Partida Rol por web

Primavera.

Lunes 4.

7:00 AM.

Otra vez lunes. Otra vez la misma rutina.

El despertador ha sonado hace un minuto y si no lo apagas correctamente, volverá a sonar en ocho minutos más. Por un momento piensas quién demonios ha diseñado un despertador que una vez que suena, suene cada nueve minutos... ¿Por qué no cinco? ¿Por qué no diez?

Aunque rápidamente te quitas eso de la cabeza. No son cosas para pensar un lunes por la mañana, y mucho menos con el día que recién comienza. Mucho menos cuando los rayos del sol se cuelan por la ventana y calientan tu habitación.

- Estás escuchando el dial 66.7 de California FM, tu radio favorita. Soy Ric Hills y esto que acabas de escuchar es 'Learning to fly' de Pink Floyd. Hoy me he levantado optimista... tengo la sensación de que mi última ex-mujer ha sufrido alguna desgracia ¿no sería fabuloso? Nada me gustaría más... Suzie, querida, si me escuchas y estás bien sólo decirte: 'espero que estés bien jodida'... Y tras dejar los asuntos personales os diré que esta ciudad está jodidamente loca. ¿Habéis visto las noticias? No, claro... para eso me tenéis a mi: para que seleccione los delicatessen de las noticias... Pues esta misma mañana un pirado ha tirado su moto al mar desde el muelle de pesca de Venice. ¿Queréis creerlo? No ha tirado una motito de mierda de la que usan los repartidores de pizza... Una jodida Nevada Classic de 750... ¡Mataría por esa moto y ese gilipollas la ha tirado al mar! Mientras la poli se lo llevaba iba gritando que cambiaría de vida... ¡Jodido tarado! ¡Deberían matarlo por hacerle eso a esa joya! Ahora tenemos un tesoro submarino para disfrute de los peces del Venice... ¡Brindo por ello! Para celebrarlo pongamos algo tranquilo, que le guste hasta a los peces... vamos con una pieza llamada 'Secret World' de Peter Gabriel...

Con este panorama, ¿cómo no tener ganas de levantarte y afrontar tu día en completa paz interior y armonia?

Simplemente, por que es lunes.

...

Pero cuando abriste los ojos notaste algo extraño.

¿Es qué había sido todo un sueño?

¿Todo lo vivido? ¿La gente que has conocido? ¿Con la que has peleado por tu vida? ¿El pasado?

¿Todo había sido un simple sueño y una creación de tu imaginación?

Aún así, todo estaba tal y cual lo habías dejado la noche anterior... ¿o había sido hace treinta noches? La mañana amanecía normal y tranquila, se escuchaban ruidos en al calle y la gente comenzaba a despertarse para ir a trabajar o al colegio o a hacer sus cosas cotideanas...

¿Pero había sido todo un simple sueño?

- Mierda, Ric, cállate de una puta vez. No dejas ni pensar en paz - digo cinco minutos después de haberme despertado y tres antes de que el reloj despertador vuelva a sonar. Patada a las sábanas y me siento en la cama. Estoy agotado y no me apetece nada levantarme para ir al curro. Me froto los ojos, me quito las legañas y ladeo un poco el trasero. El ruido del pedo realmente es de asustar y me despierta del todo. Aunque la mierda de sueño no se me va de la cabeza.

Me ducho. El agua está realmente buena. Lucy, Alejandra, Edie, Puto Conejo Rabbiteen, Layla... Uno no se acuerda  así de los nombres tras un buen rato despierto. No, normalmente todo se difumina y más cuando intentas recordarlo bajo la ducha. Australia. ¡Quería irme a Australia! ¡Y ese puto conejo me trajo de vuelta a la realidad!

Estoy vestido, sentado a la mesa, con el café delante. Y esto es eso que llaman realidad. ¿Un sueño lúcido? No sé, ¿tan necesitado estoy de aventuras exóticas? ¿Tanto me apetece ir a Australia que me he montado toda esta paranoia y no me la puedo quitar de la cabeza? ¿O todo ha sido verdad y ha acabado la mierda que tuviéramos que hacer y este es el premio, la vuelta a la normalidad?

