Partida Rol por web

-Ehhm.. - es la unica respuesta que se le ocurre ante la advertencia de Smoke y es que parecía estar preocupado por algo.

- Yo creo que había alguien ahí fuera. En el pasillo - le dice al asesino en voz baja para evitar que sus palabras se escucharan por el interfono por el que hablaba Nina. - Ya sabes. Escuchando - continua al mismo tiempo que pone una cara de circunstancias un tanto ridicula.

La cara del abogado parece decir la verdad. Michael se iba a reir de él por dejarse acojonar pero le parece mucha casualidad que, justo tras oir algo en el pasilllo, llamen a la puerta.

El pequeño matón saca su arma y quita el seguro. A continuación se acerca a la puerta para mirar por la mirilla.

-Cuidado, picapleitos -dice al apartar a Angelo.

Varias cosas suceden de forma simultánea.

Michael saca el seguro a su arma y se acerca a la puerta para echar un vistazo por la mirilla.

Nina coge el teléfono y sonríe todavía pensando en el susto que se ha llevado Angelo.

Angelo se vuelve hacia Smoke, que se ha levantado del sillón.

En ese momento la puerta recibe un golpe tan brutal que la cerradura salta hecha astillas. Con el impacto Michael se ve empujado hacia atrás mientras lanza una sarta de improperios. Con el empujón tanto Smoke como Angelo se ven desplazados hacia atrás. Nina, por su parte, aferra todavía el teléfono sin haber llegado a escuchar a nadie al otro lado. Está junto a la puerta y por puro instinto salta dos pasos atrás llevándose consigo el auricular.

En el umbral de la puerta aparecen tres individuos que parecen sacados del after-hours de peor calaña de la ciudad.  Ropas entre hippie y punky, desaliño general. Es increíble que sigan en pie porque llevan tal colocón que sus ojos están en blanco. En lugar de gritar o amenazar solo aullan como imbéciles mientras mueven sus armas. El problema es que es precisamente ese: están armados. El que está delante lleva un jodido machete en su mano mientras los dos tipos que lo flanquean mueven sus navajas en el aire. Está claro que estos tipejos no son profesionales: son basura urbana. Pero basura urbana armada con machetes y cuchillos.

El estruendo por la puerta arrancada de sus goznes de una patada ha sido atronador, y la avalancha que ha seguido, un caos. Nina se ha visto empujada, si no físicamente sí por la situación, hacia atrás, haciendo imposible cualquier intento de huida.

Asiendo aún el teléfono grita compulsivamente. Y, de inmediato, su cerebro inundado de adrenalina piensa con rapidez. Y convierte ese grito en palabras, para que si quien sea que está al otro lado del hilo es un Terrasini o un Nicoro, sepa lo que está ocurriendo:

-¡Nos atacan! ¡NOS ATACAAAN!

Si bien mantiene el teléfono agarrado, con su mano libre busca algo que siempre lleva encima, junto a la pistola. Una pistola es un seguro de vida, pero no siempre. Y en esta ocasión, posiblemente sea lo contrario... pero un spray de defensa... si hay una ocasión para usarlo puede ser un buen elemento para crear una confusión inesperada, y dar una oportunidad a alguno de los hombres para contraatacar.

Nina grita de nuevo cuando siente el frío filo de una navaja clavándose en sus costillas. Cuando miraba una película siempre pensaba en que sentirían los protagonistas al ser heridos. Mientras nota como la sangre baja por su cadera y el frío de la navaja traza un surco saliendo descubre que no duele tanto como pensaba. Por lo menos no al principio. Nota, eso sí, como le falta el aire mientras sigue aferrada al teléfono y saca su spray del bolso.

Otro de los macarras se abalanza sobre Michael. El machete traza un arco que podría haber sido mortal si no fuera porque el mafioso desvía el golpe con su antebrazo. Siente como la adrenalina se le dispara mientras intenta apuntar a ese maldito cabrón aullante que tiene encima.

El tercero de los macarras aprovecha la confusión para golpear la puerta de la cocina y meterse dentro. ¡Están buscando al contable!

Michael siente una punzada de dolor cuando le rajan el brazo.

-Malas noticias, hippie: Yo soy el que tiene una pistola cargada.

Es verdad que, al tenerlo tan cerca, le cuesta apuntar pero Michael conserva la clama y busca el momento apropiado para apretar el gatillo....¡BANG!

Durante el forcejeo Michael se las apaña para poner la pistola sobre el hombro del tipo y disparar. ¡BANG! Una bala atraviesa limpiamente el homóplato del hijo de puta. El matón ve como el individuo se retuerce por el dolor pero sigue igual de fuerte e impasible, con los ojos en blanco, intentando rebanarle el cuello con el puto machete. Malditos capullos drogados hasta las cejas...

