Partida Rol por web

¡Vamos! Gritó Melinda nerviosa al ver que el sol ya había salido y que el reloj marcaba ya casi la hora de la premonición. ¡No podemos seguir esperando tanto! ¡Tenemos que trazar un plan cuanto antes! O al final nos sorprenderán los brujos aquí.

Melinda llevaba mucho tiempo callada, pero es que para ella aquella situación le superaba. Confiaba en el resto de sus primos para que tomaran una decisión y formasen un plan definitivo.

Era la hora de que todos hablaran y opinaran de una vez. O en caso contrario, dejarse guiar por el plan que uno de ellos formase.

- Perfecto.- dijo, examinando tanto los hechizos como los contrahechizos de su prima. Levantando la mirada hacia el resto de primos intentó definir el plan de una vez por todas, juntando las aportaciones de cada uno de ellos. 

- Vale.  A ver. Hagamos lo que dice Henry y vayamos a un callejón. Él mismo- dijo, mirando a Henry, dejando a un lado las ganas de protegerle de todo daño, como hermano suyo que es, y demostrándole su confianza.- y otro voluntario podrían entrar en él, pretendiendo haber quedado ahí para contarse algo de lo que no quieren que nos enteremos los demás primos. El resto, con el hechizo de camuflaje, nos mimetizamos con la pared y esperamos fuera del callejón a que lleguen los atacantes.- paró un momento, poniendo en orden sus pensamientos.- Digo lo de esperar fuera, para que seamos nosotros quienes les acorralemos y no al revés. Pero si alguien quiere camuflarse dentro del callejón como refuerzo, puede hacerlo. ¿Os parece bien?- preguntó y esperó a que el resto respondieran.- ¿Alguno de los que tenéis más experiencia con la magia os ofrecéis a pronunciar los conjuros de camuflaje?- No se sentía lo suficientemente segura como para hacerlo ella misma. No podía cagarla ahora, tan cerca del momento señalado para el ataque. 

Mantuvo silencio durante un buen rato. No entendía cómo era tan difícil que se pusieran de acuerdo. Estaba claro que sus padres deberían haberse preocupado por interrrelacionar más a los primos por si algo le pasaba a Chris.

En su mente se fue dibujando la escena: los demonios llegando al P3, y ellos tendiéndoles una emboscada. Sería un plan suculento si alguno de ellos fuera capaz de utilizar sus poderes de forma eficaz. En la situación en la que se encontraban, Penny no podía evitar pensar que era un suicidio colectivo.

De repente las cosas cambiaron y empezaron a hablar de salir del local. A Penny le dolía la cabeza de tanto cambio, tanto como le escocían las heridas de su cuerpo.

- ¿Podemos ponernos de acuerdo de una maldita vez? - mientras hablaba se presionaba la frente con los dedos. - Dentro, fuera... me da exactamente igual lo que decidáis hacer, ¡pero decididlo ya!

Nunca llegó a saber si sus palabras surtieron efecto pero, por fin, parecía que había un plan. Se puso en pie y se unió a los demás. - Yo voy con Henry.

Al oír a su prima se dió cuenta de que casi era la hora, Pat se ajustó bien las correas de la bandolera y se aseguró que las pociones estaban a mano; estaba preparada para hacer su parte en el plan. Escuhó las últimas indicaciones de Tam y, a pesar de preferir haber hecho la emboscada en otro lugar, asintió a sus palabras y respondió con inseguridad a la última pregunta.

- No me convencen mucho los hechizos, casi mejor si son pronunciados por varios.

Su mirada recorrió a sus primos buscando a quienes se ofrecerían voluntarios para la labor; ella no se creía especialmente buena en esos temas, lo suyo era mas el cuerpo a cuerpo y no la magia, ni tanto pensar.

Melinda miró a Penny que parecía la única que quería actuar ya. Será mejor que vayamos lanzando ese conjuro ya. ¡Déjame que lo eche un vistazo! ¡Y en cuanto lo lancemos, nos vamos directamente al callejón! ¡Ya va siendo hora de tomar decisiones!

¡Vamos Penny, voy contigo!

Penny pareció contenta por ver que Melinda iba encauzando las acciones de los primos Halliwell. Echó a andar hacia ella, situándose a su lado y centrando su vista en el conjuro. Solo necesitaba una señal y empezaría a pronunciarlo. - Cuando tu digas.

Pat vió como, tanto Mel como Penny, se posicionaban para pronunciar el hechizo y pensó que, a pesar que no se le daba bien, una voz y una voluntad mas siempre venía bien. Se acercó a ellas y asintió poniéndose a su lado, en cuando dijesen las acompañaría.

- Vamos. - digo encaminándome hacia el callejón.

Guardo la daga en la espalda sujetándola con la cintura del pantalón y me aseguro de que la chaqueta la cubre perfectamente.

- Cuando estéis preparados .... - prosigo. Yo estoy lista.

Hago un alto para mirar a mi primo mientras le tiendo la mano y le guiño un ojo en señal de complicidad.

- ¿Henry?

Henry pasó la mano por encima del hombro a Penny y besó su cabeza, para que se tranquilizara. Se movió hasta llegar a la mano de P.J. y cogió su mano.

