Partida Rol por web

"Virgencita de Guadalupe... yo no soy muy devota ¿pero no somos todos hijos de Dios? No me hagas esto..." voy pensando mientras busco por todo sitios.

Ya me da bastante grima pensar en lo que hago "tumbas, cadaveres que se descomponen... barro, lluvia..." si encima no encontramos algo que nos ayude a abrir el maldito hoyo, acabaré pegándole un tiro al próximo que me cruce.

Intento recordar la mina pero, por supuesto, no hay nada que me valga. Aquí no voy a poner una carga... "Pero quizás los tablones de un ataúd..." pienso mientras me acerco a una tumba que parece que aún no han tapado. Seguro que la dejaron a medias cuando empezó a llover... Pero cuando estoy allí, un escalofrío me recorre y yo, que no soy muy religiosa, no puedo evitar persignarme

"¿Acabaremos así nosotros? ¿En una tumba asquerosa, a medio enterrar, porque no tenemos nadie que se preocupe por darnos sepultura como Dios manda?"

Pancho agradeció a los dos hermanos que le ayudaran con la limpieza de los restos en el saloon. Se les veía que eran buenas gentes trabajadoras por su disposición, y lo que menos deseaba Pancho era meterles en problemas.

Una vez en los establos, les agradeció sus atenciones. -No era necesario, manitos, pero Dios les guarde por esto.- Dijo cogiendo la manta que le ofrecían para secarse.

Antes de usarla para secarse se desnudó y colgó su ropa mojada sobre uno de los separadores entre establo y establo, así como su pistolera y armas. Se quedó practicamente "en pañales". Evidentemente, le costó algo dado que aún seguía mareado por la borrachera. -No se preocupen. Me crié entre caballos y estoy acostumbrado a dormir junto a ellos. Dormiré comodo y calentito, no se preocupen- Mostraba hacia los hermanos una sonrisa algo bebida y desdentada al decir esto.

Antes de que se retiraran a descansar, les comentó: -¡Oigan! Si no les importa, me gustaría pedirles otro favor. Despiértenme a primea horita, cuando se levanten a trabajar. Ya se que me costará y que me dolerá la cabeza horrores, pero usen un cubo de agua para despertarme si hace falta zamacos. No quisiera tirarme toda la mañana roncando.-

Quería levantarse pronto por la mañana y echar un vistazo al local por dentro y por fuera. En las zonas  de acceso público, sin meterse en líos. Quería ver si por casualidad encontraba algo que pudiera servir como acceso al sótano, aunque si lo encontraba no lo usaría para bajar de momento. A veces había granjas que tenían accesos exteriores a lo sótanos. Y había oído que en las grandes ciudades gringas del este incluso los había en las calles. Sobre todo para locales.

Pero eso sería al día siguiente, si es que nos e levantaba con una gran jaqueca. Sea como fuere, buscó un rincón seco en uno de los establos, echando algo de paja limpia antes de tumbarse sobre él y dormir como un tronco.

Los tres compañeros se repartieron por la zona en busca de una pala que les pudiese ayudar a desenterrar la tumba de su antiguo compañero. James finalmente encontró un pequeño cobertizo. haciendo palanca con la culata de su rifle, consiguió abrir la precaria puerta de madera que conducía a su interior donde encontró lo que necesitaba. 

Ahora solo tendrían que localizar la tumba de su antiguo compañero y desenterrarlo para comprobar si como cabía esperar, el tesoro seguía allí.

Durante unos minutos recorristeis gran parte del cementerio en busca de una pala o la tumba concreta de vuestro viejo amigo, pero no teníais muchas pistas por donde empezar; no había ningún cobertizo a la vista donde buscar la pala y el cementerio debía haber crecido en los tres años que habían pasado antes de que enterraran al "Francés" para que McReady no encontrase su tumba, o tal vez fuese simplemente culpa de la oscuridad.

Finalmente, cuando os estabais dando por vencidos, McReady dio con un nicho abierto en el suelo, aún sin lápida, y ligeramente encharcado a causa de la lluvia que parecía llevar abierto mucho tiempo. En su interior había un par de palas y un palo totalmente recto y pulido con un refuerzo metálico redondeado en la punta, que aunque no conocíais su función os podía servir para remover y soltar la tierra al tiempo que las palas hacían lo suyo.