Pues vaya jodienda. Si es mentira todo y solo fue un sueño, porque a ver cómo le hago frente al lunes. Y si es verdad porque... ¿qué cojones hago entonces levantándome para ir al curro?

A ver, prioridades. Algo sí tengo claro. Primero, cartilla de ahorros. A ver, ¿dónde la guardaba? Sí, eso es. En el estante de arriba en la alacena. Eso es, dentro de la olla que me regaló mi madre y aún no he usado. ¡Coño! Bonita cifra. Da para una temporada. Paso dos, camisetas, calzoncillos, traje de baño, bermudas, cepillo de dientes y protector solar. Perfecto, todo a la mochila y ¡genial! Ni facturar voy a necesitar. Punto tres, teléfono.

- Sí, buenos días, necesito un taxi para ir al aeropuerto. Sí, la dirección es esa. ¿Diez minutos? Perfecto. Gracias.

Hecho. Australia, allá que me voy. Con o sin conejo. Sea como sea algo he aprendido. Lo ssueños hay que cumplirlos.

Y bueno, punto cuarto antes de largarme. Y es que solo hay una forma de comprobar si algo de lo soñado es verdad. Sé cómo debo hacerlo. Lo recuerdo. Al menos si fue un sueño, fue lo suficientemente brillante como para no haber olvidado nada. Y este apartamento necesita un buen repaso y mucho orden, así que cerebrito, trabaja. Eso es, extiende la mano, concéntrate, siente el calorcillo y dispara ese poder. Si no, al menos nos reiremos.

No sucede nada.

Te concentras y no sucede nada... por lo menos al principio...

Pero tras unos segundos, volviste a sentir esa sensación tan extraña... una sensación igual a la que has sentido en el desierto...

¿Entonces no había sido sólo un sueño?

De tu mano, una ola de energía invisible salió disparada chocando contra todas y cada una de las cosas de la habitación.

Si tu plan era limpiar, lo habías hecho al revés por completo.

Los objetos cayeron de los estantes, las cosas se rompieron, las mesas se movieron y todo quedó fuera de lugar.

Un terrible dolor de estómago llegó de repente y te hizo doblar las rodillas y cogerte la tripa con la mano, pero lentamente, remitió...

No, no había sido un sueño.

Al parecer, habías viajado, de alguna manera, al pasado, al día que comenzaron todos tus pesares, sin embargo, la noticia no era la misma. La radio no hablaba de terremotos, huracanes ni cosas por el estilo. Tampoco hablaba de superheroes, ni de gente con poderes, ni mucho menos.

Era como si todo lo que habías vivido, no había pasado.

Pero tú sabías la verdad.

Todo había sido real y el destrozo en tu habitación lo confirmaba.

- ¡¡Joder!!

Ver la casa patas arriba, de rodillas en el suelo, mientras el estómago grita para salir por tu boca para buscar un nuevo inquilino al que parasitar no es un buen punto de partida. Mierda, y esto duele. Tranqui, José Luis, esto se pasa. Puto desastre. Pues esto no tiene arreglo. Si lo hago a mano, pierdo el taxi. Si lo hago con mi supercerebro, igual acabo tirando las paredes. A tomar por culo. Ahora sí que necesito unas vacaciones. Me las merezco. No tengo ni zorra idea de cómo va esto, ni de lo que ha pasado, ni de por qué estoy aquí... Pero algo es distinto. Si es el puto día cero, algo ha cambiado. Pero al menos, es a mejor. Sin desastres ni muertos ni nada por el estilo. Y eso es bueno, ¿verdad?

Esa bocina debe ser la del taxi. Au revoir, apartamento. Nos vemos en un mes o así y ya te pegaré un repasito. Ganas me dan de no cerrar la puerta. Si me roban, igual se llevan toda la mierda esta. Nada, doble vuelta a la cerradura.

