Partida Rol por web

Orichalchum

Escena I: El Encargo de un Dragón

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15/02/2011, 19:10
Director

El viaje ha sido largo y arduo, pero al fin lo habéis conseguido. Ya sea desde el sur a través del valle de Cinca y remontando el río Ésera hasta casi la cabecera del valle de Benasque, o desde el norte desde la cercana Luchon, Francia, atravesando el Portillón por la ruta de los contrabandistas, arribáis a la población de Benasque.

Los lugareños son reservados pero amables, dentro de su tosquedad, y os han indicado con presteza y educada deferencia el lugar donde se asienta el castillo del señor Everard en cuanto les indicasteis vuestro destino, río arriba de la misma población. Al principio os ha costado entender su acento cerrado, pero pronto se hicieron entender, e incluso alguno de vosotros fue acompañado hasta el castillo por un guía.

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15/02/2011, 19:16
Director

El Valle es estrecho cerca de su cabecera, salvo el abultamiento anormal provocado por el Forau d'Aigualluts, un sumidero  de aspecto poco natural que bebe las aguas del cercano Pico de Aneto y las lleva cruzando bajo las montañas hasta Francia, siendo el nacimiento del galo río Garona.

No obstante, las rápidas aguas que vienen de los pequeños valles afluentes hacen que el río Ésera, el moldeador último del Valle de Benasque, enseguida gane caudal y, aprovechando la bajada de pendiente, se ensanche en un pequeño aluvial muy rico en cultivos, pastos y bosques que dan de comer a la población humana, y no humana, de la localidad. Que, aunque se concentra en la población de Benasque, también se extiende a dos aldeas más, una de ellas a más de 1500 metros de altura sobre un acantilado que domina la totalidad del Valle y llamada Cerler. Es posible que en el Valle vivan unas 2000 personas, una población más que generosa teniendo en cuenta la dificultad para llegar.

Unos 5 kilómetros río arriba desde la Villa de Benasque, comunicado con ésta gracias a un camino bastante bien cuidado y ancho que os sorprende dada la lejanía de la civilización, se encuentra un promontorio junto al río Ésera sobre el que hay una construcción baja y sólida, tal vez de un piso de altura, de enormes sillares de granito, y de techo almenado y sin torres. No posee más que unas pequeñas ventanas estrechas, al estilo de los postigos defensivos de los castillos medievales, pero que según os acercáis veis que en realidad tienen unos 4 metros de altura y una anchura de unos 50 cm, y están recubiertas de hermosas vidrieras con todos los tonos del arcoiris. El camino desemboca en un enorme portón que es el que hace que el ojo se equivoque al medir la escala, pues fácilmente tendrá unos 5 metros de altura y no llega ni a la mitad de la altura de la fachada.

La enorme puerta es de madera clara, de aspecto de haber sido barnizada recientemente, con un entramado de hierro oscuro que, desde la distancia, forma la silueta de un dragón de alas extendidas y vomitando llamas. Al llegar hasta él os dais cuenta de que hay un pequeño sendero que va hacia uno de los laterales del edificio. Posiblemente hacia los establos o, quizá, la cochera.

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15/02/2011, 20:09
Director

Mientras os deleitáis cada uno a su manera con la engañosa grandeza del lugar, pues a pesar de las enormes dimensiones no parece un lugar apropiado como residencia de un Señor Dragón, o eso imagináis, un ruido de madera y metal os devuelve la mirada hacia el portón.

Antes de que llegarais a llamar, una pequeña sección del portalón, del tamaño de una puerta normal, se abre sobre goznes bien engrasados. Una figura se destaca en el umbral.

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15/02/2011, 20:13
Antonio Montenegro

Espero de pie, con la puerta abierta, a que el visitante entre. Mi cara muestra una expresión acorde con el vestuario que lleve: ligera desaprobación en caso de que vaya cubierto de polvo y con un vestuario poco adecuado para presentarse ante un Señor Dragón, o muda aceptación si su vestimenta es de buena calidad aunque el viaje le haya descolocado el peinado.

