Partida Rol por web

La niebla era tan espesa que impedía ver a más de un palmo de distancia. ¿En qué momento se vio separado del resto del grupo? De pronto se percató de que ya no escuchaba los pasos de sus compañeros.

Ace se detuvo y miró alrededor. Nada. Estaba sólo. Lo cual no podía sorprenderle después de lo dicho por Petucho. Lo que le inquietaba era si podría llegar 'al otro lado'.

Resignado siguió caminando unos metros. Entonces escuchó una voz femenina susurrante que procedía de su derecha. 

- No quería hacerlo... de verdad que no quería... Sólo quería un poco de atención...

La estrecha senda que avanzaba entre los árboles se bifurcaba en dos caminos, y uno de ellos iba en dirección a la voz.

Ace se detuvo frente a la bifurcación pensando que podría encontrarse en aquel bosque. ¿Suicidas? Aquello hacía suponer su nombre. Y la voz que llegaba hasta sus oídos parecía pertenecer a una mujer arrepentida por haberse quitado la vida.-¿Qué se supone que debo hacer?- Se preguntó. ¿Qué hacían allí los suicidas? ¿cuál sería su función? ¿acaso recolectar más... almas?

Dio un paso hacia la izquierda. - Lo mejor es evitar los problemas.- Entonces dio un paso a la derecha. -Quizás tenga que ayudar.- Se paró de nuevo, contrastando pros y contras. Pensó que la dirección no debía ser demasiado importante, pero que ignorar o atender la voz si. Por un lado era probable que enfrentase a un suicida pero ¿y por el otro?

Saco una moneda y la tiro al aire.

- Que la suerte me guíe. - dijo en voz alta, como queriendo asegurar al mundo como iba a tomar su decisión. Entonces miró la moneda, tragó saliva y se dirigió hacia la voz por el camino de la derecha. 

Mucha gente piensa que el poker es cuestión de suerte. Pero Ace sabía que no era así. El póker consiste en saber que cartas están en juego e intentar averiguar cuales tiene tu contrario, en conocer tu mano y las de los demás. El póker, en muchos casos, es como la guerra. Pero ahora mismo Ace jugaba a ciegas. Y era algo que no le gustaba nada de nada. 

El camino desembocaba en un pequeño claro. La voz femenina se escuchaba ahora con más claridad.

- Nadie me hacía caso... todos la querían a ella... ¿por qué yo no podía tener un poco más de atención?

A la letanía femenina se sumaron de pronto más voces. 

- Pensé que no había suficientes pastillas...

- Nunca quise mi vida. ¿Por qué tenía que seguir viviendo si no quería?

- No podía soportar ver aquellos rostros llenos de odio a todas horas. ¿Cómo podía predecir aquello?

- Jack... quería estar contigo... te echaba tanto de menos....

Ace se sentía abrumado por el cacareo de voces quejumbrosas. ¿Dónde estaban? ¿Qué querían? Las ramas de los árboles se movían sin cesar aunque no se sentía ningún viento. Y entonces se dio cuenta: las voces venían de los árboles. 

Se quedó perplejo al identificar la fuente de los susurros. ¿Qué era aquel sitio? ¿acaso quien se suicidaba acababa siendo un mero árbol más en aquel solitario y siniestro bosque? Y que podían esperar...

Avanzó por el claro, aliviado por poder mantener la distancia con aquellas ramas quejumbrosas, y se puso a buscar otro camino por donde poder guiar sus pasos. Las voces le daban escalofríos y deseaba alejarse de allí. Petucho debía haberles dado alguna directriz, algún consejo... Algo con lo que trabajar. Que buscarán cierta señal, que no siguieran las voces, que no se apartaran del camino de baldosas amarillas... Ace estaba molesto con él y cada vez más irritado por los gimoteos. 

