Partida Rol por web

- Lo se, lo se...no se lo merece, pero es mejor así - ni siquiera levantó la vista del hombre que se retorcía. Lo miraba con fuego en los ojos mientras su esencia gloriosa bañaba a la insignificante criatura. Se sintió poderoso y magnánimo, casi un rey que otorga su gracia y su perdón a un criminal. No por debilidad, no. Al contrario, como muestra de grandeza y magnanimidad.

El suelo de la furgoneta tenía ahora manchas que le daban el aspecto del escenario de un crimen sangriento y Darío se enfadó por el desperdicio del desagradecido, que derramaba su vitae de aquel modo. La voz del locutor lo salvó de un estallido de ira.

- ¿Qué es esto? ¿No me has dicho que esa mina estaba abandonada desde hace años? ¿Qué pretenden esos mineros salvajes? Espero que la policía los muela a palos, está claro que aquí solo atendéis a esas razones - le cogió la cara y dejó marcas de sangre oscura en sus mejillas - Pero tú, no verdad? Tú vas a querer más, y vas a saber quien manda aquí. Ya lo creo que sí. - Se quedó quieto, mirándolo fijamente, esperando su respuesta y su reacción.

No sé, no sé nada más. Todo lo que sabía ya te lo he contado. Comenta con resignación el campesino, parecía que decía la verdad. Mientras tanto la radio sigue dando noticias de los disturbios provocados por los mineros.

¿Qué hacemos? ¿ir a la mina puede ser muy peligroso, estará llena de policías y de Sabbat? La joven vampiresa parecía frustrada con la situación, pero ir a la mina parecía la única pista.

- Así me gusta. Límpiate y date un paseo hasta el pueblo - le lanzó un trapo cochambroso que encontró en un rincón de la furgoneta. Volvió a mirarlo con severidad.

- Esto es lo que va a pasar: contarás en el pueblo que te diste un buen golpe - señaló el punto donde le golpeó con la culata - y respecto a esta noche, no hay más que contar. Si vuelven los moteros, si te llaman... tú no nos has visto, no sabes nada. - Le mira pensativo.

- Me llamarás cada noche y me contarás las novedades. Y si necesitas cualquier cosa, solo tendrás que pedirlo. - Alzó las cejas en un gesto de complicidad mientras abotonaba el puño de su camisa, ocultando la muñeca que poco antes había derramado la vitae en la garganta del hombre. Desató las ligaduras del hombre y abrió la puerta para que pudiera marcharse. - Pero no juegues conmigo, o lo lamentarás.

Se volvió hacia Camino, inetentando no transmitir la duda que lo corroía. No veía nada claro presentarse en la mina, pero no podían dejar pasar la oportunidad, tenían que ver qué estaba ocurriendo de primera mano.

- Iremos - que la joven le consultara el siguiente paso como buena subordinada le devolvió el ánimo en parte. - Seguro que el lugar está lleno de curiosos y periodistas. Nos mezclaremos y observaremos, a ver qué pasa. Llama a casa y cuéntales el plan, para que no nos esperen levantados - le guiñó un ojo y se volvió hacia el hombre, que desentumecía sus músculos, a punto de salir del vehículo.

- Eh, tú. Espera. Ven aquí, no me has dicho tu nombre - se acerca, obligando al hombre a cruzar sus miradas.

El hombre cogió el trapo y comenzó a secarse la sangre de la boca mientras asentía al escuchar las diferentes órdenes. Finalmente salió de la furgoneta con paso inseguro a pesar de la rabia que seguía sintiendo, la situación vivida en la furgoneta había sido suficientemente extraña coma dejar desconcertado al pueblerino. Ah.. si… me llamo Faustino, Faustino Romero. Luego se perdió por la carretera caminando dirección al pueblo.

Camino había seguido al pie de la letra las indicaciones y llamaba en ese instante al “cuartel general”. Al pensar en la casa y en sus ocupantes, fue imposible no pensar en las últimas palabras de Melania. ¿Habría silenciado ya Melania a Tirso?