Quito una mota de polvo invisible de mi levita y, mostrando una pose de educada servidumbre, le doy la bienvenida.

-Bienvenido al hogar del Señor Everard Draconis... por favor, entrad, entrad -digo, haciéndome a un lado para que pase-. Ha debido ser un largo viaje y... supongo que estaréis aquí por el... anuncio -comento, crispando ligeramente el labio cuando pronuncio la palabra. carraspeo-. Ejem... el Señor Everard estará gustoso de recibiros, a vos y al resto de... interesados que ya esperan en la Sala de Recepción.

Espero a que entre y cierro suavemente la puerta tras él. Me adelanto para que me siga, tomando mucho cuidado de abrir las puertas que vayamos a atravesar aplicando el paño blanco sobre el tirador antes de accionarlo, para no mancharlo.

-Espero que perdonéis el desorden imperante -añado mientras avanzo, excusándome de manera automática-. No he tenido tiempo de limpiar los mil y un detalles de las armaduras y los tapices...

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15/02/2011, 20:34
Director

Al entrar os dais cuenta de que todo el espacio bajo el techo y las paredes de la edificación, absolutamente todo ese volumen, es una única estancia. Un suave rumor de agua corriente os acompaña en cuanto se cierra la puerta, pese a que no veis de dónde procede.

Mientras seguís al mayordomo, pisáis sobre un suelo cubierto de pulidas y brillantes losas de mármol blanco y negro de unos 2x2 metros, formando un ajedrezado. Las paredes muestran contrafuertes y arcos arbotantes en el interior para sostener toda la estructura, construidos con la misma piedra granítica que la fachada exterior.

Entre cada contrafuerte, una de las grandes ventanas de multicolores vidrieras, o un tapiz antiguo pero en excelente estado de conservación, o tal vez un cuadro de increíble calidad y realismo. Apoyados en las columnas de los arbotantes, armaduras completas de estilo medieval sujetando alabardas, mandobles, lanzas de caballería, o tal vez estatuas de fino alabastro de hermosas mujeres, tanto humanas como feéricas, o de hombres gallardos.

En el techo, que por dentro está ligeramente abovedado, cuelga una enorme lámpara de araña de dorado metal y con miles y miles de pequeños cristales, una estructura que bien puede pesar su media tonelada y sujeta por gruesas cuerdas. Ahora mismo no está encendida, ignoráis si usa velas o lámparas de gas, puesto que la iluminación proviene de las ventanas en un loco juego de luces que, no obstante, de la impresión de que todo está iluminado con luz blanca natural.

Al fondo de la sala se encuentra la característica más extraña de la enorme sala: una doble escalinata en curva de peldaños de mármol blanco y barandilla de forjado y madera exquisitamente cuidados, motivo clásico de las grandes mansiones... que aquí, no obstante, parte del piso en el que os encontráis y desciende, hacia un piso inferior, del cual podéis atisbar la mitad superior de otro portalón de, suponéis, dimensiones parecidas al que da al exterior.

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15/02/2011, 20:49
Antonio Montenegro

Espero pacientemente en el inicio de la escalinata. Sé que los visitantes normalmente se encuentran... bastante sorprendidos por la grandiosidad de la sala, así que no muestro ningún signo de impaciencia.

No obstante, el Señor Everard espera, recuerdo, así que en contra de la buena educación he de apresurar al viajero.

-Por favor, no os demoréis demasiado en la contemplación de esa estatua griega, representación de la nereida Anfítrite por el maestro Fidias -le exhorto con educación-. Más tarde podré, si así lo deseáis y si el Señor Everard da su consentimiento, regalaros con una... tournée... de las muestras más representativas y hermosas de este lugar...

Bajo las escaleras hacia la Puerta Interior.

