Partida Rol por web

Me acerco al lugar que señala mi hija.

- ¿Cemento? Muy buena observación, Hannah - digo pasándole la mano por el hombro. - Bien, si esto está así, creo que podemos descartar la posibilidad de evitar la puerta atravesando el muro a su alrededor. - Por algún motivo, mi mirada pasa del enano al irlandés mientras digo esto.

Aproximándome a la puerta, llamo a la chica enano.

- Liv, antes de montar ningún tipo de andamio... ¿Has visto esto? - Pregunto señalando unos pequeños engranajes, prácticamente tapados por otros de mayor tamaño. - ¡Es una obra de ingeniería realmente impresionante! ¡Imagina todas esas ruedas moviéndose con precisión, para conseguir arrastrar toda esta puerta! ¿¡Quién habrá podido crear todo esto!? - Excitado, agito la cabeza, recordando las lecciones de historia que desde pequeño había recibido, sin poder imaginar ninguna civilización capaz de haber construído algo así.

Paseo a lo largo de toda la puerta, admirando su construcción y tomando notas de las conexiones de los engranajes, todos los mecanismos visibles que me permitan intentar deducir la distribución de los que quedan ocultos. Sin embargo, dado el tamaño de la puerta en comparación con el de los minúsculos engranajes, pronto desisto de intentar anotar todo y me centro en las piezas que más me llamen la atención.

Al cabo de un rato consigo serenarme. Resulta obvio que estoy emocionado ante la perspectiva de analizar la puerta con detalle, pero aún así mi mente científica termina imponiéndose y pronto empiezo a buscar patrones que se repitan por la puerta, tanto en los engranajes como en los grabados de alrededor. Durante un momento, inspecciono en detalle esos grabados, tratando de buscar similitudes con alfabetos de alguna de las culturas de la antigüedad. Runas nórdicas... No, demasiado recientes. ¿Ogámicas?... Tal vez. ¿O es algo más antiguo?

Acteon, mientras la gente se dedica a mirar los trozos de piedra y metal, y a acercar la nariz al extraño portón, se ha dispuesto a... ¿"probar el paraíso"? Sonríe. Esas han sido las palabras de Liv. Después de la primera calada al tabaco que ella le ha pasado, hay reconocer que es bueno... pero tampoco es el paraíso.

Dirige su mirada hacia las muchachas, tanto Liv como Hannah. Ahora que todos están ocupados con lo mismo, no le importa admirarlas. En más de un sentido.

Vuelve a sonreír tras exhalar el humo.

 - Por supuesto, doc -señala con la pipa-, y eso es parte de lo que me preocupa. Conozco a cinco herreros que podrían forjar algo así de increíble hoy día. Y esto fue forjado hace milenios. Si eso no es para ponerse los pelos de punta... Más que quién haya creado esto, doc, me preocupa el porqué. Pero eh, yo sólo soy un enano, a mí la historia y esas cosas me la traen al fresco. Así que vamos, doc, me muero de ganas de empezar a descubrir el funcionamiento de esta puñetera maravilla.

Con las manos, acaricia el metal con delicadeza, como si fuera un amante.  No hay nada más maravilloso sobre la faz de la tierra que el trabajo prodigioso de un herrero que convierte el metal bruto en destilados productos del ingenio... y esa puerta es el cúlmen. Obviando el Incordio, por supuesto.

- Demasiados engranajes para abrir la puerta. El resto... tienen que ser otras cosas. Trampas, cerraduras, quizá un temporizador... quién sabe. Tengamos cuidado -dice, aunque su voz transmite anhelo-. ¡Empecemos ya! -suplica Herzog, como una niña pidiendo un poni por Navidad.

Asiento a las palabras de Liv. - Tienes razón, por supuesto.

Sin embargo, en vez de aproximarme a la puerta, me retiro hacia un lateral, alejándome del resto de la gente. Algo nervioso, rebusco entre mi abrigo y saco nuevamente la brújula que utilicé durante el camino. El monótono sonido de las válvulas del aparato retumba ligeramente en las paredes de la sala mientras repito mis medidas. Algo pálido, las apunto en mi libreta, confirmando los datos que tomé en el exterior.

Apago el aparato lo más rápidamente posible, y lo vuelvo a guardar entre los pliegues de mi vestimenta. Mientras vuelvo hacia el resto del grupo, cojo una pequeña bobina metálica, a la cual van unido dos marcadores analógicos. Sonrío a mis compañeros mientras coloco la bobina a escasos centímetros de la puerta.