Hola. Hoy no vamos a ir a dormir, no nos esperéis levantados.

….

Si, hemos encontrado una pistas sobre unos motoristas y su refugio en una mina abandonada de Fabero.

….

Si creemos que son los Lobos de Liega, uno de ellos llevaba una cazadora de cuero con la bandera francesa.

….

¿Qué tal Tirso, ha mejorado?

….

Que mal educada, Melania me ha cortado. Refunfuña Camino, igual que una niña a la que sus padres le han prohibido comer gominolas.

El buen Faustino salió por piernas y Darío lo observó alejarse. Luego se instaló de copiloto y miró con extrañeza la conversación de Camino. Negó con la cabeza cuando Camino se molestó con la despedida de Melania.

- Es muy solitaria, sí. No me importa, mientras sirva bien al grupo. Pero no quiero rencillas entre nosotros - Darío se ajustó la camisa, la corbata y la chaqueta, revueltas tras el esfuerzo de interrogar al pueblerino. Alisó una arruga de su pantalón. - Has hecho un buen trabajo aquí y estoy seguro de que Melania ha cumplido su parte allá en el refugio. Nos sería de ayuda en la mina, pero no podemos perder el tiempo en buscarla. Y no tiene forma de ir... - se quedó pensativo. Podría enviarle un mensaje pero no quería insistir demasiado; la assamita podía llegar a creerse demasiado necesaria para el grupo.

Camino asiente y arranca. La carretera discurve entre las montañas con infinidad de curvas. En la carretera no se veía ningún coche y la emisora de radio continua ablando a intervalos de los disturbios en la mina.

A unos cinco quilómetros de Fabero unas luces amarillas os hacen señales indicándoos el arcén donde hay varios coches parados. Al acercaros más veis que las luces son un guardia civil que indica que os detengáis. Es un control de carretera compuesto por una patrulla.

Darío siguió atento las evoluciones de la información que los periodistas ampliaban en cada nueva conexión. Frunció el ceño. En general no le gustaban los periodistas, desconfiaba de ellos, aunque reconocía que muchos hacían una gran labor de contención, dirigiendo la atención donde interesaba y desviándola de otros asuntos menos propicios. En eso eran maestros, sin duda.

Cuando vieron las luces y el control que les aguardaba se giró hacia Camino.

- Mantén la calma y podremos seguir adelante. No menciones la mina si ellos no preguntan. No sabemos nada de los disturbios. - Mientras hablaba en tono tajante, apagó la radio y se ajustó el nudo de la corbata.

Un guardia civil mando para el coche y otro se acercó con una linterna e inspecciono rápidamente la cara de los ocupantes del vehículo, luego indico que bajarais la ventanilla. Señores, los siento, pero no puede pasar. Ha habido altercados en el pueblo y no se permite que ningún coche entre. Es por seguridad. Repitió mecánicamente el agente tráfico.

El malkavian se vio deslumbrando un instante por la potente luz de la linterna. Torció el gesto y parpadeó un par de veces recuperando la visión habitual. Luego sonrió al agente a través de la ventanilla.

- Buenas noches, sargento - dijo otorgando un ascenso momentáneo al policía, y sonriéndole con complacencia. Esperó a que Camino saludara también, a ella le correspondía hablar como conductora, pero en cuanto abrió la boca Darío decidió que aquel era un asunto lo suficientemente importante como para dejarlo en otras manos que no fueran las suyas propias.

Su frente arrugada transmitía una honda preocupación. - ¿Altercados, dice? ¿Esos malditos mineros otra vez? Solo espero que no sea nada grave, no pararán hasta que ocurra alguna desgracia, siempre lo digo... - una vez más se mostraba expansivo en sus opiniones y gestos y buscó la confirmación en Camino de que, en efecto, no hablaba de otra cosa.

