Partida Rol por web

No había cerrado todavía la puerta cuando ese tipo apareció junto a la ventana del conductor y le pudo observar a través del cristal. Enseguida Darío se puso alerta, porque la actitud del hombre era tranquila, pero enseguida lo caló como un embaucador.

- Camino, quédate ahí , cállate y no le escuches - intentó llamar la atención de la muchacha, algo sorprendido por no haber entendido sus palabras. Tal vez así evitara que la incauta se dejara convencer antes de que hubiera ocasión de conocer las intenciones del recién aparecido. El malkavian rodeó la furgoneta por delante y quedó frente al vehículo, mucho más cerca ahora del tal Fausto, al que habló con tono bastante arrogante.

- ¿Y cómo sabes que estamos del mismo bando si no nos conoces? - miró alrededor, en todo caso una explicación sobre su presencia en el lugar iba a ser imprescindible, antes o después. - Darío Mendoza, señor Fausto. Y mi ayudante, Camino. - Se presenta con aire educado -Veo que aquí todo marcha según lo previsto - asintió, con un gesto satisfecho, mientras detectaba una pequeña falla en su propio plan, porque al no saber quién era su interlocutor dudaba del papel que debían asumir ellos. Pero sus palabras habían sido lo suficientemente vagas como para mantener abiertas todas las posibilidades. Sí, podría manejra la situación perfectamente.
 

Camino comienza a contestar a la pregunta de Fausto, guiada por el pode del vampiro. Somos de los lobos de Ly… Camino parecía muy confiada en su respuesta, pero entonces interrumpes la contestación y se sobresalta con tus gritos. 

Fausto sonríe y centra su atención en ti, el jefe del grupo. Muy simple, deducción. Un Vástago de la camarilla traería aun ghoul, y no a un cabeza pala transformada en vampiro. Dice señalando a Camino. Es obvio que ella es tu cachorro, tu sirvienta particular. Camino al escuchar estas palabras se sonroja, pero no critica al vampiro.

También está la furgoneta, la Torre de Marfil tiene dinero y contactos. Un verdadero Vástago vendría en una limusina escoltada por varias patrullas de policías y guardias civiles, mientras todo un escuadrón de periodista encubre los sucesos. Vosotros venís solos.

Pero, ya he hablado demasiado, ¿por qué no os presentáis? ¿O, tienes algo que ocultar? La última pregunta la dice lentamente mirándote a los ojos

Melania le miró desde las sombras, evaluando si aquella información era suficiente o no. ¿Cuánto tardarían en sanar sus heridas? ¿Podían permitirse que Tirso siguiera con vida? Hacía mucho tiempo que no se hacía aquellas preguntas. La verdad es que se había ofrecido a acabar con la vida del vampiro para no tener que irse con el insoportable de Darío, pero ahora debía plantearse qué hacer. No era una mala opción llevarlo al sótano. Tanto como si le mataba como si le dejaba con vida: si hacía lo primero, así sería menos probable que le escucharan gritar, aunque pretendía ser rápida; y por lo segundo...bueno, así no le verían si alguien se asomaba a las ventanas. Dejarle allí, no era una opción. Y por otro lado, si le habían seguido tenían ya un problema. No podía resultar una carga para el grupo, pero si no tardaba demasiado en recuperarse...siempre había preferido los grupos pequeños, pero con la muerte de su compañero, ya empezaban a ser demasiado pocos. ¿Podrían devolverle a Barcelona con los suyos? ¿Habría represalias si le mataba?  

Melania se quedó muy quieta. La piedad no era una de sus cualidades. Años antes no se lo hubiera pensado demasiado, pero ahora se movía en un mundo que no acababa de entender del todo. Agudizó el oído, buscando alguna señal de que se estuvieran acercando a la casa o ruidos extraños...

Así que montar la expedición de esta manera cutre y desorganizada iba a servir de algo, después de todo. Darío se permitió una sonrisa satisfecha y la valoración del desconocido mejoró cuando le expuso su visión de las cosas. Allí mandaba él, y la chica solo era su comparsa. Mendoza se sintió entre iguales y relajó considerablemente su gesto estirado.

- Una forma muy efectiva de no llamar la atención, presentarse en limusina en este pueblo jajaja - me río y golpeo el frente de la furgoneta con mi mano, jovial. - Te robaré la idea, la próxima vez. - Después Darío se puso realmente serio. - ¿Qué hay que ocultar? Estamos buscando a Jack.

Todo continuaba en silencio roto de vez en cuando por el ruido de algún coche lejano. Mientras Tirso continuaba tumbado en el sofá sin saber que su vida pendía de un hilo.