Cuando empiezo a agitar la mano a lo largo de la puerta, como un limpiacristales con una bayeta, Acteón está a punto de dejar caer la pipa de sus labios. Durante unos segundos, salto de un lado a otro, agitando el artefacto frente a la puerta ante el gesto de estupefacción de todos los presentes. Enfrascado en lo que estoy haciendo, no llego a ver que Hannah se sonroja de vergüenza ante los histriónicos gestos de su padre.

Sudoroso, termino de agitar la bobina a lo largo de la puerta y me vuelvo hacia el resto. Mi rostro, ya algo acalorado por el esfuerzo, enrojece aún más al ver su expresión.

- ¿Han leído ustedes la obra de Maxwell? Es un escocés que no hace mucho publicó unas teorías muy interesantes... Según él, los campos eléctrico y magnético están relacionados, de forma que si un conductor - les muestro la bobina metálica - se mueve en un campo magnético, genera una corriente eléctrica, que quedaría registrada aquí - termino mientras señalo la aguja de uno de los marcadores y tomo nota de sus resultados. - De la misma forma, si algún tipo de corriente circulase por la puerta, el imán del interior reaccionaría y me daría los resultados en este otro relojito. - Nuevamente, apunto los valores que se muestran en el medidor.

Sonrío a mis compañeros, que ahora ya me miran como si mis palabras les hubiesen confirmado mi escasa salud mental.

- Estoy seguro de que algún día se me ocurrirá una buena aplicación práctica para esa teoría, sin embargo últimamente he tenido bastante trabajo...

Hannah intenta fingir que su padre no está... bailando... como un mono... un mono en celo.

"Papá... ¿por qué no tendré un padre normal?", piensa. Lo que acto seguido lamenta haber pensado. Si su padre fuera un padre "normal", ahora mismo estaría en clase de danza y aprendiendo a bordar, como alguna de sus amigas en Praga.

Mira a los demás a ver si, contra todo pronóstico, nadie está mirando a su padre. Curiosamente Liv está incluso más ansiosa que su padre y poco le falta para bailar alguna jiga. El enano sigue maldiciendo en su idioma a la puerta mientras apunta cosas en un cuaderno con un lápiz muy gastado.

El único que actúa de forma normal es el irlandés... y normal en el sentido de que, divertido, mira cómo su padre salta de un lado para otro. Entonces Acteon se da cuenta de que la muchacha le está mirando. Sonríe y le guiña un ojo, algo descarado, por lo que Hannah, ya ruborizada, decide que lo mejor es mirar en la mochila a ver si tiene algo con lo que suicidarse...

"Maldita puerta y maldita argamasa..."

Lo cierto es que el cemento es muy duro. A pesar de la minúscula grieta será imposible desencajar la puerta quitando el "marco". No hago caso a los movimientos de Sven. Después de todo lo que está haciendo me parece totalmente normal: tomar datos.

No obstante, cuando el inventor prusiano pregunta, le miro.

-Algo había oído de esos trabajos -me encojo de hombros-. Liv y yo nos dedicamos más al tema de los motores y no tenemos mucha práctica con la electricidad. Un curioso pasatiempo, no obstante. Es posible que algún día -remarco esas palabras, pues estoy seguro de que la Era del Vapor ha llegado para quedarse-, algún día, se saque algo en claro de ello. Por ahora...

Liv se sienta sobre una roca y comienza a escribir anotaciones en su cuaderno, mientras murmura en voz baja y se cambia de lado la pipa una y otra vez.

- Vamos a tardar cinco o seis días sólo en montar la estructura que nos permita tener acceso a toda la puerta, doc -dice finalmente-. Y, claro, pese a lo que diga DG, para mí los sistemas de seguridad y las redundancias no son de nenazas -le lanza una mirada afilada al enano-. En este asunto yo no me la jugaría. Ni siquiera sabemos en qué dirección se abre la puerta.

Se gira hacia el irlandés.

-  Eh, chico -le señala con la pipa-. Vamos a necesitar unos cuantos tablones de madera de dureza media. ¿Hay algo así por aquí? ¿Algún  pinar accesible desde aquí? O algo más o menos cerca. 

Acteon, que estaba fumando tranquilamente y con una sonrisa lejana mientras los locos del vapor hacían de las suyas, se vuelve hacia Liv.

-Cuando hemos venido hemos pasado junto a un bosque de pinos, si es lo que quieres saber, nena. Algo más abajo había robles.

Se encoge de hombros.

-Pero si quieres cortar maderos necesitarás hachas o sierras... y el permiso del dueño del lugar, me parece a mí.

Me vuelvo hacia el irlandés.

-El lag... el señor Draconis nos ha dicho que solucionemos el tema, ¿no? Así que para mí que tenemos permiso para coger y cortar unos puñeteros maderos. Necesitamos esos andamios.