- Pero nosotros somos gente honrada señor, precisamente veníamos al pueblo desde la capital a visitar a su sobrina. Su hermana dio a luz la semana pasada, sabe? Pero hemos tenido un retraso en el camino... No podría hacer una excepción, por esta vez? Es tarde y nos esperan... Si nos retrasamos más se preocuparán en casa. - Optando por el drama humano como excusa plausible, Darío se dedicó a señalar a Camino, a buscar de nuevo su confirmación y a sonreír al agente, todo al mismo tiempo, en un lío de gestos y frases entrecortadas. La muchacha tenía el aspecto suficientemente extravagante para cumplir con su papel de paleta llegada a la capital y fascinada por todas las modas del momento, que combinaba sin sentido ni gracia. O así le parecía al malkavian.

El guardia civil vuelve a inspeccionar la furgoneta y tiene un par de palabras con su compañero. Les puedo permitir seguir, pero será bajo su responsabilidad. Responde con gesto poco convencido. Ante todo, no se acerque a la carretera de la vieja mina, es donde siguen activos los altercados. Levanta la linterna y te indica que continúes.

El pueblo estaba desolado, en las calles no se veía a nadie, los contenedores y el mobiliario urbano estaba destrozado y en las paredes se podrían leer consignas mineras pintadas con espray. La plaza del pueblo era el epicentro de la destrucción, varios contenedores volcados, neumáticos y demás utensilios formaban una barricada enfrente del ayuntamiento. Los bomberos escoltados por un grupo de antidisturbios, apagaban los neumáticos y comenzaban a desmontar la barrica, pero ahora no había rastro de manifestantes.

Tirso estaba en el sofá de la casa muy mal herido, cualquier humano ya habría sucumbido a unas heridas tan graves, pero Tirso no era un humano. Aun pensabas en las palabras que le habías dicho a Darío antes de que marchara con Camino. Hay que hacer algo con Tirso. Seguramente ya le han visto la cara, podría delatarnos.

Camino conducía muy lentamente para esquivar los diferentes obstáculos que había en la calzada. ¿Cree que el Sabbat ha hecho todo esto? Pregunto en un par de ocasiones, pero la pregunta realmente interesante la hizo al llegar a la plaza. Pero si nos encontramos con el Sabbat ¿Que haremos? ¿Cómo nos haremos pasar por uno de ellos? Puede que la camarilla haya matado a todos los Sabbat, entonces habremos fracasado. Alejandro hubiera sabido que hacer. La mirada de la vampiresa se entristeció al recordar al viejo vampiro de barba blanca. 

El malkavian saludó a los agentes al continuar la marcha, satisfecho con su rocambolesca historia que les permitió el paso. Al entrar al pueblo se centró en lo que tenían delante: un pueblo en guerra, o poco menos. La barricada llameaba con fuerza todavía pese a los intentos de los bomberos, que no tardarían en dar cuenta de ella. Aun así, fue suficiente para que Darío se enardeciera y cortara el discurso de Camino, que ya se dirigía peligrosamente a la duda, y de allí al derrotismo.

- Manifestantes, Sabbats...es posible que unos controlen a los otros. Acuérdate de Faustino - el paleto no dio su brazo a torcer fácilmente. - En todo caso, no podemos tener certezas. Tal vez los Sabbats controlen el pueblo, o han llegado los Arcontes y no queda rastro de ellos. ¿Cómo quieres que lo sepa? - la mira comprensivo, pero decidido. Aquello parecía una encerrona y Melania descansaba en el refugio mientras ellos se la jugabaan allí. Ellos serían los héroes, cuando todo terminara. Solo debían sobrevivir y prevalecer. - Si aparecen los sabbats, seremos sabbats y si aparecen los Arcontes...simplemente diremos la verdad.

Tras detallar su elaborado plan, le indicó un espacio seguro para aparcar y revisó sus armas, pistola y dagas, asegurándose de tenerlas a mano llegado el momento. - Estás armada? - Volvió a interesarse por Camino, que evidentemente necesitaba de su tutela, y se apeó del coche, revisando minuciosamente el lugar a su alrededor. - Vamos. Y sobre todo, no dudes.
 

