conmovedora la preocupación del negrata por la salud de Haram. El tipo tiene claro que ahora mismo no gana nada poniéndose gallito. Es un tipo listo. Eso puede complicar las cosas: los tipos listos siempre las acaban complicando.

- ¿Vamos en coche o andando? ¿Me llevaréis así por todo el barrio?- dice moviendo la cabeza hacia quien lo tiene agarrado, casi sin oportunidad de moverse.

Haram ladea la cabeza, sonriendo. Parece feliz, incluso hay un toque simpático en su expresión. Esto ha sido sólo cosa de negocios, nada personal, tu también lo habrías hecho así... es lo que parece que va a salir de su boca en cualquier momento.

- ¿Chico listo, eh?

Pone el dedo índice de su mano derecha en la sien de Jerome. Al hacerlo se ve el azucarillo manchado de sangre, aun entre sus dedos. Fija su mirada en el chulo, sus ojos están completamente abiertos, su sonrisa ahora es una mueca.

- Suma dos más dos, chico listo. ¿Crees que vengo por mi cuenta?

Si el tipo quiere jugar a amenazar con amistades hipotéticas, Frank también conoce ese juego.

- ¿Crees que rusos no cuidamos de compatriotas? Preocúpate de tu pellejho.

De repente, recupar el gesto amistoso, cordial.

- Ni paseo ni coche. Dime dires-sión y tu te quedas con amigo ahí atrás.

Señala con el mentón una esquina y unos contenedores, más con intención de que lo vea Ezequiel que Jerome.

- Si encuentro lo que busco, vuelvo y tu conservas cuello.

Vuelve a ponerse serio.

- Ahora, chico listo, dime lugar. Si me la jhuegas, resa porque mi amigo sea rhapido. - vuelve a abrir los ojos desmesaradamente y a exhibir una sonrisa de sicópata- Yo disfruto con súplicas.

- La calle Orchand, casi a la altura del cruce con Grand...- el tipos se muestra colaborador - Es el portal que está junto a la tienda de lencería... Kauffman... se llama así la tienda... En el segundo piso, portal B... Pregunta por Sara... dile que vas de parte de Jerome.

Parece que el tipo no tiene muy claro que el negocio acaba de cambiar de manos. Más bien le da las indicaciones a Frank como si se tratase de un cliente.

- Bien.

Frank se recoloca la chaqueta del traje. Habla mirando a los ojos a Jerome, aunque queda claro que el mensaje va a Ezequiel.

- Ien quinse minutos vuelvo. Si no, ya sabes.

Se da la vuelta y mira distraídamente a su alrededor mientras emprende la marcha hacia el piso. Busca a Irina, para hacerle un gesto indicando que le acompañe.

Camina con paso vigoroso, controlando con la mirada la calle y preparado para sacar la pistola en cuanto sea necesario. No quiere sorpresas.

- Demos un paseo, my friend. - Ezequiel mantiene el brazo rodeando fírmemente su cuello. Mira un momento a Haram, antes de que se marche. - Controlado y contando.

Camina con paso firme, asegurando a su acompañante en todo momento.

- Ahora vas a quedarte, aquí, mu quietico y callao. - Pincha un poco con la navaja el costado del negro cuando han torcido por la esquina, junto a los contenedores. - Ahí, sentao.

Saca la diestra de debajo de la chaqueta, dejando bien visible la navaja para Jerome y con un leve giro indica el suelo, al lado de los contenedores. Ezequiel está bien atento a cada gesto del chulo mientras se mueve.

- Sabes, aunque es un mojón sin corazón, se le pué pillar el punto. Pero conmío, ni media. - Se apoya con el codo en uno de los contenedores, pero sin volcar todo el peso y una pierna un poco retrasada, con perfecta trayectoria para patearle la cabeza.

Jerome observa a Ezequiel sin hacer ningún amago violento. Está desarmado y el español parece lo suficientemente peligroso como para no querer correr riesgos. Se encoge de hombros:

- O sea que él es el que manda y tú el músculo ¿no? No pareces ruso.- dice el tipo sin animosidad en su tono.

Frank nunca se fía. Mientras avanza por la calle hacia la dirección que le dijo Jerome mira a su alrededor atento a cualquier posible complicación. No parece un mal barrio: un lugar de clase media. Es fácil adivinar que en esta zona se ofrecen los servicios de las chicas a gente 'decente'. Eso es bueno para el negocio: no suelen provocar problemas ni dañar la mercancía. Y en ocasiones hasta se puede llegar a extorsionar al pollo. Negocios, todo son negocios: billetes que cambian de dueño.

Irina está en una parada de bus a medio camino. Desde donde estaba probablemente vio todo lo que sucedía. Cruza la calle y sin saludar a Frank se une a su caminata. Aunque es polaca habla siempre en inglés. Al contrario que Haram ella intenta borrar su acento y, sinceramente, lo está logrando. Seguramente cree que este mundillo es algo provisional mientras sigue escalando puestos hacia un trabajo de actriz, presentadora, cantante... ¿quién sabe que se le pasa por esa cabecita llena de pájaros? Si fuera otro tipo de hombre Frank sentiría hasta piedad. Pero lo único que hace el yugoslavo es aprovechar esa esperanza para sus propios fines.

No dicen nada hasta que llegan al portal indicado por Jerome. Efectivamente está al lado de una tienda de lencería. Que apropiado. Entonces es Irina quien rompe el silencio:

- ¿Qué tengo que hacer?- pregunta simplemente.