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15/02/2011, 20:55
Director

Os dais prisa en llegar al inicio de la escalinata. Bajáis por ella hasta el piso inferior, de mucha menor superficie que el superior, pero que es origen del rumor de agua tan agradble que escuchasteis al entrar.

Efectivamente, entre los dos brazos de la escalinata hay una fuente de piedra blanca que muestra varias náyades, nereidas y otras ninfas de la mitología griega y de cuyas palmas extendidas, en gesto de ofrecimiento, caen los chorros de agua. El escultor talló a las ninfas desnudas, con el aspecto de cubrirse con telas diáfanas que, no obstante, no hacen más que exaltar su sensualidad. Eso sí, de tal manera que ésta se encuentra en el límite entre la discreción y la provocación.

Nuevamente, frente a vosotros hay un portón de madera de exactamente las mismas dimensiones de la Puerta Exterior, mostrando un trabajo de hierro negro forjado formando una silueta similar, no igual, a la que muestra su gemela.

El mayordomo abre una pequeña sección, del tamaño humano normal, aplicando un paño blanco y limpio a la superficie de un minúsculo tirador.

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15/02/2011, 21:01
Antonio Montenegro

-Cuidado ahora, pues empiezan las escaleras. No os preocupéis pues la iluminación es excelente -añado, esperando a que el visitante pase y cerrando la Puerta Interior después.

Me adelanto con premura para abrirle camino.

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15/02/2011, 21:03
Director

Por si no os hubierais sorprendido llegados a este punto, el tener que bajar unas escaleras de caracol, no obstante anchas y espaciosas, os desubica totalmente y empezáis a comprender el secreto del castillo del Señor Everard Draconis: sus salones no se levantan uno encima de otro entre altas columnas que desafían al cielo, sino que se introducen en la montaña, bajo el subsuelo, donde el espacio es casi infinito y la gravedad no es una fuerza contra la que luchar.

Bajáis escalón de granito tras escalón de granito, casi un centenar o tal vez más, entre paredes de granito formadas por sillares rectos y perfectamente esculpidos. Como el mayordomo os avisó, la iluminación es excelente y procede de lámparas de gas instaladas en las paredes cada tantos metros. De vez en cuando un cuadro o un tapiz alegran la monótona decoración de las escaleras.

Llegáis por fin al final de la escalera, otro portón de madera algo mas pequeño esta vez, como si ya no quisiera impresionar al visitante con el tamaño. O ya no lo viera necesario.

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15/02/2011, 21:09
Antonio Montenegro

Abro la puerta con delicadeza y me quedo junto a ella a la espera de que el visitante pase.

-Pasad, por favor. Los demás... invitados... ya están reunidos -le anuncio-. estoy seguro de que el Señor Everard no tardará en acompañaros. Mientras tanto... al fondo hay una selección de vinos ligeros y algo de comer tampoco pesado, y que seguro que alegrarán vuestro estómago y vuestro espíritu tras el viaje.

Asiento y sonrío comprensiblemente.

-Ah... permitidme -añado, señalando el abrigo con que se cubra el visitante- que os coja esto, por favor. Lo pondré con el resto de vuestras pertenencias en las habitaciones que el Señor os ha asignado...

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15/02/2011, 21:13
Director

Entráis en la Sala de Recepción.

Lo primero que os llama la atención, y de forma muy obvia, es la enorme estatua de alabastro de un dragón con las alas semi-extendidas, la boca semiabierta y mirando hacia la entrada. Hacia vosotros al entrar. La estatua tendrá fácilmente 8 o 9 metros de altura, casi rozando el techo de la sala, y esperáis que esté a escala, porque si es a tamaño natural, el dragón que posó para el escultor debía ser un ejemplar muy muy viejo y poderoso. La simple presencia de la estatua ya os provoca respeto. Su acabado es exquisito, incluso en el finísimo entramado de escamas del tamaño de la uña de un meñique, los detalles de los ojos y de la los dientes de la boca. Si no fuera porque es de piedra maciza, casi podríais jurar que la membrana de las alas es ligeramente traslúcida. Tal vez sea un efecto óptico.