El hombre te miro extrañado. ¡Un puñetero Pirado! Esos son los refuerzos que tiene los lobitos. ¡Menudo desperdicio de fuerzas! Te ha debido de sentar mal el entierro cabeza pala. Camino contempla la discusión con cara de incredulidad desde el interior de la furgoneta.

Corre a rescatar a tus compañeros, corre. Ya deben de estar todos muertos.

- ¿Qué esperas, que aplauda porque has acertado? - Dario señaló a Camino - Seguro que también puedes leer en ella, enhorabuena. - Soltó un bufido de desprecio. - Es como un libro abierto.

Luego miró a la muchacha y le ordenó - Baja del coche. Y en cuanto a ti, Fausto, no he venido aquí para aguantar insolencias de nadie. ¿Podemos colaborar? Nos pones al día de lo que ha ocurrido? - Miró alrededor en la plaza que parece tranquila sin fiarse demasiado. También antes lo parecía y Fausto apareció de la nada. Se ajustó la corbata y avanzó despacio hacia el hombre.

Camino obedeció sin rechistar, estaba visiblemente nerviosa le temblaban las piernas al bajar de la furgoneta y necesito de dos intentos para poder cerrar la puerta de la furgoneta.

Bien cabeza de chorlito, esta es la situación. Tus lobitos están siendo asediados por los antidisturbios controlados por la Camarilla. Mientras habla Fausto señala con el dedo en dirección a la mina, donde supuestamente se sitúa el refugio de los Sabbat. Mi manada, la gloriosa Cofradía de Minerva, ha venido desde Madrid para terminar con el trabajo que habéis empezaron y no sois capaces de terminar.

¿Qué esperáis? ¡Ir a ayudar a vuestra manada! Yo me quedare como reten en el pueblo. 

Darío apretó los puños y contuvo su primera respuesta, cruzó una mirada furiosa con Fausto e hizo un gesto de apremio a Camino.

- Vamos, será mejor ir a echar un vistazo - señaló en dirección a donde Fausto había indicado y dejó que la chica avanzara por delante de él, porque en su estado de nerviosismo podía esperarse cualquier reacción inoportuna de ella, y ninguna buena. Mientras, el malkavian iba rumiando su odio hacia aquel tipo presuntuoso que se había permitido tratarle como a un subalterno al que podía dar órdenes. Se las pagaría todas juntas, el desgraciado.

Cuando avanzaron lo suficiente para considerar que estaban fuera del alcance de los oídos de Fausto comenzó a hablar, en un susurro apenas audible, sin detener el paso.

- ¿Vas a dejar de comportarte como una idiota? Conseguirás que nos maten si no te calmas, mujer. - La última palabra fue practicamente un insulto lanzado a la cara de la joven, y luego suavizó el tono. - Todo va según lo previsto. Han venido desde Madrid a controlar la situación pero según parece la manada de los Lobos de Lieja está aislada. Lo mejor que podría pasarnos es que la policía haga el trabajo por nosotros, los liquide a todos y habremos establecido contacto con Fausto. Estamos dentro, de acuerdo? Así que vamos a ver cómo andan las cosas por la mina y hagas lo que hagas, no metas la pata.

Siguió caminando y solo varios metros después consideró otra idea que podía ser vital. - No te precipites, pero si llega el momento, no vaciles y sígueme el juego, entendido?

La mina se encontraba a casi tres kilómetros del pueblo, andando se tardaría casi media hora, pero en furgoneta serian apenas unos minutos. Camino volvió a poner en marcha el vehículo, por el retrovisor ves como Fausto desaparece entre los soportales de la plaza para acechar a su próxima víctima.

Camino aguanto sumisa la bronca de su “jefe”. Lo siento, me he puesto nervioso. No volverá a pasar. Contesta finalmente apenada. No vuelve a abrir la boca en todo el trayecto, parece sumida en sus pensamientos.

La furgoneta continuo hacia la dirección que había indicado Fausto, subiendo por una carretera en mal estado que se adentraba hacia la montaña. Pasado un cabio de rasante de la carretera se podía divisar a lo lejos una zona iluminada por neumáticos ardiendo, se habían levantado varias barricadas, los antidisturbios formaban un cordón de seguridad enfrente de las barricadas, y desde las barricadas llovían piedras y petardo. A lo lejos, detrás de las barricadas, se veían las estructuras de metal y almacenes de la mina.

Por los megáfonos los antidisturbios daban un último ultimátum a los manifestantes, si no se disolvían en cinco minutos cargarían. 