Desde que se había visto mezclado con los asuntos de la Familia las cosas habían ido de mal en peor. Cuando se mezcló con los maleantes tenía claro que cartas se jugaban: eran tipos duros, de los que pagaban sus deudas con sangre. Aún así sopesando en una balanza las apuestas el riesgo valía la pena: mucho dinero rápido contra la posibilidad de acabar en el fondo del río alimentando los peces. Pero la movida sobrenatural venía a trastocarlo todo. Nadie parecía saber de que iba todo aquello y Ace sabía una cosa: si en una mesa no identificas rápido al primo entonces el primo eres tú. No hacía falta seguir buscando.

Con estos pensamientos intentó alejarse de los árboles y sus voces, buscando un camino, una puñetera senda, ¡algo! Las voces se convertían en una cacofonía continua y de pronto Ace se dio cuenta de que se sentía demasiado agobiado. Quizás dejarse llevar, dejar de luchar... estaban perdidos. ¿Para qué alargar el sufrimiento?

Despejó su cabeza intentando rechazar esos pensamientos... ¡el bosque estaba intentando jugársela! De pronto una voz detrás, más firme que los susurros de los árboles, de él lo sorprendió:

- ¿Quieres una respuesta? Hace mucho que no juego una buena partida y tú pareces el tipo adecuado. 

Ace se giró sorprendido. No había nadie. Pero la voz había hablado con firmeza, con autoridad, todo lo contrario que los malditos árboles susurrantes.

No consiguió identificar el origen de aquella voz. ¿Acaso un árbol diferente? Comparó, cada vez más inquieto, el aspecto de los troncos, de sus hojas, la forma de sus ramas...

- Quiero salir de aquí. - habló sin saber hacia donde dirigir sus palabras. 

¿Era prudente hacer tratos allí? ¿sería posible incumplirlos? ¿qué pedirían a cambio de respuestas? El temor le acechaba tras la nuca, manteniéndolo en tensión y vigilante. Estaba incluso sospechando que el mismo Diablo venía a por su alma ofreciendo lo que más deseaba en aquel momento... ¿No podría ocultarse bajo cualquier máscara como la sombra en el otro lado? ¿no podría hacer trampas en cualquier tipo de partida sin que se diera cuenta? Debía de andarse con mucho cuidado y sopesar toda opción antes de comprometerse a nada.

La voz contestó desde otro punto por delante suya:

- Tú quieres retomar el control y yo digamos que me aburro... Soy el Guardián. Llevo siglos aquí entre los quejumbrosos árboles vigilando que ninguno de ellos ose tener una esperanza de fuga. Técnicamente tú no eres un suicida, así que no tendría problema en dejarte marchar... siempre y cuando yo sacase algo a cambio. Creo que me merezco un poco de diversión después de todos estos siglos. Ven al claro y juguemos. ¿Qué te parece un póker descubierto?

Avanzó con cautela hacia donde debería estar la fuente de aquella voz. ¿Acaso tenía otra opción? Estudió los alrededores de nuevo en busca de alguna vía de escape. Se sentía atrapado.

- Porque no... 

De momento no se estaban jugando nada. Ace quiso pensar que aquel ser, fuera lo que fuera, solo buscaba, tal como decía, algo de diversión. ¿Era sensato? Lo más probable era que no. Pero si conseguía descubrir como salir de allí valdría la pena. Solo debía aguantar la presión que aquellos lamentos ejercían sobre él. ¿No sería ese el plan de aquel "guardián", retenerle allí hasta que no soportara más y decidiera quitarse la vida? Se armó de resolución pensando que eso no pasaría y que, además, ganaría la partida.

Avanzó en dirección a la voz. Había un pequeño sendero que desembocaba en un claro en cuyo centro brillaba una fogata. Ante la persistencia de la niebla y oscuridad en el ambiente aquel pequeño reducto iluminado parecía casi acogedor. Al lado de la fogata reposaban dos troncos, uno de los cuales hacía de asiento de un individuo que jugueteaba con un mazo de cartas. Era un hombre mayor, calvo, de chiva gris y gafas oscuras. Vestía un ajado smoking y tenía el mismo aspecto que podría tener un tahúr al que hubieran sacado a patadas de un garito tras varios días de juego. El hombre embarajaba con estilo: sin trucos, sin tonterías, como un buen croupier profesional. Al ver llegar a Ace sonrió. Su dentadura, impecable, tenía algo de amenazadora. Cogió el mazo con una mano mientras señalaba con la otra el tocón que reposaba ante él:

- ¿Toma asiento señor Derek?