Golpes, gritos, pólvora en detonación, destellos. Smoke conoce la rutina. La ha vivido, la ha causado. Su brazo derecho ase su arma en un parpadeo, mientras que con la izquierda apura al abogado. -¡Atrás! ¡Tienes un arma, la usas!- ordena, como un telegrama.

La sangre ya decora el suelo y las paredes, pero los yonkis no se detienen. El sicario voltea hacia uno de ellos, que patea la puerta de la cocina, en una búsqueda ciega y frenética. Jamás había visto una droga que actuase así. ¿Cómo pueden estar esos malditos lúcidos y drogados al mismo tiempo?

Sus pensamientos son fugaces, y también su accionar. Su cañón apunta al buscador. Un casquillo que flota en el aire, un destello efímero, la corredera en retroceso, y la bala que surca el aire en busca de una vida.

El disparo de Smoke le da en el hombro al individuo justo en el mismo momento en que éste se introduce en la cocina, saliendo de la escena.

En medio de todo el barullo los dos matones se dan cuenta de una cosa extraña: no hay sangre en el suelo salvo la que ha dejado la fea herida de Nina. Aunque Michael le ha descerrajado un disparo en el hombro a su oponente y Edward le ha dado en una pierna al suyo ninguno de los dos tipos dejan manchas de sangre. Sin embargo ahora mismo los guardianes están demasiado preocupados por mantenerse con vida - y mantener a los suyos - como para preguntarse algo al respecto de este misterio..

Con la mirada desenfocada por la sorpresa y el dolor Nina se escurre pared abajo hasta el suelo. Ha soltado el auricular, que pende del hilo con un movimiento de vaivén extraño.

La sangre mana del costado, abundante, y aunque aprieta con la mano, apenas sirve de nada...

Maldita sea. El olor a sangre empezaba a invadir aquel cuchitril y a provocar unas nauseas terribles a Angelo. Las cosas se habían complicado y todo aquel lío de disparos, cuchillazos y ojos en blanco habían saturado al abogado hasta llevarle casi al estado de shock. Así que enfiló como pudo sus pasos hasta el dormitorio. Así intentaría que los tipos aquellos no le hicieran daño al cabrón del contable.

Angelo se escurre entre los individuos abriendo la puerta del dormitorio. El contable está sentado todavía en su sillón y levanta una mano hacia el abogado cuando éste irrumpe en la habitación. Al ver de quien se trata pregunta imperiosamente:

- ¿Qué sucede ahí fuera?

Es curioso pero Angelo juraría que cuando levantaba la mano no lo hacía para protegerse sino como si lo señalase. Ahora mismo el contable no muestra aspecto de estar asustado sino más bien confundido. ¿Es que el único que va a pasar miedo en ese maldito piso es Angelo?

Afuera Nina se escurre contra la pared, con el spray en la mano, dejando caer el teléfono. Nadie ha contestado desde el otro lado. La muchacha ve como el matón que la ataca parece ignorarla para volverse hacia Michael.

Ya en el suelo, medio arrastrándose medio gateando, es decir, como puede, Nina se mueve. Hacia la puerta descerrajada, hacia las escaleras.

Aferrando el spray con fuerza, sin ningún sentido ni utilidad, no piensa en nada más que en salir de allí, porque con sus heridas no puede hacer nada. Nada más que dar el aviso a Ezzio, si puede sobrevivir...

Nina avanza desesperada, a gatas, hacia las escaleras. Se aferra con la mano la fea herida dejando un reguero de sangre a su paso. Por fortuna para ella los asaltantes parecen comprender, pese a lo pasados que van, que tanto Smoke como Michael son un mayor peligro. Al pasar por su lado ve como el otro tipo llega hasta el fondo de la cocina. ¿Qué pasa? ¿No se da cuenta de que en esa pequeña estancia no hay nadie que pueda ocultarse?

Al llegar al descanso se intenta incorporar apoyándose en el marco de la puerta. No hay ascensor, sólo las escaleras que suben y bajan. No se abre ninguna otra puerta del edificio aunque hay otras tres viviendas en esta planta. El vecindario es gente de clase media en este lugar: nadie se arriesgará a salir de sus casas y probablemente alguno ya esté llamando a la policía.

Dentro del apartamento el que propinó el navajazo a la ragazza se gira hacia la puerta que ha abierto Angelo y avanza hacia la habitación donde está el contable.

El otro sigue aferrado a Michael intentando rebanarle el cuello con su machete. Sin embargo el pequeño matón no es presa fácil: le tiene agarrado el antebrazo y aparta el filo de su cara mientras intenta buscar un hueco por el que meterle un tiro.