A la Sala de Recepción dan varias puertas de tamaño normal, muy labradas, eso sí. las paredes son de la misma piedra granítica que habéis visto, decorada con cuadros, tapices y armaduras. Tal vez algún pedestal sujetando una urna con algún ejemplar de la colección del dragón, extraños artilugios de aspecto antiguo, por lo que podéis observar a primera vista. El suelo es de losas de mármol de diferentes tamaños y diversos tonos de blanco, gris y negro, formando diseños geométricos bastante complejos pero agradables a la vista.

La sala está iluminada por lámparas de araña que cuelgan del techo, no tan soberbias como la de la entrada, pero sí bastante grandes y luminosas, situadas alrededor de la estatua central.

Alrededor del pedestal que sujeta la estatua, y que tiene aproximadamente medio metro de altura, hay dispuestas mesas y también divanes y sillas de aspecto muy confortable. Sobre las mesas, una selección de bandejas de canapés y botellas de vino dentro de cubiteras.

Aparte de cuatro muchachos vestidos de forma similar al mayordomo que os ha recibido, y que se mantienen de pie junto a las mesas, prestos a serviros lo que deseéis, se encuentran en la sala, solos o por parejas o tríos, sentados en los divanes o las sillas, un grupo de personas de diversa índole y procedencia

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15/02/2011, 21:38
Director

Se encuentran en la sala mirando con curiosidad hacia la entrada por la que acabáis de pasar:

Una muchacha muy guapa y de aspecto algo andrógino vestida con lo que parece un mono de mecánico de tela resistente y repleto de bolsillos abultados. Sujeta una jarra de cerveza con una mano y en la otra lleva un cuaderno que muestra a su acompañante. Éste es un enano vestido de forma similar a ella, con el ceño fruncido, que en el momento en el que entráis se está llevando distraídamente un canapé a la boca. Su conversación intercala palabras en inglés técnico algo rudo con vocablos del lenguaje enanil.

No muy alejado de ellos hay un hombre alto y delgado, de piel pálida y pelo negro, muy bien vestido con ropas oscuras, con una capa negra de corte elegante sobre los hombros y que se ha negado a quitarse. Muestra un gesto entre altivo y de desdén, mientras mira de reojo a la extraña pareja formada por la muchacha y el enano. A la vez, está intentando fingir que cata uno de los vinos que hay sobre la mesa. Lleva en sus manos un bastón de aspecto soberbio, de madera oscura y pomo dorado muy brillante.

Sentados en un diván hay una pareja, un hombre y una mujer, vestidos con resistentes ropas de viaje, aparentemente sumidos en una discusión agradable. Instintivamente tanto uno como el otro se llevan la mano a la cadera, como si notaran la ausencia de algo, tal vez un arma, que normalmente se encontraría allí. Parecen gente acostumbrada a los rigores de la vida agreste. Por el aspecto y el acento, el hombre parece irlandés, o tal vez galés, mientras que la mujer parece británica.

Cerca, pero no demasiado, hay una mujer rubia bastante bonita y de aspecto atlético, vestida con ropas de tonos verdes oscuros, de corte elegante pero práctico, que parece estar bastante interesada en lo que hablan la pareja cercana. Lleva una copa de vino en la mano que, al parecer, apenas ha probado.

