Partida Rol por web

Nina se levanta y sigue al viejo, mirándole con curiosidad y sin disimulo cuando se saca la camisa.

-¿Qué significan esos tatuajes? No creo haberlos visto antes, y eso que tengo un amigo que se dedica a hacerlos, y a veces me trae los álbumes de fotos con miles de ellos. Quiere que le deje hacerme algo, pero ni hablar. Son... raros. Joder, parece que se muevan.

Sin llegar a tocarle resigue con los dedos los dibujos.

-¿Quiere que le ayude? Lo digo en serio.

Se calla cuando Haggarth se pone en posición y se concentra. Pero ante su última frase, no puede evitarlo y le pregunta. Y su tono de voz es serio y casi solemne al hacerlo:

-¿Por qué? ¿Qué ocurriría si le interrumpieran...? Y... ¿Qué ocurrirá si no le interrumpen...?

Mantiene su posición relajada por unos minutos, pero no tiene demasiada oportunidad de distenderse, pues las voces siguen ahí afuera, empecinadas en interrumpir su letargo. Resignado, se acomoda nuevamente, sólo para ver a un Haggarth en cueros, con la piel surcada por extraños diseños. El sicario frunce el ceño, centrando su vista en cada uno de los tatuajes, que parecen conformar un entramado de dibujos interconectados.

No sabe decir si aquel movimiento en la tinta es algo producto de su imaginación o un efecto visual, pero ciertamente le genera dudas. Hay algo de credulidad en él, pues ser testigo de incluso tan nimios horrores ha producido un cambio en su visión. Pero jamás lo admitiría. La actitud infantil de Nina le irrita, pero no interviene. No pretende molestar al viejo. Quizás por respeto, quizás por inconsciente confianza en sus palabras.

El anciano sonríe ante la retahíla de preguntas de Nina:

- Las fuerzas con las que trato no dan su ayuda de buen grado, lo hacen obligadas y cualquier error puede provocar... un cambio. Sin embargo les aseguro que si no me interrumpen y guardan silencio sólo durante diez minutos...- dice esto último mirando a Nina - todo irá perfectamente.

La Ragazza capta el mensaje del contable y al instante se echa atrás, se apoya en la pared, y calla. No se la ve molesta por que la hayan puesto en su sitio, sino interesada en lo que el anciano va a hacer. Aunque no deja de echar vistazos de soslayo a la puerta y a las ventanas por si percibe alguna señal de alarma.

Michael ladea la cabeza y arruga los labios en un gesto puramente italiano cuando le dice a nina:

-Nina...shhhh...

Y mueve la mano de arriba a abajo como se le hace  a los perros para que se sienten. Podría considerarse un gesto de ternura si el que lo hiciera no fuera Michael. Para él la palabra ternura sólo define el punto de cocción de la carne.

Cuando los demás empiezan a guardar silencio el viejo cierra los ojos. Los otros lo observan entre divertidos y curiosos. La estampa de un abuelete tatuado meditando resulta bastante bizarra.

Entonces empieza a murmurar. Nina se echa hacia adelante para intentar discernir lo que dice. Angelo no le quita ojo, muy serio. Michael sonríe de medio lado y Smoke lanza un callado suspiro mientras enciende un cigarro impaciente.

Los murmullos siguen un ritmo, una letanía, pero no se entiende nada. Es entonces cuando los demás se van fijando en los tatuajes. Ahora se mueven de verdad. Parece como en esas funciones underground donde los músicos tocan mientras un proyector los ilumina con una filmación pop sobre ellos. Esa es la sensación que tienen los mafiosos al ver los tatuajes en movimiento. Los símbolos se deslizan por la  piel del viejo persiguiéndose entre sí. Haggarth aprieta los labios como si este movimiento le doliese. Se perfilan gotas de sudor en su frente. Los demás se miran entre sí intranquilos.

Un tatuaje se desintegra entonces. Se desvanece de la piel como si la tinta pudiera evaporarse. A ese tatuaje le siguen otros dos más. El viejo sigue murmurando la misma letanía mientras su rostro se contrae ante un dolor interno que parece insoportable. Los demás no se dan cuenta pero todos se han quedado completamente inmóviles, fascinados por lo que sucede ante sus ojos. Ni siquiera Smoke o Michael tienen la entereza de apartar la vista para vigilar las ventanas cerradas.

Y de pronto ¡algo se materializa ante la cara del viejo! Podría ser una nube de humo, polvo... pero las partículas en suspensión crean formas precisas. Parece una calavera con cuernos. De pronto un torbellino y forma un insecto de decenas de alas. Un nuevo suspiro y es la calavera.