- El enano ha hablado -dice Liv señalando a DG, como si su palabra fuera ley-. En cuanto nos hagamos con un par de hachas vamos a dejar ese bosque e-ro-sio-na-do -se deleita en la palabra y ríe, divertida-. Y de la que exploras, irlandés, en vez de mirarle el culo a Hannah podrías intentar coscarte de dónde hay agua potable por aquí cerca. Que va a ser la hora del té y si no me tomo un par de tazas me pongo insoportable.

Sentado en un lateral de la puerta, escucho los comentarios de mis compañeros sin prestar demasiada atención, absorto en las notas que estoy escribiendo en mi cuaderno, resultado de las últimas medidas realizadas en la puerta. De vez en cuando, paro a mirar lo que estoy escribiendo, llevándome la parte trasera del lápiz a la boca mientras dejo escapar un grave "Hummm!".

Cuando al fin me levanto, me aproximo a los enanos, escuchando las últimas palabras de Liv... "Mirándole el culo a Hannah". Algo desconcertado al no haber seguido con atención la conversación anterior, miro alternativamente a mi hija y al irlandés, viendo cómo se sonroja la primera ante la mirada de autosuficiencia del explorador. Frunzo el ceño mientras miro a este último, recordando nuestro enfrentamiento en el camino.

Sin embargo, las notas que he estado tomando pueden tener una cierta relevancia para conseguir abrir la puerta, así que dejo pasar el gesto del irlandés para enseñarle el cuaderno al resto.

- Miren - pido alargándoles el cuaderno. En él hay un dibujo de la puerta hecho rápidamente sin demasiado detalle, pero obra de una persona acostumbrada a hacer diseños técnicos. Sobre el dibujo hay marcadas con carboncillo unas líneas más gruesas y algunas áreas sombreadas que no se corresponden a nada que se pueda apreciar a simple vista sobre la puerta. Estas últimas zonas están marcadas únicamente en la parte baja del dibujo, aproximadamente hasta una cuarta parte de la altura de la puerta.  - Esas líneas se corresponden a zonas con un campo magnético más intenso. Aún no he tenido tiempo para analizar si siguen algún tipo de patrón o separan la puerta en fracciones que puedan haber cabido por el pasillo por el que hemos venido... Como ven, el alcance de mis medidas es limitado, así que me temo que tienen razón en preocuparse por montar un andamio.

Dejo el cuaderno en manos de mis acompañantes mientras me dirijo al equipaje para sacar una pequeña escudilla, que lleno con el agua de la cantimplora. De cualquier forma, tendremos que rellenarlas y había un río no demasiado lejos del camino. Me acerco nuevamente a los demás.

- Para su té - digo amablemente mientras le paso la escudilla a Liv. Antes de soltarla, me quedo dudando por un momento. - Aunque no sé si es prudente que encendamos una hoguera aquí... Si lo prefiere, creo que tengo algo en mi maletín para calentar el agua...

Hablo algo distraído, mirando ocasionalmente la puerta, como si siguiese pensando en ella y el misterio que supone más que concentrarme en la conversación con el resto.

-A ver, a ver, a ver -dice Acteon, alzándose y levantando ambas manos-. Quietos paraos todos. Punto uno -extiende un dedo-: nadie en su sano juicio enciende una hoguera al fondo de una cueva. Si quieren montar un campamento, que sea cerca de la entrada. Punto número dos -levanta otro dedo-: se tarda medio día en ir y venir hasta el castillo del Señor Everard. Supongo que es evidente que entre los que van uno seré yo, lo cual deja sus traseros sin protección. Lo que me lleva al punto número tres -levanta un tercer dedo, sonríe y luego cruza los brazos-: no estaba mirando el trasero de Hannah... ni tampoco el tuyo, Liv, querida... Claro que si desean ustedes dos atraer mi atención sobre sus posaderas... yo no voy a impedírselo.

Se ríe con estruendosas carcajadas que reverberan en la cueva artificial.

Hannah se sonroja hasta la raíz del cabello, pelirrojo de hecho, de tal manera que no se sabe dónde acaba y dónde comienza su corta melena. Miar alternativamente al irlandés, a Liv y a su padre.

Murmura algo sobre ir a recoger algo de leña y se va camino arriba hacia la entrada de la cueva.

Carraspeo con fuerza.

-Bien... después de este intercambio de tonterías, creo que habrá que designar al grupo que se marcha a por material al castillo -miro a mi hermana-. A ver, lista, no me importa ir a mí, pero mira a ver qué quieres que te traiga...

Suspiro y me cruzo de brazos.

-Además, necesitamos urgentemente cerveza. Sólo nos hemos traído dos odres...