Algunas voces murmuraron tras Ace:

- No te fíes... Es el Guardián... es el nunca pierde...

Si el viejo las había escuchado no le prestaba ninguna atención. Su mano seguía señalando el tocón para que Ace se sentara.

Caminó con cautela hasta la vera de la fogata, sintiendo cierto alivio al comprobar el aspecto humano de aquel "Guardián". Era tranquilizador no tener que sentarse frente a un demonio astado para jugar a las cartas pero pensando que aquello mismo es lo que habría pensado aquel... aquella criatura, Ace no se fiaba y se mantenía a la defensiva. La sonrisa amenazadora en el viejo rostro y pensar que posiblemente no fuera un hombre le ayudaba. 

Echó un ojo a los alrededores en busca de una salida y después se sentó con la mayor calma que pudo. Las voces le advertían. ¿Qué tal si le indicaban la forma de abandonar aquel lugar? ¿Acatarían las ordenes de su Guardián y dirían justo lo que él quiere? Demasiadas preguntas abarrotaban la mente de Ace que ni siquiera se atrevía a imaginar como podría conseguir la respuesta para ninguna de ellas. Las tendría que ver venir... De momento aguantaría, esperaba que con ser fuerte conseguiría salir de aquella pesadilla...

El Guardián asintió al ver que Ace se sentaba. Luego tiró tres cartas boca arriba al suelo, justo en medio de los dos. Un as de picas, un tres de tréboles y una reina de corazones. Embarajó nuevamente las cartas que sostenía en la mano y le tendió el mazo a su contrincante, siempre sonriente.

- ¿Corta? Un cambio. Como no tenemos dinero que apostar propongo que nos juguemos lo que queremos al mejor de tres manos. Dígame señor Derek ¿qué es lo que quiere usted?

El tipo mantenía el mazo a medio camino esperando la actuación de Derek.

La visión de las cartas hizo funcionar su mente en un área al que estaba mucho más habituado. Hacía cálculos, probabilidades... solo le faltaba tener sus cartas para empezar una jugada que ya tenía casi visualizada. Estiró la mano para cortar, pero las palabras de aquel... hombre le recordaron donde estaba y se quedo congelado un instante. No llegó a tocar las cartas. Ace era poco participe de jugar sin apostar, pues no era lo mismo, pero allí no quería apostar nada. Más bien no quería perder nada, y por mucha confianza que tuviera en su juego allí las reglas físicas que conocía no reglaban el mundo de su alrededor. ¿Cómo podía saber que el Guardián no era capaz de convertir una carta en otra? ¿Cómo se podía ganar a alguien que puede hacerlo?

- ¿Qué es lo que quiere usted? - 

¿Qué se podía jugar? ¿qué podía perder? No estaba dispuesto a quedarse allí para siempre... 

El viejo sonrió.

- Me devuelve la pregunta. Pero seré cortés, después de todo yo le he invitado a la partida, así que contestaré. Yo, por supuesto, quiero su alma. Como supongo que la tendrá en alta estima estoy seguro de que pondrá un precio elevado a su apuesta. Dígame señor Derek ¿por qué juega usted cada noche? ¿qué desea en realidad de su vida? Porque todos sabemos como acaba la vida de un jugador ¿verdad? Normalmente en una esquina vomitando su hígado por un exceso de alcohol, drogas o ambas cosas. A veces vomitando el hígado tras una puñalada justiciera. Oh, los hay con suerte que acaban viejos montando un garito de apuestas de mala muerte mientras esperan a la parca. Si es verdaderamente afortunado puede que sus amigos mafiosos lo pongan al frente de uno de sus casinos. Pero si de verdad pudiera escoger ¿qué querría usted de su vida?