Haggarth abre los ojos y habla en una lengua desconocida. Su mirada se mantiene fija en la voluta de humo. Su voz parece resonar dentro de su cuerpo, como si fueran varias personas las que hablan a la vez. Y la calavera contesta en ese mismo idioma. Los demás la oyen dentro de su cabeza. Están seguros de que si alguien estuviese grabando esta conversación sólo captaría la extraña voz del viejo... pero oyen unas palabras tan extrañas e insidiosas que sienten un rechazo primario de miedo ante su pronunciación. Sea lo que sea lo que se comunica con John Haggarth, contable de Nueva York, no es algo hecho para los humanos.

Nina siente miedo de su propia ambición, Smoke de la venganza de los muertos, Michael de su propia furia desatada y Angelo del vacío de conocimientos a los que nunca llegará. Todos sienten, con esas palabras incomprensibles, que algo totalmente malvado mora en cada corazón humano. Es una certeza tan terrible que resulta dolorosa.

Tras lo que parece una eternidad pero no deben ser más que unos segundos la voz calla. El viejo cierra de nuevo los ojos y sigue con su letanía. La voluta de humo se desvanece y los tatuajes se detienen. Los otros intentan moverse pero todavía no son capaces. Saben que han visto algo más terrible de lo que puedan llegar a contemplar en sus vidas. Y quizás dan gracias a algún dios falso por no haberlo comprendido.

De repente la letanía se detiene. El viejo cierra los ojos y se desmaya.

En su vieja piel faltan al menos media docena de tatuajes, dejando un vacío desconcertante....

Michael asistía al espéctaculo dantesco del tipo divertido. Sin embargo, en el momento en que aquellos tatuajes misteriosos empezaron a bailar, tambien lo hizo la percepcion de Michael de la realidad. Se vió trasladado al pasado, a la vida con su padre. A las palizas. Michael era de nuevo pequeño e indefenso. su padre le hacía daño, de repente, la cara de su padre cambió y se transformó en la suya. La expresión, la risa, eran las mismas pero ahora era él el que le sacudía con la vara a Homero, su hijo.

El pobre niño lloraba y gritaba a todo pulmón pero michael no cejaba en su empeño y en sus risas. La experiencia fue terrible para el propio Michael, que se veia a sí mismo maltratando lo único que amaba en este mundo, a su hijo. Las lágrimas del mafioso cayeron al suelo rompiendo el encanto del hechizo del viejo. Cuando se recuperó un poco Michael supo que nunca sería el mismo. Que nunca podría mirar  a Homero de la misma manera. Michael se despertó con los lagrimones cayéndole por las mejillas.

Oh, si, aquello era real. Pero algo peor que real, había sido revelador. Michael se despertó sin rabia, solo con verguenza.

Aquello es inconcebible. Maligno, pero... real. Nunca habría pensado que pudiera enfrentarse a algo así. Y se siente mal. Mal, desencajada. Aunque algo de todo aquello le fascina, algo la atrae morbosamente, un magnetismo más allá de la razón y la lógica, incluso del instinto de supervivencia, el atractivo del mal, del caos, de la oscuridad.

Mareada se reclina de nuevo apoyándose en la pared, para rehacerse.

-Joder... joder....

¿Que diablos había pasado con los tatuajes? Cuando el viejo habló de canticos y rituales, Angelos e había preparado para lo peor, sobre todo despues de la experiencia de ver lo que había visto aquel día. Pero aquello atentaba contra cualquier raciocinio y lógica. ¿Que artes olvidadas practicaba el contable? Todo lo que Angelo conocía y presumía como verdad pareció derrumbarse en aquel lugar.

Smoke tiene un gesto cansino en el semblante, habiendo tenido suficiente de tanta palabrería sobre saberes arcanos, rituales y mierda parecida. Los cánticos del viejo le hacen recordar un tanto forzadamente a una anciana haciendo yoga, pero sus ojos perceptivos, por desgracia, no tardan en captar el constante movimiento de la tinta por su piel. Queda embelesado, sin posibilidad de quitar sus mirada de los tatuajes fluctuantes.

Sus ojos están abiertos de par en par. Una nube negra se materializa frente a Haggarth, pero al mismo tiempo, decenas de figuras difusas y siniestras se le unen, aunque las miradas de todas ellas se centran en el sicario. Él jamás ha sido capaz de olvidar los rostros de aquellos a los que mataba, pues por poco que le afectase, algo en su interior sabe que se trata de una acción anti-natural. La mirada penetrante de cada una de aquellas almas perdidas en el tiempo se clava en su persona, y reconoce a cada uno de los individuos. Hombres y mujeres de toda edad y procedencia, mutilados, baleados, quemados, ahorcados, pálidos y reprochadores.