- Buenos días, señor. Al aeropuerto. Terminal internacional - digo tras montarme en el taxi y mirando a través de la ventanilla la ventana de mi apartamento. No puedo evitar sonreir. Solecito, mar azul, surf, algo de buceo. El paraíso. Dios, Australia. Ganas le tengo. La tierra de los canguros y... ¡OSTIA! ¡DE LOS CONEJOS!

- Por supuesto caballero, enseguida estamos allí. - Dijo el taxista con una sonrisa al mismo tiempo que activaba el aparato que cobraba y ponía dirección hacia el aeropuerto.

Las ventanas de tu piso se iban haciendo cada vez más pequeñas a medida que te alejabas, pero eso no te importaba. A los pocos minutos, perdiste de vista tu apartamento para recorrer con la mirada el centro de la ciudad, y una vez allí, el taxi cogió la autovía que iba directamente a la terminal de vuelos internacionales. No eras un tipo muy viajado, pero sabías leer los carteles, y eso es lo que ibas haciendo a medida que el taxi avanzaba.

¿Paranoia? 

Tal vez, teniendo en cuenta que te habían secuestrado hace nada.

Pero todo transcurrió con calma.

Cuando llegaste al aeropuerto, el taxista te cobró y te ayudó con la maleta hasta la puerta de la terminal. Estas, se abrieron en cuanto te acercaste a ellas y como una oleada, los ruidos del aeropuerto llegaron a tus sentidos.

Estabas a tan sólo un paso de cumplir tu sueño.

- Guay, no ha habido ningún problema - me digo a mí mismo con la sonrisa de tonto que siempre me han dicho que pongo cuando estoy feliz.

No puedo evitar preguntarme cómo estarán viviendo los otros este momento de revival, este extraño viaje al pasado y qué decisiones habrán adoptado. Y claro, no puedo dejar de preguntarme si esta no será otra jugada del puto conejo de los cojones, si esta no será otra de sus historias, uno de sus maquiavélicos planes. Vamos, que tampoco me extrañaría encontrarme ahora mismo en su base de mierda, en un coma inducido, y con esto como parte de su extraño concepto de entrenamiento. Pero sea como sea, ¡que le den por el culo! Y como decía mi padre, ¡mucho y gordo! Sea como sea, este es mi sueño, esta es mi vida y que le den morcilla a todo lo demás. Australia por de pronto y después, ya se verá.

- Señorita - digo acercándome al mostrador de la compañía aérea que he visto vuela a la tierra de los Koalas -, un pasaje para Sidney, Australia. El primero que salga.

Espero que la chica me compruebe las disponibilidades y demás zarandajas que tocan a estos niveles. Por si acaso, voy preparando el pasaporte. Lo tenía aquí. No, aquí. Eso es... ¿Y esto?... Vaya, el móvil. ¿Conservaré los números de estos? José Luis, deberías dejarlo estar. Hazlo dentro de un mes, que si buscas en tu agenda y ves que sus números están ahí, vas a querer llamarles. Siquiera para saber cómo les va. Aunque, ¿qué pierdo? Veamos... contactos... nombres...

La señorita, como a todos, te recibe con una sonrisa.

- Claro, por supuesto. - Te dice. - Tenemos vuelos cada tres horas y en todos hay plazas. Si me permite su pasaporte le reservo un pasaje para cuando lo desee. -

La señorita se pone a teclear, sin dejar de sonreirte, mientras mira vuelos y plazas disponibles para darte la que más te guste.

- ¿El caballero viaja con equipaje? - Te pregunta al final mientras se queda mirándote y esperando tu identificación.

- Aquí tiene - digo tendiéndole el pasaporte -. Y solo llevo equipaje de mano, nada que facturar.

Mientras remata faena, me sumerjo en el móvil, buscando los nombres de mis viejos compañeros de aventuras. Sería otra prueba de que todo fue verdad y aparte que, ¡qué coño! Me patece llamar siquiera a Alejandra. Tenía pinta de buenaza.

