Partida Rol por web

 Liv esboza una sonrisa perversa. Ahora va a enfrentar al dragón a su perfecta educación.

- Entonces, patrón, su primera impresión de mí ha sido que no soy diligente ni disciplinada. Qué cosa tan fea para decirle a un invitado... 

 Liv se revuelve, incómoda y nerviosa, cuando nota la mirada del dragón.  Se pregunta si habrá mirado así a lady Thornton, y qué habrá pensado ella. ¿Estará acostumbrada a eso? ¿La mirarán así a menudo? ¿Y... exactamente, qué ocurre después? El baile social es tan complicado, y Liv se siente como si no tuviera pies.  ¿Cómo será que te besen?

Se reprende a sí misma por tener esos pensamientos... y más en relación a un puñetero lagarto.

Entrecierra los ojos.

-Yo, señorita -dice, sin asomo de humor, totalmente serio-, no soy un humano normal y corriente. Además de tener una percepción mucho más aguda que la de un hombre, mis décadas de experiencia me permiten valorar a las personas mucho mejor de lo que cree. Y no suelo equivocarme -añade, como remate.

- Le doy la oportunidad de que me diga algo agradable -Liv sonríe de nuevo, despreocupadamente, y cruza y entrecruza las piernas- o de que definitivamente me diga cosas espantosas -termina, divertida-. Veamos, pues, ¿cual ha sido su primera impresión de mí?

Se pasa la mano por la barbilla. En el silencio que reina en esos momentos en la habitación (roto tal vez únicamente por el deglutir de la cerveza de DG), oís perfectamente el suave raspar de la barba incipiente contra la piel de la mano. Parece pensativo.

-Como decirlo, señorita... -comienza lentamente-... Lo cierto es que mi primera impresión fue... de sorpresa, evidentemente.

Asiente para sí, recordando.

-Aunque claro, no estamos hablando de eso, sino de lo que me apreció ver en usted... -se queda callado unos instantes-. Hmmm... Bien, podríamos decir que vi a alguien a quien no le importa lo que digan de ella, que se toma tan en serio su trabajo que no acepta errores, que se toma a mal las críticas cuando vienen desde la ignorancia y...  que se esfuerza en conseguir la perfección.

Sonríe, satisfecho.

 - ¿Y eso de la sorpresa?  -inquiere Liv, satisfecha por las palabras del dragón-. Yo creo que no tengo nada de sorprendente, todos los enanos somos más que iguales. ¿O es que le sorprende ver a una chica con las manos manchadas? Porque yo diría que por donde usted se mueve, lo más indelicado que tienen las chicas en las manos son diamantes.

Ella también ha tenido diamantes en las manos, en realidad. Pero para tallarlos para conseguir una broca ultra dura, así que en realidad, no es que cuenten.

Se ríe levemente.

-Lo cierto es que la sorpresa se debe a que no es lo que yo me esperaba: no es común ver a mujeres vestidas como obreros, señorita. Pero, ¿qué me dice de mi análisis? -pregunta, totalmente seguro de su análisis.

Dejo la última jarra sobre la mesa y ahogo un bostezo.

-Yo, si me disculpan... creo que me voy a la piltra. Ha sido un día agotador, con tanto viaje y tanta cerveza.

Me rasco despreocupadamente el trasero y me levanto.

-Un placer, patrón. Y tú no te vayas tarde a la cama -le reprendo a Liv-. Que en no estando tu señor padre, alguien tiene que cuidar de que no pierdas la cabeza...

 -Claro- asiente Liv. 

Espera cuidadosamente a que DG se haya marchado, a escuchar el clic de la puerta al cerrarse.

Se muerde los labios, nerviosa. No sabe si va a arreglar un error o a horadar más en él.

- Querría pedirle disculpas, patrón. Por lo de antes. Soy socialmente inepta, como dice Dresda, o una puta bocazas, como dice DG. Siento lo de... lagarterano. La costumbre.

Nerviosa, juguetea más con los anillos. Finalmente, levanta los ojos hacia el dragón y lo mira.

El dragón te está mirando fijamente, con las pupilas reducidas a finísimas rendijas.