Separados del resto pero no obstante situados como si fueran el centro de la Sala alrededor del que gravitaran el resto de invitados, se encuentran una mujer y dos hombres en animada conversación. La mujer no es particularmente atractiva, pero irradia un aura de confianza en sí misma y de saber exactamente qué hacer en el momento adecuado que atrae la mirada sin remedio. va vestida con un vestido muy elegante y de aspecto notoriamente caro, y en sus manos hay un pequeño libro de lectura, de aspecto muy gastado, del que parece no ha querido desprenderse. Su mirada va de uno a otro de sus acompañantes, aunque se las arregla para observar todo lo que le rodea. Uno de los hombres que le acompañan, el que parece que dirige la conversación en un inglés con un agradable acento francés, es un hombre alto y atractivo que va vestido con ropas de factura cara y a la moda y se apoya en un fino bastón de madera negro con pomo liso y de metal plateado. También irradia un carisma abrumador, y parece inevitable llevarse bien con él. El otro hombre no dice casi nada, sino que más bien parece que registre la conversación que se desarrolla entre sus acompañantes. Alto, delgado, de actitud tranquila y paciente pero poseedor de cierto atractivo indefinible, apenas se ha llevado la copa de vino que sostiene a los labios.

Por último, indecisos sobre si unirse a algún grupo o quedarse separados, se encuentran un hombre de aspecto distraído y una muchacha bonita que le lleva de un lado a otro cogido del codo, como si tirara de él. El hombre va vestido con un traje lleno de bolsillos y un curioso cinturón del que cuelgan más herramientas, aunque muchos de sus enganches están vacíos. Sostiene en la mano, de forma un tanto descuidada, un canapé mordisqueado que evidentemente le ha dado su acompañante, y asiente a todo lo que ésta dice sin prácticamente contestar nada. La muchacha, que guarda cierta semejanza con el hombre, que va vestida con un sencillo vestido de aspecto cómodo, va señalando disimuladamente a la gente que está en la Sala, hablando incansablemente con el hombre en un suave alemán. Parece que está excitadísima con la novedad de tanto lujo y no hace más que señalárselo al hombre.

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15/02/2011, 22:29
Liv Björnsdottir

 - Pero qué dices,  chalado -le dice la chica andrógina vestida con un mono de mecánica, a su acompañante-. Los manómetros sirven para algo, no son sólo un jodido adorno, ¿vale? -vacía media jarra de un sólo trago-. Si le quitas esa válvula, van a llover trozos de enano en Irlanda.

Saca un lápiz de uno de los múltiples bolsillos del mono desteñido, chupa la punta con gesto de concentración y comienza a garabatear en la libreta.

- En cambio... si aquí... y aquí y aquí... le metes varias salidas de seguridad... como uno de éstos... -murmura mientras escribe. Termina la jarra de otro trago contundente y mira a su alrededor-. Perdone -intenta llamar la atención del mayordomo-. Tráigase otro par de éstas, ¿eh? -pide con una sonrisa, señalando su jarra ahora vacía.

Es un contraste inquietante. Su rostro es muy hermoso, de rasgos delicados y suaves, casi angelicales. Por contra, el pelo corto, la ropa de hombre y los modales barriobajeros dignos de un enano. Casi podría ilustrar en el diccionario la palabra "dicotomía".

Suspira. Echa una mirada a su alrededor. La sala es imponente... y la escultura del dragón... suspira de nuevo, fascinada.

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15/02/2011, 22:53
D.G. HijodeFeneris

- Ya salió, la alta de las narices -respondo con fastidio-. ¿Tú quieres potencia o no quieres potencia? Porque gachas sin sorber, no se puede. Si quieres potencia, tienes que asumir un poquillo de riesgo. ¿Que explota el motor una de cada veinte veces? Se llama riesgo a-su-mi-ble -vocalizo despacio-, ¿lo entiendes? Asumible. Y no me vengas con el rollo de la ignifugancia, que ya no cuela. Los sistemas de seguridad redundantes son para llorones -termino mi jarra y la amontono sobre las otras dos que he vaciado.