El vástago no respondió a la muchacha que parecía realmente afligida, no quería presionarla más. Estaba claro que no tenía temple para soportar la situación. Cuando llegaron a la zona ocupada por la policía Darío se bajó del coche y esperó a que Camino aparcara el vehículo.

Se acercó al coche más vistoso del lugar, echando un rápido vistazo a su interior e intentando abrir la puerta. Nunca se sabía... Por lo demás, hechó una ojeada a los periodistas y a la línea de antidisturbios, intentando buscar desde esa distancia al mando que los dirigía.

Revisas el coche, no hay nada de interés en él. Está totalmente vacío, pero encuentras algo interesante, desde el coche salen unas huellas que cruzas campo a través hacia un pequeño sendero oculto entre las rocas que conduce a la mina.

Entre la muchedumbre de cascos, escudos y porras de gomas ves cuatro policía sin traje antidisturbios cerca de un coche patrulla, tienen un mapa desplegado sobre el capot del coche y están con varios equipos de radio. En el momento que los estas mirando, los cuatro hombres asiente y comentan algo por radio¹. En ese momento se escuchan varios disparos amortiguados y los frascos de humo lacrimógeno empiezan a volar sobre las barricadas, mientras los antidisturbios comienzan a avanzar en perfecta formación, como si de una legión romana se tratase. Los mineros responden con piedras, petardos y algún que otro coctel molotov. 

El malkavian observó la agitación en la primera línea, cómo los policías antidisturbios obedecían a los superiores que habían trazado el plan consultando un mapa...por un momento estuvo tentado de acercarse al grupo de mando e intentar conseguir alguna colaboración, dejar caer un par de ideas. Las excusas y las pantomimas empezaban a acumularse incluso para Darío, y optó por la discreción.

- Eh - susurró a Camino - ¿ves esto? - le indicó las huellas que conducían a la mina dando un rodeo. - Vamos, entraremos por aquí.

Darío avanzó con cuidado siguiendo el estrecho sendero, convencido de que les llevaría hasta la mina. Una vez en la zona valoraría de nuevo la situación. Era el momento ideal para acercarse sin levantar sospechas, así que aceleró el paso.

Melania miró a Tirso y le dejó descansar hasta que el vampiro pareció desfallecer o quedarse dormido. Esbozó una sonrisa. Era la primera vez en varias décadas que iba a volver a hacer aquello para lo que había sido creada. A pesar de que no se trataba de una cacería, y de que no iba a resultarle especialmente difícil acabar con la vida de aquel hombre, algo dentro de ella hirvió de pura excitación y emoción.

Tenía ganas de hacerlo.

Se movió aprovechando las sombras de la estancia, y se colocó sobre el respaldo del sofá en el que estaba tumbado Tirso. Lentamente, y sin hacer nada de ruido desenvainó un cuchillo y lo clavó en el pecho del moribundo. 

El ataque cogió a Tirso por sorpresa, pero rápidamente cambio su mirada de sorpresa por una mirada de odio. Trato de arrancarse el cuchillo, pero las fuerzas le fallaron y finalmente desistió, cayendo en un profundo sueño. El cuerpo de Tirso seguía intacto, solo faltaba convertirlo en cenizas, pero para ello necesitarías fuego o la luz del sol¹.

En ese momento tu teléfono comenzó a sonar, era una llamada de Camino, la vampiresa que se había ido con Darío. 

Seguís el intrincado sendero durante varios minutos hasta llegar a una alambrada de metal. La alambrada esta oxidada y caída en el suelo, puede que callera por el paso del tiempo o que alguien la tirara.

Tras cruzar la alambrada llegáis a una explanada llena de montones de carbón y escoria, maquinas abandonadas, cintas transportadoras y naves industriales. Todo parece tranquilo a la luz de la luna.

En uno de los edificios más cercanos se ve luz y varias siluetas, parece una mujer armada con una escopeta y un hombre. 

Darío avanzó y se quedó inmóvil en las sombras a la espera de Camino. Le hizo un gesto de alerta y señaló en silencio el lugar donde las dos figuras se recortaban. Se concentro en ellas y en el entorno de la cabaña, intentando percibir toda información que sus sentidos pudieran proporcionarle, mientras se mantenía oculto.

Finalmente habló en un susurro. - En este espacio tan grande es imposible esconderse. Nos acercaremos y les diremos que somos más refuerzos de la capital. - Sacó su pistola y metió con cuidado una bala en la recamara, quitó el seguro y apuntó desde su escondrijo a la figura femenina armada. Después bajó el arma, la guardó en el bolsillo de la chaqueta, cogió a Camino del brazo y la invitó a acompañarlo siguiendo el sendero, en dirección al edificio y quienes lo guardaban.