El cántico del viejo se amplifica en su cabeza, y una letanía de voces que no tiene sentido alguno retumban en lo profundo de su cráneo. Algo despierta en él, mientras su cerebro agoniza. Una sensación de conocimiento. Algún saber oculto que reside en la profundidad de su subconsciente, transmitido por la sangre desde la era en la que los humanos danzaban con los demonios y los horrores ocultos, pero que la misma psique no se atreve a llamar por miedo a ser sobrepasada, aniquilada por una oleada de terrible sabiduría.

La materialización de sus fantasmas se esfuma, junto a la nube negra frente al contable. Smoke está completamente inmóvil, incapaz de mover un dedo, por miedo a que hasta la más mínima acción por su parte despierte horribles monstruos nuevamente. Su percepción confunde la realidad con la alucinación. Nota los tatuajes que faltan, recuerda el dolor en el semblante del anciano. Cree haber comprendido por fin que no están solos. Haggarth tenía razón. Pero su mente está demasiado ocupada. Sus músculos, hace segundos tensos, se relajan, amoldándose al sofá otra vez. Allí se queda, contemplando el vacío. ¿Realmente esta vacío aquel punto del universo?

Edward estaba pálido, atónito. Los demás se fueron recuperando poco a poco y se acercaron al viejo. Entre Michael y Nina apoyaron al anciano en un sillón. Angelo, todavía con la copa en la mano, se sirvió un trago largo. Pero Smoke seguía mirando el lugar que había ocupado el anciano como si el contable siguiera allí. Tardó un rato largo en reaccionar y cuando lo hizo su rostro reflejaba una desesperación que hasta el momento no se había hecho patente.

El anciano tardó unos minutos en recuperar la consciencia. Michael, que se había repuesto ya del susto, observaba desde las ventanas los alrededores. La noche caía sobre la cabaña.

- ¡Se abierto uno de los Sellos!- dijo el anciano al abrir los ojos - ¡Se ha abierto uno de los Sellos!- repitió como si dicho hecho fuera de vital importancia.

Michael zarandea un poco a Haggarth para que se serene.

-Viejo, recuerda que no sabemos de lo que hablas. Todos te creemos ahora, después de ver a ese demonio o lo que coño fuera, pero vas a atener que explicarte.

-Nina, ponle un poco de Bourbon.

Sin rechistar esta vez, cosa extraña, Nina se acercó a la botella de bourbon que aún estaba junto a Angelo, y sirvió un poco en un vaso. Pero en vez de dárselo al anciano, se lo tragó de golpe. A continuación cogió ese vaso y la botella, y se acercó de nuevo al sillón donde Haggarth acababa de rehacerse.

-¿Quiere...? ¿Quiere un poco, nonno...?

Sirvió de nuevo dos dedos en el vaso, y se sentó en el suelo, a su lado, tendiéndoselo.

-¿Qué son los Sellos...? ¿Qué quiere decir con que se ha abierto uno...?

No cesaba esa fascinación que había sentido ante lo que acababa de ver, y la dualidad entre su percepción del atractivo de toda esa oscuridad, esa maldad, y su remordimiento por ello. Estaba seria, concentrada, rememorando cada movimiento de los tatuajes, cada gesto obsceno de la facies demoníaca, del lenguaje críptico y aberrante. Quería saber. Y estaba aterrada de quererlo, y de que llegara a saber.

El contable imitó a Nina y se tomó su bourbon de un trago. En su rostro habían aparecido numerosas arrugas que no estaban antes. Miró a los demás:

- Los Siete Sellos son casi una leyenda... mantienen los poderes de la magia bajo control. Existen... facciones, Cábalas. No es muy distinto de las familias de la mafia... pero a un nivel mucho mayor de lo que podríais comprender.  Normalmente gente poderosa de esas Cábalas mantienen los Sellos bajo vigilancia, ocultos y cerrados, pero en ocasiones alguien auna fuerzas para intentar romper varios de ellos y utilizar su energía... Sucede muy raramente, cada varios siglos, pero conlleva un cambio radical en el mundo conocido. La última vez que sucedió fue a finales del siglo XVIII y en esa ocasión la Guerra Mágica desató lo que los demás conocieron como la Revolución Industrial.

El vaso temblaba en manos del viejo. Todo el aplomo que había exhibido hasta el momento se disipó.