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15/02/2011, 23:34
Dáravah Clums

Aquella había sido la única vez en mi vida que me habían llamado por orden de un señor y no podía ni imaginarme a qué se debía aquello. Apenas había tenido mucho tiempo para preparar el viaje, pero estaba acostumbrada a los viajes en los que apenas metes cuatro cosas en una mochila para desaparecer durante un tiempo, pero claro, aquello no era como ir al bosque, había que ir presentable, aunque contra el polvo del camino no pudiéramos haber hecho nada más que cubrirnos con una capa.

Desde que nos recibió aquel mayordomo, la caminata fue considerable y bueno, aunque las clases de arte a mí sinceramente me sobraban, una nunca podía parecer descortes en aquellas situaciones así que simplemente asentía como si aquello fuera de verdad algo que llamara mi atención.

- Cuanta pérdida de tiempo en decoraciones.. - Pensaba conteniendo el suspiro que estaba a punto de morir en mis labios.

De nuevo otra vez a caminar, para acabar rodeada de gente a la que no conocía y por lo que parecía, tan sólo una pareja que había allí se conocía de antes, pues el tono de su conversación así lo decía, era jocoso, como una de esas discusiones que se tienen en una taberna frente a un par de jarras de cerveza, aunque aquella no fuera una de mis aficiones.

- Supongo que ahora es cuando más paciencia debemos tener. Al menos, yo me muero de curiosidad por saber qué es lo que está sucediendo para que estemos aquí.

Tampoco es que me fuera a suponer un problema el estar quieta durante un rato, pero no tardarían en hacérseme demasiado pequeñas las paredes de aquella casa. Adoraba estar al aire libre..

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16/02/2011, 08:32
Sven Herzog

Camino tranquilamente por la sala, mirando a un sitio y a otro sin prestar demasiada atención. Los murmullos de admiración de mi hija junto a mi me hacen sonreir y asiento con la cabeza cuando me señala esto y aquello. "Hace tiempo que debería haber salido de viaje con ella, ha sido todo un descuido por mi parte", pienso con cariño al verla tan animada.

Sin prestar la más mínima atención a tapices y armaduras, "artefactos inútiles heredados de una época de barbarie", fijo la mirada en las luces, intentando desentrañar el misterio de la iluminación de la sala. Tras un momento empiezo a parpadear, deslumbrado, mientras acudo de nuevo junto a mi hija. Recojo el canapé que me ofrece y paseo mi mirada por el resto de los presentes en la sala.

No puedo evitar escuchar la conversación del enano y la muchacha ("¿o es un muchacho? No, demasiado guapa para ser un chico"). Las palabras manómetro y potencia resuenan en mi cabeza y la frase del enano me hace recordar por un momento a mi antiguo maestro ("...tengo que llamarle un día de estos..."). Acercándome a ellos, digo:

- Sin embargo, si colocáis las válvulas de seguridad a ambos lados del eje, cuando se activen producirán un momento que compensará la caída de potencia del por la bajada de presión, disminuyendo el riesgo de explosión del motor.

Titubeo por un momento, dándome cuenta de que acabo de inmiscuirme, una vez más, en una conversación privada sin ni siquiera presentarme. "Verdammt noch mal! ¡Nunca aprenderé!". Ruborizándome ligeramente ante sus miradas sorprendidas, añado:

- Entschuldigen Sie mir. Lamento inmiscuirme. Mi nombre es Sven Herzog, "ingeniero del vapor" - añado la coletilla a mi nombre, lamentando no haber impreso unas tarjetas de presentación. - No pude evitar escucharles y recordar la solución técnica que utilicé hace tiempo en uno de mis inventos. Espero que les pueda servir de ayuda.

Ligeramente nervioso, busco a mi hija con la mirada, en parte para no perderla de vista, pero sobre todo en busca de apoyo para la conversación. "Sveta, siempre eras tú quien iniciaba las conversaciones. Ahora recuerdo por qué".

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16/02/2011, 14:58
D.G. HijodeFeneris

Me giro hacia el humano que nos ha interrumpido.