Mientras os reuníais y recogíais y repartíais los aparejos de la fosa, os puso sobre alerta una luz que venía de una de las calles al oeste. Os quedásteis quietos como estatuas, sin saber si os habían descubierto, pero no tardasteis en daros cuenta de que eran un trío de mexicanos con un par de monturas que avanzaban deprisa hacia los establos para cubrirse de la fina lluvia, e iluminando su camino con una vieja lámpara de mano. Curiosamente, uno de aquellos mexicanos era ni más ni menos que vuestro conocido Pancho. Pero antes de que os preguntaseis que hacía allí, los tres personajes y las monturas desaparecieron en el interior de la casa por la puerta de las cuadras. Definitivamente, no parecían haberos visto.

La súbita aparición de los transeuntes os había infundado un poco de nerviosismo. Al fin teníais las palas, pero aún os quedaba encontrar la tumba del "Frances".

La mujer no contestó y se dejó hacer, permitiéndote quitarle la ropa hasta que toda ella cayó al suelo sobre el lugar donde ella se encontraba. Durante un momento pudiste observar en detalle la belleza de su bien torneado cuerpo, ya que ella simplemente permanecía de pie, sin taparse ni ningún gesto de pudor. Sin embargo, cuando pretendías acercarte a ella con más ímpetu, interpuso su mano para indicarte que te detuvieras.

- Oh, cariño. Por su puesto que sí que lo hay. - mientras hablaba te acarició el pelo, y te apartó un mechón de la frente amorosamente, casi como una madre. - Aquí casi nadie tiene, o cree necesitar verdaderos amigos. Algunos vienen por aquí y me prestan el dinero de alquilar la habitación, porque saben que una dama sin trabajo como yo no podría alojarse aquí ni una noche sin su ayuda. Aquí tengo todas mis cosas, todo lo que me importa; por eso solo me queda agradecérselo de la única forma que sé. - la mujer hablaba mirándote a los ojos, y mientras su monologo se alargaba su expresión cada vez se parecía más a la de un cachorrillo abandonado, de la que sentías que podrías perderte en aquellos tristes ojos azules que parecían al borde del llanto.

Mary Elizabeth te abrazó con fuerza, y al sentir sus voluptuosos pechos desnudos fuertemente apretados contra ti, tus calzones te apretaron como nunca antes. - Esta noche casi no me llega, pero no me importaría simplemente pasar el rato con alguien que de verdad se preocupe por mi. Poder compartir mis penas, y que tu también me cuentes las tuyas, y reír y llorar juntos agarrados de la mano hasta el amanecer. Dime ¿serías tú ese amigo? -

Los gemelos asintieron con la cabeza, mientras exhibían una sonrisa en el rostro, parecía que te habían cogido cariño, aunque lo único que tuvierais en común fuera vuestra misma patria.

- No se nos preocupe manito, y duermala. Que está usted en buenas manos ahora que os hermanos Gonzales se encargan de todo. -

Dicho esto, los hermanos movieron de sitio un par de herramientas que había desordenadas por el suelo antes de desaparecer por la puerta hacia la casa, dejándote en las cuadras, tan solo son los animales y una lámpara encendida con una débil luz.

- Mi estimada señorita... - dijo Michael apartando a la muchacha, que dejó de aplastarle los pechos contra el cuerpo, pero de los que los ojos del tahúr tardaron en apartarse. La detuvo, como antes había hecho ella con él, pero igualmente, sin demasiada intensidad.

- Me temo que confundís mis intenciones... - dejó la frase en el aire e hizo el amago de levantarse de la cama, en la que se había sentado. Marcó incluso un mohín de fingida decepción - mis... nobles intenciones - concluyó.

- Bueno, quizás la señorita Carla si que... - y una vez más bajó la voz al final de la frase, dejándola inconclusa, mientras echaba mano al sombrero, gesto sin duda de despedida, que esperaba no tuviera lugar. No había chica como aquella Mary Elisabeth, pero Michael no era hombre inexperto en las lides del amor o en las leyes del comercio más íntimo.

Tras un largo rato deambulando de aquí para allá por aquel cementerio, McReady dio con un nicho abierto en el que encontró un par de palas y un palo con una especie de remache redondeado. Parecía que al final les sonreía un poco la suerte. Mientras estaban reunidos alrededor de aquel nicho, Lonegan decidió hacer un rápido reparto:

-Dame una de esas palas James, la otra para ti. El palo para Juanita.

