Partida Rol por web

Epílogo

El regreso desde L.A. no fue ningún problema. Michael conocía a gente allí que le debía favores y tras un par de llamadas regresaron en un coche hasta Nueva York. Durante todo el viaje Haggarth siguió en coma. Y así permaneció cuando lo entregaron de vuelta a la familia Nicoro. La extraña historia sobre el peyote y los amigos del contable desconcertó a Ezzio pero los resultados, que al final era lo que importaban, eran correctos: el contable seguía vivo, no se había ido de la lengua y el juicio había quedado en un resultado de no culpable por falta de pruebas. Ahora que los Nicoro se encargasen de averiguar en qué extrañas historias estaba metido su hombre libre. 

Michael regresó a sus asuntos. Es decir: extorsión, violencia y juego. Si lo que había vivido le había afectado lo sabía disimular bien.

Smoke se retiró a la casa que tenía en el campo. Durante todo el trayecto de vuelta había estado más silencioso de lo normal y había dormido muy poco, casi nada. 

Angelo se volcó en su trabajo al regresar: expedientes, juicios, leyes y libros. Volver a la normalidad: ese era su lema. Quizás olvidar también. Aunque no le gustaba reconocerlo había empezado a beber más de lo habitual.

Nina no volvió a mencionar el asunto. Dejó que los hombres se ocupasen de tramitar el regreso a Nueva York y una vez allí se mantuvo prudentemente a la sombra de Michael, que acaparó toda la atención de Ezzio con su historia. Luego se despidió de los demás. Seguía pareciendo la niña ingenua de siempre. Pero en su mirada había algo: quien se asoma al abismo no puede olvidar las profundidades. Pero no había miedo en su mirada. No. Lo que había era determinación.

 En algún lugar de los muelles de Nueva York

Puede que sea uno de los múltiples almacenes de carga abandonados en la zona sur de los muelles. De hecho este lugar tiene un nombre: le llaman el almacén del diablo. Los estibadores han escuchado rumores sobre él. Alguna noche de tormenta un novato despistado ha aparcado frente a un almacén donde se supone que recibirá trabajo. Y luego el coche aparece en el borde del muelle 313. Allí no hay ningún almacén: ardió hasta los cimientos cuando un rayo lo incendió aquella noche de 1945. Pero a veces, cuando hay una tormenta fuerte, reaparece. Los estibadores más viejos y los guardias de seguridad evitan el muelle 313 cuando llueve fuerte y el viento gime como un alma condenada.

La cámara recorre el escenario lentamente. Cajas apiladas y polvo. Telarañas. Penumbra. Se detiene en un espacio abierto cubierto por un polvo negruzco que recuerda a las cenizas de un incendio. Hay una lámpara amarillenta en el techo bajo la cual se encuentra una precaria silla de madera.

Un hombre pálido y alto permanece de pie junto a la silla. Lleva una gabardina negra, guantes blancos y un sombrero de fieltro que tapa la mitad de su rostro. Enciende un cigarro en sus labios y por un momento la llama del mechero permite atisbar su rostro. Es Paolo Veretta, el consiglieri de los Nicoro.

Se escuchan unos pasos. Paolo no levanta la mirada. El humo asciende esquivando el ala de su sombrero. Una voz femenina habla desde algún punto fuera de la cámara:

- El contable está hecho trizas. No podrá contarnos nada... su mente ha sido atrapada.

Nicoro apoya una mano en la silla. Le da otra calada al pitillo y contesta:

- El Maestro no está contento. Las cosas no han salido como debían. 

- Al menos no ha podido dar la voz de alarma. El resto del plan puede continuar...- contesta la voz de mujer - Y tenemos los libros.

- La información más importante estaba en la cabeza de ese contable. Ahora ya no nos es útil. Tendremos que intentar un contacto.

- Pero... sigue vivo. ¿Cómo se puede contactar con un vivo?

- No se puede.- contesta simplemente Nicoro.

El consiglieri tira el cigarro al suelo y lo pisa con ahínco, como si con ese gesto pudiera aplastar sus problemas actuales.

 Capítulo 1x02
OMERTÁ

Aedea: 
Nina Terrasini
Argolyn: Michael Terrasini
Arkanum: 
Angelo Terrasini
Rashemí: 
Edward Sullivan