Mientras te pones a rebuscar en el movil el número de Alejandra mientras la señorita coje tu pasaporte y comienza a teclear los datos en su ordenador. La chica teclea y teclea, hasta que por fin, levanta la mirada y te mira a los ojos, como siempre, con una sonrisa.

- ¿Su nombre completo es José Luis Torres? - Te pregunta dulcemente.

Tú, levantas la mirada del movil y asientes, ante lo cual ella te sonríe y vuelve a preguntar.

- ¿Sidney en turista? ¿Primera clase? ¿Bussines? -

Levantaste la mirada nuevamente para responder, cuando la chica, ya no sonreía.

En realidad, te miraba con el rostro serio y con ambas manos bajo el mostrador.

Sentiste que desde tu espalda, alguien carraspeaba fuerte.

Al girarte, pudiste ver a dos hombres enormes, vestidos con trajes oscuros y gafas de sol, que te miraban a través de ellas como escudriñándote con rayos X.

- ¿José Luis Torres? - Dijo el de pelo oscuro con raya a un lado. - ¿Podría acompañarnos? -

- Turis...ta - respondo. Mi tono ha bajado progresivamente porque la metamorfosis de la chica me ha sido un tanto sopresiva y no le veo mucho sentido a su cara circunspecta. Ni que mi nombre hubiera aparecido en su pantalla como el del terrorista más buscado. ¿Carraspeo? Joder, y estos, ¿quiénes son? ¿Los men in black?

- ¿José Luis Torres? - me dice el de pelo oscuro y con raya a un lado. - ¿Podría acompañarnos?

Esto no me huele bien. Pero nada bien. Hace tan solo unos minutos que he llegado al aeropuerto y la chica justo acaba de mirar mi pasaporte y saber mi nombre, así que ¿quién cojones son estos? Y lo que es más grave, ¿cómo es que saben conocen mi identidad?

- Pues realmente me pillan en un mal momento - les respondo sin amilanarme ante su pinta de armarios empotrados -. Estaba a punto de comprar un billete de avión, aunque claro, si pudieran indentificarse todo es discutible.

- Por supuesto. - Dijo el hombre casi sin inmutarse.

Se metió la mano en la chaqueta, abriéndosela con la otra y dejandote ver, así como quién no quiere la cosa, un arma realmente peligrosa que colgaba debajo de su brazo.

La chapa que te enseña, o más bien, te coloca delante de tus ojos te indicaba que no era broma.

Eran agentes de seguridad...

Aunque la credencial no mostraba distintivo alguno de ninguna agencia conocida.

- Ahora bien, ¿podría acompañarnos sin montar una escena? Necesitamos hacerle algunas preguntas. -

Miro la placa. Agentes de seguridad. Y tampoco me han pasado desapercibidas sus armas.

- Por lo que veo no pertenencen a la administración ni a ningún departamento gubernamental. No son ni de la policía, ni del FBI u otro cuerpo similar. Señores, no tengo problemas en hablar con ustedes, pero tampoco voy a dejar que se vulneren mis derechos constitucionales - digo en un tono educado, normal. No tengo intención alguna de montar una espectaculo, como ellos dicen, pero tampoco soy su títere. ¿Que tienen armas? Vale. Y qué van a hacer, ¿dispararme? No he hecho nada, así que por ese lado estoy tranquilo -. No tienen autoridad para obligarme a acompañarles, pero estoy dispuesto a colaborar. Díganme el motivo de requerir mi presencia y compañía y si desean formular alguna pregunta, este es tan buen sitio como cualquier otro - joder, José Luis, cómo se nota que trabajas en el Departamento de Justicia. Eso, y que te tragas series policíacas, todas -. Señorita, por favor, continúe con la emisión de mi billete. Destino Sidney. Ida y vuelta abierta. Clase turista.

Uno de los hombres sonrió de lado.

Pero al instante te diste cuenta que no era una sonrisa complice, ni de que algo le resultaba gracioso, ni nada de eso.