Aun quedaba una cosa, dar con la tumba del Francés. Jack levantó la vista para tratar de mirar a su alrededor.

Tumbas grandes, pequeñas, adornadas, simples cruces sin nombre... Qué más da, todos acabamos igual ahí abajo: Harapos, polvo y huesos. Menos ese viejo perro del francés, que duerme su sueño eterno bien rodeado de plata, pero por poco tiempo.

Tras dar un par de vueltas sobre sí mismo, algo desorientado, comenta:

-Chicos, ¿ninguno habéis venido a presentar sus respetos al francés en todo este tiempo? ¿Alguna idea de por donde cae su tumba?

Rodeado de tumbas y muertos, Jack no puede evitar pensar en su particular amigo espectral.

Espero que ese viejo indio cabrón se entretenga por aquí visitando a algún conocido y me deje un buen rato en paz.

Oimos ruidos e intento quedarme muy quieta. Me late rápido el corazón porque estoy aterrada ante la idea de que nos cojan. Pero al final pasan de largo y no se percatan de que estamos allí.

Cojo el palo en cuanto Jack me lo asigna. Ahora solo nos falta la tumba...

Cuando Jack pregunta si no hemos ido a presentar nuestros respetos me indigno "No, estábamos muy ocupados escondiendonos para no acabar igual que él o que tú" Pero no lo digo en voz alta. Solo agacho la mirada y cierro los puños.

"Concéntrate, Juanita, no puede ser tan difícil, en el fondo es buscar algo a oscuras, como cuando trabajabas en la mina"

Reviso el cementerio. Busco una zona que no esté removida ni pisada. Seguro que le enterraron con más desconocidos y a esos no viene nadie a vistarlos ni a ponerles flores.

-Por aquí, chicos...- les llamo convencida

James tuerce el morro cuando Jack le pregunta por la tumba mientras le pasa una pala.

-Bueno Jack...-dijo James pensando sus palabras detenidamente-yo no soy de esos que visitan tumbas. Visitar una tumba de un compañero es...como rememorar errores del pasado que no vas a poder enmendar.

Lo cierto es que apenas se acordaba del Francés. Se sorprendió al darse cuenta de que hasta le costa acordarse de su nombre. Por suerte, Juanita tenía mejor memoria y sentido de la orientación que ellos. Cuando les llamó, la siguió en silencio.
 

Tras poneros en marcha el paseo duró unos minutos más, hasta que finalmente Juanita fue capaz de distinguir los nombres de un par de lápidas mal hechas con un par de tablones atados, y que Lonegan y McReady solo pudieron leer al encontrarse a pocos pasos. Las dos tumbas rezaban "J.J. Thomas", a quien habíaís llamado "el chico", y la segunda "Pierre Grimauld", vuestro amigo francés.

Si aún teníais dudas sobre si realmente eran ellos, entre las dos pilas de tierra había un tablón que daba la impresión de haberse caído al suelo, al darle la vuelta apareció escrito:

Criminales y parias. Que dios los juzgue.

Comenzasteis a cavar. Casi agradecisteis la lluvia que hacía un rato os había empapado, puesto que la tierra estaba suelta y se desprendía con facilidad, aunque cada paletada requería más esfuerzo que la anterior a medida que alcanzabais la tierra más seca entre los 3 la tarea se llevó a cabo con rapidez.

Tras varios minutos de esfuerzo, finalmente escuchasteis un ruido sordo de entrechocar con madera. Os mirasteis entre vosotros con complicidad. Apartar la tierra que quedaba sobre la tumba apenas os llevó un momento. Los tablones estaban deteriorados por el tiempo que había pasado bajo tierra, pero el cajón en el que descansaba el "Francés" aún se mantenía entero. Con un último esfuerzo abristeis la tumba de un fuerte empujón apoyando la punta de las palas como si fuera una palanca...

Vacía. Ni plata, ni cadáver. Delante de vosotros solo había un enorme vacío inexplicable en la que debería de haber sido la tumba de vuestro amigo.

- No, no te vayas. - dijo la mujer con una voz desesperada agarrándose a la manga de tu traje - Lo entiendo, ha sido demasiado para alguien que acabo de conocer. Es solo que al escuchar tus amables palabras no he sabido controlarme. - Mary se limpió una fingida lágrima con el dorso de la mano.