Iremos fuera, no podemos salir todos a la vez dijo, soltando una obviedad. Salimos por la entrada principal, usar la puerta trasera. La tercera calle a la derecha hay un callejón vacío y suficiente ancho para combatir. La luz del día todavía tardará en iluminarlo, pero no estaremos a oscuras.

Henry se dirigió hacia la puerta, moviendo a sus dos primas

Tam terminó por colocarse al lado de las otras chicas y tomarles de las manos. Cuanta más gente lo pronunciase probablemente más eficaz sería el hechizo.

Esperó la indicación de su prima Pat o Mel mientras repasaba en su mente las palabras que acababa de leer hacía menos de dos minutos y que ahora estaban escritas en el papel frente a elllas.

- Yo también estoy lista. - dijo. Después miró a su hermano y a PJ, que partían hacia el callejón.- Estaremos con vosotros en seguida. Tened cuidado. 

Tam, Pat, dadme las manos. Dijo mientras se acercaba a ellas. Repetid conmigo, digámoslo a la vez. Así seguro que tiene más efecto. Dijo mirando a sus primos. Cuantos más seamos, más probabilidades tenemos de que sea un éxito. ¡Vamos!

Y entonces Melinda comenzó a recitar las palabras del conjuro escrito por Pat. Eran breves y concisas, una rima fácil que serviría para recordarla y entonarla.

Repetid conmigo:

Que el manto de la noche nos cubra,

haciéndonos desaparecer de los sentidos;

que para los ojos indeseados no importemos,

y meras sombras sin importancia seamos.

¡Venga, otra vez!

Penny se unió a su familia y comenzó a recitar el conjuro:

Que el manto de la noche nos cubra,

haciéndonos desaparecer de los sentidos;

que para los ojos indeseados no importemos,

y meras sombras sin importancia seamos.

Siguiendo las instrucciones de su prima, Tam también empezó a recitar el conjuro como una letanía.

A la orden de Melinda las manos de Pat se extendieron inmediatamente y cogió una de ella y otra de Tam, en cuanto oyó que comenzaba unió su voz al resto.

- Que el manto de la noche nos cubra,

haciéndonos desaparecer de los sentidos;

que para los ojos indeseados no importemos,

y meras sombras sin importancia seamos.

Dijo la letanía con la cadencia justa, acompasando su respiración a cada palabra.

Antes de irse, Henry se unió al coro de voces que recitaba el hechizo.

Que el manto de la noche nos cubra,

haciéndonos desaparecer de los sentidos;

que para los ojos indeseados no importemos,

y meras sombras sin importancia seamos.

Esperó, ansioso, a ver el resultado. ¿Se habrían camuflado realmente o no habría servido para nada?

Y así, en aquel callejón, cinco de los ocho primos se disolvieron entre las sombras para que sus cuerpos quedasen camuflados. Tan solo quedaron allí PJ, Chris y Kat. Los tres primos se miraron entre sí, ¿ése era exactamente el plan? Ellos tres serían el cebo y los otros cinco se encargarían de acabar con ellos...

El caso es que de pronto, las campanadas de alguna iglesia no muy lejana comenzaron a sonar. El reloj marcaba las ocho, tal y como decía la premonición de Penny. Pero las ocho de la mañana. Del resto de objetos que había visto, a penas había alguno allí. La mesa podría ser ese objeto destartalado que había en el callejón, que alguien habría abandonado porque ya no le era útil. La casa, la casa sería el callejón, que realmente tenía forma de pasillo, y por la oscuridad que había en él quizá Penny lo hubiera confundido, o quizá no. A veces las premoniciones no se cumplían, especialmente cuando se hacía todo lo posible por cambiarlas. Pero los gemelos sí que estaban allí.

Dos hombres idénticos, exactamente clavados a los que ya habían derrotado aparecieron allí. Se miraron entre sí, estaban confusos, como si lo que se esperasen encontrar no fuera exactamente eso. Solo tres de los ocho primos, y ni rastro del libro por ninguna parte, ambos llevaban consigo una daga, y se les quedaron mirando.

¡Dadnos el libro y os perdonaremos la vida! Aún no tenéis suficiente poder para derrotarnos. No hagais que os matemos. Dijeron ambos a la vez mientras lanzaban los cuchillos al aire como si estuvieran haciendo malabares con ellos.

De repente suenan las campanadas. ¡8 campanadas!

Acto seguido aparecen unos tipos tan feos y desagradables como los que ya liquidamos.

Sonrío mientras les miro fijamente.

- ¿Estais seguros? - les pregunto tornando la sonrisa en una picarona.

Ya había acabado con la vida de dos de ellos así que no me costaría trabajo volver a hacerlo.

Me concentro en una de los cuchillos y cuando se encuentra en el aire decido atraerlo hacia mi. Así no tendría que luchar contra su portador.

La llegada de los demonios hizo que Penny se pusiera completamente en tensión. Necesitó hacer un gran esfuerzo para no salir corriendo ni mover un solo dedo. Por el momento no sabían de su existencia. Debía seguir siendo así.