-Hombre, pues no parece mala idea. Una solución digna de un enano. ¿Ves, Liv? -le doy un codazo a mi compañera. Me río y le doy una fuerte palmada al hombre-. Soy D.G., y todos me llaman D.G. Ésta es mi hermana Liv, y somos enanos.

Me río mientras espero a que el estirado del mayordomo nos traiga más cerveza. Que bien podía saber que el vino es para nenazas. Una vez con cerveza en la mano, continúo.

-Da gusto encontrarse con alguien que sabe de lo que habla, señor Herzog, jajajaja -me bebo la mitad de la cerveza de un ruidoso trago-. Y mira que pensamos, ¿verdad Liv?, que esto de venir a trabajar para un lagarto era algo... indigno -miro a mi alrededor-. Pero no se lo ha montado mal, el tipo.

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16/02/2011, 15:32
Hannah Herzog

Hannah se queda mirando con mucha curiosidad al enano y a la chica/chico que le acompaña. La verdad es que TODO le parece increíble: el viaje, la gente, enanos y ¡ahora va a ver a un dragón! Y ese de allí tiene pinta de ser un mago... Y la señora tan guapa con los caballeros elegantes...

La joven suspira. "Tendría que haberme puesto el otro vestido... pero es tan incómodo".

-¿Te traigo algo, papá? -le pregunta-. Mira, allí hay más canapés de esos que te gustan -señala una dirección en general. Está claro que lo que quiere es unirse a otro grupo.

Ahora que ha conseguido colocar a su padre, ella podrá dedicarse a explorar... tal vez conversar con alguien que no conozca...

-Yo creo que puedes quedarte a hablar con otros locos del metal como tú -sonríe, quitándole hierro a sus palabras. Después de todo, adora a su padre. Pero a veces es tan protector...-. Mira, voy, te traigo algo, y así hablas de tus cosas mientras yo... investigo un poco el ambiente -la muchacha entrecierra los ojos levemente-. Ya sabes... hay que... evaluar la situación.

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16/02/2011, 15:26
Annie Graham

Annie sonreia. Aquel lugar era uno de los mas bonitos que habia visto en sus numerosos viajes. Sobre todo el bosque y las montañas que lo rodeaban. Todo aquello le recordaba a tiempos pasados, y le gustaba esa sensacion que sentia de estar como en casa. No se arrepentia de haber tomado la decision de haber dejado su anterior trabajo para venirse aqui, para estar al servicio de un dragon.

-Yo soy Annie Graham.-dijo mirando al variopinto grupo de personas.

Llevaba una maleta en la mano, vestia unos pantalones de hombre y una camisa blanca de tirantes, que tapaba con su capa, que demostraba los años de viaje que habia tenido Annie.

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16/02/2011, 17:41
Liv Björnsdottir

Liv le da la mano al señor Herzog. Una sonrisa ilumina su rostro; desde luego sus facciones podrían pertenecer a cualquier miembro de la nobleza de Nueva Europa. Si la nobleza tuviera el pelo cortado a trasquilones irregulares y quemado en algunos sitios; la cara con alguna mancha de grasa que no se ha ido en la bañera, y la ropa vieja hasta empezar a perder el color.

- Exactamente -asiente a las palabras de D.G-, yo soy Liv. Y le prevengo del vocabulario de mi hermano, es el enano más malhablado que he oído en mi vida -esboza una sonrisa cálida a D.G.

Piensa unos momentos en la solución dada por el ingeniero de vapor, traza unos cuantos apuntes en su libreta y asiente de nuevo.

- Muy ingenioso, desde luego -murmura para sí.

Después parece despertar otra vez al mundo real.

- Así que inventor, me alegra oír eso. Siempre estoy dispuesta a aprender nuevas cosas. ¿Quizá le debemos la autoría de algún objeto popular? -inquiere con amabilidad, permitiendo que el inventor hable de sí mismo.