Era la típica sonrisa que indicaba una cosa: ahora viene la ostia.

Pero no.

Al parecer eran más buenos que eso.

La señorita emitió el billete ante la atenta mirada de los hombres, los cuales no dejaban de sonreir... lo peor del caso... es que no tenías idea de por qué lo hacían...

Claro que cuando cogiste el billete y al ver que no te preguntaban nada, decidiste marcharte, notaste un cierto picor en las manos.

Un cierto picor, acompañado de una gran somnolencia que casi te hizo caer al suelo medio atontado, pero no te has caido, gracias a que uno de los hombres te cogió de la cintura y pasándote un brazo por encima de su hombro, te llevó medio a rastras de ese sitio, a uno muy cercano...

...

Cuando recobraste el conocimiento, estabas sentado en una silla de metal con una de tus manos esposada a la mesa y los dos hombres trajeados, sentados frente a ti. Sonreiste cuando uno de ellos saco una carpeta y te la empujó hacia donde estabas. Por un momento pensabas que te iba a llamar Señor Anderson o algo parecido... y al parecer, el hombre cogió la broma, ya que también sonrió.

- Parece ser que le gusta que lo secuestren y lo drogen, señor Torres. - Dijo sonriente. - No somos los malos, así que sentimos mucho haberlo drogado, pero necesitabamos hablar con usted. Después de escucharnos, bueno, podrá irse dónde desee, hay más vuelos a Australia de los que imagina. -

Mientras ese te hablaba, veías como el otro, de pie a un lado, jugueteaba con un aparatito de metal. Un cilindro plateado con un par de ruedillas detrás y un led rojo en una punta.

¿Otro guiñó a otra película?

Tengo la cabeza totalmente embotada. ¿Qué ha pasado? Yo estaba comprando mi billete para Australia y... HIJOS DE PUTA.

- Parece ser que le gusta que lo secuestren y lo drogen, señor Torres - dijo sonriente -. No somos los malos, así que sentimos mucho haberlo drogado, pero necesitábamos hablar con usted. Después de escucharnos, bueno, podrá irse dónde desee, hay más vuelos a Australia de los que imagina.

Las palabras me llegan a través de una bruma que se disipa muy rápidamente. Y la sensación de déjà vu es enorme. No solo porque esto parezca la jodida Matrix, cosa que me arranca una inconsciente sonrisa, sino porque lo único que me falta por ver es el logo de HUMANS en la carpeta que me han tendido. Y el otro gilipollas, jugueteando con el aparatito.

Saben quién soy y, sin duda, saben de lo que soy capaz. O eso pienso. Aunque se les ve muy seguros, como si les diera igual lo que yo pudiera intentar. Como si no fuera a pasarles nada.

- Sí, ya sabe, los viejos vicios son difíciles de erradicar. En fin, parece que no me voy a ir a ningún sitio - digo tirando de la esposa que me mantiene unido a la silla y que resuena con un clak-clak metálico -, así que abrevie y escupa lo que tenga que escupir.

¿Ha servido de algo toda la experiencia pasada? ¿Ha sido real o tan solo un sueño? Sé que aún soy capaz de activar mi telequinesia, aunque cuando lo hice parecía un puto novato, como si hubiera regresado a los primeros días, lejos del entrenamiento del puto conejo. Las náuseas, el dolor de estómago... ¡Vaya mierda! Aunque, ¿qué puede ir peor que esto? Muchas cosas, eso seguro. Pero ya no soy el de antes. Y tampoco tengo ganas de que me atropellen como si fuera un trapo viejo y sucio que uno puede coger y tirar cuando le dé la puta gana. Estoy bastante harto de eso. Así que, ¿por qué no intentarlo? ¿Por qué no romper ese aparatito que el fulano manosea? De lo malo, no consigo nada. De lo bueno, quizás se rompa y si sale mal, igual le reviento la mano y puestos en lo mejor, vomito sobre el otro. Planazo, José Luis, planazo. A tomar por culo, lo probaremos. Que no se diga que no lo intentaste.