- Mi alma - pensó. - como no... - 

Las siguientes palabras del anciano rostro le hicieron plantearse su vida y sus objetivos con mayor profundidad de la habitual. De poder pedir lo que fuera, ¿qué pediría? ¿qué es lo que quería de la vida? ¿Poder? ¿Fortuna? ¿Mujeres? ¿Todo? No. Nada. Es imposible. Se forzó a dejar de pensar en lo que podría ganar, porque no podría ganar. Sabía como funcionaba el mundo y él había estado en la posición de estafador en muchas ocasiones para sacarle todos los ahorros a algún pringado que pensaba que sabía de que iba el poker. Él si sabía de lo que iba y sospechaba, posiblemente con mucho fundamento, que allí no obtendría resultados favorables a no ser que el Guardián se lo permitiese. Podía creerse más listo que cualquier hombre o mujer para tirarse a cualquier partida de cartas, pero allí habían fuerzas sobrenaturales fuera de toda lógica y pretendían quedarse con su alma. 

- La apuesta se sale de mi presupuesto. - dijo intentando sonar calmado. - Creo que seguiré buscando la salida de este lugar. Un placer. - añadió, levantándose y alzando la mirada en busca de algún sendero que le alejara de allí. No sería el primo por más tiempo, aunque recelaba de la reacción de aquel ser y no quería perderlo del todo de vista, por si acaso.

El individuo vio como Ace se levantaba y dejaba la partida sin perder la sonrisa. En realidad parecía haber quedado congelado por la reacción del tahúr. Sólo reaccionó cuando el joven llegó al umbral de un camino que desembocaba en el claro. Depositó las cartas sobre el tocón con cuidado y luego resopló.

- Un jugador que sabe cuando retirarse. Esto sí que va a ser una novedad.

Sus miradas se cruzaron un instante.

- No puedo garantizar tu seguridad si te internas por ahí.- se encogió de hombros mientras encendía un pitillo que Ace no había visto salir de ningún lado - Una partida es algo razonable. Un bosque de noche no lo es tanto. Pero ¿quién sabe? A veces hay que arriesgar para sacar una escalera ¿no?

Ace miró hacia el bosque. Acogedor, lo que se dice acogedor, no parecía. Pero tenía la sensación de que hiciese lo que hiciese la baraja la repartía siempre el Guardián.

No pudo evitar volver a sentirse el primo de la partida y la dignidad con que se había envuelto al rehusar la partida desapareció. Fuera como fuera estaba en sus manos. ¿Era buena idea entonces rechazar la partida? Volvió a mirar al sendero con desasosiego y después los tocones donde el viejo fumaba un cigarro... Parecía un lugar más tranquilo, más seguro... pero ¿no podía convertirlo eso exactamente en un lugar más peligroso por incitarlo a bajar la guardia? 

- La fortuna siempre esta de mi lado... - respondió, sin la seguridad que normalmente transmitía, antes de encaminarse por el sendero. 

Pensó, quizás como alguna forma de consuelo, que si perdía no sería en su especialidad. En ella le dolería más haber sido engañado cuando normalmente era él quien dominaba el juego. Además en aquel bosque no estaba arriesgando su alma... Al menos no tenía esa impresión... ¿Y no era peor perder tu alma que la vida? Ace ya no sabía que pensar... -Ojala Petucho hubiera sido más claro... - Se lamentó. 

Ace desapareció por el sendero. El viejo recogió su mazo de naipes y los embarajó nuevamente. 

- Debería haberle dicho que no hay salida por ese sendero. Cuando uno escapa de los desafíos tarde o temprano acaba perdido en su huida. Pero claro... ¿quién te diría la verdad en una partida de póker?

Se levantó y se alejó en dirección contraria al sendero que había tomado Ace.

Nadie nunca volvió a ver a Ace Derek. Algunos pensaron que había hecho la jugada de su vida y desaparecido. Otros pensaron que quizás había hecho trampas en el lugar inadecuado, otro motivo para desaparecer. Pero a veces, cuando el viento susurra entre los árboles del Central Park hay gente que cree escuchar una voz desesperada que dice: está bien... jugaré...