- Esta bien, puedes olvidar lo que he dicho. No tiene importancia. Puedes quedarte un rato, te compensaré por el mal trago. - poco a poco, Mary comenzó a tirar de la manga, acercándote de nuevo hacia la cama. - Solo ayudamé... - cuando estuvisteis lo suficientemente cerca de la cama te rodeó el cuello con ambos brazos y dejó caer su peso hacia atrás gradualmente, obligandote a sostenerla. - ...a olvidar... - poco a poco comenzó a doblar los brazos acercando cada vez más su rostro al tuyo - ...a mi también. - la frese terminó al mismo tiempo que ella comenzaba a besarte apasionadamente en los labios.

Aún con la mente turbada, te dejaste llevar por los seductores juegos de Mary. En seguida el chaleco descansaba sobre una silla, le siguieron las botas en el rincón, tu bolsa de dinero calló cerca del resto de la ropa sin que casi la escucharas...

Gracias a la privilegiada vista de Juanita, no tardaron mucho en dar con las tumbas del chico y el francés. Si hubiera dependido de los otros dos, les habría dado el alba rebuscando entre las inscripciones de aquel cementerio.

Tras plantarse ante la tumba de su antiguo compañero, no tardaron en ponerse manos a la obra. La tierra reblandecida parcialmente por la lluvia resultaba más fácil de quitar, y parecían ansiosos por llegar a la caja donde se encontraba el francés.

Tanto tiempo, todos estos años aguantando tanta mierda en aquella cárcel de mala muerte. Por fin toca recuperar lo que es mío.

Pero la creciente euforia de Jack se vio truncada repentinamente cuando, tras apartar los tablones haciendo palanca, solo encontraron el más desolador vacío dentro de aquella caja. Aquello no era real, no podía ser cierto. Lonegan giró la cabeza en varias ocasiones para mirar a la inscripción de la tumba y al ataúd vacío respectivamente. "Pierre Grimauld", no se habían equivocado.

-Vosotros estáis viendo lo mismo que yo, ¿no?- Comentó mirando a sus compañeros.-La tierra no parecía removida cuando llegamos, ni los tablones forzados... ¿Seguro que la plata está escondida con el francés, y no con el chico?- Suponía que sus palabras les parecerían un desvarío, pero estaba tan nervioso que cualquier teoría le parecía completamente posible en esos momentos.

James miraba el interior del ataúd con las manos apoyadas sobre la pala, negando con la cabeza.

-No Jack-contestó-Era el francés. Siempre fue el francés. Pero alguien se nos adelantó. Si alguien conocía nuestro secreto, pudo venir en cualquier momento durante estos tres años. No tuvo porque ser ahora. Por eso, que la tierra no esté removida es irrelevante. Alguien se nos adelantó pero...¿quién?¿Quién más sabía de la ubicación del botín?

Suspiró antes de seguir hablando.

-Bueno, ¿ahora qué más da? Después de tres años, échale un galgo. El que fuera probablemente se habrá gastado ya la plata y aunque no fuera así y le encontrásemos ¿qué le íbamos a decir?A ver si hay más suerte con los bonos. Por cierto, será mejor volver al campamento. Pronto amanecerá. Pancho y Maverick no deberían tardar en aparecer.

"Escavar una tumba es probablemente lo más asqueroso que he hecho jamás. Si no me he condenado al infierno por las cosas que he hecho antes, esto seguro que me manda allí derecha" es mi unica reflexión mientras clavo esta cosa en el suelo intentando desmenuzar la tierra.

Justo cuando creo que no podré seguir, tocamos el ataúd y una sonrisa se dibuja en mi cara. Pero la sonrisa se me congela cuando lo abrimos.

-¡Aahhh!- chillo rabiosa mientras lanzo el palo al suelo con ira. Intento contenerme mientras Jack y James hablan, pero yo sólo puedo pensar en que esto es una maldita encerrona.

-¡Jamás! ¿Me oyes?- le digo a James -¡Nada de olvidarlo! Que me pudra en el infierno si lo olvido. Lo voy a encontrar, aún no sé cómo, pero le encontraré y le haré tragarse un cartucho y luego le dispararé para que le explote dentro-

La rabia me roe las entrañas. "¡La virgen, cuánto deseo pegarle un tiro a alguien ahora mismo!"