El hombre de negro comenzó a hablar.

Se quitó las gafas lentamente, y las colocó dentro del bolsillo de su camisa, mientras se arremangaba un poco la manga derecha para mostrarte un reloj bastante moderno.

- Cuando encontramos a alguien con sus cualidades, no solemos perderlo de vista. Le hemos ayudado en el pasado, por que era necesario que sepa utilizar sus poderes para que llegado el momento, pueda elegir que hacer. Es como ayudar a alguien a decidir, pero intentando influir lo menos posible en sus decisiones. ¿Extraño, no? -

El hombre se encogió de hombros y continuó con su explicación.

- Ya has conocido a Rabbiteen, el conejo o como quiera llamarle. Digamos que él, junto con algunos otros, son la competencia de mi empresa, ¿vale? Al poseer la capacidad de viajar en el tiempo y de hacer algunas cosillas más, su misión es conseguir un mundo a su imagen y semejanza, y, primordialmente, invocar al Rey Carmesí, que vendría a ser como el Anticristo o algo parecido. Mi empresa, vamos, mi grupo, representa a una cantidad de gente como usted y nos encargamos de intentar deshacer los entuertos que los demás intentan crear. -

El hombre se puso serio cuando vio como su compañero intentaba forcejear contra tu voluntad de querer arrebatarle el aparato de las manos. Tenía mucha fuerza, pero aún así, casi se lo haces salir volando...

- Hombre, deje de hacer eso, que somos los buenos y ellos son los malos, o como quiera llamarlo. Le estamos ofreciendo una oportunidad de oro, no la tire por el retrete de buenas a primeras. -

- Vale, está bien, está bien - digo levantando ambas manos en un gesto de paz para encontrarme que solo una puede levantarse lo suficiente -. Dice que me han ayudado en el pasado. ¿Cuándo lo han hecho? Porque yo, desde luego, no me acuerdo - de acuerdo. Tregua. Estos tipos si realmente hubieran querido hacerme algo, ya lo habrían hecho mientras estaba inconsciente, pero tampoco es que me fíe de ellos. Aquí todo el mundo va a su puta bola y parecen saber mucho, mientras que unos pocos pringados, entre los que me incluyo, somos zarandeados y llevados de un lado para otro en la más pura ignorancia de lo que está ocurriendo. Y además, ¿no me han drogado y esposado? -. Y ya que hablamos de buena voluntad, no estaría de más quitarme esto - digo sacudiendo la mano esposada -. A ver, aquí es muy fácil hablar de buenos y malos, pero la unica realidad es que no tengo motivos para creer ni en unos ni en otros, ni en las buenas voluntades de nadie. Cierto, el puto conejo me cae como el culo, pero ¿qué les hace a ustedes, a su empresa, mejores? Y ¿de qué oportunidad de oro habla?

El hombretón deja de forcejear y mira a su compañero, el cual asiente.

El que llevaba el cilindro de metal, se acerca a ti y te quita las esposas, alejándose rápidamente hacia su posición antes de que decidas sacudirle.

- Gesto de buena voluntad, ¿ha visto? - Dijo el que tenías sentado delante. - Con respecto a la ayuda... bueno, alguna foto hemos dejado caer, por no hablar que somos los que estamos cuidando a Lucy en el hospital... los otros grupos digamos que también la quieren en sus filas. -

El hombre carraspeó.

- Vera, José Luis, el mundo está cambiando, el Conejo lo sabe y tiene la capacidad de cambiarlo a su antojo, otros grupos también quieren hacer lo mismo. Mi grupo se denomina Los Vigilantes, Los Vigilantes del Tiempo si quiere un nombre más formal, y nos dedicamos a eso, a evitar entuertos temporales que los demás crean. Le aseguro que somos bueno, pero que a veces fallamos y ocurre lo que ocurre. ¿El Crash de la Bolsa? ¿La segunda guerra mundial? ¿Las bombas atómicas? Son cosas que no nos gusta recordar, pero las tenemos marcadas a fuego en nuestras almas. Han sido errores, o mejor dicho, victorias del bando contrario. Esa es nuestra función. -

Ahora parece intentar sonreir.