Dario cada vez la exasperaba más, así que agradeció que saliera por la puerta. En cualquier caso, si les volvían a atacar y uno de los dos había de regresar, iba a ser él. No le veía dando la vida por proteger a un compañero. Luego miró a Tirso, en el sofá.

Estaba claro que dejarlo con vida no era una opción, pero tampoco quería que se revolviera o se pusiera a gritar y alertara a quien pudiera merodear por allí. Podían haberle dejado con vida para seguirle o haber hecho un trato con ellos a cambio de los demás integrantes de la misión. Ella lo hubiese hecho en sus tiempos de asesina. Sus heridas, al fin y al cabo, no eran mortales, y no creía que Baro pudiese haber hecho nada útil. Así pues, podía matarle, o sacarle información y después matarle. La versión de Tirso no acababa de encajar. Si Baro y él emboscaron a un grupo numeroso...¿no se dieron cuenta que tenían las de perder? O eran extremadamente idiotas, o el vampiro mentía.

- ¿Cuántos eran? - preguntó la chica, al cabo de un rato de silencio, amparándose en las sombras y colocándose en un ángulo que no pudiera ser vista por las ventanas. Sacó un par de cuchillos, por si acaso, de las fundas de su cadera y agudizó el oído. - ¿Te han seguido? Vuélveme a contar qué pasó. Todos los detalles.

Camino pareció asustarse más después de la realista visión que le mostrabas, estabas seguro que la chica esperaba una respuesta mucho más amble. Si, si estoy armada. Dice rebuscando en los bolsillos de la chaqueta de dónde saca un revolver ligero. Está cargada.

Entonces alguien da un par de golpes al cristal del lado del conductor, Camino se asusta y apunta con el revólver. ¡Quiet escòria! Es la primera vez que escuchas a la vampiresa gritar algo en catalán.

¡Tranquila lobita! Dice un hombre trajeado y enjuto, mientras levanta las manos en actitud conciliadora, dando a entender que no os va a atacar. Estamos en el mismo bando y aquí no encontraras a más enemigos. Mi nombre es Fausto y vengo a ayudaros. Te das cuenta que el hombre está buscando el contacto visual de Camino, seguramente tratara de utilizar alguna disciplina vampírica en ella para tratar de averiguar la verdad. ¿Quienes sois vosotros?

Tirso te mira con cara de pocos amigos, está cansado y herido, lo que menos quiere ahora es un interrogatorio. Tres, ya te lo he dicho. Dice con la voz quebrada por el dolor. Fuimos al refugio del Nosfertu del Sabbat y lo matamos. ¡El muy cabron no soltó prenda! Prefirió morir antes que traicionar a su clan. Entonces llegaron tres vampiros por el túnel, tratamos de emboscarlo, pudimos matar a uno, pero entonces… la voz de Triso se vuelve a quebrar. Entonces todo se oscureció y algo nos atacó desde las sombras.

- ¿Algo? - Preguntó Melania, arrugando la nariz - ¿El qué? ¿Un lupino? - Como le respondiera que no lo sabía, iba a enfadarla de verdad. Nadie huye de algo dejando un compañero atrás sin ver qué es ese algo. Por otro lado, no les había contado eso en primer lugar, aunque no fuera tan relevante. Ahora sabían que al menos había tres más y un algo. Melania había dado caza a muchas cosas que al principio nadie sabía qué eran. Menudos idiotas. 

No, no era un hombre lobo, esas criatura no se atreven a entrar en la ciudades y mucho menos en las cloacas. Dice con sufrimiento. Seguramente sería un Gangrel del Sabbat, esos hijos de puta pueden ocultarse en la sombra y usar las garras como si fueran licántropos.El algún momento habías luchado contra vampiros del clan Gangrel y sabias que Ripol decía la verdad. Los gangrel eran enemigos temibles, no te extrañaba que hubiera uno solo hubiera matado a Baró y dejara herido a Tirso.

¡Ahora déjame descansar! Grita a modo de reproche. ¡Ya te he contado todo lo que se!