- ¡Uno de los Sellos ha sido abierto! ¡Eso provocará una nueva Guerra Mágica! Quienes se hayan adelantado contarán con una ventaja temible... ¡por eso me buscaban! ¡el Sello está en Nueva York! ¡Debo contactar de alguna manera con el Consejo para advertir de lo que sucede!

Michael se habia perdido cuando el viejo habia empzado a hablar de historia.

-La revolucion ¿que? ¿Una guerra?

Michael negaba con la cabeza y con con el dedo indice. Puede que las cosas se hubieran salido de madre, pero órdenes son órdenes.

-Mira, viejo. Lo siento pero nadie se va a ir de aqui hasta que Ezzio lo diga. Por muchos demonios y fantasma que vengan, la familia se juega mucho con todo este asunto y no voy a a ser yo quien la cague. Tus amiguitos del consejo se las tendrán que apañar como puedan. Contacta con ellos con güija, si quieres, que de aqui no se mueve ni dios.

La muchacha miró a Michael con los párpados entrecerrados, la mirada algo ladeada. Luego la devolvió al rostro del viejo, sin modificar la rasgada hendidura donde se entreveía el verde, oscurecido por las pestañas. Seguía pensativa, sopesando palabras y sucesos. Se había abrazado las rodillas, sentada como estaba en el suelo, y apoyado la barbilla en ellas.

-Zio Michael lo ha dicho crudo, pero tiene razón. Las órdenes son claras, nonno. No podemos movernos. ¿qué tienen qué ver los Nicoro con todo esto? ¿Te debes a ellos o a ese Consejo? ¿O es que son una misma cosa...?

No, evidentemente no son una misma cosa. Pero, ¿quién manda en ti, amigo?

La mente de Nina chirriaba. Demasiados inputs, demasiada información de un universo demasiado vasto y demasiado nuevo.

El viejo comprendía, sin duda, que ellos eran parte de una Familia, y que debían obediencia. Los Terrasini habían ordenado, y ellos responderían como tenían que hacerlo. Pero el viejo, ¿a quién obedecía? Porque Nina se daba cuenta de que, quienquiera que fuera ese Consejo, era mucho más fuerte que los Terrasini, y que los Nicoro, y que toda la mafia junta. Y llegar alto en ese Consejo, era subir alto en un universo mucho más vasto, mucho más grande que la Familia. A Nina se le ensanchó el pecho de ambición, de ansia. Y de miedo.

El viejo miró a Michael y abrió la boca. Luego escuchó a Nina. Y finalmente bajó la cabeza. Con parsimonia recogió su camisa y comenzó a abrochársela.

- Lo comprendo.- dijo recobrando algo de la entereza que había perdido durante el ritual - Sirvo a los Nicoro pequeña. Y nada tienen que ver con los que yo he llamado el Consejo. Mi otro mundo es... más confuso. No le puedes pedir a un Cabalista que rinda homenaje a nadie... somos gente individualista. Pero si empieza una Guerra todo cambiará.

Un aullido se escuchó a lo lejos. Todos eran gente de ciudad, acostumbrados al asfalto, pero hasta Angelo sabía que los lobos no se acercaban tanto a las zonas urbanas. Y Nueva York estaba a media hora de coche, sin contar con Nueva Providence, que estaba allí al lado. Además ¿qué tamaño tiene que tener un lobo para aullar de esa manera?

- El Servil me lo advirtió. Vendrán a por mí. No sé lo que quieren ni quienes lo quieren... pensé que eran los Haitianos pero puede que ellos sean meras marionetas. Debemos prepararnos... Mi ritual me ha dado información pero no me ha proporcionado protección. Los Serviles piden más de lo que les puedo dar ahora mismo, la apertura del Sello ha creado vínculos que refuerzan el poder de las criaturas mágicas.- nuevamente el anciano se perdía en su jerga mitológica, sólo que ahora los otros eran más perceptivos a sus palabras - Debemos sobrevivir a esta noche... si lo logramos mañana quizás pueda contactar por otros medios con alguien que nos ayude.

Asintió, pensativa. Volvió a mirar a Michael, la cabeza ladeada. Y a renglón seguido, miró a Smoke, y a Ángelo. ¿Quién de ellos tendría más peso para Ezzio?

-Uno de nosotros tendría que llamar. Y pedir refuerzos, o algo parecido. Ya hemos visto lo que hay, pero no podemos contarlo. Hay que pensar cómo pedir esos refuerzos para que el motivo sea convincente. Porque supongo que pedirle al jefe que nos traslade no servirá de nada... -clavó los ojos en el viejo, esperando una confirmación- le encontrarán donde sea.