- La oportunidad de Oro que le ofrecemos es jugar en el equipo de los buenos, ya sea en equipo o de manera Freelance, pero por sobretodas las cosas, que no luche al lado de los demás intentando destruir lo que mucha gente ha estado intentando desde hace siglos mantener en equilibrio... ¿Me sigue? -

Me froto la muñeca liberada mientras escucho cuanto me dice. Parece que en este puto mundo de mierda, hay demasiados grupos interesados en conseguir el control de los poderes de unos pobres desgraciados y usarlos a su antojo y conveniencia. No dudo que las pretensiones de estos sean las mismas, pero si lo que dicen es cierto, hay cierta moralidad o ética en su comportamiento. Y algunas cosas de las que han dicho, si son verídicas, resultan escalofriantes. Tan solo por ello, merecen cierta consideración. Sí, podría irme, dar la espalda a toda esta mierda, irme a Australia y emborracharme de cervezas, sol, surf y chicas mientras ligo bronce, pero ¿y después? Primero fue el puto conejo quien se hizo con mi persona. Ahora ellos me han localizado, si bien antes ya sabían de mí. Después, serán otros. Dudo que pueda esconderme en algún sitio y que no me encuentren y, además, cuando me fui por aquel portal, con la posibilidad de renunciar a mis poderes, no lo hice, pensando que de algún modo podría ayudar. Quizás esta sea mi oportunidad.

- Te sigo. Perfectamente. Y quiero creer que cuanto me dices es verdad, que sois los buenos y que cuanto hacéis en vuestra célula es por el bien de esta humanidad que no sé si se lo merece. De acuerdo, me sumaré a vuestra filas, pero como freelance. Me gusta la idea de trabajar para alguien pero sin que me aten corto, especialmente cuando me falta tanta información y no me queda claro a quien quiero otorgarle mi lealtad. Seré un vigilante, a tiempo parcial, y confío en que no me hayáis mentido o haré que el estómago os salga por el culo. Lentamente - digo con una gran sonrisa. Hay cierta parte de humor en lo que digo, pero también un poso de verdad -. ¿Trato hecho? - digo tendiéndole la mano.

El hombre de negro sonrié felizmente.

Era una sonrisa de satisfacción, pero a la vez notabas como cierta desconfianza.

Y no era para menos, habías trabajado para el conejo o por lo menos, habías caido en sus redes. No podían fiarse de ti, por lo menos, no por ahora.

Aún así, el hombre se puso unos guantes de cuero negro y te tendió la mano, estrechándola.

- Esperemos que cambie de parecer. - Dijo el tipo ahora algo más amigable. - Y para que estemos en contacto... -

El hombre chasqueó los dedos y su compañero sacó un reloj del bolsillo interior de la chaqueta, que te lanzó al aire para que lo cogieras.

Lo cogiste entre las dos manos y cuando lo admiraste, te diste cuenta que era un reloj bastante chulo, circular, digital, con cuatro botones, dos a cada lado de la esfera y el cierre... bueno... parecía uno de esos cierres de seguridad anti robo.

- Ese reloj nos mantendrá en contacto. - Continuó el hombre que te tendió la mano. - Si le da al botón superior derecho, le aparecerá la lista de contactos con los que puede comunicarse, en este caso, sólo yo. Cuando quiera descubrir lo que hacemos y conocer nuestro lugar de operaciónes, puede ponerse en contacto conmigo para más detalles. Por todo lo demás, los otros botones están desactivados. -

Los dos hombres se fueron hacia la puerta, pero antes de salir por ella, el que te arrojó el reloj te lanzó un sobre cerrado sobre la mesa.

- Por las molestias que le hayamos podido ocasionar. -

Dicho esto, los hombres se retiraron, dejándote allí solo...