Partida Rol por web

Las efusivas formas de la hechicera le habían logrado sacar una sonrisa pícara, y cuando le guiñó el ojo antes de lanzarse escaleras arriba le devolvió el gesto tras pasarse la lengua por los labios. Aquello prometía ser divertido, y no iba a quedarse atrás. Pensaba disfrutar de la sangre de sus enemigos hasta llegar al capitán, pues él era el verdadero objetivo. 

Sosteniendo sus armas y haciendo que giraran en sus manos con un amplio arco, siguió a la hechicera en segundo lugar para pillar por sorpresa a sus enemigos y calcular rápidamente su mejor modo de actuar. la adrenalina le movía con precisión, su mente estaba despejada. Ya no había vuelta atrás, ni hacía falta.

Junto a la elfa, Chaz mantuvo guardia meintras el mestizo y la pelirroja se encargaban de las cajas metálicas. Lanzaba miradas furtivas ahí detrás mientras vigilaba de que no entrara pirata alguno y una ancha sonrisa canina se abrió paso en sus peludos labios cuando reconoció sus cosas cuando una de las cajas quedó abierta.

-¡Sí!

Aún así permaneció en su sitio hasta que la pelirroja y el mestizo ocuparon su sitio ya equipados. Luego corrió para ponerse su equipo. Primero se colocó un camisote de mallas, el cual ciñió al tallé con un ancho cinturón de cuero del que colgaba una espada calishita, parecida a las de los piratas, luego se enfundó dos guanteletes metálicos con forma de garras, una capa de cuero, su morral y el escudo colgando de este. Finalmente entre sus manos asió una pesada asta con un curvo y cruel filo en un extremo. 

Miró a Trino y su sonrisa se convirtió en una promesa de caza y dolor. Rápidamente se sumó a la pelirroja y al mestizo para ir hacer pagar cara la osadía de los piratas.

Tras revisar una a una las celdas Kailee dió con aquella en la que se encontraba encerrado el semielfo. Weilyn, aquel cazador orgulloso y fanfarrón que había acompañado a la elfa en sus largos viajes durante años, yacía de bruces en el suelo, con los ojos entreabiertos y la frente perlada de sudor. Kailee se dejó caer junto a los barrotes con gesto consternado. Era evidente que su compañero no había aguantado los rigores de la condena y se encontraba en un estado delicado. "Medea, mi Medea" balbuceaba el semielfo sumido en violentas pesadillas. La elfa estiró la mano hasta posarla sobre la de Weilyn. El hombre tiritaba. Algunos recuerdos resultaban demasiado dolorosos para ser revividos, pero aquel nombre hizo que Kailee volviera atrás hasta un tiempo en el que todo era nuevo.

Abandonando los bosques de Wéldazh por decisión propia y por decreto élfico respectivamente, Kaliee y Weilyn no tardaron en forjar un vínculo inquebrantable. Él parecía saberlo todo y la joven elfa aún tenía mucho que aprender, y no tardó mucho en aflorar un sentimiento desconocido en el corazón de ésta última. Pero el semielfo ya había entregado el suyo hacía tiempo a la hija de un terrateniente de las colinas de Umar. Los años pasaron y aquella tea ardiente se convirtió en un rescoldo humeante, un rescoldo que quema de cuando en cuando.

La llegada del semi-drow sacó a la elfa de su ensimismamiento. Lirath, que así parecía llamarse el mestizo, abrió la celda tal y como había hecho con todas las demás. Kailee, sin abrir tan siquiera la puerta, acercó su rostro al de su compañero.

- Tranquilo, Arael’Sha. Duerme ahora. Pronto serás libre de volver a Amn, de volver a casa.

Irguiéndose con rapidez la elfa se dirigió al cofre metálico. Chaz, aquel hombre, o más bien semi-hombre, de aspecto salvaje terminaba de pertrecharse cuando Kailee le alcanzó. Por un instante creyó ver en sus ojos la mirada de un depredador, mirada que seguramente reservaba para sus captores. Sin perder ni un instante la elfa hizo lo mismo y rebuscó en el contenido de aquel compartimiento hasta dar con todas sus cosas. Su preciado carcaj y su arco de corte élfico, única herencia de su familia, su espada enana, un regalo de tiempos mejores, y sus hachas arrojadizas. Todo, salvo un par de objetos sin importancia, parecía estar ahí. Mientras aseguraba las correas de su cota élfica el ánimo devolvió el calor a sus brazos entumecidos y la promesa de libertad, el brío a sus piernas dormidas.

- El silbido de mis flechas os abrirá camino - dijo tensando una flecha sobre la cuerda de su arco - Centraos en los oficiales. Es probablemente la única oportunidad que tendremos de salir de aquí con vida.

Al observar que la elfa era una arquera al igual que ella y el llamado Malark un mago, pidio al resto que se reagruparan.
Devolviéndole un beso volado al semidrow, exclamó:
Necesitamos que los guerreros nos protegan, mientras acribillamos a los oficiales. Chaz y Heren os necesitamos al frente y a los flancos.
No sabemos lo que nos espera ahí fuera. Estad atentos. Juntos seremos más fuertes.

Heren recupera rápidamente sus pertenencias y se prepara para la batalla.

Lurina no estaba muy convencida de las explicaciones que le dio el semidrow. Es más, apenas le prestaba atención. Su mirada seguía a Málark mientras el hechicero iba a buscar su equipo. Sintiéndose abandonada, la mujer sollozó entrecortadamente y trató de calmar a su hijo entre lágrimas.

Kara invocó a un hipogrifo celestial y le ordenó que fuera a cubierta a atacar a los esclavistas. Lamentablemente, la criatura no le entendía, de modo que se quedó junto a la sacerdotisa, moviendo la emplumada cabeza cobriza en todas direcciones, buscando a un enemigo al que atacar.