 Liv se encoje de hombros, tan inmersa en el horror de la furia de un dragón que apenas lo nota. Para bien o para mal, ya se ha tirado de golpe a la piscina.

- Pues eso. Que lo siento. No sé si ahora decidirá flamearme o aceptará mis disculpas, pero no puedo hacer más.

El dragón se levanta sin dejar de mirarte.

Avanza hacia ti.

 Liv traga saliva.

Nerviosamente, muy nerviosamente, juguetea con los anillos. Alianza, sello. Dentro, fuera. ¿Qué se sentirá al ser flameado por un dragón? ¿Se notará algo, o será una nova términa tan catastrófica que ni los nervios tienen tiempo de avisar del dolor?

Una vez que está frente a ti, se inclina leeeeeentamente. Muy leeeeeeeeeentamente, con la mirada fija en tus ojos.

Levanta una mano, casi te parece que a cámara lenta...

...y te toma de la mano. La lleva a sus labios y deposita un suave beso en ella.

-Disculpa aceptada, señorita.

Te mira un par de segundos fijamente, y luego se vuelve a su sitio.

-La valentía no está en insultar a un dragón -dice, mientras se sienta-, sino en reconocer el error y pedir disculpas por ello.

A la pobre Liv casi le da un jari tabardillo.

El beso en la piel de la mano quema, delicado, dulce. El recuerdo de los dedos del dragón, de esas manos tan cuidadas, permanece sobre la piel incluso cuando ya se ha sentado. Es la primera vez que un hombre -que no sea su padre- la besa, aunque sea en la mano. La sensación es como un rayo descargando en la columna vertebral. Respiración acelerada, flujo sanguíneo intensificado. Calor.

Carraspea, nerviosa y algo excitada.

- Oh, ehm... bueno. No, no, en realidad no soy valiente. Soy gilipollas, mi padre me lo dice a menudo. Porque... ¿cómo era? -acude a un mantra familiar en un intento de relajarse-. Sí, algo como que la valentía implica conocer el riesgo, y yo soy una abulto que sencillamente no ve el peligro aunque lo tenga bailando en frente.

Ves al dragón sonreír.

-No se preocupe, señorita. Yo creo que es valiente. Aunque no voy a negar que algo insensata sí que me parece -ríe-. Bueno, dejémoslo estar, ¿de acuerdo?

bebe de su copa, paladeando el licor con gusto.

-No me ha dicho qué le ha parecido mi análisis de usted...

 Liv se sonroja al saber que el dragón opina que es valiente... es halagüeño, y más viniendo de él.

- Oh, bueno... -carraspea nerviosamente y ser recoloca. Esboza una sonrisa- En realidad su análisis es como el de un echador de cartas, patrón. Cosas generales. ¿A quién le gustan las críticas que vienen desde la ignorancia? A nadie, claro está. Y desde luego que todos los que estamos aquí nos tomamos nuestro trabajo muy en serio y nos esforzamos en conseguir la perfección: por eso nos ha contratado. Sospecho que no me ha dicho lo que en realidad piensa de mí, sino que su supuesto análisis es en realidad una forma de analizarme por mi reacción a él.

Everard sonríe.

-Muy bien, señorita -te felicita-. Es usted muy aguda, sin duda. Eso me satisface sobremanera, no lo dude. Veo que sabe leer lo que no se escribe... o por lo menos algo de lo que no se escribe -añade.

Se carcajea levemente, con elegancia.

-Aunque no crea que son cosas tan generales. Mucha gente, tal vez más de la que cree, no piensa como usted ante esas... generalidades. ente tal vez muy cercana a... usted -da un pequeño sorbo de su copa, sin quitar sus felinas pupilas de ti.

 - ¿Quién, DG? -Liv le mira sorprendida-. Ni hablar. A DG, patrón, lo único que le interesan de usted son sus participaciones; para nada lo que usted opine...

Liv cruza las piernas bajo el cuerpo, estirando los dedos descalzos de los pies.

- Venga, patrón, me lo he ganado. Dígame ahora lo que de verdad piensa de mí. No se haga tanto el interesante, esas cosas están bien para jugar a los coqueteos con lady Thornton, pero los enanos agradecemos las cosas directas. Como las pedradas -se ríe, citando un refrán enano.