Una vez que los prisioneros recuperaron su equipo, subieron escaleras arriba, hasta el primer piso de la bodega. Un penetrante hedor a animal les inundó las fosas nasales. Un relámpago iluminó a través de la rejilla de cubierta la fuente de aquella pestilencia: un enorme gorila de pelaje blanco e hirsuto y cuatro brazos, tan anchos como troncos. La bestia enjaulada estaba fuera de si por la tormenta y los ruidos de la batalla. El frenesí se sobrepuso a las drogas que los esclavistas le administraban para mantenerlo calmado. El trueno que sucedió al relámpago se unió al rugido de la criatura y al chirriar de los barrotes de la jaula mientras el enorme gorila se precipitaba sobre los esclavos a la fuga...

El bestial guerrero, haciendo gala de un estilo de combate bastante más sutil del que cabría esperar, lanzó el filo curvo de la bisarma por entre las piernas de la criatura y la intentó derribar, para dar tiempo al resto de reubicarse y tomar una posición ventajosa ante la bestia...

... la hoja penetró en las defenas de la criatura iracunda y Chaz tiró del asta haciendo palanca, aplicado en uno de los tobillos de criatura para tumbarla al suelo.

La amenaza de la criatura y su ferocidad no dieron lugar a dudas, la criatura se interponía en su huida y les atacaría sin piedad.

El hippogrifo miro a su señora pidiendo poder atacar a esta criatura y está asintio con un leve movimiento de su cabeza. Lanzándose con una rápidez sobrenatural a el costado de la figura simiesca ataco con sus garras y su pico haciendo sangrar a la criatura y arrancandole jirones de piel con una precisión y habilidad pasmosa.

Kara por su parte murmuró palabras inentiligibles para el resto de sus compañeros "Aegotia finiquitium estia", conjurando un arma de pura energía ante ella, que flotando en el aire se dirigio a toda velocidad por encima de sus compañeros golpeando el pecho de la criatura, impactando con brutalidad.

La bestia se alzó sobre sus cuartos traseros en mitad de un alarido de libertad. La elfa nunca había visto una criatura como aquella y se apresuró a tensar su arco. ¿Porqué motivo los esclavistas guardaban algo así tan cerca de sus prisioneros? Apoyándose sobre sus poderosas extremidades la bestia enjaulada se abalanzó sobre ellos. Rápidamente Kailee se desplazó haciendo un arco hasta las escaleras, buscando un punto flaco o una oportunidad. Pasó junto a sus compañeros como una centella, iluminada brevemente por los relámpagos, y el silbido de una flecha se oyó durante un instante acompañado de un gruñido gutural. Aunque su anatomía no le era familiar supuso que teniendo cuatro brazos recibir un flechazo debajo de uno de ellos sería igual de incómodo para aquella criatura que para un humano.

El espacio de la bodega había quedado pequeño entre tantas bestias grandes. Los esclavistas no solo llevaban trabajadores, sino que parecían comerciar con criaturas exóticas, seguramente para ridículos coleccionistas de sádicos corazones.

Inmediatamente mis correligionarios amotinados reaccionaron ante el primate superdesarrollado que se había liberado de su prisión, una paradoja excelsa que reflejaba el humor irónico del cosmos al ponernos en semejante situación. Los que estábamos luchando por nuestra libertad atacábamos a una bestia que se encontraba en nuestra misma situación.

A pesar de la fugaz reflexión, el gorila carecía de un raciocinio susceptible de ser alcanzado por nuestras palabras y buenas voluntades, por lo que, esclavo también de su propia naturaleza, se convertía en un obstáculo infranqueable a nuestra libertad.

Junté las palmas de mis manos, que hicieron movimientos magnéticos, al tiempo que susurraba algunas palabras. Un ligero destello dorado surgió de estas, junto con algunas chispas y ascuas ígneas. Súbitamente, de mis manos, sendas emanaciones de fuego brotaron con extrema violencia, disparadas contra la bestia salvaje. 

Con el cuello aun adolorido por la mordaza infame que ha llevado tantos días, y empuñando su espada, de cuya hoja brotan ocasionalmente llamas, Heren sube la escalera. Es la hora de la venganza.

Espera una batalla contra los piratas, en lugar de ello le sorprende el espectáculo de un simio gigante rompiendo su jaula para atacarles... Pero no pierde los nervios y se lanza adelante descargando un mandoble sobre la bestia de cuatro brazos. Aprovechando que Chaz la ha derribado.

El ser con el que se encontraron nada más subir no es a lo que esperaba enfrentarse. Aquél enorme simio era algo antinatural, una despiadada aberración de la naturaleza que, nada más verles, se lanzó contra ellos presa de una ira frenética. Era un giro cruel del destino ser liberados para vengarse de sus carceleros y tener que acabar con una bestia que tenía el mismo problema que ellos, pero era necesario y así tendría que hacerse.

Viendo como sus compañeros daban el primer paso, decidió rodear furtivamente a su adversario en busca de una mejor posición, pasando tras el grifo de la hechicera y atacando con su estoque a fondo desde uno de los laterales.

Al subir a la cubierta, entre el combate, Heren mira a su alrededor para intentar saber quien está ganando. Esclavistas y demonios marinos se merecen unos a los otros. Que se devoren entre ellos y que Kelemvor arrastre al infierno los que queden. Quizá puedan coger un bote en la confusión, pero antes le gustaría rebanar el cuello a algunos de los que la han maltratado. Tampoco le importaría hundirle un palmo de acero en las tripas a esa mujer, Ópalo. Es una adoradora de demonios. Pero primero la ayudará. Así quedarán en paz y podrá matarla sin remordimientos.